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Los exégetas de la
"democracia" —supuestamente heredada de los golpistas de 1989— insisten en hablar de la libertad política y la mar en bicicleta, especialmente desde los medios de desinformación y distracción masiva. Mas como sabrá usted, estimado contertulio invisible, hemos estado comprando espejitos de colores para distorsionar nuestra visión de la realidad y nuestro propio reflejo interno, para hacernos olvidar que la única verdad es la realidad. ¿Vivimos en democracia en estos últimos veinte años? ¡Válganme dioses del ocaso!
La realidad es que apenas tenemos derecho al pataleo, al plagueo colectivo —con restricciones, pre supuesto— y nada más; que el reparto de hostias, gases y balines de caucho siguen abollando ideologías. ¿Acaso usted, estimado conciudadano, tiene derecho a decidir —plebiscito mediante— la cesión de soberanía patria a empresas extranjeras o gobiernos ajenos? ¿Pueden votar nuestros compatriotas en el exilio económico desde el extranjero? ¿Hay una segunda vuelta electoral o balotaje para legitimar al ganador de una elección? ¿No es esto apenas una “dictadura aritmética” de una falsa mayoría? ¿Puede usted, ciudadano, elegir a sus candidatos a la legislatura, la justicia y al ejecutivo, o lo decide una minoría oculta enquistada en la plutocracia de los partidos? ¿Democracia es sólo votar por quienes no conocemos? Entonces, estamos todos locos.
Respóndase usted mismo, estimado lector y saque sus propias conclusiones. En cuanto a este servidor ya están tomadas y decididas. Johann Wolfgang von Goethe escribió: “No hay nadie más esclavo que quien cree que es libre”. De lo que se deduce que hay cadenas más duras de romper y son las
cadenas mentales, creadas por la propaganda, por los partidos, por las iglesias y otras creencias ajenas a la razón, a la realidad, a la ética y a la verdad objetiva… como la desinformación,
Y, como está expresado más arriba, la única verdad es la realidad; no lo que
creemos que es, sino lo que es. Y la realidad es que los verdaderos poderes fácticos son los que deciden las políticas nacionales o internacionales de las naciones, incluida la nuestra. La antigua política de partidocracia fue la etapa transitoria a la corporatocracia, al gobierno de una dictadura económica supranacional (y anónima) de los bancos y las grandes corporaciones. El FMI, el BM y el BID ordenan a los gobiernos las políticas monetarias y económicas a seguir, independientemente de quiénes gobiernen. ¿Democracia? ¡Bah! ¡Pamplinas! El poder, hoy por hoy, es cada vez más centrífugo y soluble, como verá.
Usted paga sus impuestos para sostener el dispendioso tren de vida de una cáfila de buscavidas y ganapanes, y un diminuto residuo va a los servicios sociales, salud, educación y poco más. Es una pena que no se informe debidamente a la opinión pública acerca de la marcha de la administración y la regulación de las relaciones comerciales y laborales.
En realidad, resumiendo, nuestro país se maneja como nave al garete, mientras la tripulación se amotina contra el capitán y los propios amotinados luchan entre sí. Usted me entiende.
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