Noemí
Ulla: “Una lección de amor...” o la callada sabiduría del
lenguaje |
Narradora y ensayista reconocida tanto en el país como en el exterior, Noemí Ulla disfruta de un muy merecido prestigio, cimentado en el despliegue de una voz propia honda y reconocible. Uno de los signos quizás más distintivos de esta autora santafesina radicada en Buenos Aires que en los dos últimos años también nos entregó las antologías Obsesiones de estilo y De las orillas del Plata– es el sabio manejo de un planteo escritural que desecha cualquier apelación a un yo narrativo omnisciente, poseedor, de una presunta verdad absoluta respecto de hechos y personajes. Así, Ulla no teme abrir la ventana a la ambigüedad, la equivocidad y el halo de neblina o indeterminación –incluso, de irrealidad– que le han permitido concretar una poética tan fascinante como personal.
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El
drama social o político no están ausentes, sin embargo, de estas páginas:
el relato “Cuentas” delinea el crescendo hacia la obsesividad, o la
locura, de una mujer que se ve obligada a prestar declaración de modo
reiterado, diríase infinito, tras la detención de su esposo por los
represores. O se asiste a climas no menos envolventes, como el de “El Tánger”:
el repentino dolor de un joven –dolor nacido de un deseo incestuoso
sutilmente sugerido por Ulla-, cuando ve a su padre salir de un hotel para
parejas, “El Tánger”, con una mujer ocasional. En
otro cuento, la borrachera de un hombre puede más que la ternura –o
compasión– de ella, que pese a estar separados “había ido a
cuidarlo”; van a la playa; ella se ilusiona con las dotes curativas de
la vida sana; podían haber sido felices pero él bebe, y ella sigue sola:
en el comedor del hotel él parece el de antes, propone: “¿Querés que
vivamos juntos?”; luego, en la pieza, ella se despierta “con el corazón
verde”; pero de vuelta en la dudad retorna la violencia del hombre. En
esos días ella había leído La educación sentimental, de
Flaubert, “una novela que enseñaba a esperar, a gozar, a vivir”. Buscó
ese libro y “cuando lo tuvo juró sobre él que nunca más vería al
hombre que acababa de salir”. Como
en la pintura zen, es en los silencios y en los blancos donde brotan las
potentes significaciones de esta narradora y ensayista santafesina
radicada en Buenos Aires, profesora y becaria en Uruguay, Alemania y
Francia. Ulla narra como quien juega a travestir la mal llamada realidad para escrutar su revés; por ejemplo, en esa mujer de “La viajera perdida” cuyo ojo derecho decide qué mirar, enajenando la voluntad de su dueña. La escritora tanto habla del sexo como de la represión política, o del misterio de esos amores rondados por el resentimiento y el desgarro. Pero siempre prevalece la eficacia, el encanto o el pavor de un lenguaje capaz de dar vida a todo lo que toca. |
Por
Jorge Ariel Madrazo
La Capital, Cultura, Mar del Plata 16 de julio de 2006
Gentileza de revista Apofántica (arte y literatura)
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