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Caldos de arraigada cepa
riegan de elegancia etílica
el alargado alfanje de Chile.
Valle Central, fértil jardín,
cuenca de infinitos racimos
donde, serpenteadas y cercanas,
las cordilleras de los Andes
y de la Costa vigilan con sigilo.
Valles de Aconcagua y Casablanca,
regazo frío del Pacífico,
donde unidos eslabones
de encumbradas coronas
circundan la belleza del lugar.
Es el vino de mi país
encuentro de la naturaleza
con el hombre de campo;
es el reconocimiento de un pueblo
que extrae con sabiduría
el fruto poético de la vid.
Como la vida del hombre es el vino.
¡Cómo brinca en la copa!
Vivo, temperamental, delicado,
como aflora en mi tierra
el rojo del copihue. |