Mercado de pulgas |
Venderé
mis viñedos a las aves
-venderé sus nidos-
El
agua venderé a la luz del sol
-me apropiaré del sonido- El
sol venderé a las plantas verdes
-vendo hatos de clorofila- Soy
el vendedor de miserias que me las van a comprar. Quiero
vender este aire que apesta y se pudre
-se putrefacta- Quiero
vender los mendigos, los ladrones que hay en mi ciudad, en
mi país, en el continente. Tengo
en promoción ciertos odios, ciertas dudas, las
infamias que recorren por la calle, los cables televisivos, las
repetidoras. Quiero
exibir las heridas, mostrarlas, las tasen, las pongan precio. Vendo
en gran rebaja mis pasiones, la enfermedad que me afecta. Vendo
esos niños de dientes podridos que rien, vendo
sus huesos todavía flexibles, sus juegos violentos. Pongo
en vitrina y muestro sus manos ennegrecidas del ollín de las aceras. Seré
garante de sus raterías y de su trabajo interminable. Vendo
sus ojos entristecidos, los vendo barato. Vendo
sus amanecidas, sus amarillentos labios. Y
sobre todo, su trabajo interminable. Vendo
la lluvia ácida, la radiación en las palabras. Vendo
el amianto, el asbesto, el plutonio esparcido, el
monóxido de carbono en los pulmones. Vendo
el plomo del cerebro… la idiotez les vendo. Vendo
el detergente caústico del corazón desbaratado. Vendo
el abandono del anciano, vendo su pensión y sus orines. Traigo
de mi tierra traiciones que también las vendo: un
soldaducho de paja para que jueguen los cuervos. Vendo
un vómito de ministros, vendo la estafa. Revendo
a mis ambiguos hermanos, a mis falsos amigos. Vendo
bien presentados hambrientos, hombres
a ratos, a veces ratas infames. Las vendo. Vendo
amas de casa sin suerte. Vendo
putas gozosas, prostitutas en desempleo. Vendo sidosos. Vendo
la zona del bosque con árboles asfixiados, vendo
el trópico embarrado de valioso hidrocarburo. Vendo
peces intoxicados, vendo la fauna extinguida. Le
vendo al delincuencial mediodía. Mi
fardo está lleno, mis intestinos también ¡es una ganga! Vendo
mis heces fecales, mis pensamientos sobre la muerte. Vendo
la escoria aprendida en la escuela, en la U y en el cinema. Vendo
la deyección que mi cuerpo transpira. Vendo
el contacto continuo con vosostros, el deambular de los gentiles, el
reloj puntual, el autobus ruidoso, cargado y solitario. Todo esto vendo. Vendo
para ustedes mis injurias ¡compren! Tengo
mentiras enlatadas, dichos repetitivos y vanos, vendo. Vendo
vuestro silencio con ventaja Su
suculenta hipocresía, brotes frescos de palabrería vendo. Cómprenme
la noche y el día aunque no fueran mías. Cómprenme
ese sembrío de ensueños Esa
masa de pobres en embalajes de tierra. Vendo
mis pies que ya no caminan, mis ojos enfurecidos. ¡Compren
el desprecio que guardo para con dios y los suyos! Vendo
la voz marchita, esta voz cansada de los nunca escuchados. Compren
y ganen mi vida, mi pueblo, mi suerte. Cómprenme
sin dinero… Que
quizás, en la próxima esquina yo muero. |
Ricardo Torres Gavela
27 de abril del año 2004
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