Cabello de
ángel |
No
había colores que llamasen mas la atención que otros en mi barrio de Lomas del Mirador, nombre sugestivo para quien hace de la
mirada una historia sin fin, un sin fin del año 1969. Una mañana como cualquiera, en ese barrio color plomo en el cual solo robando plantitas a los vecinos el corazón me latía mas fuerte; conocí a la angustia que nacía desde el suelo. Volviendo de las compras con mamá y escuchando su refunfuño hacia mí pues no la tomaba del brazo si no que me le colgaba fue que te vi entre un tumulto de hombres policías, vos te tirabas sobre el flamante asfalto. Quería ver mas, comprender mas, tal vez ayudarte. –Vamos, vamos le van a cortar el pelo- me dijo mi mamá en un susurro pálido, atropellado. La consternación casi equipara mi susto. Pataleabas, y te rodearon, no sé si te cortaron el pelo, no pude ver mas a pesar que di vuelta la cabeza con energía y ya algo de temor; mi mamá apuraba el paso, las casitas mas que humildes parecían sordas, vi a unas vecinas tras la ventana, las flores azules y rojas de la casilla de enfrente temblaban; nuevamente me di vuelta y vi tu pelo negro, largo, brillante, no se doblegaba ante las piernas que te desgarraban. No sé si te cortaron el pelo, sé que eras alto (en ese entonces todos los adolescentes me parecían altos, muy altos) y tu cuerpo se defendía heroicamente. Llegamos la sopa de siempre con un huevo adentro me esperaba, no la pude comer: Cabellos de ángel. |
Miriam Tasat
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