La historia de Panamá está escrita desde dos puntos de vista: una viene enfocada desde la visión de los arqueólogos, y la otra desde la vertiente histórica. El arqueólogo británico Dr. Richard Cooke, al referirse a nuestra época precolonial observa:
“Las primeras evidencias de la presencia de grupos humanos en Panamá se remontan aproximadamente 11,00 años. En dos localidades, Lago Alajuela (Colón) y Sarigua (Herrera), se encontraron herramientas de piedra clásicas de esta época: puntas de lanza, raspadores, y cuchillos utilizados para matar, desollar y descuartizar mamíferos extintos”.[1].
Para los historiadores oficialistas que pertenecen a la etnia ladina la historia de Panamá comenzó en 1501, de nuestra era, cuando fue “descubierto” por Rodrigo Galván de Bastidas, un hispano de aquella época.
A las palabras del investigador británico sólo basta añadir y recordar que la actual provincia de Colón se encuentra en el Mar Caribe, y la provincia de Herrera, en el Océano Pacifico, sitios que ,según sus pesquisas, desde 11,000 a.C., habían sido hallados y hollados por los primeros panameños ,quienes, según los historiadores ladinos , por unos 11.500 años no se dieron cuenta nunca que delante de sus ojos se hamaqueaba el Océano Pacífico, donde pescaban y sacaban ostras, por las cuales más tarde en pleno saqueo e invasión tuvieron que sumergirse en sus fondos para aplacar la ambición de los esclavistas hispanos. Como los panameños originarios nunca descubrieron el Océano Pacífico, tuvo que venir un aventurero español hace 500 años y decirles que allí había un mar y que él, Vasco Núñez, era su “descubridor”. A esa arribada se le ha bautizado con el atolondrado nombre de “Descubrimiento del Mar del Sur”. “¿Y es que los indios eran ciegos?” Se pregunta Galeano. Y como si fuera en realidad una realidad ese descubrimiento ya descubierto, el gobierno de Panamá, el Panamá oficial, no el Panamá profundo, sino el Panamá de los fenicios, se ha desatado de forma maniática por celebrar con ceguera, delirio y ebriedad la llegada de este aventurero al Océano Pacífico el 25 de septiembre de 1513 según algunos y según otros el día 26.
A la luz de la historia pulcra y esmerada, se sabe que fue Bab Giakwa, (Panquiaco, en el dialecto castellano de Panamá), una persona de la nación dule (guna), un dulepanameño, quien le dio noticias a Balboa respecto al Océano Pacífico, mar que nuestro compatriota conocía desde su más tierna infancia. La novedad se dio para el oportunista cuando los camorristas hispanos empezaron a armar pendencias por unas migajas de oro. Así nos cuenta Las Casas:
(Bab Giakwa) “arremete a las balanzas del peso con que lo pesaban, dándoles con el puño cerrado recio, y echa mano del oro, y despárcelo, arrojándolo por aquel suelo, y dice así: “¿Qué esto, cristianos?, ¿por tan poca cosa reñís? Si tanta gana tenéis de oro que por haberlo inquietáis y fatigáis por estas tierras las pacíficas gentes, y con tantos trabajos vuestros os desterrasteis de vuestras tierras, yo os mostraré provincia donde podáis cumplir vuestro deseo;(…) y dista desta nuestra tierra, de andadura, obra de seis soles” (que son seis días), y señalaba entonces hacia la mar del Sur(…)Ofrecióse también el mozo (Bab Giakwa) a ir con los españoles…”. ,(…)Escribió Vasco Núñez al Almirante que había ahorcado treinta caciques y había de ahorcar cuantos prendiese(…) y añadió Vasco Núñez que mirase su señoría cuánto servicio de su estada allí recibían Dios y Sus Altezas.[2]
A su vez, el mismo Balboa confiesa y subraya que llegó a saber de la existencia del Océano Pacífico, en una carta fechada el 20 de enero de 1513 dirigida al rey de España en la que le dice de forma falaz e hipócrita :
“Principalmente he procurado, por doquiera que he andado que los indios (los panameños autóctonos) de esta tierra sean muy bien tratados no consintiendo hacerles mal ninguno (…) que he sabido de ellos muy grandes secretos y cosas donde se puede haber muy grandes riquezas en mucha cantidad de oro”. [3]
Como vemos, el historiador ladino panameño adultera nuestra historia al interpretarla de forma somnolienta, trasnochada y epiléptica, gracias a su malsana y esponjosa hispanolatría enfermiza. Decía el poeta y ensayista Roque Javier Laurenza que la historia panameña estaba escrita por novelistas desvariados y chambones.
En su ponencia Interpretación de la historia nacional y americana, el ilustre Isidro A. Beluche recomendaba:
“Es necesario que los niños, los jóvenes y los hombres de Panamá conozcan las instituciones sociales, las formas culturales y los grandes hechos de los pobladores del Istmo antes de la llegada de los invasores peninsulares, para que en esa forma estén en condiciones de comprender el alma indígena y hacer efectivas las disposiciones escritas, consignadas en nuestra Constitución y en las leyes que la desarrollan y las que se han de dictar, en cumplimiento de la política indigenista esbozada en los artículos 94, 95 y 96 de la Ley fundamental de la Nación”. [4]
Estas palabras fueron pronunciadas en el Primer Congreso Indigenista Panameño, evento que se desarrolló durante los días 18-22 de abril de 1956. Este Primer Congreso, en su parte resolutiva manifestaba:
Solicitar al Ministerio de Educación que nombre una comisión revisadora de los programas y los textos de Historia Nacional y Americana, afín de que ellos se ajusten a un punto de vista genuinamente americano, que interprete el sentimiento indígena en el estudio del proceso de la invasión y dominación españolas en América y especialmente, en el Istmo de Panamá. Agregaba: Pedir al gobierno de Panamá que exalte las figuras proceras de la raza indígena que opusieron tenaz resistencia al conquistador, a fin de que sirvan de estímulo a nuestros pueblos para que defiendan la soberanía americana y nacional contra cualesquiera propósitos de intromisión en los asuntos continental (sic), por fuerza o gobierno extraños a nuestro hemisferio”.[5]
Veinticinco (25) años después, en su Declaración de San José titulada La UNESCO y la lucha contra el etnocidio, en su punto 4, moralizaba el organismo internacional:
“Desde la invasión europea, los pueblos indios de América han visto negada o distorsionada su historia, a pesar de sus grandes contribuciones al progreso de la humanidad, lo que ha llegado a significar la negación de su existencia. Rechazamos esta inaceptable falsificación”.[6]
En ese evento firmaron el documento por Panamá Diana Candanedo (Comité de Solidaridad con el Pueblo Guaymi); Bernardo Jaén (de la Coordinadora Regional de Pueblos Indios de Centroamérica) y Doris Rojas, de la Universidad de Panamá.
A partir de estos extractos de De Las Casas, de su monumental obra de tres tomos titulado Historia de las Indias, vemos que nuestra historia escrita por el ladino panameño es un fraude, un engañabobos y un desprecio petulante y presuntuoso para con la inteligencia de la humanidad. Estos caballeros garrapatean una historia excéntrica, cotorreada ideológicamente a la sombra etnocéntrica de tipo hispanocentrista, y alienados como están su hermenéutica carece de orgullo e identidad nacional. El artículo 81 de nuestra Carta Magna reza así: “La cultura nacional está constituida por las manifestaciones artísticas, filosóficas y científicas producidas por el hombre en Panamá, a través de las épocas. El Estado promoverá, desarrollará y custodiará este patrimonio cultural”.
Hemos visto, desde el comienzo de estas consideraciones que 11.000 a. C., ya el hombre, el primer panameño, raizal y auroral, se había aposentado en estas tierras, por lo que tergiversar , amañar y trucar la historia patria con todos sus personajes no sólo es un acto de inmoralidad que usa la patraña, sino que también es una obra de genocidio cultural, en la que los panameños pudorosos, éticos e íntegros no podemos caer, por ello , con alarde, gallardía y valor histórico, patriótico y nacionalista debemos aceptar con meridiana claridad que ¡todos somos Bab Giakwa! , quien desde niño avistaba los dos océanos, el Atlántico y el Pacífico, desde la altura del Demar Dake Yala: “Cerro desde donde se otea ambos mares”. Bab Giakwa, el panameño que descubrió el Mar del Sur, en un país decente sería declarado por ley de la Asamblea Nacional, héroe de la patria.
P.S. Hay un pequeño grupo de historiadores honestos y objetivos en sus investigaciones, cuyos protagonistas: son Ana Elena Porras, Roberto de La Guardia, Jorge Kam, Francisco Herrera, Celestino Araúz y Bernal Castillo.
Notas:
[1] Richard Cooke: “El periodo precolombino”, in Visión de la Nacionalidad Panameña, (Panamá: ILDEA, 1991), pág 2.
[2] Bartolomé de las Casas: Historia de las Indias. T.III., Caracas: Biblioteca Ayacucho, 1986. pp.154-157
[4] Isidro A. Beluche: “Interpretación de la historia nacional y americana”, in Memoria del Primer Congreso Indigenista Panameño, (18 a 22 de abril de 1956), (Panamá: Departamento de Bellas Artes y Publicaciones del Ministerio de Educación, 1959) pág: 101.
[5] Ibíd.: pág: 103.
[6] Instituto Indigenista Interamericano: Anuario Indigenista, Vol. XLII, México, 1982. La cita corresponde a la página 158.