El deuteroagonista
escarbó términos
para llenar el vaso de alabastro
que ahora, tras la capitulación
en la polémica,
yace destrozado sobre el césped.
Terminó venciendo
el arpista,
tan ágil con su lengua como con sus dedos.
Los observo con atención
hasta que elijo cerrar
los ojos.
Termino.