La detención del tiempo

Entrevista con Alí Chumacero

por Morelos Torres

 

Alí Chumacero

Alí Chumacero rememora en estas páginas algunos retazos de infancia y juventud que fueron significativos para su formación como poeta, reflexiona acerca de la poesía y de su propia obra, y con ello nos esboza su trayectoria: Una vida consagrada a la literatura.

Primeras letras

Yo soy hijo de un comerciante, un hombre modesto, de clase media, que tenía preocupaciones culturales, nunca desarrolladas, y que se preocupaba fundamentalmente porque sus hijos se formaran, porque fueran un poco más allá -o un mucho más allá- de lo que él pudo hacer en la vida. Desde muy niños, se planteó la cuestión de mandarnos a estudiar a alguna parte. Se habló de ir a estudiar a Culiacán, al Colegio Rosales, se habló de ir a estudiar a un colegio de Tucson, Arizona, y posteriormente se prefirió mandarnos a estudiar a Guadalajara.

En Guadalajara había en aquella época -y los hay todavía- grandes colegios que podían ayudar a hacer de los hijos lo que mi padre no pudo ser.

Mi infancia transcurrió entre juegos, obviamente, entre relaciones agitadas, constantes y no dio de hecho un origen muy directo a la poesía. El recuerdo de la infancia perdura en el escritor, es constante; alguna imagen probablemente se refleje entre lo escrito y lo experimentado en la primera etapa -cuando sale de su pueblo natal. En ese sentido queda viva la primera etapa de la vida de un escritor.

La emoción que se vuelca en un poema ya viene precedida por la pubertad, y también por muchas lecturas. Así que yo me hice escritor en Guadalajara; como a los catorce o quince años empecé a volcarme, a mandar hacia adelante aquello que estaba inserto en mí mismo.

Hice mis primeros estudios en una escuela pública que dirigía un gran maestro que se llamaba Andrés Romero. Yo aprendí siendo todavía muy niño a expresarme por escrito con propiedad, a cuidar la ortografía, a saber usar las palabras, y a los ocho, diez, once años, se puede decir que aprendí de un maestro provinciano a redactar, siquiera sin faltas de ortografía.

De mi ciudad natal, Acaponeta, en el estado de Nayarit, salí a Guadalajara. En esa ciudad, empecé a frecuentar la literatura que a esa edad se prefiere, que es la literatura de aventuras, las novelas de Buffalo Bill, de Dick Turpin, de Salgan, de Verne: en fin, las novelas que dan a la imaginación del niño una especie de incentivo, que lo impulsan a creer en otros mundos, a imaginarse otras formas de vida, a optar por la aventura -siquiera sea imaginaria-. Y así me fui formando dentro de lo que es la letra escrita.

El autodidacto

Originalmente se nos mandó de internos a un colegio, pero ya al año siguiente la situación económica hacía imposible que continuáramos en un internado. Mi padre entonces alquiló una casa, mandó a mi abuela al frente de ella, a fin de que saliera un poco más cómodo el gasto; así continuamos estudiando mis hermanos y yo.

Posteriormente dejé de estudiar, me hice autodidacto -que es lo que soy- y ya en la Ciudad de México practiqué la lectura personal. el estudio privado. Y aunque asistí a la Facultad de Filosofía como oyente, no fui nunca un hombre académico, una persona que haya estudiado en las universidades o que haya concurrido en una forma constante a escuelas.

Yo soy un autodidacto; me formé en mi propia biblioteca, que fui acreciendo poco a poco. Tengo así una gran biblioteca, enorme, que he logrado hacer con mis escasísimos ahorros, comprando libros de viejo.

De todas maneras, los recuerdos de la infancia -que no sólo perduran en el escritor. sino en todos los hombres- han sido algo que me ha acompañado durante toda mi vida, y ahora que estoy ya en la última etapa sigo pensando que ese origen, esas primeras sensaciones, esos gustos iniciales por ver el mundo han persistido en mí y persistirán hasta el último momento.

Mi paso por Guadalajara -ciudad por la que siento un verdadero fervor- fue también una etapa más de esa formación tanto sensual, sensorial y emotiva, como literaria.

La vocación

Yo fui expulsado de una universidad, acusado de comunista, y me vine a la capital con la idea de seguir mis estudios, pero por razones que no vienen al caso esto me fue absolutamente imposible. Me contenté con ser un asistente tolerado en la universidad, y nunca un asistente matriculado.

Las amistades que cultivé en la Facultad de Filosofía y Letras me hicieron asegurarme en mi vocación de escritor, vocación que nunca traicioné y ante la cual nunca me mostré endeble. Desde un principio creí en la literatura, sigo creyendo en ella y pienso que sólo mediante esa terca creencia se llega a ser un escritor. Porque el escritor, si bien es cierto que nace, por encima de todo, se hace. No se puede ser escritor porque Dios lo hizo escritor a uno, sino que lo es porque se cultivó, porque estudió, porque aplicó esa natural disposición a hacer de su espíritu algo más que un simple captador de sensaciones o de sentimientos.

Porque la literatura es -y el arte en general- una forma del espíritu; es, en cierta manera, el espíritu mismo. Donde no hay arte, no hay ser humano. Todo el mundo, por torpe que sea, por primitivo que sea, muestra siempre una intención, una inclinación artística. El arte define, por encima de otras cualidades, el carácter del ser humano.

El escritor y sus influencias

A partir de 1940 logré trabajar, junto con Leopoldo Zea. José Luis Martínez y Jorge González Durán, en una revista que llamamos Tierra Nueva, y que fue de hecho el campo en que nos hicimos los cuatro; allí trabajamos constantemente, nos expresamos por escrito; Zea en la filosofía, Martínez en la crítica, y González Durán y yo en la poesía.

La revista la patrocinó el Secretario de la Universidad de México que era Mario de la Cueva. Él nos dio la oportunidad. todas las facilidades, y nos impulsó a convertir una afición en un oficio; una preferencia en una profesión. Y fuimos escritores dedicados, profesionales, incluso reconocidos. a través de muchos años.

Yo empecé a escribir impulsado por la lectura -como todo joven- de Amado Ñervo, y luego pasé a lecturas como Mariano Azuela, en cuanto a lo mexicano, y anterior o posteriormente me aficioné a la literatura rusa; desde Dostoievski y Tolstoi a Averchenko. Chéjov. Andrciev; en fin. todos esos autores rusos que se leían entonces en español, traducidos por Espasa-Calpe la mayor parte de ellos.

Poco a poco, del gusto por los libros -porque yo quería ser sobre todo un crítico-pasé a escribir poesía. La lectura de Villau-rrutia. de Cernuda. de poetas extranjeros que yo leía traducidos -Saint-John Perse. Paul Valéry, Eliot y algunos más-, influyó en mi formación y en las características principales de mi poesía.

Trabajé, pues, influido por una serie de grandes escritores que me ayudaron a buscar aquello que debe ser la expresión personal. Sin influencias, a su hora, tampoco hay escritor. El escritor se hace de acuerdo con sus lecturas, las cuales debe superar e ir más allá para crear su propia personalidad, o para descubrirla. Yo. pues, logré moldear -así lo creo-, con las lecturas que me alimentaron y con mi propio pensamiento y mi propio sentimiento, algunos poemas que -sospecho-quedarán dentro de la historia de la poesía mexicana.

De izquierda a derecha: José Luis Martínez, Alí Chumacero y

Jorge González Durán

El hacedor de libros

Después de hacer la revista Tierra Nueva. pasé a colaborar en una gran revista que entonces editaba Octavio G. Barreda: Letras de México. Llegué a ser director ocasional, colaboré mucho en ella y de allí pasé a una revista que se llamó El Hijo Pródigo, dirigida también por Barreda, de la que fui secretario de redacción. Allí aprendí a manejar la tipografía, a armar revistas y posteriormente a hacer físicamente libros. Eso me llevó tarde o temprano a trabajar -y lo sigo haciendo- en el Fondo de Cultura Económica.

Me hice profesional de la tipografía; al lado de la escritura de poemas preparaba libros, tanto en su estilo y en su corrección, como en su transformación en un objeto tipográfico.

Entonces puedo decir que he leído libros y los he hecho.

Su primer libro

Mi primer libro (Páramo de sueños) fue un libro de juventud. En él se da la expresión más directa, más sincera y más sencilla, de lo que es un poeta que está en cierne, un poeta que está principiando. Al publicar ese libro sentí que decía algunas cosas interesantes, no importantes, pero que quedarían como un sustrato de lo que yo habría de ser como escritor. Lo percibí a tiempo: quedaba un limo que daría base a la obra posterior. Por eso en mi obra personal mi primer libro es sumamente importante: es. digamos, la sencilla definición de un escritor que habrá de desarrollarse hasta llegar, desgraciadamente. a ser un escritor sumamente complicado.

El libro fue muy reconocido. Fue visto con atención por los viejos -que entonces no lo eran tanto- y por los contemporáneos míos -que éramos muchachos-, de manera que tuvo buena suerte, en el sentido de que vino a despertar en los lectores aquella emoción con la cual había sido escrito.

Los momentos críticos

Hice siempre crítica literaria, o por lo menos reseña literaria: durante más de un cuarto de siglo estuve trabajando constantemente, y de allí saqué un libro que se llama Los momentos críticos, un libro muy elemental que señala mi afición por el conocimiento de la literatura ajena. Son páginas a las cuales les tengo afecto, no porque sean desde el punto de vista de la crítica literaria una obra maestra ni mucho menos, pero sí porque reflejan en la letra impresa mucho de lo que yo quise hacer de joven. Le tengo afecto por eso, a sabiendas de que su valor es sumamente relativo y personal.

La estatua en el río

Mi tarea más importante ha sido el ejercicio del oficio poético. De lecturas de muchos poetas, del impulso natural que me ha llevado a escribir poesía, ha salido eso que yo dejo a la atenta consideración de los lectores.

Yo pienso que la poesía es una forma de relación que lleva al descubrimiento de los misterios mismos del ser. Además de ser una reflexión o un reflejo del sentimiento, es una forma de conocer, relacionarse y crear un mundo que tiene paridad con el mundo real. La poesía crea un mundo que se maneja por sí mismo, que se mantiene en sí mismo, y que logra rescatar, del correr del tiempo, un momento o una imagen que debe persistir mientras la sociedad perdure.

De izquierda a derecha: José Luis Martínez. Francisco Giner de los Ríos, Max Aub, Joaquín Díez-Canedo. Alí Chumacero y Jorge González Durán.

La poesía y el arte en general son. pues, la detención del tiempo. La estatua que persiste dentro del río de los acontecimientos, el rescate de un momento que queda ahí para siempre.

Palabras en reposo

Yo me fui complicando demasiado en cuanto a la expresión literaria. Me hice un poeta sumamente formalista. Cuidé desde un principio que los versos, las palabras, incluso la intención, consiguieran una gran pureza. Que la intensidad, la fuerza del poema, fuera simétricamente marcada en un lenguaje rítmico. No dejé en ningún momento que la poesía se desbordara en tal forma que fuera a hacerse un conjunto amorfo. La poesía, por íntima que sea, por impulsiva que sea y por impulsada que esté, se halla siempre en un recipiente capaz de presentarse como una estatua, como algo que no se inclina, que no se cae, que está asegurada en su base, dueña de un significado contrario al transcurrir del tiempo.

Aunque mi poesía está fundada en la destrucción, en la amargura, en la desolación, esas características están recogidas en palabras que, cuantas veces las volvamos a leer, volverán a repetir esa desolación, esa desdicha interna, pero siempre levantadas a una altura que va más allá de lo que reflejan.

El arte debe vivir por sí mismo y no estar apoyado exclusivamente en el punto de arranque, sino que en sí mismo debe estar consolidado y fundado, ser dueño de su constancia.

Y dejó de escribir poesía

Acaso porque creí que había dicho todo lo que tenía que decir. Hay un momento en que el escritor sospecha que ha logrado cruzar al otro lado del río. Se marcha y deja lo que ha escrito por ahí, a ver quién lo quiere leer.

Yo he sido, como muchos lo saben, un escritor de pocos lectores, pero yo sé que prefiero tener diez lectores inteligentes, que cien que medio adivinen qué es lo que quise decir.

El responso del peregrino: ir más allá de si mismo

Uno de mis poemas más celebrados es el Responso del peregrino. Es un poema que está cargado de emoción, de experiencias. No es una obra “literaria” en el mal sentido de la palabra, sino que es un producto muy directo de la vida: allí no hay absolutamente nada que no responda a una expresión vital. Si el poema tiene altas y bajas en cuanto a su relación con el optimismo. con el goce de los sentidos o con las ideas, está mantenido siempre en una forma que lo hace constante, y cuantas lecturas se le den irán descubriendo nuevos matices, nuevos rasgos que lo definen como un poema que tiene vida por sí mismo.

Uno de sus versos dice: “Prolonga de tu barro mi linaje”, es un verso que tiene arranque vital, que sólo puede decirlo un soltero o un hombre que está a punto de dejar de serlo, y habla de la significación de persistir en el mundo objetivamente mediante la creación de los hijos. Este verso creo que es el más digno del Responso, y a la vez el verso más terrenal, el más cercano a lo que es el amor terreno, el amor. No es solamente una reflexión acerca de la belleza de la mujer. sino que es una experiencia del hombre que quiere ir más allá de sí mismo.

Su sentido sonoro de la palabra

Eso no se origina de algún poema o de alguna lectura. Es un propósito interno, que se da desde mis primeros poemas. Es una manera de concebir el arte, de concebir la poesía -una de tantas maneras porque hay docenas de formas de acercarse al arte. En mí se dio el sabor de la sílaba, el placer fonético, el gusto del sonido, la relación de palabras contrarias o cercanas, pero todo bien estudiado, no del todo espontáneo, a fin de que el poema sea una coordinación de sonidos, no sólo de ideas.

Entonces conjugar la idea, el sonido, el sentimiento, la sensación, ha sido uno de mis insistentes propósitos -y públicamente en algún caso, en algún poema lo he logrado.

Alí Chumacero: Homenaje 90 Años (Primera Parte)

Publicado el 17 nov. 2015
Primera Parte del Homenaje realizado por la Universidad Autónoma de Nayarit a Alí Chumacero por su 90 Aniversario.

Alí Chumacero: Homenaje 90 Años (Segunda Parte)

Publicado el 17 nov. 2015
Primera Parte del Homenaje realizado por la Universidad Autónoma de Nayarit a Alí Chumacero por su 90 Aniversario.

Alí Chumacero, el escritor

Publicado el 26 jun. 2018

Alí Chumacero Lora nació el 9 de julio de 1918 en Acaponeta, Nayarit. Es misteriosamente poco conocido en comparación con otros autores mexicanos a pesar de su labor en el Fondo de Cultura Económica durante más de cincuenta años y tres obras notables: Páramo en sueños, de 1944, Imágenes desterradas, publicado en 1948, y Palabras en reposo, de 1956, las cuales son comparadas por José Emilio Pacheco “a estrellas solitarias que brillan con luz propia en el cielo de la poesía de nuestro idioma, o bien a islas rodeadas de silencio por todas partes. Silencio y soledad son el marco propicio para que resuene la elocuencia sin énfasis de sus poemas y se quebranten las tinieblas con una luz que no enceguece sino ilumina”. ¿Qué hace que un escritor sea mucho o poco reconocido en el ámbito de las letras? ¿Cuáles son los grandes temas de su obra poética? ¿Puede hablarse de un estilo único en su trabajo? Jorge Alfonso Souza Jauffred, Poeta, ensayista e investigador de la UdeG quien ha obtenido el Premio Nacional de Poesía Amado Nervo (1995 y 1998) así como mención honorífica en el Concurso Nacional Historias de Lectura 2004, becario del Consejo Estatal para la Cultura y las Artes (1996 y 2000) en la categoría de Creadores con Trayectoria, nos acompaña para ahondar en la vida y obra de este autor nayarita.

 

por Morelos Torres
Publicado, originalmente, en Periódico de Poesía Nueva época / Número 2 Verano 1993
Periódico de Poesía es una publicación trimestral de la Dirección de Literatura de la Coordinación de Difusión Cultural de la UNAM y del Centro Nacional de Información y Promoción de la Literatura del INBA

 

Editado por el editor de Letras Uruguay

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