La mesa de mis abuelos |
Vivíamos en el corazón de Villa Crespo, un barrio del centro geográfico de la ciudad de Buenos Aires. Allí comenzaba mi infancia y los primeros pasos de mi largo camino en el intento de abordar misterios insondables que aún no sé si alcancé a comprender. Crecí con un fuerte concepto de familia que se afirmó en las reuniones de la calle Vera 954, la casa de mis abuelos maternos Alboger - Benghiat, sefardíes nacidos en Izmir a principios del siglo pasado y llegados a la Argentina en los años ’20. En la gran mesa de su comedor, los platos siempre desbordantes, las risas contagiosas hasta el llanto de alegría, los ruidos de las copas de cristal que en cada brindis sonaban como agudas y finas campanadas. Y el primer lejaim (1) de mi abuelo Alejandro, que repetíamos en un eco interminable como entrando en un trance colectivo. Allí estábamos todos. El vigor de la prosapia y la efervescencia de la prole discurrían como en un sueño diáfano. Hubo un tiempo en que ésto fue más o menos así aunque parezca un cuento. Sin embargo, esos dorados encuentros, esas magníficas veladas con mis abuelos, padres, tíos, hermanas y primos, me generaban un doble sentimiento, el de felicidad indescriptible y el de aflicción casi masoquista. La alegría inmensa de compartir, pero también la percepción de que mis mayores, con absoluta seguridad, algún día no estarían, y entonces... la tristeza. Pero el instinto de conservación, que no es tonto, hizo pesar más en la balanza el regocijo de ver la parentela bulliciosa, presente y rozagante. Y de todas las fiestas celebradas en ese espacioso comedor espejado, fue Pesaj (2) la que dejó en mí la huella más profunda. Desde chico, algo simple y contundente me marcó en cada conmemoración: el significado de libertad que emanaba de su historia. Trascendió más allá de lo religioso, de la tradición o de lo simbólico, y cada año fue adquiriendo mayor dimensión. Me aferro frecuentemente a la imagen de una familia que se encuentra en algún lugar de la memoria que hoy me parece paradisíaco, eran grandes momentos iluminados por la felicidad. Pasaron entremezclados en un carrusel interminable los Roshashaná (3), las Navidades, el Bar Mitzvá (4), los Años Nuevos, los cumpleaños o las Siete Candelas (5), pero además, irremediablemente, los midrash (6), los kadish (7) y los entierros, mientras deshojábamos los fugaces calendarios, dagas del destino. En la casa de mis abuelos, donde transcurrió mi infancia y parte de mi adolescencia, había una vez un comedor de mosaicos jaspeados y amplios ventanales, en el centro la enorme mesa de madera labrada y lustrosa, en torno a la cual, en Pesaj, inauguré mi reflexión sobre los vastos dominios de la libertad. Los tiempos pasaron y mis tempranos presagios sobre las inevitables ausencias de mis seres más queridos se fueron cumpliendo inexorablemente. Sin embargo, tras el dolor por los que se iban, se agigantaba en mí, como por mandato divino, el recuerdo de los jubilosos tiempos idos y la certeza de que luchando por un presente digno y en libertad ayudaría a que el mundo fuera mejor para las generaciones venideras, para nuestros hijos. Tal vez una de las más bellas consecuencias de Pesaj sea que a través de sus festejos comencé a entender algo sobre el sentido de la vida. Después me dedicaría a la solitaria indagación sobre mis orígenes y a consolidar una profunda vocación por la historia. Pesaj, al fin, me dejó la libertad como principio y la responsabilidad como modo de vida. Sirva este recuerdo en honor a las familias y sus encuentros, y a ciertas festividades que ayudan a vislumbrar las complejidades de la vida y a modificar los caminos de nuestra existencia. |
(*) El autor es historiador y periodista. Nacido en Buenos Aires. Ha publicado varios trabajos de investigación, entre otros, sobre la temática sefaradí, además de semblanzas sobre la vida cotidiana de los sefaradíes de Buenos Aires, basados en la recopilación de testimonios orales. El presente artículo es autobiográfico. Notas: / (1) Del hebreo: por la vida, salud. / (2) Pascua judía./ (3) Año Nuevo judío. / (4) Ceremonia religiosa en la que el joven asume los derechos y obligaciones, la madurez religiosa y legal. Fiesta familiar./ (5) Ceremonia relacionada con el nacimiento de una niña. Es un día de fiesta familiar./ (6) En la tradición judeo-española, ceremonia en el aniversario del fallecimiento de un pariente. / (3) Oración leída también en el midrash. |
Carlos
Szwarcer
Publicado en "Los Muestros" Nº 58. Marzo de 2005. Bruselas. Bélgica.
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