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Concepción de la cultura en Juan Marinello Vidaurreta |
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Resumen: Los procesos de globalización ejercen su influjo en todos los campos de la vida social, económicos, políticos, ideológicos y culturales. Es precisamente en este último ámbito donde se manifiesta la contradicción entre el espíritu humanista de la cultura y por otra parte, las amenazas a las identidades y a los valores que cualifican el género humano. Superar este dilema solo es posible si se recurre a la riqueza del pensamiento social universal y a las concepciones de los intelectuales que han incursionado en la temática. Una de esas figuras esenciales es Juan Marinello Vidaurreta, quién aportara una visión holística de la cultura, al reflejar el ser esencial del hombre y la medida de su ascensión, con un profundo sentido humanista sustentado desde un enfoque martiano-marxista para el estudio de la sociedad y la historia. |
Palabras claves: globalización, cultura, humanismo cultural en Juan Marinello, identidad cultural. Abstract: Globalization processes exert its influence in all fields of social, economic, political, ideological and cultural life. It is in this last area where
the contradiction between the humanistic spirit of culture and on the other hand manifests, threats to identities and values that qualify
mankind. Overcoming this dilemma is only possible if we resort to the wealth of universal social thought and the conceptions of intellectuals
who have dabbled in the subject. One of these key figures is Juan Marinello Vidaurreta, who will provide a holistic view of culture, reflecting
the essential being of man and the extent of his ascension, with a deep humanistic supported from martiano - marxist approach to the study
of society and history.
Key words: globalization, culture, cultural humanism in Juan Marinello, cultural identity. En un reciente artículo la destacada intelectual cubana, Graziella Poggoloti, nos previene de las amenazas y peligros a la cultura: “…lo más innovador opera en el campo de la cultura con sus ramificaciones en la educación y en otros componentes de formación humana. Invadidas por el dominio del espectáculo, fábricas castradoras del pensar autónomo, imágenes y sonidos seducen, conforman modelos y valores, difunden lo insustancial y lo efímero. En términos militares, preparan el terreno con el ablandamiento necesario. Su efecto desnaturaliza la noción de cultura, vía de conocimiento y de creación humanas. Ante esa realidad invasiva, no se trata de demonizar, sino de trabajar y de construir, de preservar identidades sustentadas en la fe profunda, en la capacidad de nuestra especie para actuar en favor de su mejoramiento y salvación” [1]. En este mundo posmoderno, donde se habla tanto de “globalización” y de “internacionalización” de la cultura, ha aumentado espectacularmente la erosión de las formas nacionales de expresión ante el empuje de los códigos y mensajes imperiales, innumerables estereotipos y manipulaciones que nos alejan de una objetiva percepción de nosotros mismos, reintroduciendo la cultura[[2]] como válvula de contención a la crisis, condicionado ante todo no sólo por la crisis de la cultura contemporánea, a la que hay que añadir la crisis de paradigmas provocada por el derrumbe del “socialismo real” y el auge del voraz neoliberalismo bajo el manto de la “globalización”. Paulo Freire aborda en esta dirección la intromisión de la “cultura del silencio”[3], expresión supraestructural que está condiciona por un tipo especial de conciencia, en el que las culturas pueden ser dominadas, refiriéndose a las sociedades sometidas al mercado, en la que se encubre la dominación clasista por la hegemonía conquistada, frente a la cultura del diálogo, acción cultural en la que el hombre toma conciencia de la necesidad de su libertad. En el que la cultura en su carácter emancipador y enriquecedor de la condición humana se convierte en un proceso de superación de las realidades enajenantes que viven las masas humanas excluidas y fragmentadas por la racionalidad irracional del capital. Esto no implica el desconocimiento de otras formas de asumir el contenido del proceso cultural real en que ha tomado cuerpo la cultura, a través del tiempo, devenido un concepto polisémico y complejo. En la historia de la filosofía, ha sido común la identificación de la cultura con el conocimiento, soslayando los otros componentes esenciales de la actividad humana, como la praxis, el valor y la comunicación [4]. Sin embargo, al vincularse directamente con la educación y la formación del hombre, se ha priorizado el momento cognoscitivo restando significación a sus otros aspectos. El término cultura tiene dos significados fundamentales: el primero es más antiguo, representa la formación del hombre, su mejoramiento y perfeccionamiento, mientras que el segundo indica el producto de esta formación, es decir, el conjunto de los modos de vivir y de pensar cultivados, civilizados, pulimentados a los que se le suele dar también el nombre de civilización. El paso del primero al segundo significado se produce en el siglo XVIII por obra de la filosofía iluminista y en el contexto de la génesis de las ideas antropológicas correspondientes al período de esplendor del colonialismo europeo, con predominio de ideas racistas y eurocentristas. Estas ideas en su devenir han contribuido a la asunción de la cultura occidental como modelo de racionalidad únicamente válido en sus expresiones científicas, filosóficas, estéticas entre otros. El significado de cultura, vinculado a la formación humana, tiene sus antecedentes en la antigüedad grecolatina, es decir, a lo que los griegos llamaban Paideia y los romanos, de tiempos de Cicerón, Humanitas, a la educación debida a las buenas artes como la poesía, la elocuencia, la filosofía. En este sentido, la cultura fue para los griegos la búsqueda y la realización que el hombre hace de sí, o sea, de la verdadera naturaleza humana, destacándose dos caracteres constitutivos: la estrecha relación con la filosofía y la estrecha vinculación con la vida en comunidad. En fin, el hombre no puede realizarse como tal sino a través del conocimiento de sí mismo y de su mundo, mediante la búsqueda de la verdad; pero sólo su realización se completa y es eficaz, en la comunidad, en la polis[5]. Esta concepción naturalista de la cultura, excluía toda actividad “infrahumana”, es decir el trabajo manual propio de los esclavos. Sólo la actividad teórica, contemplativa, es considerada verdaderamente humana, significado que se conservará en la Edad Media, aunque la cultura tiene por objetivo: la preparación del hombre para sus deberes religiosos y la vida extramundana. En el Renacimiento, no se abandona la concepción religiosa precedente, pero se aboga por valores acorde con el ideal griego, que concibe la formación del hombre en su mundo, incluyendo la religión como parte integrante de la cultura. La salvación humana es un medio que hace del hombre un microcosmo, en el cual el propio macrocosmo encuentra su perfección [6], siendo evidente su interdependencia. En la época moderna el concepto de cultura se amplía, no solo incluye sólo las disciplinas tradicionales, sino las matemáticas, la física, las ciencias naturales, implica la ampliación de la cultura, deja de ser una actividad privativa de los doctos. Ahora el concepto de cultura se identifica con el enciclopedismo. En general, con la entrada de la humanidad a la era planetaria a partir del siglo XVI, las diversas concepciones de la cultura, con sus enfoques y teorías han aportado su racionalidad, válida en determinadas condiciones históricas y geográficas, y a la vez limitadas por el paradigma occidental de la simplificación, enunciado por Descartes en el siglo XVII, que ha impedido concebir la unidualidad: natural-cultural, cerebral-síquica de la realidad humana hasta nuestros días [7]. En nuestra opinión, el predominio de los paradigmas de la disyunción y/o de la reducción de la complejidad de la cultura ha conducido a revelar parcialmente la riqueza de sus dimensiones, por ello la necesidad de continuar indagando y profundizando al respecto. Con acierto la teoría social recoge el concepto de cultura como uno de los más importantes, pues con su ayuda se revela y describe la propia esencia del desarrollo social a diferencia del natural, al verla como una de las categorías sociológicas y filosóficas de “mayor significación que porta en sí la unidad dialéctica de lo social universal y lo social-específico de la realidad histórica en el proceso de su desarrollo”[8], al decir por Guadarrama. Cultura, inmenso caudal de bienes, generados por la especie humana[9] tiene su origen en los procesos históricos y en la memoria colectiva, aspecto ya abordado en apretada síntesis, ya que: “…decir cultura es hacer una abstracción, no hay una cultura sino una diversidad de culturas”[10], apunta Fernando Ortiz. Toda cultura es cambiante, como también lo son la naturaleza y la vida. Se nutre de elementos ajenos que pasan a ser propios en un proceso natural de traspaso o transculturación, pues en la diversidad está la vida y donde hay un solo patrón, es muerte y decadencia. Cuba tiene sus raíces culturales africanas, españolas, taínas y esa mezcla cultural la ha hecho fuerte. José Lezama Lima definió la cultura, en las primeras páginas de su Revista Orígenes, como “ese oxígeno vital[[11] que como un fuelle exhalaba su poderoso hálito desde lo más profundo de nuestras raíces[12]. Donde puede considerarse que la cultura es una “… estructura asimiladora que digiere materiales extraños y que evolucionan sin perder por ello la conciencia de su identidad. Esa asimilación le enriquece y no puede afectar a su destino.”13 Palabras escritas casi cien años, después de la frase de José Martí “…injertar en nuestras repúblicas el mundo” -fuera cual fuera el mundo y nuevas formas de ver la cultura y el arte-“…pero el tronco ha de ser el de nuestras repúblicas”, tienen el mismo objetivo de destacar la importancia de mantener las raíces de todas formación cultural como único modo de sobrevivir a los intentos hegemonistas de las culturas dominantes del primer mundo dueñas de los medios de comunicación y por ello vendedoras de modelos para los países de “menor desarrollo” cultural. Apreciaciones que nos permiten entender que en los procesos de génesis humana la cultura es tan totalizadora que abarca desde la creación artística hasta el pensamiento, y expande nuestra conciencia, convirtiéndose en un instrumento de liberación porque aporta una cosmovisión del mundo. Incluso pudiéramos afirmar que sin cultura todo sería aparencial, todo sería hueco, viviríamos en un estado de levedad total. La cultura nos salva porque al aprehenderla nos apropiamos de lo más puro de la expresión humana. Por lo tanto, la cultura deviene en espina dorsal que sostiene, articula, da sentido a la producción material y conocimiento de los procesos que garantizan la reproducción social del hombre[14], pues no sólo está encerrada como abstracción, en la cabeza de los hombres y se objetiva en la producción, se expresa también en la organización social, en los procesos jurídicos, en la instrumentación de políticas, en la ética social, en las manifestaciones ideológicas, etc. El hombre se relaciona con los objetivos de la cultura, pero en esta relación no está solo, está acompañado por los otros. La cultura sintetiza, compendia e integra en sí la condición humana, dirigida a la realidad social en su naturaleza contradictoria, lo que de por sí, deviene en política, al saberse y sentirse el hombre al mismo tiempo sujeto, agente activo del movimiento social. Concepción esta, que quedó establecido en los documentos del VI Congreso de a UNEAC, como “expresión de identidad, la cultura, fuente de vida espiritual y por ello sustento de todo sistema de valores indispensable para el crecimiento del ser humano, vía de acceso al conocimiento, es componente necesario de todo auténtico proceso de desarrollo social y contribuye al logro de una mejor calidad de vida”[15]. Reconocida la cultura, como escudo y espada de la nación, escala cada vez más peldaños imprescindibles en la Cuba de hoy, cuando no pocos valores morales y cívicos han saltado por la borda, cuando una colonización cultural sin precedentes impone de manera aplastante los patrones de la industria del entretenimiento y de la maquinaria mediática norteamericana. Es deseable el hecho de que los basamentos culturales nacionales sean el principal sostén, pero no es saludable ni posible abstraerse de la realidad que rodea a los seres humanos y mucho menos negar la importancia de recibir, con espíritu crítico, los aportes del mundo. El terreno cultural es un terreno profundo de las sociedades humanas. No es la espuma que está arriba, es la raíz. Cuando una política impacta en la cultura de un pueblo, esa política ha llegado para quedarse. Cuando una política no impacta en el corazón del pueblo, que es su cultura, sobre todo las culturas populares, esa política es efímera[16]. Tal vez, ningún otro fenómeno de las ciencias sociales provoca tanta divergencia en puntos de vista, tal diversidad de juicios y definiciones. La polifuncionalidad y polimodalidad del concepto "cultura" es resultado, ante todo, del carácter polifacético y universal del fenómeno que el mismo expresa, lo cual lleva a elaborar diferentes tesis y tareas cognoscitivas durante su análisis por las diferentes disciplinas científicas lo que demuestra la necesidad creciente de los enfoques multidisciplinarios de la misma, pero sobre todo de los fundamentos filosóficos tanto de los métodos como de los resultados alcanzados. Corresponde a la filosofía estudiar la dinámica del proceso de transición de lo general a lo particular y viceversa, en la cultura. Es decir, el problema de lo universal y lo específico y sus transiciones e interconexión. De la misma manera, es terreno de esta disciplina teórica el abordaje multifacético de este complejo fenómeno como universo de la objetivación humana y sus resultados; desde esta perspectiva generalizadora, está estrechamente vinculado a otras problemáticas filosóficas, tales como: las cuestiones referentes a la correlación existente entre sujeto y el objeto de estos cambios, así como lo relativo a la libertad, la necesidad y la enajenación. El concepto "cultura" en el marxismo es una categoría social histórica general, que expresa en sí la característica esencial de una realidad histórica íntegra, como totalidad social histórico-concreta en desarrollo. La interpretación del concepto marxista de cultura presupone no solo la pura formulación verbal, sino la dinámica y el multifacético desarrollo de la propia esencia del asunto. La especificidad teórica de dicho concepto dentro del sistema de otras categorías presentes en la concepción materialista dialéctica de la historia. Para el pensamiento pre-marxista en general la esfera ideal, la actividad espiritual, es la única importante en el desarrollo humano (que determina por sí la existencia de la cultura). Toda la práctica cultural creadora de la humanidad se comprende así, como práctica puramente espiritual, condicionada por la actividad de la conciencia y resumiéndose en los productos ideológicos de esta conciencia. No es el cambio del mundo, sino el cambio de la conciencia sobre el mundo el que desde este punto de vista define el contenido de la existencia cultural histórica del ser humano, tal "historia de la cultura" fue calificada por los clásicos del marxismo, como modo idealista de la comprensión de la historia. La significación de la actividad material, del trabajo, para el proceso cultural-histórico fue negado totalmente o apenas reconocido como algo secundario. “Al avanzar dentro del marco de la enajenación, escribió Marx, los hombres veían la actividad de las fuerzas humanas esenciales y la actividad genérica humana sólo en el ser universal del hombre, en la religión o en la historia bajo las formas abstracto-universales de la política, el arte, la literatura, etc."[17] No la vida real práctico-concreta del hombre, sino su existencia en "formas universales abstractas" de actividad espiritual. Este enfoque constituye en esencia para el idealismo el ámbito de la existencia cultural. Según esta concepción, la cultura se identifica prácticamente con la producción ideológica de la clase económica y políticamente dominante en esa sociedad, pues es precisamente esa clase la que juega el papel hegemónico en la producción espiritual, por asumir una determinada ubicación en la división social del trabajo, que contribuye a la creación del fenómeno denominado por Marx: "falsa conciencia necesaria de la sociedad”, ya que se da a conocer a sí misma, como la conciencia de toda la comunidad. Para Marx y Engels, la cultura debe abarcar la producción de toda la vida y en primer lugar la "producción de la vida material" que constituye la esfera inicial y determinante de la actividad humana, fundamento real de la existencia cultural del hombre. Al respecto conviene tener en cuenta la relatividad de la división de la cultura, en material y espiritual, válida en los marcos gnoseológicos, o cuando nos referimos a la existencia y desarrollo de la cultura en las condiciones de la división social del trabajo respecto de la llamada producción material o espiritual, en este último aspecto, se conserva la unidad, la integridad del sujeto social de la actividad. El sujeto social está representado en este caso por todo el conjunto de individuos participantes en la producción social, por todo el conjunto de las relaciones sociales entre las personas en un sistema de producción históricamente concreto. La llamada cultura espiritual, tomada en relación con la actividad del hombre como sujeto social en el conjunto de relaciones ideológicas, no es menos material por su origen y dinámica que aquella cultura que se crea directamente en la esfera de la propia producción material. La interpretación materialista de la cultura es ajena al reconocimiento de que al lado de la cultura espiritual, existe la cultura material, tampoco en ver en cualquier forma cultural la existencia tanto del principio espiritual como el material. Tal planteamiento de la cuestión no supera la comprensión dualista de la cultura, de acuerdo con la cual ésta tiene en igual medida dos fuentes de procedencia: una material y otra espiritual. El materialismo dialéctico tiene en cuenta el carácter condicionado de semejante división (en virtud de la división social del trabajo) y destaca su fuente en las condiciones materiales concretas de vida en la que los diferentes grupos de individuos participan en la actividad social, como vida material integral de la sociedad en todas sus manifestaciones. Argumento dado por Carlos Marx “en el proceso del trabajo el hombre transforma la realidad a través de la ciencia y del intelecto, a la par que crea el mundo objetivo, una naturaleza humanizada que expresa sus ideas, objetivos, aspiraciones y logros cognoscitivos, y que...por consiguiente, se contempla a sí mismo en un mundo que él ha creado...”18] Se trata de la capacidad humana de reproducir materialmente la propia capacidad humana que la creó. Esto hace del objeto creado por el hombre un objeto "humano" o un objeto "materializado" por el hombre. El conjunto de aquellos objetos, no creados por la naturaleza, sino por los esfuerzos de muchas generaciones humanas constituye la "forma material" directa y claramente perceptible de la cultura. El objeto de la cultura es, ante todo, un producto del trabajo, o según Marx, el trabajo materializado. “Todos los objetos devienen para el hombre objetivación de sí mismo, afirmación y realización de su individualidad.”[19] Presupuestos que le permite a los autores asumir el concepto de cultura de Rigoberto Pupo Pupo (2001:34) “al designar a toda la producción humana material y espiritual. Expresa el ser esencial del hombre y su medida de ascensión humana. No debemos reducir la cultura, a la cultura espiritual o material, ni a la cultura artístico-literaria, ni a la acumulación de conocimientos. Es ante todo, encarnación de la actividad del hombre que integra conocimiento, valor, praxis y comunicación. Es toda producción humana, tanto material como espiritual, en su proceso y resultado. Por eso, cultura es el alma del hombre y de los pueblos; la economía, la política, la filosofía, la ética, la estética, etc., son zonas de la cultura, partes componentes de ella”[20]. La formación de una cultura propiamente cubana fue un arduo proceso, largo, difícil, de zigzagueos, retrocesos y búsquedas, que acompañó en sus avatares al de creación de la identidad nacional; en ocasiones, lo precedió; en otras, fue arrastrado por él. La multiplicidad y diversidad de sus componentes étnicos y culturales, la resistencia feroz de la metrópoli española a la independencia de Cuba, y el crisol de las guerras anticoloniales, marcaron de modo muy particular del nacimiento y los primeros pasos de la identidad cubana. Develado ese sincretismo como proceso meramente cultural, descrito genuinamente por Fernando Ortis, pues: “No basta para la cubanidad tener en Cuba la cuna, la nación, la vida y el porte; aún falta tener la conciencia. La cubanidad plena no consiste meramente en ser cubano por cualquiera de las contingencias ambientales que han rodeado la personalidad individual y le han forjado sus condiciones; son precisas también la conciencia de ser cubano y la voluntad de quererlo ser...”[21] Elementos estos que se cocerán constantemente en Cuba y tendrán como resultado en “un cubanismo hecho de ricas confluencias [22]”. Toda esta creación humana afloró en lo mejor de la tradición del pensamiento cubano y latinoamericano de los siglos XIX y el XX. Tal es el caso de Juan Marinello, singular personalidad, reconocido heredero de la selva martiense[23], que dejó una huella imperecedera en la cultura cubana, latinoamericana y universal. Pese haber nacido en cuna rica, puso sus dotes al servicio de las clases humildes. Personalidad esta, en la que se unieron las cualidades de sensibilidad, calificados valores: ético-morales, sociales y políticos. Repasar su producción literaria en los más diversos géneros, mezcla de: cuentos, poesía, ensayos, oratoria y discursos, es reconstruir el proceso cultural de nuestra patria, en su tránsito de la Neocolonia a la Revolución. Revelar la “talla excepcional de los hombres que después de muertos, continúan siendo útiles y permanecen en su obra, con la cual contribuyen a compensar las ausencias que impone su desaparición[24]" al decir Julio Antonio Mella. La historia intelectual que se acumula y cultiva en la República es el fundamento a partir del cual se va a expresar la cultura cubana como crisol de posibilidades. Sus dominios no son estrictamente filosóficos, todo lo contrario. La cultura cubana experimenta un estado reflexivo sobre su naturaleza ontológica que la lleva a consagrar una perspectiva hasta hoy inigualada (Correa, 2012). Al penetrar, Juan Marinello[25], en la esencia de la realidad social, de su devenir histórico y en la expresión de estos procesos, enraizado en la cultura, con las tradiciones nacionales, articulado con la ideología del proletariado, sirven de instrumento teórico-metodológico para desentrañar los problemas esenciales presentes en una sociedad determinada, sus orígenes y las soluciones posibles, que conduzcan al establecimiento de una sociedad verdaderamente justa. Llega a la conclusión de que, “…son las transformaciones socioculturales, el objetivo supremo de todo proceso revolucionario verdadero, y resultan de la interrelación y confluencia de los restantes momentos. El desarrollo sociocultural de un pueblo depende en primera instancia de las transformaciones políticas y económicas, que son el punto de partida del progreso histórico”. "Cuando un pueblo hace de la cultura una manera de andar no puede ser vencido por los verdugos de la cultura, porque no se pierde en calma la libertad"[26]. El hombre es el descubridor de las fuerzas humanas que posee e insiste en lo que es capaz de lograr cuando asume conscientemente su poderío. Inmerso en el torrente revolucionario a partir de los años 20, década de maduración de la conciencia nacional antiimperialista, marcada por las luchas estudiantiles, obreras y campesinas, en que desemboca la crisis absoluta de la nación cubana en los primeros años neocoloniales, la realidad convulsa propicia nuevas perspectivas a sus análisis a la que denominó “década crítica”. Pasa, junto a la intelectualidad revolucionaria de su época, de las posturas iniciales de “críticos severos” de la corrupción republicana, a la “búsqueda de las causas” de aquel fenómeno, armado de una temprana filiación marxista. Beber de la fuente martiana fue un momento importante en la vida de este intelectual, pues le permitió ver con mayor nitidez el verdadero camino que debía tomar. Acción que comenzó a manifestar desde su primer discurso, en noviembre de 1919 en honor a los estudiantes de medicina fusilados en 1871, por el despotismo colonial o desde la escena política, lo atrajo desde sus días de estudiante, después con la llamada Protesta de los Trece de 1923. Ese mismo año junto a Rubén Martínez Villena funda la falange de Acción Cubana y al siguiente está en los timoneles del movimiento de Veteranos y Patriotas. Toda esa década significó para él lucha política directa, desafío al régimen de Machado y participación en los relevantes proyectos culturales, con frecuencia vinculado a tres nombres que representan en altísimo grado las virtudes del pueblo cubano: Julio Antonio Mella, Rubén Martínez Villena y Pablo de la Torriente Brau. “Con aquellos hombres aprendió que el revolucionario debe trabajar sin descanso por lograr la mayor suma de justicia posible, sin impresionarse en caso alguno por la magnitud de sus obstáculos” (Marinello, 1977: 49). La herencia acumulada de la "década crítica" que le precedió, unido al redespertar de la conciencia nacional, marcará su huella indeleble a la posteridad. "Sus gérmenes formadores”- refiere Marinello a su llamada "década crítica" (1920-1930),[27] - poseen raíces muy profundas, de las que suben las grandes floraciones que hemos contemplado después. No es casual que en esos diez años hayan ocurrido hechos como: la llamada Revolución Universitaria, la fundación de la Universidad Popular José Martí, la Protesta de los Trece, el Manifiesto del Grupo Minorista, la publicación de la Revista de Avance, Venezuela Libre, América Libre y la radicalización de Social. Añádase la aparición del primer Manifiesto Antimperialista, (…) la fundación de la Confederación Obrera de Cuba y el Partido Comunista, primer partido leninista de la historia"(1979:31). Época difícil, en que la situación interna en Cuba se tornaba cada vez más peligrosa, no solo por la oleada represiva policial, sino porque la economía nacional sufría los efectos de la crisis económica mundial, iniciada en 1929, que agudizó las precarias condiciones de los sectores más explotados de la población cubana. Ante este patético panorama, Marinello supo que no podía hacer esperar más a la revolución, que lo necesitaba a tiempo completo. Al tomar esta decisión dio un salto cualitativo y se convirtió en un intelectual comprometido con el destino político y sociocultural, de su patria. Momento en que se impregna de nuevas calidades definitorias y modos existenciales de hacer cultura, arte, política, en función de la identidad nacional, su desarrollo y preservación, aspectos, que lo va a motivar a continuar su constante búsqueda de respuestas a las diversas interrogantes que le iban surgiendo. En la que, los sectores intelectuales cubanos, conscientemente tuvieron que tomar posiciones: o miran la realidad nacional de frente con ojos militantes, la evaden o, la glorifican en el status quo existente, para alinearse a la reacción frente al ideal nacional: “Juntarse: esta es la palabra del mundo(…) Nos dimos a la tarea de combatir la situación, pero no teníamos cultura política que podía lograr un beneficio normal y un cambio profundo dentro de los cauces habituales, o sea dentro del liberalismo burgués. (...) Nos indignamos sobremanera porque se había producido un atraco de grandes proporciones" (Marinello, 1995:23). En Juan Marinello hay una profunda tarea formadora del proceso histórico, a cuyo impulso creador se vincula en sangre y espíritu, como resultado del redescubrimiento de Martí[28] a partir de las “Glosas” de Mella, así como las lecturas de Ingenieros, Sanguily, Varona, Mariátegui, Ponce, Marx y Lenin, presupuestos teóricos de los que bebió para dar respuesta a la problemática fundamental de la época. En esos años de formación, su horizonte intelectual es de una amplitud abarcadora, propia de quien ha de pertrecharse adecuadamente para su obra directriz. La poesía intimista no sujeta su tarea cívica, su actividad profesional no lo ata a compromisos, ni convencionalismos equívocos, ni su inserción en la vieja Sociedad Económica, le impide ser uno de los voceros de la renovación artística y literaria desde las páginas de la Revista de Avance,[29] emergen múltiples asuntos que compendian la unidad orgánica entre ética y política, como expresión humana que debe realizar el bien del hombre.
"El poeta José Martí", escribe Marinello (1972:294): "Y si para él no tiene significado la vida que no se convierte en la de los demás y había dicho que el deber de un hombre está allí donde es más útil, - el poeta queda forzado, a proyectar su obra en bien del mundo". Asumió la actitud que consideró más consecuente frente a la debilidad y pasividad del intelectual ante el régimen, a la que exhortó a definirse. Estaba seguro de que, como intelectual, no podía eludir el compromiso con la época que le tocó vivir. Y como acto de rebeldía desafió a la dictadura a través de un ataque directo, al personal letrado qué constituía su soporte ideológico. El hecho de concebir al humano en su actividad y perseguir el permanente e íntegro perfeccionamiento, lo convierte en humanista por excelencia, al destacar las características básica de la realidad patria: las pésimas condiciones de vida y de trabajo de la mayoría de los cubanos; los desmanes de los gobernantes de turno, la constante penetración norteamericana con sus flagelos y vicios. Hacía tiempo que tenía conciencia de que la clave de la problemática cubana radicaba en la dependencia económica y política al amo yanqui, y que esta no podía quedar divorciada de la cultura. Lo que le permite arribar a conclusiones esenciales en relación con el pensamiento del Apóstol, como son las razones materiales por él descubiertas que engendran el hecho imperialista así como la naturaleza opresora y magnitud continental de este fenómeno; el sentido avanzado de los problemas culturales de toda la América, para lo cual le sirvió el privilegio de conocer, a tiempo, las dos realidades del continente y lo inevitable de su enfrentamiento; la necesidad, presente y futura, de defender a Nuestra América de la expansión imperialista, lo cual hacía imprescindible la unidad interna (de todas las clases, sectores, y grupos sociales) y la unidad externa (de todos los países latinoamericanos). Su estancia en México, primero en 1933 y después en 1935-37, no solo le permitió establecer contactos de fraternal amistad y fructíferos intercambios con importantes intelectuales progresistas de la época, como es el caso de Aníbal Ponce, sino que también le permite quizás por esto mismo, la reafirmación de sus concepciones latinoamericanistas esenciales que se expresa en la difusión cultural, en el ejercicio de su labor periodística y en la creación de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios (LEAR), de cuya dirección llega a formar parte. Una idea matriz que atraviesa su discurso es la del cambio de las circunstancias, como prerrequisito dinamizador de la historia y la cultura, premisa misma del desarrollo del hombre y la sociedad, dimanante del hecho de la imposibilidad –en una sociedad dividida en clases- del abordaje de la dinámica cultural, soslayando las contradicciones que le son inherentes y a partir de presupuestos metodológicos homogeneizantes. "Cuando el pueblo encuentra su tono y su intención, su anhelo y su ansia, en los grandes individualidades de la investigación y la creación, la cultura es ya un bien común, un patrimonio irrenunciable, como la libertad, un derecho imprescindible, como el de pensar en voz alta” (Marinello, 1944:321) La ideología marinelliana comienza a transitar hacia posiciones más radicales. El hombre, concebido como presencia, proyecto y síntesis de la cultura que encuentra modos de realización en la ética, la política y en todo su quehacer social, permea su método. De aquí dimana su intelección de la cultura como ser esencial humano, enraizada en el pasado y siempre mirando el porvenir. Y alerta a los intelectuales bisoños la necesidad de estudiar y escudriñar la historia, tal cual es, pues: “Aunque nuestros jóvenes escritores y plásticos no acostumbran fijar su atención en la obra de ayer, creyendo con frecuencia y error que en ellos comienzan el arte y la vida, no sería descaminado que alguna vez decidieran enterarse de las raíces del mundo que están transformando con tan impetuosa gallardía. De hacerlo, se sorprenderían sin duda de cómo el mundo penúltimo contiene, en palpitación ansiosa, mucha inquietud convertida ahora en conquista sorprendente.... Sería equivocado pedir a los escritores y plásticos del nuevo tiempo que suscribiesen sin reserva lo dicho por sus predecesores; pero es pertinente solicitarles que mantengan, sobre niveles distintos, la postura ejemplar que señalamos” (Marinello,1964:229).Para él no existe otra alternativa ética y humana que no sea la del compromiso y el deber. Enseña que al deber-ser no se accede a través del discurso, encerrado en sí mismo, sino que requiere acción práctica transformadora, capaz de subvertir la realidad presente y proyectar lo que falta, exigir la necesidad y los intereses de los hombres en el movimiento social. “La humanidad profunda, enriquecida de sangres sedientas, culmina en Gorki y en Martí, en logros vitalicios para el hombre. Sépanlo los escritores que me escuchan, los que empiezan y los que terminan: el mejor crítico es el tiempo. (…)”[30] (Marinello, 1985:336). Ideas que en síntesis apretada nos permitieron dilucidar los tres núcleos esenciales que develan la concepción marinelliana de la cultura: la influencia del pensamiento martiano y marxista en su obra; la tradición cubana y su integración con la cultura universal; y la responsabilidad del intelectual con la cultura cubana, aspectos estos que constatan su evolución en cada una de las etapas decisivas que le tocó vivir: los rezagos de la colonia española, la república mediatizada que combatió, y la Revolución que ayudó a consolidar. A la luz de hoy, pasar revista a fortalezas y debilidades, la alerta certera que nos legó Marinello “cuando el creador que no es parte del magno impulso transformador, queda como testigo de su propio fracaso”[31], pues no será suficiente la crítica, más atinada y profunda. Para ser viables y triunfar estamos obligados a crear una nueva cultura diferente y superior a la del capitalismo. “Complejo tejido de vida, memoria, costumbres, formas de convivencia, celebraciones, imágenes artísticas, la cultura nutre el imaginario popular y cristaliza en los símbolos sagrados de la patria”[32]. La cultura tiene, por consiguiente, más deberes que cumplir y más posibilidades de hacerlo a un grado satisfactorio, que sirva a las necesidades del pueblo y al alimento espiritual que le es imprescindible. Pues, “se es hombre de todos los tiempos en la medida en que se es hombre del suyo. Y no se arriba a tal condición si no se marcha con las ansiedades de más alcance y magnitud, si no se sirve, con clara conciencia el ímpetu transformador que tiene en el hombre, testigo y vehículo. El secreto del fruto cabal está en las raíces del árbol” (Marinello, 1977:281). Llegaremos indudablemente tan lejos, como seamos capaces al conmovernos por la infinita dimensión de la cultura cubana a partir de investigar y estudiar nuestras raíces, base del presente y proyección del futuro. Consideraciones finales El valor metodológico y heurístico de asumir la cultura como creación de la actividad humana, consiste en las posibilidades teóricas que brinda esta concepción para abordar la cultura como “sistema multifuncional abierto, que permanece en relación de interpenetración con los otros subsistemas del tejido social. Juan Marinello logra configurar a través de sus obras un marco teórico-conceptual de análisis de la cultura cubana y latinoamericana que sirve de apoyatura a la existencia de un pensamiento cultural cubano que encuentra un vital punto de inflexión en este periodo de la historia de nuestro país. Constatar que los tres núcleos esenciales que develan la concepción marinelliana de la cultura radican: la articulación del pensamiento martiano y marxista en su obra; la tradición cubana y su integración con la cultura universal; y la responsabilidad del intelectual con la cultura cubana, manifiestos en el carácter humanista de su pensamiento expresado en la concepción de carácter desalienador de la cultura como medida de ascensión con alcances integradores funcionales concretos, al exigir partir de la raíces con vocación ecuménica vinculado a la lucha por superar la asunción de culturas exógenas, en calidad de referentes universales absolutos, fundamentando la realización del sujeto, como hombre y como pueblo desde la actividad práctica transformadora por el bien colectivo. Bibliografía empleada 1.Anta Diop, Cheikh “Los tres pilares de la identidad cultural” en Revista UNESCO Nº 5/6 1986. 2.Antuña, Vicentina Juan Marinello, permanente lección de dignidad y decoro, en Revista de la Biblioteca Nacional José Martí, año 65, 3ra. época-vol. XVI, núm. 3, sept.-dic de 1974, La Habana, Cuba, pp. 9-23. 3. Arencibia Coloma, Y. El pensamiento cultural cubano de la República. ¿Teoría del arte en el Caribe? Alemania: Editorial Académica Española, 2012. 4.Báez, Luis: Conversaciones con Juan Marinello, --La Habana: Casa Editora Abril, 2006, p. 156. 5. Correa Iglesias, A. Filosofía cubana: pasado y futuro. Conferencia impartida en la Universidad de Miami, Coral Gables Campus (2012, 5 de junio). 6.Freire, Paulo. Acción Cultural para la Libertad, --Buenos Aires, Argentina Edit. Tierra Nueva, 1975. pág.90. 7. Guadarrama, González P. y Rojas, M. La condición humana en el pensamiento cubano del siglo XX. (Tomo II). --La Habana: Editorial Ciencias Sociales, 2012. 8.Kloskowska, Antonia. “El concepto de cultura en Carlos Marx”. --En Cultura, Ideología y sociedad. Editorial Arte y Literatura. --Ciudad de La Habana, 1983. --p.11-42. 9. Pupo, Rigoberto. La relación ética–política y su mediación cultural en Juan Marinello (Acercamiento hermenéutico al Martiano mayor). --La Habana, 2000. filosofi@.cu 10. Rodríguez, Pedro Pablo. Cultura e identidad. Notas en medio del debate. En Selección de Lecturas de Cultura Política. --La Habana: Editorial Pueblo y Educación, 2002. – 2ª. Parte. --p. 11. Suárez Díaz, Ana. Cada tiempo trae una faena...Selección de correspondencia de Juan Marinello (1923-1940). --La Habana: Centro de Investigación “Juan Marinello”. Editorial José Martí. --T.1y 2. 12. Markarián. E. El lugar y el papel de la cultura en la ciencia social contemporánea. “Cuestiones de filosofía”, 1970, No. 5, pág. 102. 13.Marinello Vidaurreta, Juan (1898-1977). Creación y revolución. --La Habana: UNEAC, 1973. 14. ---------------------------------.Revolución y Creación. --Ciudad de La Habana: Editorial Arte y Literatura. --p.405-414. 15.---------------------------------. Al comenzar. En Masas, Año1, No.1. --La Habana, mayo de 1934. 16.---------------------------------. Cuba: cultura. ---La Habana: Editorial Letras Cubanas, 1989. --564p. 17.---------------------------------. El intelectual cubano frente a la Revolución (1934). --En Cuba: cultura. --La Habana: Editorial Letras Cubanas, 1989. --p.210-214. 18.---------------------------------. “Los que harán la Revolución”, Bohemia, a.26, n.12, La Habana, 8 de abril de 1934, p.11 19.---------------------------------. Americanismo y cubanismo literario. --Ciudad de La Habana: Editorial Arte y Literatura, 1985. --p. 297-312. 20.---------------------------------.Marxistas de América, Editorial Arte y Literatura, La Habana, 1985, p. 336. 21.---------------------------------.Contemporáneos. Noticia y Memoria, Editorial de la Universidad Central de la Villas, 1964, p. 229. 22. Marx, Carlos: Manuscritos Económicos y filosóficos de 1844, Editorial Progreso, Moscú, pág. 91. Notas: [1] Ver Poggoloti, Graziella “Humillados y ofendidos” http://www.cubaperiodistas.cu/index.php/2015/11/humillados-y-ofendidos/[2] El amplio uso en la antropología, una disciplina que, aparte de ser conocida como “la ciencia del señor Tylor”, es también conocida como la “ciencia de la cultura” -en la versión de Leslie White, “culturología”-; sin embargo, existía también un uso del concepto antes del nacimiento de la antropología -de donde viene el dicho de “cultura es lo que tendría mi carnicero si fuera cirujano”- y la cultura se ha desempeñado como concepto en otras disciplinas también: ampliamente, en la sociología de Georg Simmel, una disciplina en la cual está al punto de renacer, por ejemplo en algunas de las obras de Jeffrey Alexander. Tal vez debido al incumplimiento de las promesas, por parte de la antropología, en esta “disciplina de la cultura” quedó como un espacio vacío o bien un vacío de poder, que tentaba a otras disciplinas a inmiscuirse y experimentar con el uso del concepto de cultura. De esta manera nacieron los “estudios de cultura” -“cultural studies”- y se introdujo el concepto de cultura en los estudios literarios, por parte de investigadores como Terry Eagleton y Raymund Williams. [3] Consúltese Freire Paulo, Acción Cultural para la Libertad, Edit. Tierra Nueva, Buenos Aires, Argentina, 1975. pág.90. [4] En esta dirección realizaron aportes novedosos los culturólogos soviéticos como I. Savranski, E. Markarián y V. Mezhuiev entre otros [5] Abbagnano, Nicola. Diccionario Filosófico (Primera edición en Español, 1963). Fondo de Cultura Económica de México. Obra Cit. p. 272. [6] Ibídem, pp. 272-273 [7] Stocking, G.”Franz Boas y el concepto de cultura en la perspectiva histórica”, en Raza, cultura y evolución. Editorial Prensa Libre, 1968.Pág.:114. [8] Guadarrama González, Pablo y Nikolai Pereliguin. Lo universal y lo específico en la cultura. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales. 1990. [9] El hombre, según Marx, es el sujeto de la historia precisamente porque su existencia en el mundo tiene lugar debido a él mismo, a su actividad, y más precisamente al conjunto de actividad de toda la humanidad. Al hombre nadie lo creó, el propio hombre se creó a sí mismo y él mismo se formó tal como es. Ser sujeto de la historia significa la autonomía de la individualidad que encierra en sí misma la causa de la propia existencia. La capacidad del hombre para su autodesarrollo caracteriza la especificidad fundamental de su existencia histórica, de su existencia como sujeto de la historia. La verdadera relación de la cultura con la actividad humana se hace comprensible sólo cuando la propia actividad se descubre como fuente, causa de formación, desarrollo y afirmación del hombre. Marx, Carlos. Manuscritos... de 1844 (O. Cit.) Pág. 60 [10] Ortiz, Fernando: Entrevista realizada por Luis Báez, En “Los que se quedaron. Casa Editora Abril. La Habana. 2008 [11] Lezama Lima, J. Imagen y posibilidad. Edit. Letras Cubanas, La Habana, 1992, pág. 6. [12] Consúltese a Barnet, Miguel “La cultura: ese oxígeno vital”, 12 de marzo de 2015 internet@granma.cu[13] Ver “Los tres pilares de la identidad cultural”, Cheikh Anta Diopen Revista UNESCO Nº 5/6 1986. [14] Suele olvidarse una de las contribuciones de Carlos Marx a la comprensión de este problema, cuando al hablar de las relaciones de producción se refería en El Capital a los hombres concretos que bajo condiciones concretas se apropian de las producciones de la naturaleza de un modo adaptado a sus propias necesidades e imprimen a ese trabajo una condición exclusivamente humana. [15] Documento Final aprobado en el VI Congreso de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), en noviembre de 1998. [16] Eliades Acosta Matos: La Cultura cubana en el nuevo escenario de las relaciones con EEUU _ 17 de mayo del 2015 -Cubadebate.htm#.VZrfp_v2Lcc [17] Marx, Carlos: Manuscritos Económicos y filosóficos de 1844, Editorial Progreso, Moscú, pág. 91. [18] Marx, Carlos: Manuscritos... (o. cit.), pág. 78. [19] Ibídem, pág. 89. [20] "Cultura" es una expresión que se consolida en el siglo XVIII, habiendo sido prácticamente desconocida en épocas anteriores. La modulación latina y medieval de este concepto se dio mediante el término "agricultura", del latín agros cultivare, "cultivar, trabajar, labrar..., los campos". Ya en la antigüedad se consolidó el concepto de "cultura" en el sentido de "cultura animi" (cultura subjetiva), donde "cultura" dice, por relación metafórica con "agricultura", un sinónimo a "cultivo del alma". [21] Fernando Ortiz: "Los factores humanos de la cubanidad", en Etnia y sociedad, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1993. [22] Juan Marinello Vidaurreta: “En los primeros setenta años de Nicolás Guillen. Idioma y mensaje”, julio de 1974, En Papeles de Juan Marinello Vidaurreta inéditos, Editorial SI-MAR, Ciudad de La Habana, p.45 [23] (Nota de los autores) Definición que da Marinello a la influencia recibida de José Martí, En Marinello, J. “J. Martí, escritor americano”. Imprenta de Cuba, La Habana, 1962, pp. 326-327 [24] Raúl Castro Ruz: “Palabras pronunciadas por el General de Ejército, Segundo Secretario de CCPCC, en el Sepelio de Juan Marinello Vidaurreta,” 28 de marzo de 1977, En Papeles de Juan Marinello Vidaurreta inéditos, Editorial SI-MAR, Ciudad de La Habana, p. [25] Juan Marinello Vidaurreta (1898-1977) fue uno de estos hombres de pensamiento comprometido con una praxis revolucionaria, quien descolló por su actuación, su oratoria y su obra en los diferentes campos de la cultura, incluida la comprensión de esta desde diferentes planos: la economía, la política y la ideología con la impronta ascendente de una dualidad ético-estético en su concepción. [26] Juan Marinello Vidaurreta: El caso literario de José Martí: motivos de centenario. --La Habana: Editorial, 1945, pág.321. [27] Refiere Marinello que es precisamente esta década donde está encuadrada la juventud, 1920 a 1930. La llamo década crítica porque no hay duda de que es el momento en que viene un gran cambio en la conciencia nacional. Ver Memoria Inédita, conversaciones con Juan Marinello de Luis Báez, pág 30-31. Editorial SI-MAR S.A./La Habana, 1995 [28] Al ser Martí síntesis suprema del pensamiento revolucionario, humanista, de dignificación del hombre y de la justicia social del siglo XIX en Cuba, resulta el más válido y natural elemento de articulación de la tradición y el pensamiento nacional, con lo más progresivo y revolucionario del pensamiento universal del siglo XX. [29] Se publica en La Habana desde el 15 de marzo de 1927, en entregas quincenales que llegan al mes de noviembre. Desde diciembre registra una aparición mensual hasta que por decisión de sus directores, se cierra con el número 50, el 15 de septiembre de 1930. Comparte esta dirección con: Alejo Carpentier, Martí Canovas, Francisco Ichaso y Jorge Mañach, y su matrimonio con María Josefa Vidaurreta, su compañera de lucha. [30] Juan Marinello Vidaurreta: Marxistas de América, Editorial Arte y Literatura, La Habana, 1985, p. 336. [31] Ver Juan Marinello Vidaurreta: “Palabras de gratitud al imponerse la Orden de la Revolución de Octubre en ocasión de cumplir setentaicinco años”, Moscú, 1973, En Papeles de Juan Marinello Vidaurreta inéditos, Editorial SI-MAR, Ciudad de La Habana, p.12. [32] Graziella Pogolotti. “Moriré de cara al sol” http://www.granma.cu/cuba/2016-05-13/morire-de-cara-al-sol-10-05-2016-23-05-52 |
MsC Andria
Torres Guerra, Profesora Auxiliar, MsC Edilio Reynaldo Aguilera y MsC
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