Espejo
Humeante
que hace a -parecer las cosas.
Pequeño homenaje a José Clemente Orozco
Ser Verbal & Ser Socio-afectivo & Ser Imaginario.
Introducción:
A la luz no solo de las distancias que siguen separando a las
comunidades "indígenas" de la comunidad lógica-verbal occidental, no es
tan aventurado afirmar que hace más de 500 años se encontraron dos
posibilidades humanas de significar: de un lado la palabra y del otro
las flores y los cantos del sentir.
Los rituales curativos, religiosos, y productivos de las comunidades nos
siguen hablando del placer de sentir como cordón umbilical, por el cual
nuestros corazones dialogan con el florido racimo de corazones del
pasado.
Las ideas que aquí se exponen han dado marco teórico al trabajo
cultural de la comunidad de Sta. Ana Zegache Oaxaca, fusionando el
concepto del sentir desarrollando por el arte moderno con el encerrado
sentir de "naa 'ya r'un' schin', rúaa' rníi' ("mis manos hacen el
trabajo mientras mi boca habla"), dicho tradicional, que adorna
bellamente los rituales sociales y productivos, y, que nos ha permitido
despertar el sentimiento estético de jóvenes, niños y adultos de la
comunidad.
La fiesta y los actos curativos determinan mucho del sentir comunitario,
por ser el espacio del color, del sabor, del olor, las formas y el
sonido. Espacio que enmarca y reproduce las emociones y los sentimientos
en sus diferentes matices, y a través de ellos espacio que nos permite
una lectura apasionada de nuestros símbolos.
De aquí que el corazón de mi ponencia debiera ser una "limpia" o un acto
de fiesta: el diálogo global de los sentidos rigiendo el mundo de las
significaciones a partir de los latidos profundos del ser: la
transparencia del caos-tezcatlipoca y del orden-Quetzalcoatl, espalda
con espalda.
Ser verbal.
"En el principio era ya el verbo
y el verbo estaba en Dios....
Por él
fueron hechas todas las cosas:
y sin él no se ha hecho cosa alguna...
en
él estaba la vida."
San Juan 1.1.4
El ser que sale de paseo.
Parafraseando a Paul Klee que dice que un
dibujo es un punto que sale de paseo.
Una semiótica devoradora de tiempo y otra
devoradora de espacio quizá hallarían su frontera común en el ámbito
tensivo de la euforia y la disforia, universo donde la capacidad
lingüística hallaría sus primeras posibilidades de acceder a la
significación, y donde, por el otro lado, el hacer visual extrae sus
posibilidades iniciales de exploración del sentido del espacio.
A partir de esta frontera común los investigadores de uno y otro campo
solo les queda adentrarse en sus vastos territorios armados de la
eficacia de la coherencia y de los valores de la percepción como
interacción del hombre con su entorno.
A partir de esta frontera común, tal parece que mientras una se aligera
en los cimbrados de su hacer, la otra va requiriendo de estructuras cada
vez más complejas: ¿en virtud de su propiedad lineal, discursiva y
narrativa?.
Tanto en lo general como en cada obra, en las artes plásticas este
proceso se presenta como una totalidad en movimiento, buscando, o mejor
dicho, encontrando su momento ideal cuando el objeto adquiere todas las
características que hacen de él el sujeto de una acción sensibilizante y
significante.
Podríamos decir que el hacer artístico suelta su dentellada a los pies
del azar, precisamente, y al tumbarle un pie le hace brotar el humeante
espejo donde contemplamos azorados nuestros propios rostros.
José Clemente Orozco, el mismo un hombre en llamas, decía que el arte es
la emoción a través del conocimiento, con la evocación del primer día
del calendario prehispánico se sugiere que, por el contrario, a través
de las emociones se puede acceder al conocimiento, y eso sería el arte.
Testimonio corporal y comunitario.
Por lo demás, tanto en el trabajo del taller como en la práctica
educativa comunitaria, se ha constatado que habiendo un "apagamiento" o
una desviación del potencial significante verbal el hacer plástico
fluye, apasionado y repentino, de tal modo que la tarea del artista
viene siendo registrar y valorar las pulsaciones y latidos de la obra
que nace. Además de que los colores y las formas se experimentan como
"mas vivos" en las primeras horas de la mañana, cuando el cuerpo se
encuentra descansado y relajado.
Muchas veces el momento decisivo de una obra llega cuando el cuerpo
"pierde" su euforia o disforia y simplemente "está actuando" muy lejos
de sus pasiones.
Ser Imaginario.
Nuestras comunidades indígenas de hecho son una reserva de imágenes
visuales, olfativas, gustativas y corporales; ya que las señales y los
símbolos que se comparten conmueven vivamente a la vida social e
individual, como lo manifiestan en su trabajo colectivo "Los recursos de
la educación zapoteca" los profesores bilingües Aurelio Juárez Martínez,
Eleazar García Ortega y otros, a propósito de la Matlazíhuatl: "se
sostiene como real y verdadera por quienes han sido testigos de su
influencia, que han visto a la Matlazíhuatl y han platicado con ella e
incluso que han sido curados de los males que provoca... Además con más
frecuencia". O como en el caso ocurrido recientemente en Zegache: una
mujer murió hace dos meses "luego de haber cortado un árbol frecuentado
por las brujas".
También hallamos esta recurrencia a las imágenes en las metafóricas
expresiones del hablar cotidiano. Por ejemplo: es frecuente que para
decir: voy a ir a tu casa digan: "voy a tu sombrita" o "voy a tu
altarcito de palma". Enciérrenlo en la cárcel, dicen "aposéntenlo en el
sitio que se reflexiona" o "póngalo en el lugar donde llega el
pensamiento".
Y cuando jugamos con las asociaciones sonoras de nuestra lengua zapoteca
nos encontramos con este florido racimo de imágenes:
beu: luna
beu: coyote
beu: mes
beu: huitlacoche
los cuatro presididos por "b": viento.
Pero, es dibujando como se revela el juego de su contenido:
Primeramente aparece el coyote (beu) que, desde las dos dimensiones
susceptibles de experimentarse sobre la tierra, lanza al viento (b) su
aullido en las noches de luna (beu) y nos ofrece la dimensión espacial,
el mismo tono, beu, la luna nos estafeta hacia la cuarta dimensión: el
mes, desde aquí iniciamos y recorremos el largo camino de la dimensión
de la vida, ya que nos espera el huitlacoche (béu), el negro hongo del
maíz, quien, así, termina simbolizando a plenitud la misma muerte (gel-guti)
(milpa que murió), cerrando en oscuridad el ciclo que iniciara un
aullido en otra noche.
CONCLUSIÓN.
De aquí se colige que hay una urgencia no solo para nosotros, zapotecos,
de impulsar una semiótica médica, antropológica, musical de la danza, la
arquitectura y el urbanismo. Esta semiótica científico-artística
aumentaría considerablemente las potencialidades del imaginario
semiótico en términos globales, dotando a la cultura de los símbolos
esenciales para la alfabetización contemporánea. La sonrisa de nuestros
hijos espera desde el futuro. |