Sobre la pérdida del Patrimonio Cultural Sefaradí * |
“Expulsados
de España, a fines del siglo XV, los sefaradíes (1) iniciaron
una nueva etapa de su extensa y sinuosa historia (…) El linaje
judeo-español, de espíritu
libre, inquieto y festivo, partió del vientre peninsular en busca
de un lugar en el mundo. Deambuló por desiertos, villas y ciudades hasta
afincarse en otros lares”. “…
(Si) llegaron a América
desde el inicio del dominio español y se esparcieron por el nuevo
continente con distintos nombres: cristianos
nuevos, marranos, portugueses, judeo – portugueses, criptojudíos,
etc., en la Argentina comenzó a ser cada vez más significativa su
presencia a partir de fines del siglo XIX y las dos primeras décadas del
siglo XX. El Preámbulo de la Constitución del año 1853 aseguraba a los
inmigrantes que ésta era
para los habitantes de la
Nación Argentina y `...
para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo
argentino...´. En
este contexto se produjeron notables cambios en Argentina; Buenos Aires,
su capital, ponderada como “La
Reina del Plata”, crece espectacularmente y se convierte en el receptáculo de
una profusa mezcla de culturas. En uno de sus barrios, Villa Crespo, enclavado en la calle Gurruchaga, se erguía altivo el legendario y exótico Café
Izmir, que dejaría la más profunda de las huellas en la memoria
colectiva. Los
comienzos del Izmir
se encuentran en un
inquilinato de Gurruchaga 432-436.
Sobre una de las salas y tres de sus habitaciones, su dueño, el asturiano
Laureano Álvarez, construyó un local comercial hacia 1932. Al tiempo se
lo alquiló a Jaim Danón, quien lo convirtió en Café,
dándole el nombre de lzmir, en
recuerdo de su ciudad natal. Fue a fines de esa década cuando Alejandro Rafael Alboger, sefaradí, se hizo cargo del fondo de
comercio, comenzando una larga trayectoria de veinticinco años detrás
del mostrador”. “…
El Café y Bar Izmir ofrecía
un ámbito para la magia, el ensueño y la sensualidad. Sitio de
recreación de una muchedumbre frecuentemente humilde, los habitués,
varones sefaradíes, en su mayoría, se entretenían allí jugando a las
cartas, el table (similar al backgamon), charlaban entre ellos, con
griegos y armenios, tanto en djudezmo
(ladino) (2) como en turco
(idioma en común dentro del Imperio Otomano). Todos ellos se solazaban en
esta fascinante Babel al ritmo
de la orquesta oriental (mandolín,
laúd, kanún-instrumento de
cuerda ejecutado con plectros-, pandereta, dumblek-tambor pequeño-, violín, etc.), y ante las
sinuosas curvas de las odaliscas que danzaban al son de los chiftetellis”
(3). “…Fue
apreciado como
´... parte de la esencia porteña´
(4) y,
con absoluta justicia,
nombrado uno de los 39 Cafés Notables de la Ciudad por la Comisión de Protección y Promoción de los Cafés, Bares y
Billares y Confiterías Notables de la Ciudad de Buenos Aires, además
de citado en la lista de ´emblemas porteños´ de La
Guía Total de Buenos Aires. (5)
Cerró definitivamente sus persianas el 9 de octubre de 2000. Demolido
a fines de Abril de 2004, el Café
Izmir fue otra
`víctima de la burocracia´ - expresaron varios medios de
comunicación - y de la mala voluntad de los dueños del predio que no
quisieron dialogar ni con el Gobierno de la Ciudad ni con ciudadanos
preocupados por la integridad de ese patrimonio del Buenos Aires
cosmopolita. El Grupo Promotor del
APH (Área de Protección Histórica) de Villa Crespo (6)
presentó propuestas que respetaban el proyecto particular de levantar un
edificio y al mismo tiempo preservaban el hito
histórico. Entre
tanto, el 1º de Abril de 2004, la
Dirección General de Patrimonio contesta al Grupo APH: el Café `amerita
ser catalogado con grado de Protección Cautelar´ y agrega un
informe de valoración del inmueble en
el que esa Dirección considera al mismo `…
de alto valor cultural, simbólico y social, al que se debe agregar el
tipológico por tratarse de uno de los últimos ejemplos de bar y café
tradicional de la Ciudad de Buenos Aires.´ (7) La misma
dependencia, finalmente, el 18 de Noviembre de 2004, le informó al Grupo APH que `los
permisos de obra y de demolición aprobados´ hicieron
`imposible dar cumplimiento a nuestro pedido´ (de Protección
Cautelar). En
todo caso, el atropello a este símbolo de la cultura porteña, es la
consecuencia de la falta de una legislación acorde, acompañada de una
lamentable apatía instalada en buena parte de la ciudadanía que observa
con los brazos cruzados la destrucción de sus sitios
emblemáticos más queridos. Sería absurdo oponerse al progreso, al
avance, al mejoramiento de la calidad de nuestras vidas porque es
absolutamente lógico y necesario estar a la altura de los tiempos,
apoyando, por ejemplo, el redimensionamiento de las ciudades conforme a
las necesidades de nuestra época, pero no a cualquier costo. Son pocas
las voces que se alzan frente al avasallamiento de los restos del patrimonio
cultural tangible que van quedando”. “…
a la luz de los hechos que se suceden es inevitable indicar que (…) la
mayor de las obligaciones recae en nuestras instituciones, en nuestros
representantes: gobierno nacional, municipalidades, colectividades, etc.,
que deben ocuparse de debatir el futuro que deseamos fundándose en el
pasado que nos sustenta. Estos son los ámbitos indicados para crear,
promover, alentar proyectos adecuados de protección, escuchar las voces
de alerta e idear herramientas idóneas que salvaguarden el patrimonio
cultural, votando leyes justas, concensuadas, que respeten la historia y
los lugares que dan sentido y explican la idiosincrasia de un pueblo”. “…
a pesar de los títulos grandilocuentes de algunos programas de preservación,
es poco lo que se salva, pese a la voluntad y la gestión de algunos
funcionarios que intentan estar a la altura de la responsabilidad que les confiere su cargo, a veces limitados por una
burocracia elefantiásica o por la falta de fondos asignados para el
sector. La
devastación del Café y Bar Izmir,
es
sólo un engranaje de una larga cadena de desaciertos. En cuanto a los
medios de comunicación no siempre exponen este tipo de problemática, y
en este caso recién reaccionaron, se movilizaron, cuando las topadoras ya
habían comenzado a actuar. Importó informar en medio de la caída de los
ladrillos y el polvo que se elevaba. Ese drama se transformó en interés
periodístico para realizar “una
nota de color”, sirvió a los fines de transmitir algunas palabras
dolientes para los oyentes de las radios o dejar imágenes televisivas,
ciertamente impactantes, para el rating o exhibir en los medios gráficos
una última foto para el recuerdo. Este
ha sido el final del “Café y Bar
Izmir”, un sitio
de antología por donde pasaron diversas corrientes inmigratorias que
aportaron, con sus denodados esfuerzos y sus sueños de paz, a la
formación de la policromática nacionalidad argentina. (8)
Insistiremos: `Los ciudadanos
debemos ser custodios de la memoria que nos identifica con un territorio y
con una manera de ser… (y citar) las sabias palabras del escritor Fréderic
Mistral: Los árboles de raíces más hondas son siempre los que crecen más
alto´(9). En
cierto modo es el aporte del bagaje cultural familiar a la idiosincrasia
de su aldea, de su ciudad, de su país lo que nos hace quienes somos;
recordar de donde venimos y conservar aquello que recibimos de nuestros
mayores, las tradiciones, las costumbres, los lugares que nos identifican,
es un mandato que tiene que estar presente en este complejo proceso en el
que globalización e identidad son dos caras de una misma moneda. Con la desaparición de
edificios representativos como el Café
Izmir - que caracterizaban la diversidad cultural, la convivencia pacífica
y la identidad de Buenos Aires
-, no cabe duda que toda la sociedad ha sido vulnerada sufriendo una
mutilación de su memoria física. Ha ocurrido una pérdida irreparable,
ha quedado un gran vacío. Que cada cual reflexione sobre la
actitud que debemos tener cuando corre peligro de desvanecerse una
parte de nuestra historia”. Notas 1)
Judíos que habitaban la península
Ibérica. 2)
Habla de los sefaradíes. Denominada indistintamente djudezmo,
ladino, judeoespañol, castellano antiguo,
espanyol, españolit, etc. Idioma de los judeo-españoles del siglo
XV y que sus descendientes mantuvieron, con ligeras variantes, según la
región, en cada aldea en la que se afincaron luego de la expulsión. 3)
Música rítmica, turca y griega, frecuente en el Imperio Otomano. 4)
Spinetto, Horacio. “Cafés de Buenos Aires”. Buenos Aires. 1999.
Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. P 5. 5)
Ciudad Abierta. “La
Guía Total de Buenos Aires”. Buenos Aires. 2000 Año 1. Nº 1. P.5. 6)
Integrado por las arquitectas Vivian Balanovski y María Marta Lupano y el
historiador Carlos Szwarcer. El
Grupo Promotor del APH (Área Protección Histórica) de Villa Crespo gestionó activamente
la preservación de hitos históricos como el “Conventillo
de la Paloma” y el “Café
Izmir”. Sobre este último intentaron frenar su demolición ante la Dirección General de Planeamiento Interpretativo, la
Defensoría del Pueblo, y la Dirección
General de Patrimonio
del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. 7)
Nota Nº 324-DGPAT-2004 8)
Szwarcer, Carlos. “El Café
Izmir”. Todo es Historia. Nº 422. Septiembre de 2002. Buenos Aires.
Argentina. 9) Szwarcer, Carlos. “Ultraje a la Diversidad Cultural”. Revista de Estudios Culturales del CECAO. Año II. Nº 20. Junio de 2004. Córdoba. Argentina. |
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