Carta ciudadana desde el Paraguay (171) |
¿Quiénes temen a una consulta ciudadana? Prepara urnas, boletines y firmas, por si acaso: Chester Swann |
Luque, 11 de junio de 2009 |
Los tambores de guerra resonaron en los alrededores del Plato Volador, vulgo Congreso, ante la supuesta amenaza de disolución, no sólo de este poder sino del otro, vinculado a una supuesta justicia. Daría la impresión de que abrieron el paraguas ante un inminente (e imaginario) golpe de estado, cuando en realidad se pide apenas una evaluación popular acerca de la buena (o mala) marcha de las instituciones. Es evidente que la cola de paja es harto inflamable en las cámaras sépticas que a nadie representan pero se las dan de tal. Estos impresentables representantes que a nadie representan sino a sus grupos de interés, ahora temen una compulsa como si fuera el Apocalipsis. Nada más lejos de ello, que nuestra gente es pacífica; al menos mucho más que los pretorianos de la FOPE y el único peligro es que el Congreso, el ejecutivo y el Poder Judicial sufran algunos cambios. Algo muy necesario por otra parte. Muchos de estos sabandijas metidos a políticos se consideran “elegidos” por el pueblo, cuando apenas fueron votados a falta de otros más presentables. En realidad fueron elegidos por sus mecenas clandestinos y sus partidos. Todos sabemos que éstos sólo son leales a quienes financiaron sus campañas y a los grupos corporativos ajenos al bien común. Si el pueblo es el soberano ¿por qué arman tanta bulla y se resisten a un examen de evaluación? Si temen al dictamen popular, es que intuyen que algo se avecina que resultará imparable… e imposible de prever. Sienten que algo se les irá de las manos y tocan a rebato ante un supuesto despropósito “inconstitucional”, rascándose las vestiduras (sic) y amenazando con juicios políticos o demandas. Ahora, veamos a qué (o a dónde) podría conducirnos un eventual referéndum popular. Supongamos que el Congreso y la Corte salgan aplazados y se pida una reforma constitucional en breve. No hay nada de malo en ello, si la asamblea es convocada, los poderes del estado cesarán en sus funciones durante noventa días. Una vez promulgada la nueva Constitución, se volvería a convocar a elecciones… pero con nuevas reglas claras taxativamente establecidas. Entre ellas la revocatoria de mandato, el voto de los paraguayos en el exterior, una nueva conformación del Poder Judicial despartidizado y aséptico, una redefinición de las instituciones y otras figuras legales que marquen las pautas de un nuevo contrato social. El pueblo no deberá ser invitado de piedra en los asuntos de estado ¡nunca más! Las mafias que sustentan a los partidos y controlan con mando a distancia las instituciones deberán ser eliminadas para siempre. Y ello, no significaría el colapso de la democracia —al decir de los agoreros y oportunistas de la política—, sino todo lo contrario: su fortalecimiento y redención futura… a pesar de los partidos y las mafias económicas que los sustentan. |
Chester Swann Ex periodista, cantautor, escritor y diseñador gráfico, entre otras maneras de perder tiempo sin perecer en el intento. |
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