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La mariquita (o
vaquita de San Antonio)
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Érase una vez una linda mariquita
que, aburrida de la monotonía de su vida... se fue a recorrer el mundo.
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La mariquita siguió su camino, alejándose más de la familia, por los
verdes senderos bajo el azul cielo, con el radiante sol como único
testigo. Llega la noche, el momento de descansar. Solo la cubre la fresca brisa y el manto negro de la noche.
Sueña con un mundo que no conocía.
La mariquita siguió su camino, alejándose más de la familia por los
verdes senderos bajo el azul cielo. Al llegar la noche va a descansar:
cubierta por la fresca brisa y el manto negro que la va ganado al cerrar
sus cansados ojitos. Cruzaron sus sueños, envolventes, un mundo que no conocía,
pero que la hacía fantasear.
Se levanta, con nuevos bríos, y sigue el camino.
Palpita su corazoncito, al no saber que encontrará al seguir la ruta que
se ha trazado. Se acercó a unos sembradíos, sorprendida miraba, cuando,
de pronto, un animal se acercó con un líquido esparciéndolo. |
Ella tropezó al caer, encima de un ciempiés.
-“Y tú, mariquita, ¿qué
traes conmigo?" - le dijo enojado.
–“¿Y qué haces aquí? –Acompáñame por favor – está bien, pero un rato nada más.
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La mariquita con su nuevo amigo siguió bajo el radiante sol. Al rato de caminar, pensó que todo le parecía igual. |
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De pronto quedó atrapada en una telaraña. Solo esto me faltaba, venir
hasta aquí para acabar atrapada por una araña malvada que me quiere
comer… ¡ ah no,!” esto no puede ser. Ayúdame, ciempiés. |
Se adentraron en el profundo bosque. Llegaron las penumbras, bañaron la
noche y en la oscuridad se abrasaron.
De los ojitos, dos gotitas se escurrían. Estaba arrepentida. No durmió,
porque el temor no la dejó.
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Asustada, pero no quería renunciar a lo que soñaba, se consolaba dándose ella misma ánimos. Tratando de dormir en el bosque, de pronto un murciélago el cual le dio un susto, el brinco que dio que hasta una alita se rompió, más pesar le dio y el miedo se acumuló. Al fin amaneció, se levantó con el mismo temor con el cual durmió. Siguió su camino, entre cascadas y raíces, el ciempiés le preguntó: ¿has pensado en volver con tu familia? No, dice ella, rotundamente. |
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No me rindo, aunque se lamenten mis pies y sienta el sol quemando mis alas, seguiré adelante con lo que empecé.
También se encontraron con el grillo que tocaba su violín, este se
incorporó y le dijo: “vuelve a casa” y desapareció entre los matorrales,
sin esperar repuesta. El ciempiés le sugirió que quizás lo mejor sería volver
junto a sus padres. Ella lo miró y dijo, con firmeza: ¡seguiré!. |
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Cómo añoraba el árbol aquel, su
preferido, donde, en otoño, podía mirar las estrellas ... extrañaba su hogar,
pero le dio vergüenza volver atrás. |
-Los
consejos de mis padres debí escuchar, pero ¡necia de mí!... Trató de
escudriñar el terreno, las patitas se desgarraban en el suelo,
repentinamente cayó, vencida, ante la naturaleza con un sonido sordo, el rechinar
de las hojas al caer le hizo comprender su realidad. Agitadamente,
mientras registraba su historia en los rincones, se quedó dormida,
invisible, ante la naturaleza que la acogió. |
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Mientras, los padres esperan a su hija amada.
Llegaron las grises canas, pero su hija no regresaba.
Nota: [1] Su nombre común varía según la especie y el país. Los más habituales son: mariquita, vaquita de San Antonio y vaquita de San Antón en Argentina; mariquita, chinita, en Chile; mariquita en España, Puerto Rico, República Dominicana, Ecuador, El Salvador, Colombia, Venezuela, Bolivia, Perú, Paraguay, Honduras, Costa Rica y Nicaragua; sarantontón o sanantonito en las Islas Canarias; o catarina en México y, por último, San Antonio en Uruguay. |
cuento infantil de Carmen Umaña Quirós
Del libro "La niña que soñó"
marialibropoesia@gmail.com
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