"El Gorila Palacios" |
El Escribano Fernando Valentinuzzi acopió un dineral con su profesión. Por eso, una ocurrente empleada municipal justificaba así su prolongada viudez: Me voy a volver a casar el día en que encuentre un pretendiente con la guita del
petiso Valentinuzzi, la pinta del escribano Fantín y las ganas del “gorila Palacios. A diferencia de Valentinuzzi, Julio Alberto Palacios “El Gorila” jamás trabajó y malgastó la poca plata que heredaron dos tías, hermanas del histórico General Ledesma, habitante de una casona contigua de la casa natal del Profesor Héctor Silvestre Tenaglia, en la calle Cabrera. Como el frugal escribano, “El gorila” Palacios no salió de su soltería, pese a que las mujeres le hacían abrir los ojos desmesuradamente, girar el cuello, dirigirles miradas incendiarias y algún requiebro ineludible. Bajo, casi calvo pero de melena sobre el dorso del cuello, cubierto como el rostro, con gruesos pelos negros, no justificaba cierta fama entre algunas “femmes”; dotes que no aprovechó, pese a lo cual fue un personaje en todas partes; Incluso en Córdoba Capital donde se radicó temporariamente para estudios superiores que jamás acometió. Por décadas y décadas se exageraron en Córdoba sus anécdotas, entre las cuales las del adiós a la gloriosa Universidad: según ella, recorrió aula por aula e insultó a cada uno de los profesores frente al alumnado; a continuación dirigió a sus compañeros una suave inclinación de cabeza como saludo de despedida. Pese a su apariencia siniestra, “El Gorila” Palacios era pusilánime. Su manía de insultar a viva voz y delante de todos le costó varias cachetadas, entre ellas las que le propinaron un Capitán del ejército y el jefe político Gregotti en la vía pública. |
Caricatura Gorila Palacios |
Revista de la época llamada ( Tip y Top ) debajo de la revista reza. (Cualquier parecido o semejanza entre un personaje de la vida real y alguna de estas caricaturas no es pura coincidencia). |
Datos recogidos |
Eduardo Tyrrell : Trabajo de Recopilación de Datos y Fotos, Río Cuarto, junio 2009 |
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