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Carta ciudadana desde el Paraguay (267)

 

Notas disonantes que rompen la armonía
Previene a los que tocan de oído en política social: Chester Swann

Luque, Paraguay, 4 de diciembre de 2009

Rimski-Kortzakov, Igor Stravinski, Dmitri Shostakovitch, Sergei Prokofieff, Arnold Schömberg, entre otros, dieron origen a las rupturas armónicas atonales, denominadas dodecafónicas, dando un nuevo enfoque a la música culta, a principios del siglo XX. Luego vinieron los músicos de jazz, con sus armonías disonantes y arreglos instrumentales de orquestas basados en armonías progresivas con rupturas de acordes más allá de las clásicas trìadas diatónicas. 

Hasta ahí, todo bien, valga la digresión introductoria. Claro que para lograrlo era menester mucho estudio y disciplina; largos años de quemar pestañas y entrenar el oído en música y teoría de “las perturbaciones” en armonías casi exóticas. 

Ocurre que en nuestro país, los políticos ―al igual que muchos universitarios―, entran por la ventana al oficio buscando ventajas y ―al igual que muchos músicos folclóricos―, tocan de oído. Es decir, pilotean sin brùjula por mares procelosos; hablan doctoralmente desconociendo la lengua y la sintaxis; piensan sofísticamente, sin lógica ni argumentos; analizan problemas sociales sin leer ni comprender; deciden presupuestos macroeconómicos, sin saber matemáticas… y roban descaradamente proclamando honestidad. Hasta serían capaces de acribillar diccionarios para matar las “palabras difíciles”, si me entiende usted. ¡Y eso que varios exhiben títulos universitarios, aunque nadie Magna cum Laude!

Éstos, que se creen los sostenes y paladines de la democracia, se olvidan de sus votantes que no electores, una vez encaramados al poder. Los despiertos y sensibles sabemos que no se puede armonizar tocando de oído, sin ser al menos músicos “de solfa” como decían los orejeros de las polkas kele`e (ditirambos) de APA. 

Y ello viene a cuento ante el pánico que cunde en las cámaras sépticas del mal llamado “congreso ¿nacional?” porque intuyen que se viene la maroma y las organizaciones civiles reclaman una democracia directa. Es decir, participativa y plebiscitaria, vía reforma constitucional.

Éstos, impresentables “representantes” ―de intereses creados, que no del pueblo―, se rascan (sic) las túnicas ante la posibilidad de que, en un futuro cercano, el pueblo unido les pase la factura a los partidos políticos por estos más de cien años de desgobierno. Las cartas están siendo barajadas y de seguro esta vez no habrá trampas ni fraudes partidarios, pese a Mochito y sus paquitos de la ¿Justicia? Electoral.

Ahora, si lo que queremos todos es un país armónico, sin notas discordantes, sin disonancias perturbadoras… hay que estudiar ciencias políticas. Y si los partidos quieren sobrevivir en este siglo, deben formar ciudadanos en el difícil arte de la administación pública, la negociación, las mediaciones y la justicia tributaria. Ya basta de diputados y senadores orejeros, que, además de ignorantes supinos son pedantes, petulantes y dignos de escrache. Y esta, no es una advertencia premonitoria, sino la amable sugerencia de un ciudadano que mira más allá de su nariz y hace tiempo dejó de contemplar su ombligo.

Los años perimidos en que para ser político (tirando a paleolítico) bastaba con la obsecuencia, el reptilismo (una suerte de trepadurismo oportunista) y la “fidelidad” al supremo con garrotes “moderadores”, han quedado atrás. Los tiempos en que bastaba soltar perros de presa (léase policías y pretorianos) para contener multitudes con la ley del Gran Garrote Asustador (GAA), ya se superaron, y ojalá que para siempre. 

Para terminar, básteme sugerir a los partidos que sean escuelas de civismo, antes que asociaciones lícitas para delinquir y guaridas de ratas famélicas en espera del queso. 

Chester Swann Ex periodista, cantautor, escritor y diseñador gráfico, entre otras maneras de perder tiempo sin perecer en el intento.

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