Principales ideas bioéticas de Fernando Lolas Stepke por Lic. Magdalis Téllez García |
Como bien dice el Dr. Fernando Lolas, hoy nos enfrentamos a un nuevo problema, los avances de la ciencia, la técnica y el conocimiento alcanzado por la humanidad han hecho qe la vida del hombre se alargue más que años atrás, pero siempre se alarga con calidad de vida?, siempre le prestamos la debida atención a esos ancianos?, qué hacer por esa población hoy envejecida? esos son algunos de los dilemas éticos que tiene la sociedad actual. En todos los países del mundo, la proporción de adultos mayores y especialmente de viejos, ha aumentado en los últimos decenios. Se espera que las mejores condiciones de vida permitan a la población de muchas naciones alcanzar su límite teórico de sobre vivencia. Se espera, asimismo, que haya una convivencia intergeneracional de un tipo hasta ahora inédito: muy jóvenes convivirán con muy ancianos, viendo entonces que la longevidad se acompaña de demandas familiares y sociales tanto afectivas como materiales a las que la sociedad contemporánea debe responder de la mejor manera posible, volviendo entonces al problema fundamental que nos plantea la bioética de Lolas, la necesidad de dialogo, la necesidad de enfocar los problemas actuales bajo nuevas ópticas. De lo que se trata es de formular un estatuto relacional que facilite la convivencia y sea al tiempo apropiado y justo, tanto para los ancianos como para quienes no lo son. Ello implica una identificación de los temas pertinentes a la convivencia intergeneracional y de los principios más relevantes para su concreción exitosa. Si históricamente han existido las relaciones entre las generaciones, hoy este tema se torna cada día más complejo, pues la sociedad es más compleja, es por ello que, en las relaciones humanas que existen en la sociedad actual, nos encontramos con las relaciones de los ancianos con el mundo que los rodea, y la carencia del respeto y la valoración a esa parte de la población, y los derechos que estos tienen, y en el proceso de desvalimiento que se observa en las sociedades contemporáneas puede equipararse a una forma de desvalorizar lo que las personas de edad pueden hacer. La vejez va asociada a una pérdida de aprecio, que es como decir una pérdida de precio de los servicios de los viejos. Esa pérdida de precio se transforma insensiblemente en pérdida de valor. Ya hemos observado el contraste entre el sentido externo y el significado interno, lo que permite dar un contexto apropiado a la noción de muerte social, tan reveladora de él. Mueren socialmente personas que siguen biológicamente vivas: los ancianos, los leprosos, los sidosos, los estigmatizados sociales. Aunque reclamen derechos, aunque deseen continuar en la vida y contribuir a la sociedad, ésta los declara excluidos. Es por ello que es de vital importancia el estudio y análisis de los valores sociales morales en las sociedades de hoy. Nos dice Lolas que en sus estudios a lo largo de toda su vida ha podido observar que en algunas tribus primitivas, y en no pocas sociedades modernas, quienes sufren exclusión y estigma efectivamente enferman, decaen y hasta mueren, que muchos ancianos experimentan los efectos de ese proceso de pérdida de precio-valor y con la edad se produce de manera más dolorosa porque es gradual y plenamente sentido por quienes lo padecen, fenómeno este que cada día es mayor en la medida en que se han obtenido nuevos avances en la sociedad y en las técnicas aplicadas para detectar y prevenir enfermedades, que además, se destruyen los lazos significantes poco a poco con esta parte de la población, refiriéndose a que, tal vez por eso la cultura moderna celebra la muerte súbita como preferible a los antiguos rituales de despedida, convirtiendo esto en un problema ético y un dilema al mismo tiempo. Es por ello que: "el proceso de envejecer es valóricamente ponderado en cada sociedad humana, positiva y negativamente. En los países occidentales, la retórica habitual consiste en ensalzar la vejez, pero en la práctica es ésta una etapa de soledad, abandono y pérdida. Precisamente en aquellos aspectos en los que suele invocarse la solidaridad social suele percibirse un discurso ambiguo, cuando no equívoco. La mayor demanda de servicios asistenciales en la edad provecta suele aparecer como un lastre para los rendimientos societarios".[1] Así debemos darnos a la tarea urgente de analizar el fenómeno de la vejez como algo totalmente social, y no particular, es hora ya de que la sociedad vea el mismo como un problema de urgencia a resolver y no como algo por resolver a largo plazo, pues aunque existen planes, y hasta legislaciones que por derecho defienden a esta parte de la población, de hecho muchas sociedades carecen de la educación ética necesaria para enfrentar la existencia de esa población y darle el justo valor. Según Lolas, "de lo que se trata es de formular un estatuto relacional que facilite la convivencia y sea al tiempo apropiado y justo, tanto para los ancianos como para quienes no lo son. Ello implica una identificación de los temas pertinentes a la convivencia intergeneracional y de los principios más relevantes para su concreción exitosa".[2] O sea que, volvemos al los principios éticos de la felicidad y la virtud planteado desde la antigüedad por los grandes filósofos, y a los cuales debemos seguir, pues virtud y felicidad han de ir por el mismo camino, y si la felicidad como dijo Aristóteles se alcanza a través de la virtud, para que nuestros ancianos alcancen la felicidad debemos ser virtuosos con ellos, o sea tratar de resolver sus problemas, tratar de entender y comprender cuales son sus necesidades, y sus demandas. Estas consideraciones replantean la necesidad de una ética de la vida diaria en cada contexto histórico social y de acuerdo cada individuo en particular, sin olvidar por supuesto lo general, siendo este el fundamento de cualquier planteamiento sobre calidad de la vida en el proceso de envejecimiento al que todo ser humano debería llegar, para entonces hablar de una verdadera autonomía, dignidad, beneficencia y justicia. Tal punto de vista debiera sin duda incorporar diversos registros metódicos y de procedimientos, y no olvidar que juntos a han de ir conceptos como lo que es propio, a lo que es bueno y a lo que es justo. Es por ello que debe buscarse también según Lolas a lo "que es discursivamente posible. Discursivo alude aquí a lo trasdisciplinario o lo transtextual, aquello que emerge como principio defendible o norma posible más allá de lo religioso, de lo médico, de lo económico, de lo sociológico, Quiere decirse, más allá de los discursos técnicos, y pensar en la humanidad d de cada uno, que adecuadamente respetada, nunca queda reducida a ninguno de ellos y a todos trasciende".[3] Así podemos decir que la dignidad de la vida humana exige y también demanda el sentido de personal eficacia y singular autonomía que se pierde en el aunque, negado, proceso de desvalimiento de la vejez, el que, rectamente entendido, puede constituir un tema central para una educación bioética cotidiana que eleve, atienda, y realce la condición de la ancianidad y el proceso que hacia ella lleva y que en ella se expresa. El proceso de envejecer es consustancial a la sociedad moderna, y no siempre es aludido en su verdadera dimensión de ambigüedad, por un lado, como fuente de respeto y aprecio, por otro, como factor de marginación. Ello se refleja en las actitudes frente a los ancianos, a quienes se dice querer pero no siempre se respetan, y es así que se nos presenta el problema de que, aun en las sociedades con estructuras familiares más cohesionadas significan una carga no siempre deseada. Es por todo ello que, según Lolas tal vez el desafío más crucial para una bioética del diálogo y de la responsabilidad sea dar nuevos sentidos a la vida en la vejez y contribuir a desarrollar una "medicina sustentable". Una medicina que sin renunciar a sus exigencias internas de progreso disciplinario ofrezca aspiraciones mesuradas en sus logros, lo que es sin duda una práctica social distinta de las tecnociencias, que esté fundada en la solidaridad entre personas, que permita a estas expresar sus demandas, y ofrecer servicios acordes con ellas. Tal es la misión de cuidado que necesita urgentemente ser restablecida para una medicina que no solamente sane y cure sino también cuide. Una medicina bioéticamente inspirada, que fusione lo apropiado según el arte como bello, lo bueno según la virtud y lo justo según el uso social. De esta forma tenemos conceptos nuevos que aunque siempre han existido, es ahora que se les da una verdadera dimensión teórica sistematizada, y vemos como Lolas nos dice que "el sentido que dan los demás a una vida contrasta a veces agudamente con el significado que a sí mismas se dan las personas. El sentido social, por ejemplo, está asociado a una ética del trabajo. Hacer es considerado más importante que ser y es la base de la categorización usual entre adultos".[4] Es por ello que la ética de la calidad de vida en la vejez debe fundarse y fundamentarse sobre expectativas modestas y realizables, donde la sociedad y la familia que rodea al anciano juega un papel decisivo, donde cada uno de los integrantes de esa complejidad que forma la sociedad juegue el papel justo y razonable que le corresponde, y donde cada uno tiene deberes y derechos que no son sustituibles jamás. Es
por todo ello que Lolas plantea que: "tentativamente, puede decirse
que la dignidad de la vida humana exige no sólo la tradicional misión
terapéutica de la "restitutio ad integrum" cuando ello
sea posible. También demanda la "restitutio ad integritatem",
la recaptura del sentido de personal eficacia y singular autonomía que se
pierde en el ineluctable, aunque negado, proceso de desvalimiento que,
rectamente entendido, puede constituir un núcleo de cristalización para
una bioética cuotidiana que ilumine la condición de la ancianidad y el
proceso que hacia ella lleva y que en ella se expresa, el proceso de
envejecer.[5] Según los planteamientos de los conceptos de restitución e integridad, Lolas ha avanzado por un amplio análisis de la sociedad actual, y de las necesidades que tienen los ancianos, los que demandan que ante todo sean entendidos, comprendidos e insertados realmente en la sociedad con concepciones totalmente diferentes a las que hoy existen en el mundo contemporáneo, pues concierne a todas el bienestar de la humanidad, es por ello que debemos renovar conceptos y, es por ello que para él, renovar significa también eliminar conceptos, cambiar. Así tenemos que para que haya un verdadero respeto a la dignidad, y autonomía de las personas de edad avanzada existe un valor que no debemos olvidar, el sentido y valor auténtico de la tolerancia, que tiene como su fundamento, el reconocimiento de la igual dignidad de cada ser humano. De esta manera podemos decir que esto nos lleva a que en la sociedad, al aceptar que las decisiones, concretamente hablando, expresan la voluntad de la mayoría, también deben admitir el respeto de los convencimientos de las minorías y la objeción de la conciencia individual de todos los hombres y por supuesto, también de los ancianos. Es por todo esto que Lolas nos dice: "equidad consiste en la compensación directa de las deficiencias del otro, respetando su diversidad pero poniéndola entre paréntesis. La parábola del buen samaritano ".[6] Si por tanto, vamos a tratar de mejorar las condiciones de vida de los hombres, tratando de hacerlo verdaderamente sano de cuerpo y mente, debemos dilucidar entonces, todos los valores posibles, y esto debe considerarse no un lujo, sino una necesidad vital muy actual, precisamente cuando nos enfrentamos al envejecimiento cada vez mayor de la sociedad. De esta forma nos enfrentamos a un dilema tan serio como el desvalimiento y la dependencia de la ancianidad por un lado, y la defensa de sus derechos y reconocimiento, por otra parte, donde la sociedad ha de jugar un papel trascendental tratando de resolver el mismo. Tal vez el desafío más importante en la actualidad para un diálogo verdadero, sea dar nuevos sentidos a la vida en la vejez y contribuir a desarrollar una medicina sostenible. Es por lo que sin renunciar a sus exigencias de progreso actual, ella deberá ofrecer equidad de acceso y de promesa para sus practicantes y sus usuarios. Una medicina solo sería realista en sus logros con una práctica social distinta de las tecnociencias y de los intereses de unos pocos que puedan costearse una mejor calidad de vida. Así también hemos podido observar que en el estudio de las interconexiones entre Bioética y Derecho, esta nos muestra como el marco jurídico lejos de presentarse como algo alejado de los temas, conforma a la realidad social misma. De allí que, si las normas jurídicas conforman a la sociedad, nos conforman al mismo tiempo como miembros de esa sociedad, y es por ello que en la defensa de los derechos de los individuos, de los ancianos, de las minorías, de los estigmatizados, estamos defendiendo la sociedad. No resulta aquí entonces ocioso recordar que en la moderna doctrina del consentimiento informado converge claramente, por un lado con un largo proceso de desarrollo iniciado en el campo del Derecho y, por el otro, con los aportes provenientes desde la reflexión bioética, ahora con un claro anclaje en el respeto y dignidad personal, concebido entonces el consentimiento informado, en el sentido de regla, de norma, como expresión del principio bioético de autonomía o de respeto por las personas. Así vemos como las ideas bioéticas de Lolas y especialmente las que conciernen a la vejez nos acercan a los postulados Aristotélicos de que la moral y la filosofía se orientan como fin para dibujar una república y una sociedad regida bien y con prudencia. Ambos conciben a los hombres como eslabones fundamentales y es por ello la semejanza que vemos entre sus obras, donde abordan la felicidad del hombre, y los medios por los que se alcanzan, como la virtud, siendo ésta el medio por donde se alcanza la felicidad tanto en la antigüedad, como en la sociedad actual. Abordando ambos también la virtud de la justicia como la más necesaria de todas para la conservación del mundo. Es por ello, que a nuestro modo de ver, ambos abordan la felicidad cada uno según el momento que les ha tocado vivir, pero en definitiva como último fin de nuestra vida humana. La vejez es una etapa de menoscabo y pérdida según Lolas, tanto en el plano de lo visible como en el de los rendimientos, el cuerpo biológico deja de ser lo que era y se transforma totalmente, pero es que precisamente al observarse a sí mismos y constatar las capacidades que se van perdiendo poco a poco, observar como es que la sociedad los trata, surgiendo entonces los problemas de reclamos y demandas para tratar de paliar esos menoscabos. Es en esa etapa de la vida, se debe ir ayudando a aceptar las limitaciones que van surgiendo, a esclarecer conceptos y ayudar a ese hombre sufriente, sobre todo cuando parezca que la vida va llegando a su fin., pues no basta con aspirar a un estado de bienestar físico, psicológico, social, se necesita, además, poseer una normativa ético-moral en la relación del hombre consigo mismo y con el entorno que lo rodea. Es por ello que la verdadera explicación y la necesidad del verdadero respeto y la dignidad inalienable del ser humano, se ve claramente formulada en la Convención de Asturias (Convenio relativo a los Derechos Humanos y la Biomedicina) de 1997, más conocida como Convención Europea de Bioética Así también se pone de manifiesto otro principio en el derecho actual, que es el no discriminación, y que hoy adquiere en el campo de las ciencias bioéticas una nueva dimensión, tal como se pone de manifiesto, en la Declaración Universal sobre Genoma Humano y los Derechos Humanos de la UNESCO de 1997, que proclama como principio rector del documento la esencial dignidad y unicidad de cada individuo humano, cualesquiera que sean sus características genéticas, edad, sexo, religión, o grupo social. Y aunque la larga vida del hombre actual y sus expectativas se acompañarán de una demanda de servicios en las edades finales de la vida de grandes proporciones, es la sociedad, la encargada de asumir como propias esas tareas, debiendo tomar decisiones para enfrentar esas crecientes y diversificadas necesidades. Es así que en la actualidad existe una evolución del pensamiento sobre la vejez, y ya se plantea que es una etapa vital de la vida, la que se configura con caracteres especiales, siendo esto un logro del pensamiento y los valores de hoy. Es por ello que podemos decir que vamos hacia un rescate de algunas tradiciones que desde tiempos remotos existieron en algunas sociedades. Todas estas ideas son un paradigma por el cual se debe luchar a toda costa en la promoción de la sociedad actual, y son los principios y virtudes que se han apreciado en la historia y cultura de la humanidad y que han planteado los grandes filósofos desde la antigüedad, y es esto, lo que nos lleva al rescate del contenido humanista que jamás podremos perder de vista en el tratamiento con los ancianos y con toda la sociedad en general. CONCLUSIONES. Luego de haber caracterizado y estudiado el pensamiento de Lolas, entonces seguimos su máxima de que el discurso bioético se articula en la contemporaneidad como una constante interpelación al diálogo. Más que un corpus bioético, lo que debe buscarse es la cultura del debate moral, del diálogo en torno a la necesidad de la utilización de la ciencia y la tecnología, específicamente, en cuanto afectan la salud y el bienestar humanos Muy importante en la toma de decisiones acerca de las aplicaciones científicas y de las soluciones tecnológicas, es la conciencia que la solución de un problema deben ser compatibles con el máximo respeto de los valores considerados importantes por la sociedad en general, por las minorías (como los ancianos), y por el individuo en particular. Es por todo lo anterior, que a la ética se le ha atribuido la misión de señalar lo que debiera ser y aspirar a lo mejor como lo que debe ser, es entonces que al reconocer la inequidad, ya no de personas o circunstancias sino también de distribución de poder, es necesaria una disquisición macrobioética, donde el diálogo es un elemento de vital importancia. Referencias [1]. Fernando Lolas Stepke. Bioetica y Vejez: El proceso de desvalimiento como constructo Biográfico. [2]. Fernando Lolas Stepke. .ACTA BIOETHICA On-line ISSN 1726-569X Núm. registro: 15861[3] Lolas F Bioética. El diálogo moral en las ciencias de la vida. Santiago de Chile: Editorial Universitaria; 1998. [4] Fernando Lolas Stepke. Bioética y Vejez: El proceso de desvalimiento como constructivo biográfico. [5] Fernando Lolas Stepke. El desafío bioético de la equidad: su relevancia en la salud pública. |
por Msc. Magdalis Téllez García
Maestrante en Bioética. Segunda Edición 2008
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Magdalis Téllez García en Letras Uruguay
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