Plabras o permisos para destruir los inventos

Salomón Valderrama Cruz

Apenas había oído las palabras de Zelomi porque el pensamiento, como una súbita hendidura, se abrió hacia la ofuscadora evidencia de que el hombre es un simple juguete en manos de Dios, eternamente sujeto a hacer sólo lo que a Dios plazca, tanto cuando cree obedecerle en todo, como cuando en todo supone contrariarlo.  
José Saramago

Y entre esos huacos simbólicos los hay que llegan hasta nosotros, indescifrables, mudos, misteriosos y en algunos hay que venir hasta Leonardo, hasta Goya, hasta Baudelaire, sí, hasta Baudelaire, porque esos objetos de barro son decadentes: ¡hay que verles sonreír!  
Abraham Valdelomar  

Plabra de un colgajo que se transfigura en ojos de corazón

Cérvido, para creer, amputado, Cristo del Apocalipsis jugando en una 

irreconocible discoteca, lengua, computadora, Metrópoli, cantar de erróneas 

plabras en que me he dado cuenta de algo espantoso, en los planetas, 

convalecer de pantaletas, tiernos lobos vacantes de amor legalizado. Rumiando 

que la tentativa artística de caminar ya no será explotar un balazo en la cabeza 

de mi amor. Emboscar. Ya no será arrastrar los testículos por los dientes del 

último sexo, ya no será concentración para tragarme los ojos que me imaginan 

en la televisión, devorármelos, entre músculo que tira para mirar en los 

diamantes costados rellenos, de las brasas, que compraste en Tokio. Llorón. 

Ya sé, te sigo a mi paso comiendo tu gran culo de Botero y de tus cuatro tetas 

inmensas, persistencia, en un cajón azul desde el perro de Keynes; pero es la 

época desterrada del color y así siento que a mis ojos estoy mascando en las 

bocas, bajo mis cejas, con enzimas que jamás recuerdo y de bailes en que 

rememoro el cabalgar salvaje de una mula tramposa que se embaraza y recién 

hoy la he encontrado y como tengo dinero, pulcro, lavado, he sembrado a mis 

bichos en sus vientres: las axilas, la rodilla, el talón, la quijada, las mamas, el 

útero, los codos, los hombros, el ano, los muslos, los glúteos, los ojos, la oreja, 

la nariz y la boca que dormirá en la lengua, pornográfica, plabra de los 

espacios de la luz que carga en su famélico corazón asexuado. Y allí hacer que 

crezcan y paran enemigos nuevos, ojos nuevos, ojos negros, radiantes de 

bellezas que me he comido; visiones horrendas que creen cosas que ya están 

aquí.

Plabra para volar la Ciudad

Ayer volé sobre la Ciudad. Excitado corrí por la avenida poesía, corrí 100 

metros e imaginé los portaviones que se construyen en el Tercer Mundo. Corrí 

80, 60 metros, 10, 0 metros y me elevé en vuelo vertical. No vayas a creer que estaba en un avión holandés o norteamericano ¡oh no! Lo que pasa es que me 

he dado cuenta que no hay mejor motor que los fluidos pegajosos, blancos, 

negros, hialinos, espesos que las turbinas que transmiten los cerebros 

educados. Desconocidos. Los que explosionan y permiten un desarrollo 

sostenido. Entonces, hoy diré filosofía: que vivan los cerebros que hacen 

ciencia, religión y arte. Que pudiendo matar no matan, que pudiendo ayudar 

no ayudan, que pudiendo despegar no despegan, porque lo importante es poder

hacer y no hacer. Porque el que puede ya hizo para sí y el que no puede no 

sabrá jamás qué hizo. Como derramar, inexistente, color sobre el antagónico 

lienzo o elegir plabras al azar del diccionario y jamás entender que el arte está

allí, sólo donde el artista ve. Jamás volará un pobre diablo.

Plabra del fútbol desnudo

El fútbol es un desnudo, piel invisible, deporte extraño, a más, absurdo y casi

divertido. Allí los límites, las fronteras apareadas, apaleadas, de las religiones,

autonomías gubernamentales (de imaginación impuesta) y status monetario, no

existen sino únicamente en las líneas, silbatazos, que definen los penales, 

los tiros de esquina, los fuera de lugar, los tiros libres y uno que otro escupitajo,

codazo o pisada en el beso de la, más pura, madre para no seguir perdiendo o, 

al menos, para intentarlo. Pervertir con la, magistral, gambeta, hacer volar 

idea, existencia, con forma de planeta, patear planetas camino a la imaginación 

con el único, inconmensurable, propósito de correr para meter un Gol. Tan 

simple como eso y no al revés. 

Plabra o permiso para destruir los inventos

Hombres del mundo entero han empezado a destruir los inventos, porque nada 

tiene sentido. Quieren empezar otra vez. Se destruyen radios, televisores,

lavadoras, autos, barcos, aviones, teléfonos, computadoras, impresoras, 

quipus, papiros, libros, chozas, casas, edificios, antenas, microscopios, 

museos, ojos, lenguas, cerebros. Planetas, galaxias, universos. Vacíos. ¿Todo

permanecerá sin el hombre? ¿Existirán las palabras: plabra y vacío? 

 

Salomón Valderrama Cruz

Pisco, 31 de Marzo de 2006.

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