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La intención de transferir a una empresa brasilera la zona del cerro Jasuka Venda más conocido como Cerro Guazú merece una crítica despiadada de mi parte, como artista, como ciudadano y como descendiente de los altivos guaraníes. En los años noventa fuimos hasta el lugar con el fin de estudiar los misteriosos petroglifos esgrafiados en las paredes de sus cavernas. Posteriormente un lingüista norteamericano realizó allí estudios que desvirtuaron la teoría del ingeniero Pistilli que los atribuyó a supuestos vikingos. De todos modos, es un sitio sagrado para los Ka´yguã, además de su valor patrimonial, histórico, ecológico y turístico, por lo que debería ser declarado parque nacional e intransferible por ley.
Una notícula sabatina del arquitecto Carlos Colombino (U.H. de hoy) disparó mi alerta mental acerca del caso. Encima que somos tercermundistas, mendicantes y corruptos ―gracias a nuestros gobernantes y usurpadores del poder público―, ahora también seremos entreguistas de nuestros últimos bosques atlánticos que pronto serán leyenda pretérita.
La crueldad de los paraguayos primero y los brasileros después, están condenando a nuestro país a la extinción de nuestro más valioso patrimonio: nuestras raíces. Estamos convirtiéndonos en una especie de “flores del aire”, que sólo queremos ir al extranjero y no nos interesa hacer esfuerzos para engrandecer lo nuestro. Obviamente no estoy englobando ni genealizando cuando digo “paraguayos”. Simplemente me refiero a los neolegionarios que siguen prendidos al discurso mitrista del siglo antepasado y, si bien no son mayoría, tienen el monopolio de la riqueza y los resortes del poder público.
Pero volviendo al Jasuka Venda, es menester disuadir ―por todos los medios― “al gobierno” de semejante barbaridad. Lo malo es que cuando se dice “el gobierno”, sólo se piensa en el presidente y no en los otros poderes de esta trìada maléfica donde se diluyen las responsabilidades políticas y nadie tiene culpa de nada. Gran parte de esa trìada la integra, el poder legislativo y el judicial, por lo que el peso del ejecutivo no tiene mayor transcendencia. No al menos en esta era de transiciones, transacciones y traiciones denominada absurdamente “democracia”.
Pero insisto y adhiero al llamado de alerta del Sr. Colombino para defender este patrimonio ―no sólo de los kaýguã sino de la nación y sus raíces.
Un vistazo a vuelo satelital de google earth, sugiere que esa formación rocosa casi circular es un antiguo cráter de impacto meteórico, cuya antigüedad es incalculable. Los geólogos deberían investigar sobre el terreno y reforzar la idea de declararlo parque nacional. Tanto por su valor ecológico que permita preservar lo poco que queda de su masa boscosa, sus cavernas misteriosas y la mítica cosmogonía guaraní, como centro y origen del mundo.
Los griegos tenían el omphalos, en el centro de Delfos, santuario de Apolo-Febo y también “ombligo del mundo”. Y hasta los días de hoy es un sitio venerado. ¿Por qué nosotros queremos enajenar nuestro patrimonio por treinta denarios, nada menos que el propio Judas Iscariote y su socio Caín?
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