Equinoccio
Mónica S. Ugobono

Era su primer turno. Estaba nervioso. Le había costado mucho lograr aquel puesto. Lo aceptaron después de intensas pruebas e infinitos formularios. Al salir de la casa notó que septiembre amenazaba el aire. En la vereda de los plátanos confirmó la desagradable novedad: un par de estornudos saltaron sobre él.

Odiaba los plátanos, la primavera y a su nariz. En el colectivo, pendiente del absurdo cartelito "escalón abajo" casi se golpea por la fuerza de tres o cuatro estornudos rápidos. Evitó distraerse durante el resto del viaje. La caminata hasta el Instituto no fue fácil. Todos los árboles del parque se habían desprendido del invierno.

Dejó de contar cuando superó los dieciocho estornudos. Aquello se tornaba desagradable, igual que los remolinos de viento que demoraban sus pasos. Al entrar, se sintió aliviado. El aire controlado del laboratorio fue benéfico para sus fatigadas vías respiratorias. Después de controlar minucio-samente el funcionamiento de todos los equipos, se acomodó en su puesto. Tomó los gráficos de Estambul para iniciar su labor.

-Buen día- saludó Lorenzo, el otro pasante.

Quiso contestarle pero no pudo. Un aluvión de estornudos arrasaron con sus palabras. Lorenzo creyó ver unas variaciones en los datos del sismógrafo turco. No le dio importancia porque esa no era su área. Juan se alivió y pudo saludarlo. Cada uno se enfrascó en su tarea. Un segundo ataque, bastante fuerte, llegó durante su rastreo de Cabo Verde. Le pareció que casi de inmediato la altura del oleaje del Atlántico alrededor del archipiélago aumentaba dramáticamente. El tercer grupo de estornudos interrumpió la transmisión de las imágenes del Caribe. En simultáneo el equipo registró la formación de un huracán cerca de las costas dominicanas.

La casualidad de los fenómenos se iba desdibujando pero se obligó a negar las evidencias. Esa conexión era desmesurada. Cómo iba a ser posible que esa reacción alérgica común a todas sus primaveras fuera capaz...No, era un disparate. Sin embargo al sentir el avance del siguiente ataque apretó con fuerza el índice derecho contra su nariz. Por qué había empezado a estornudar allí adentro?

Por más que le daba vueltas no entendía cómo el aire del laboratorio se había vuelto tan agresivo. Para poner un poco de orden en sus ideas fue a servirse café. A la derecha de la mesada, la puerta abierta le dio la respuesta. La cerró rápido, pero no pudo evitar unos estornudos leves. Los papeles del archivo inundaron el piso. Trató de acomodarlos como pudo. Se lavó la cara, cerró los ojos durante unos minutos y se impuso un momento de tranquilidad.

La mañana continuó en silencio. Estaba procesando las imágenes de la ciudad cuando advirtió que Verónica traía el almuerzo. Iba a detenerse, pero faltaba tan poco que le dio pena abandonarlo. Verónica colocó todo sobre la mesada. Incluso un jarroncito con algunas caléndulas que había conseguido en los canteros. Aunque no era muy elegante, le parecía suficiente para celebrar la primavera.

Juan concentrado en la etapa final de la carga de datos sintió la picazón en la nariz demasiado tarde. Le fue imposible evitar la feroz agresión, ni tan siquiera logró aminorarla un poco. La andanada de estornudos chocó violentamente contra el monitor que en ese momento mostraba los terrenos del instituto.

Un viento atroz comenzó a envolver el laboratorio. Unas nubes cada vez más oscuras lo rodearon. Un ruido desordenado rasgaba el aire de la mañana. Los vidrios de las ventanas se desintegraron sobre los equipos. Lorenzo y Verónica buscaban en vano refugio entre los muebles que bruscamente alzaban vuelo. Juan fue arrastrado por una ráfaga que lo elevó sobre el tanque de agua del Instituto. En ese momento, todas las estaciones del proyecto comenzaron a recibir los datos del tornado que devastaba el centro de procesamiento.

Mónica S. Ugobono
Finalista del 2do. Concurso nacional de cuento y poesía organizado por la Cámara Argentina de Publicaciones y CADDAN, 2003

Ir a índice de América

Ir a índice de Ugobono, Mónica S.

Ir a página inicio

Ir a mapa del sitio