Los retoños sefaradíes de Buenos Aires |
Cada
día sale el sol. La rutina de la gran ciudad nos lleva a pensar que aún
con el paso apresurado del tiempo nada cambia demasiado. Y no es así. ¿Cuánto
ha pasado desde nuestra niñez? Un soplo. Y mejor ni preguntarse cuánto
han cambiado las cosas desde entonces. Resistirme a creer que los orígenes
se desvanecen deja un ritmo de tambores desacompasados golpeando en mi
corazón. En la tarea de tomar testimonios muchas veces pensé, con desazón, que las voces del presente sólo eran anacrónicos y desesperados ramalazos del ayer tironeados desde el presente. ¿Qué podía esperar si los que brindaban sus historias con apasionamiento descreían sobre el futuro del legado de sus ancestros? ¿El anhelo por retener la tradición -bellas y coloridas mariposas-, no sería, acaso, una trasnochada quimera? |
Pero
poco me importó lo que vaticinaran las investigaciones sobre el futuro de
las tradiciones en un mundo globalizado, ni lo que la razón me dictara.
Fue más fuerte la intención de que “algo”
de aquellos remotos días perduraran y de que las costumbres de nuestros
abuelos no se convirtieran en polillas fosilizadas lo que, al fin, me guió
con cierto instinto atávico. Vaya a saber qué me habrá hecho tan
empecinado. ¡Por suerte! En los claustros había escuchado: “…de nada sirve el ´saber´ si lo guardamos para nosotros. Sólo tiene valor y sentido nuestro esfuerzo cuando comunicamos lo sabido”. Estas palabras, más o menos, me signaron. Y de aquellas horas desesperadas por ordenar y articular centenares de metros de cintas de casetes con “retazos de vidas” capturados por prehistóricos grabadores, quedaron, aunque más no sea, algunas reflexiones hilvanadas, textos pergeñados en días tormentosos, en noches de insomnio, intentando recrear palabras, dichos, refranes, sabores, olores, imágenes de cinco siglos, de ayer no más. |
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María Cherro de Azar, Laura Benadiba, José Menascé y Carlos Szwarcer |
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Esta
obsesión por preservar y divulgar
me ubicó en espacios más amplios que el de las serenas y cristalinas
aguas de la identidad. Si bien, de algún modo, la variedad ya había
estado presente en el universo de mi primer vecindario,
extendí las alas y crucé los suburbios, más allá del linaje de la casa
paterna, allí donde se acentuaban los matices y
las diferencias. Estalló la diversidad que enriqueció mi
cosmovisión. ¿Quién no tiene dudas? La incertidumbre aplasta o moviliza. El conocimiento de otras realidades lejos de menguar mi pertenencia al pasado familiar, la afianzó. Aunque las palabras de los sabios me señalaban que “una generación pasa y otra… y todo es vanidad de vanidades…”, seguí adelante descubriendo que también en los laberintos de la vida están la búsqueda y los momentos de felicidad. Aprendí que desentrañar el pasado esclarece el presente y que los mejores lugares para encontrarse con uno mismo pueden estar allí donde brilla lo heterogéneo. Así pues anduve batallando por tan diversos parajes del espíritu, por senderos transitables a fuerza de un puñado de convicciones que me sostuvieron. |
Vista del recinto de la antigua Sala de Representantes donde se desarrolló la Jornada. (Imagen gentileza Dir. Gral. de Patrimonio e Instituto Histórico de la Ciudad de Buenos Aires). |
Folleto |
En
estos últimos años, convocado por el Ministerio de Cultura, encontré
espacios adecuados para participar en temas relacionados con el patrimonio
cultural tangible e intangible que conforman el rompecabezas de la
idiosincrasia porteña. Dar a conocer hitos históricos barriales, instar
al reconocimiento y la protección de varios sitios paradigmáticos fueron
parte de las acciones promovidas.
Exponer
el portentoso patrimonio cultural de Buenos Aires marcado por la
pluralidad se potenció en estos últimos años por la gestión de
funcionarios del área cultural que
hicieron hincapié en las inmigraciones. Se organizaron, a tal efecto,
actividades y jornadas: Buenos Aires Gallega; Gitana; Idish; Negra; Boliviana…
Y llegó el turno de los sefaradíes. La
Jornada “Buenos Aires Sefaradí”,
que se desarrolló en la Manzana de Las Luces, en la antigua Sala de
Representantes de la Ciudad de Buenos Aires, transcurrió en doce horas
que vigorizaron el espíritu. La metodología científica de los
especialistas convivió en una atmósfera mágica, casi ritual, con la
vital expresión de la cultura popular “in
situ”. La sapiencia y la experiencia de vida de nuestros mayores
junto a la participación de la juventud. Fue todo enriquecedor, aún las
molestas dificultades técnicas que sirven para recordarnos que somos
seres humanos presos, a veces, de la avanzada tecnología. Me
asombró, como la primera vez, “Sefarad”, la historia sefaradí, la expulsión, la búsqueda de
nuevos hogares, el Mediterráneo sembrado de djidios
(judíos sefaradíes), la llegada a la Buenos Aires cosmopolita. La
presencia en los barrios, el despliegue de las tradiciones, el humor, la
gastronomía, así como la pesadumbre y el horror del Holocausto
transmitido en el testimonio de un sobreviviente que rehizo su vida
construyendo su familia en esta ciudad en la que encontró “su
lugar en el mundo.” La
mejor consecuencia de mi humilde actividad como coordinador general de
este encuentro quizás haya sido que la variedad de las temáticas y la
participación de distintas generaciones sedujeron a un público heterogéneo
que siguió con interés la propuesta. Refranes admirablemente
resguardados, compilados y expresados con sabiduría y sentimiento y la
presencia poco común de jóvenes, mostraron que a pesar de tantas
dificultades hay historia y sangre nueva de docentes y alumnos trabajando
por conocer los orígenes, tomar testimonios, preservar la identidad. ¡Excelente!
Eso soñé… La
vasta cultura judeo-sefaradí
que se exhibió tuvo también un final soñado: luego de la amplia gama
del abanico de costumbres, un cierre con la música y las canciones típicas
que coronaron un día inolvidable. En esta Jornada, organizada en el ámbito del Ministerio de Cultura por la Dirección General de Patrimonio e Instituto Histórico y la Comisión para la Preservación del Patrimonio Histórico Cultural de la Ciudad de Buenos Aires, lució la singularidad sefaradí en un espacio común de nuestra sociedad como parte de la esencia multicolor de esta ciudad. |
Buenos
Aires. Agosto de 2008.
Carlos
Szwarcer © 2008.
www.cronoscultural-arg.galeon.com
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