Mi señora el alma |
Yo le debo a usted los pájaros que cantan en
mi sangre. Mis idolatrías al borde de la noche. Usted regula las lágrimas que cuestan ser
humano o morirse de una nada. En otoño, en cada primavera que revienta
sobre el mundo usted me pone a destilar, me acuesta bajo el puño de la vida y me hace llorar de haber nacido, de estar como un árbol bajo el cielo. Mi suave reina: usted es el llanto mismo, y con qué hondura me llueve y me hace lluvia, me tiene gobernada y sufrida y extasiada temblando en la dictadura del misterio. Mi señora devota del cuerpo.
“Hoy es nunca” Se me ha salido el alma a la calle y un sollozo a la vereda. En una esquina existo de pronto: con una
angustia en guantes y un desamparo de collares. (Tu olvido tiene ojos de vidrio, manos postizas). Hoy es nunca de amor y mirada y el dolor tiene un silencio de lutre. En tacos altos y ojeras ambulo por la nada estridente. No puede ser que no me quieras. Y sin embargo hoy es nunca. Con el llanto escotado hoy es nunca.[1] Echada de tu sangre hoy me asiste mi propio
corazón. (Camalma,
Buenos Aires: Rodolfo Alonso Editor, 1971)
“Imagen de perfil” Si me recuerdo en el espacio me siento
fotografía. Todo el rostro oyendo, consumidor de
velocidades secretas. La mirada, llegando de lejos, se estanca y
centellea. La mano izquierda, con un temblor de
conciencia, se deja estar al borde de una mesa. Es una foto a luz de kerosén. La línea de mi cuerpo sentado vacila entre el
miedo y el embeleso. Allí estoy eternizada. Durando como un roce de mirada, como el
rescoldo de las horas. Todo tiene una oscilación de alma en silla, de presagio acorralado, de un destino en su nada con un pulso a
borbotones. Soy una postal de la vida. (Camalma, Buenos Aires: Rodolfo Alonso Editor, 1971) |
Leda Valladares
"Camalma", Buenos Aires: Rodolfo Alonso Editor, 1971
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