La tiranía de la DESINFORMACIÓN como estrategia de
dominación global. |
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Si
la historia no fuese más que la narración de una serie de antecedentes
de unos accidentes aleatorios, de hechos coyunturales puramente fortuitos,
ésta no tendría mayor interés que cualquier “evento” aislado de
contexto. Ningún historiador deja de procurar hacer inteligibles los
hechos que relata, e intentar hacer comprender su encadenamiento o
concatenación entre sí, ni marginar de dichos acaeceres a quienes supone responsables de
ellos. Cierto que se ha exagerado con frecuencia la importancia de los grandes hombres, reduciendo la historia entera a la narración de sus altos hechos, o también los aparentemente abominables. No es menos indudable que muchas veces se ha abusado del concepto de “la raza”, considerada como una entidad misteriosa y omnipotente, mal definida por lo demás, y que desde ese punto de vista ha podido tener utilidad el “materialismo histórico”. Pero esas ideas ya se han decantado debidamente y poco eco encuentran hoy por hoy en los investigadores serios, que han excluido los estereotipos “nacionales” en sus investigaciones, quedando este concepto ceñido a los caricaturistas. Así,
toda explicación de ese género, quiérase o no, reposa en leyes sociológicas
más o menos explícitamente formuladas.
En cuanto se pretende reunir los hechos determinados, estableciendo
entre ellos una relación casi lógica de causa y efecto, nos apoyamos,
implícita o explícitamente, sobre una proposición general que consiste
en decir que, en todas las circunstancias los hechos de aquella clase se
eslabonan, vinculan por decirlo así, necesariamente.
Ahí
está precisamente lo que se llama una ley, y el oficio propio de la
sociología consiste en procurar descubrir el mayor número de leyes que
regulan y analizan los hechos sociales, políticos, económicos,
culturales y cuanto sirva para alterar un ciclo de la historia humana
“civilizada” o imbecibilizada, según sea el caso del tema que me
ocupa. Desgraciadamente,
la sociología contemporánea es una ciencia en vías de formación, aún
no constituida; se la construye lentamente, y no es seguro que llegue
nunca a reunir o poseer un cuerpo doctrinario sistemático, que permita
explicar los hechos históricos en su conjunto y con rigurosa precisión
“científica”. Deseando
salir de este atolladero de tanteos, se aplica con métodos ingeniosos a
dar con sus generalizaciones iniciales la mayor solidez posible, dentro de
lo aleatorio de las generalizaciones y categorizaciones inevitables. Cada
uno de los hechos particulares es resultado de una serie de juegos,
tendientes a llevar a los acontecimientos sociales en determinada dirección.
Y, he ahí que surgen los cerebros humanos, generalmente ocultos a la
opinión pública, que desarticulan unos hechos para inducir a otros, más
afines o proclives a sus intereses y conveniencias hegemónicas. Lo
que exista de científico en la Historia, es el innegable deseo de llegar
a la verdad, a través del método crítico; es su esfuerzo por describir
correctamente los hechos y aproximar a los que tuvieran relación entre sí
estableciendo sus analogías.
Querer hacer de la Historia una ciencia vigorosa y meramente crónica,
es negarle su razón de existir, ya que las interpretaciones tienen que
ser creativas a veces, en otras subjetivas y hasta poéticas, para no
reducirla al silencio o a la aridez conceptual. Sería
contrario a la naturaleza, negar a la Historia algo de intuición en el análisis
de hechos aparentemente inconexos, y limitarse a la mera recolección de
documentos estériles en sí mismos, si no son previamente abonados con
los fertilizantes de la razón y el corazón. También tenemos derecho a
equivocarnos en ciertas apreciaciones, pese a que soy y me siento más
narrador y periodista que historiador y más humanista que sociólogo. El
tema elegido para este prestigioso concurso internacional, tiene relación
directa con el auge de la nueva superpotencia, emergente tras el aparente
derrumbe y eclipse del sistema soviético y, más agresiva militarmente
tras el 11-S. Ahora, la altiva nación norteamericana está sojuzgada,
interiormente por las draconianas represiones a la información y a las
investigaciones objetivas de dichos sucesos, con sus consecuencias
posteriores a corto, mediano y largo plazo.
Los orgullosos ciudadanos estadounidenses, antes celosos de sus
libertades y derechos civiles, deben optar ahora —miedo mediante— por
una aparente "seguridad", ante el bombardeo mediático de
alertas antiterroristas, a la vuelta de cada esquina de su hábitat... en
trueque de sus libertades y derechos. Pero
la gran paradoja es que, a mayor aparato de seguridad ésta irá
disminuyendo hasta diluirse homeopáticamente en una dictadura represiva e
intolerante, a manos de las derechas fundamentalistas protestantes.
Muchos intelectuales norteamericanos conscientes están alzando sus
voces de alerta al respecto, desde los acontecimientos del 11-S. Pero el
ciudadano medio, desinformado e indefenso ante las ráfagas de
advertencias, apuesta a la falsa sensación de seguridad a trueque de ir
renunciando poco a poco a la libertad, que fuera uno de los motivos de su
existencia como nación. En
realidad la manipulación informativa y la desinformación lisa y llana,
no son nada nuevas para los estrategas de la historia, antigua, moderna y
contemporánea. Desde Sun Tzu a George Bush —sin olvidar al inmortal
Maquiavelo—, no importan los medios si los fines son convenientes para
las razones de Estado y los buenos negocios aderezados con sangre humana,
generalmente inocente. En la mayoría de los casos las víctimas
propiciatorias son civiles ya que, éstas se pierden en el maremágnum
diabólico de las estadísticas anónimas de "daños
colaterales" sin dejar huellas.
Como en Grenada, como en Panamá, como en Santo Domingo, como en
Afganistán... como en Irak, en fin, doquiera exista oposición a sus
designios totalitarios y condiciones leoninas. Quienes
tenemos la capacidad de pensar con nuestra propia materia gris, (perdonádme
el lenguaje intimista con que gusto de contornear las ceremonias y
solemnidades de la letra en pro de una comunicación directa), hemos
guardado un prudente escepticismo ante las "verdades" oficiales,
distribuidas —con diligencia digna de mejor causa— por las agencias ¿informativas?
Como CNN, Fox, Reuter, AP, AFP y otras entidades corporativas al uso
occidental, comprometidas más con ciertos intereses que con La Verdad.
Durante
el desarrollo de esta tarea podrán percibir la perversidad con que los
nuevos aspirantes a tiranos planetarios esgrimen sus
verdades, además de las armas de tecnología punta con que las respaldan.
Es que, ante las reales o supuestas "amenazas terroristas"
(antes eran los “comunistas”, pero ya se han aggiornado
a la búsqueda de “enemigos” funcionales), toda disidencia o
resistencia a la opresión de las voraces transnacionales de las barras y
las estrellas, será demonizada a priori, perseguida y aniquilada donde
sea. Toda interferencia o
sinceramiento informativo endógeno, será motejado de alta traición y el
disenso no tendrá cabida en el Nuevo Orden, excepto para ser usado como
pretexto de represión indiscriminada, unilateral, "preventiva"
o punitiva, de acuerdo a la coyuntura.
Quizá
habría que hurgar en los archivos implacables de la histo-ria para
descubrir lo que esconden las noticias, los informes, los trascendidos,
los comunicados oficiales, eslóganes belicistas y otras artimañas para
despistar a la opinión pública que, así se convierte en la menos pública
de las opiniones. De
esta manera, los pueblos se convierten en objetos pasivos, antes que en
sujetos activos y protagonistas de su historia. Para
mejor ilustración abundaré en ejemplos de ardides informativos, que
guardo en mi no tan frágil memoria de ex periodista, familiarizado con la
autocensura y la manipulación mediática de las masas. Para
concluir esta introducción, añadiré que los hechos más recientes de
las primeras guerras del siglo XXI —con su tendal de víctimas
propiciatorias a Marte y Mercurio, acero y oro—, son pruebas suficientes
de la perversidad de los mega-imperios mercadorizados, herederos de
Fenicia y Cartago. Es
que, en la mayoría de los casos que recuerde la historia, todas las
guerras de dominación y vasallaje respondieron a motivos ¿piadosos?
Bueno, al menos atribuidos a la voluntad de tal o cual dios y la de
sus sacerdotes (sácer = sacrificar, en latín).
Recuérdese que, salvo pruebas en contrario, las guerras son
ofrendas sacrificiales en aras de la riqueza y la opulencia.
Y las víctimas, antiguamente eran los prisioneros o los caídos en
el campo de batalla. Tras la
puesta en saco de los reinos sometidos, surgirían los escribas
asalariados del poder —divinamente humano de los reyes de turno—, para
ensalzar a sus amos y justificar lo injustificable. Tablillas de arcilla,
papiros, estelas pétreas, monumentos, libros, periódicos o registros
informáticos lo ¿atestiguan? para la posteridad. Recién
en las postrimerías del siglo XIX, aparecerían las primeras agencias
informativas que, corresponsales mediante y auxiliados por el entonces
moderno telégrafo, pusieran La Noticia en las redacciones de los periódicos
y en las mentes de las masas. Siempre
dorando la píldora para hacerla más digerible; no fuese que las
conciencias ilustradas y humanistas de las potencias imperiales de
entonces, sufrieran cristianos remordimientos ante las barbaridades y
tropelías de sus ejércitos civilizadores y evangelizadores, en tierras
lejanas de ultramar. Es justo
mencionar que no siempre se soslayaban verdades urticantes, salvo que
afectasen a intereses “amigos”. Eso
no significa tampoco que todos los medios estuvieran en concubinato con el
poder político o económico, ya que existieron, y existen aún,
periodistas que han buscado la verdad (que la hallasen o no, es harina de
otro costal, pero al menos la buscaron sinceramente), en un sano ejercicio
de la duda ante las verdades oficiales o las versiones oficiosas de un
hecho dado. El periodismo de
investigación, al menos hasta donde recuerdo, es una profesión insalubre
teniendo en cuenta la cantidad de profesionales asesinados durante el
ejercicio de la profesión, justamente por el Poder Oculto, que manipula
los hechos con mando a distancia o, por las manos de sicarios asalariados
a tiempo completo al servicio de las mafias.
Mas
lo terrible de la manipulación informativa es la cantidad de personas,
ciudadanos comunes de a pie, que aceptan como encíclicas papales o
verdades bíblicas tales medias verdades o medias mentiras —lo mismo
da—, sin cuestionarlas o pasarlas por el tamiz de la investigación o la
contrastación de datos e informes, simplemente "oyendo todas las
campanas", para que los destinatarios de las informaciones saquen
conclusiones. Por
todo lo mencionado más arriba, no es de extrañar que los servicios de ¿inteligencia?
y las secretísimas agencias a las órdenes del Libre Mercado, manipulen
las informaciones que comprometan la credibilidad de sus gobiernos.
Durante la llamada Conquista del Oeste en el norte, o las campañas
militares contra los aborígenes en el sur, los medios citadinos emponzoñaban
las páginas de los periódicos con las supuestas crueldades de los indios
contra los blancos, soslayando u omitiendo lo opuesto.
También
la esclavitud —atroz y deplorable, por otra parte—, en los Estados
Unidos, el Caribe y Sudamérica, ha sido harto minimizada por los
escritores, historiadores e intelectuales contemporáneos, entre los
siglos XVII al XX, como si la crueldad racista de los anglosajones o los
peninsulares no existiera o fuese simple anécdota en el currículum de
los padres de las patrias americanas. El
despojo a Colombia del istmo de Panamá, construyendo una conspiración
"patriótica" es otro ejemplo de la alevosa perversión de la
política desinformadora de ciertos intereses. Teddy Roosevelt era, pese a
todo, el más brutalmente sincero entre la caterva de políticos que
realizaron el despojo ("I took the canal", diría con una
sonrisa de perdonavidas del oeste, aunque algo oculta por sus mostachos).
La expansión norteamericana en su Mare
Nostrum, no admitía réplicas ni pataleos. Apenas concretaban una
aventura geoestratégica, que ya planeaban otra sobre los despojos aún
tibios de sus víctimas. El
autoatentado contra el acorazado "Maine"
en 1898 —en plena guerra de independencia entre cubanos y españoles—,
fue convenientemente presentado ante el ingenuo pueblo norteamericano,
para predisponerlo emocionalmente contra
España. Como resultado, los
Estados Unidos arrebataron a aquélla: Cuba, Puerto Rico, Filipinas y
otras ínsulas del Pacífico, amén de indemnizaciones al gusto y otras
ventajas. A eso llamaría yo
terrorismo de Estado, pero entonces esas palabrejas aún eran poco usadas.
Bastaba con empuñar el Big-Stick
rooseveltiano para convencer a los remisos y rebeldes.
También
a la banca Morgan correspondió la manipulación del incidente del "Lusitania",
con alto coste de vidas civiles, para lanzar a los Estados Unidos a la
guerra europea, siempre en defensa de los intereses de la alta finanza,
aunque lo ignorasen los ciudadanos. Más
adelante, daré detalles sobre éstos y otros ejemplos de la tiranía de
la desinformación. Existen
hoy, en los propios Estados Unidos, algunas publicaciones fuertemente críticas
al establishment, como las revistas “Dissent”, “The Progressive”,
“The New Republic”, “Mother Jones”, “Mad” y otras
más recientes; pero no llegan al gran público y sólo se
adquieren por suscripción. Es decir, de circulación dirigida. De
todas maneras, intentaré dejar lo menos posible en el tintero, dentro de
la brevedad que no exige, es cierto, pero amerita un trabajo ensayístico.
I Una
parábola para la reflexión La
danza de los dioses Hubo
—según los filósofos, creadores de teogonías alucinadas y mitos epopéyicos—,
un tiempo olvidado de perdidas y deliciosas intimidades entre los mortales y los dioses. Éstos,
decididamente no precisaban preocuparse —y ni siquiera ocuparse,
creemos— de lo cotidianamente problemático y caótico de la
supervivencia terrenal. El
paraíso, en suma. Así, al
menos lo proclaman La Ilíada, El Ramayana, El Libro de Thot y El
Libro de Enoch, uno de los muchos frutos del intelecto mítificador,
es decir: libros llamados apócrifos;
esto es, no autorizados por la ortodoxia. Apócrifo no significa falso ni
herético, sino que tiene la connotación de "secreto" o
simplemente de "paralelo" (para lelos, creo). No
diré cuáles dioses, ya que su cantidad supera a cuanto podamos imaginar,
e incluso cualesquiera de ellos se mimetiza bajo nombres variados, en
distintas culturas. Pero siempre acompañaron el devenir de la humanidad,
desde sus casi inaccesibles parnasos, y lo hicieron encarnando, algunos de
ellos —los menos crueles y más inteligentes— en visionarios, profetas
artistas, poetas, ebrios, idiotas, creadores e imaginativos, al cual más
mentiroso. Es decir: locos de atar. Estos
prometeos (avatares, dirían los hinduístas) —que algunas veces
fueron sacrificados, más por imprudentes que por heroicos o
revolucionarios—, se han jugado poco por los seres humanos, legítimos
herederos de los ángeles caídos. Especialmente, para hacerlos salir de
la imbecilidad primigenia pre-paradisíaca, aunque sea de tiempo en
tiempo. No
todos los dioses reclaman sumisión a los mortales. Los hay, aunque pasen
desapercibidos, quienes se hallan empeñados en librarlos de las cadenas
invisibles de la teología monoteísta (la más peligrosa y alienante). Lo
terrible es que en los dos últimos siglos encarnaron en el planeta los
espíritus más turbulentos que jamás visitaran la Tierra. Desde
Napoleones, Hitlers y Capones, a Sharones y Amines. Es
que, desde Babilonia, Stonehenge y Tenochtitlán hasta nuestros tiempos,
los humanos descubrieron los astros errantes y su aparente relación con
el destino de los humanos, los cambios estacionales y otros fenómenos cósmicos.
Percibidos desde siempre como los vigilantes de la vida, los sabios
de entonces siguieron sus cursos orbitales, aparentemente erráticos,
descubriendo al Tiempo y sus secretos a través de generaciones y
generaciones, anotando cuidadosamente sus posiciones en la eclíptica,
noche tras noche, excepto en las nubladas. A
partir de allí, homo sapiens quiso trepar a los cielos —según relata el mito
babeliano— no cejando en sus intentos, hasta hoy con los resultados que
saltan a la vista: armas espaciales apocalipticas de destrucción;
violencia creciente; tendencias suicidas, involuntarias o no; conatos
masivos de autodestrucción y otros síntomas conocidos por el lector y
las víctimas de la democracia accidental. Y algunos dioses no son ajenos a esto, a juzgar por ciertas
manifestaciones eruditas de investigadores de lo improbable y retóricos
de lo necio. Es
que los dioses, están fuera de nuestro campo de comprensión, a causa de
que muchos de ellos fueron creados y alimentados por nosotros; hasta que
crecieron tanto como para alimentarse de nosotros. Marte y Mercurio;
espada y caduceo, hierro y oro fueron cubriendo los flancos débiles de la
historia; destruyendo a unos en desmedro de otros, en concubinatos y
alianzas de conveniencias. La eterna danza de las divinidades, hechas a
imagen y semejanza de sus devotos, no ha de darse tregua en afán de
poseer y regir parte del planeta y luego el cosmos habitado y no
precisamente con propósitos evangelizadores.
El
aedo Homero fue uno de los primeros en atribuir a los velei-dosos dioses,
las victorias y derrotas de tirios y troyanos en su larga guerra de sitio.
Las victorias de Babilonia contra Asiria eran asunto de dioses:
Marduk o Enlil, contra Assur, como veréis. Los hombres apenas eran
juguetes descartables, carne de lanza, espada o cañón; cuando no de
infamantes suplicios, administrativamente aplicados a los rebeldes e
insumisos (como hoy día, en Abu Ghraib, Guantánamo o Sing Sing).
Thor
hubo desafiado a Odin y Loki a plural combate, en tiempos recientes, lo
cual fue aceptado porque, como se sabe, los dioses son inmortales, y a lo
sumo pueden ser heridos levemente a primera sangre, tras lo cual a veces
viene una inesperada reconciliación; en tanto que los mortales, que
pelean en sus huestes u hordas son quienes por lo general pierden. Y
cuando digo: pierden, ténganlo
por seguro, no será un eufemismo indulgente y frío. Loki
tomó el mando de una parte del mundo y aguardó a que Thor de Germania
diese el primer paso estratégico. Este, que en astucia no es tan pletórico
ni creativo, se ensoberbeció al punto de no esperar el momento propicio y
lanzó sus rayos-martillo contra Anglia y Polansk, donde moraban los
devotos de Odín y Loki, siendo respondido, aunque no de inmediato. El
duelo fue sin duda atroz, y duró no mucho tiempo, aunque las pérdidas
—en vidas, y sobre todo materiales—, fueran abrumadoras.
Aún el planeta, a casi sesenta años de distancia, no se hubo
recobrado de tal danza de dioses, los cuales ahora se emborrachan juntos,
con hidromiel y walkyrias rubias
de agua oxigenada, desprovistas de blindaje, en su wallhala climatizado de Washington, D.C., sin preocuparse de hecatombes y holocaustos, huérfanos y
viudas de extramuros. Totentanz
alucinado de calaveras apocalípticas —que terminaría en un brindis por
la Paz, como si nada—, impregnado de hedor de metales forjados para la
muerte.
Óxidos vacíos y sulfuros crepitantes, macerándose en los
crisoles malditos de las abominaciones.
Es el crimen pluralizado a las más altas cotas deci-bélicas con
ruidos de truenos azufrados de cordita y tolueno.
Y
ahora, participando como invitado de honor de orgiásticas danzas de
guerra, el dios de los ladrones... y del ¿libre? comercio: Hermes, el
veloz portador del caduceo; el cínico y trapacero Mercurio —del alado
casco y la torva sonrisa de la usura— en su rol de gran estafador planetario. Sumándose
a la degradación ecológica de las Arcadias, se luce Venus-Ishtar, la
gran ramera, que brindara su carne impura en Babilonia y en las lupanaria
romanas; embriagada con vinos resinosos de haschich, nepenthe, soma y
ambrosía, concursando para Miss Universo o Miss Playboy.
También los sátiros de Pan —que si bien no son dioses puros,
sino apenas mestizos mediáticos semi divinos— divierten a las
divinidades y los sacian con su lujuriosa vitalidad, participando de la
sagrada y dionisíaca danza sicalíptica. La alegría desenfrenada corre
de boca en boca, de doncellas a efebos, provocando euforias de los
Misterios Eleusinos. El llamado
kikeon báquico (pan de centeno, contaminado con el hongo cornezuelo,
similar al LSD) —comunión pagana del exaltar de los sentidos—, sazona
las fiestas olimpianas de picante sensualidad, exoneradas de la Sagrada
Culpa que sólo atormenta a los mortales y no envilece a los dioses. Pero
en la faz del Valle de Lágrimas subparadisíaco, la realidad se expresa
bajo la bárbara espada del miedo. Mientras los dioses juegan y danzan,
las parcas cosechan lo suyo con sus peones de siega, trastrocando las
leyes biológicas, como lo comentara Erich María Remarque ("Sin
novedad en el Frente"), afirmando que los padres deben enterrar a los
hijos, contrariando a la naturaleza. Total, ya vendrán escribas, historiadores, filósofos,
periodistas y otros notarios mentirosos que han de edulcorar atrocidades
para el futuro. Siempre
exaltando a héroes acartonados y glorias de oropel, empapeladas en libros
inútiles como orejas de sordo. Totentanz;
la danza de las calaveras en su menos simbólica iconografía. Mies
humana, segada en la más dulce juventud. Hasta los propios segadores son
—a su vez— cosechados sin misericordia por las tropas negras de
los imperios, ahora devotos de un tal Jesucristo, desprovisto de mano
izquierda (sólo posee las manos derecha y la ultraderecha, según Pat
Robertson, quien incitara al asesinato, mejor dicho: sacrificio
propiciatorio, del presidente venezolano Hugo Chávez).
La máquina no debe detenerse en pos de los buenos negocios, a
trueque de las vidas descartables, hasta el postrer Göttendammerüng:
el crepúsculo divino y la caída de los dioses al nadir de la ateología
futura. Los
dioses, según sus apologistas, previenen explosiones demo-gráficas
diezmando darwinianamente a los jóvenes, envejeciendo a los
sobrevivientes y realizando sacrificios humanos al Moloch fenicio, al Baal
cananeo, al Dagón filisteo, al Yahveh hebreo y al Mercurio neoyorkino. Y
esto, sin omitir en tiempos pasados al Tezcatlipoca mesoamericano, al Lugh
celta y al dios desconocido que, según cuentan los memoriosos, expía las
culpas de los genocidas para fomentar la impunidad.
Sólo que, a veces, el hambre fuera usado a guisa de cuchillo
sacrificial y las ofrendas, reguladas por el FMI, a plazo fijo y
porcentajes de estafa. Si
antes el dios judeocristiano —por interpósita persona de sus
intermediarios fraudulentos, generalmente predicadores situados a la
ultraderecha de dios padre y doctores en leyes canónicas incumplibles—
pedía resignación, francamente ignominiosa, en nombre de cielos y paraísos
escatológicos, ahora pide oportunidades de redistribución del hambre.
Opta, aunque demasiado tarde, por los pobres, pero el poder de
decidir lo poseen los ricos y opulentos. Y éstos, finalmente, son
quienes proveen de carne de espada y cañón a las huestes divinas. Y se
desangran los mortales para agradar a sus respectivos dioses con el
holocausto infausto de la injusticia y la locura colectiva embarcada en
guerras justas. Las
lúdicas danzas y simulacros de batallas celestiales, ocupan a los dioses
el tiempo que les sobra, para solazar el tedio eternal que los abruma.
A nosotros, los mortales, nos dan oportunidad de evolucionar a través
del dolor, del miedo, de la amargura impotente de quien se sabe juguete de
las potencias cósmicas, al garete de toda conmiseración y al margen de
toda racionalidad. —La
guerra debe continuar —sentenciaron
los Sabios de Iron Mountain, convocados por Rand Corporation y el
presidente Kennedy en 1963—. De lo
contrario el mundo detendrá su evolución para ingresar al caos. —El
progreso tecnológico de la humanidad se forja en las fraguas guerreras de
Hefaistos Hecatombeón y con la lanza de Arés Polemikón
No en el seno de Ceres o Pallas Athenai
—dirá Henry Kissinger, otro emisario de Zeus Tonante, en Washington,
D.C. ante el Senado. —¡No
queremos paz; no!
—graznan los hechiceros de la guerra en sus aquelarres de
jet-set, bajo el signo del Becerro de Oro y El Gran Sello. —Mientras
los elefantes pelean, la hierba queda pisoteada
—gimen en Timor y Chechenia los civiles en la línea de fuego. Totentanz;
danza de las calaveras y siega periódica de vidas en acción. Como en
toda danza, se precisan dos para hacer pareja, a veces más de dos: como
en el amor, como en la guerra. Los dioses tienen todo el tiempo del
universo para perderlo en sus danzas y juegos de guerra en que desangran a
los humanos y otros mortales, que rinden pleitesía de sometimiento a aquéllos.
La danza de los dioses es danza de vida o de muerte, lo que a éstos les
resulta indiferente para su egolatría y perversión. Un
día de 1991, los aprendices de hechiceros de la guerra a bordo de la
fragata norteamericana Vincennes,
decidieron jugar su macabra danza disparando un misil de búsqueda
infrarroja contra un avión de pasajeros iraní, en las aguas del Golfo Pérsico.
Mas de cien pasajeros, ignorantes de las cosas de los dioses, fueron
sacrificados para satisfacer la egolatría del Becerro de Oro. No hubo
sobrevivientes, ni disculpas, por parte de los hechiceros, ni de los
dioses. Sólo dijeron en su
lacónico informe que lo confundieron con un caza hostil, pero que Alá
los acogería en su seno, como lo mandan Las Escrituras.
Estos
ejemplos ilustran cabalmente los juegos divinos que, según los augures y
sacerdotes, arrastran a los mortales a su destrucción irracional, porque
no se puede comprender los propósitos de los dioses —o de Dios, según
los teólogos monoteístas—, ni auscultar en los sagrados misterios de
lo trascendente y lo absoluto. Muchos
mortales tuvieron la osadía de desafiar a los dioses buscando, entre
otras cosas, la inmortalidad. Algunos lo lograron, entre ellos Alexandros
el Magno, quien despreciando su propia vida cortó de un tajo el nudo
gordiano, para poder penetrar en el Asia a combatir a Ahura
Mazda y Ahrimón arrebatándoles el dominio del imperio persa.
Julio Cesar hubo desafiado a Lugh y Teuthates conquistando las
Galias y la inmortalidad; por lo menos en las memorias de los mortales.
A los dioses (y a sus agentes de marketing
en la tierra), nada les sacia a plenitud; nada llena su hambre y
sed de sacrificios de sangre, a menos que, buenamente y sin pataleos
disidentes, sus comanditarios y sátrapas de este mundo terrenal esquilmen
el diezmo de los creyentes. También
la redistribución de la estupidez excitó los afanes lúdicos y dionisíacos
de los dioses del dinero y el big
business, ordenando a sus clérigos la contratación de talentosos
creativos para mantener a los mortales en éxtasis.
En el más imbécil de los estados de nirvana, en la más relajada de las posturas y en la más pasiva de
las actitudes, a fin de no molestar a gobiernos y empresarios con demandas
peligrosas o pensamientos de disidencia. Y esto divierte a los dioses
también ¿por qué no? Recordad
que los grandes dignatarios celestiales enviados a este planeta como
embajadores, o por lo menos chambelanes divinos, han llevado una vida
opulenta y desahogada, con pocas excepciones;
señal de la Gracia, sin duda alguna. No se podría dudar de sus
dones de Ungidos con el santo óleo de algún espíritu de luz. Por lo
menos así lo proclamaban en vida en torno a la Santa Mesa. Tomás
de Torquemada, recibió la iluminada instrucción de quemar cuerpos de
herejes para salvar sus almas. Esta
Totentanz anti renacentista,
costó miles de vidas, sacrificadas al Más Alto, aunque sus almas fueron
salvadas de las llamas eternas (Por lo menos, no hubo reclamos en
contrario). En
la mal llamada (pésimamente, diría)
América Latina, millones de nativos pagaron su tributo de sangre,
sudor y lágrimas, al dios crucificado extranjero... que vino a someterlos
para salvarlos como bien saben. Totentanz, de
cuatro a cinco siglos de duración, hasta que finalmente se llegara a la
extinción total de los antiguos dueños de la Tierra Prometida, para
gloria de las transnacionales bananeras y sus accionistas.
—¡Eretz
Israel! —dirían los financistas de esta evangelizadora cruzada, sin
sonrojarse ni dejar de guiñar a sus accionistas. Y la danza macabra
proseguiría en África, Asia, Oceanía, Medio Oriente y en la propia
Europa, cuna de muchos de los dioses más guerreros y terribles.
E incluso de los más veleidosos e inestables. Totentanz;
göttentanz; el juego eterno de los dueños del destino y árbitros
de la muerte, de los amos del Tiempo y el Espacio, contenido en el
microcosmos aluvial del antiguo paraíso adámico. Nada los detiene. Sus
teólogos, doctos impostores de la mitología deísta universal, seguirán
embaucando a los mortales acerca de las delicias ultrasepulcrales que
aguardan a los sumisos y mansos; a los pobres de espíritu y a los
herederos del reino de la Gran Mentira, guerras, pestes, hambre y
sacrificios mediante, con cíclicos Apocalipsis. Muchos
mortales han de seguir sucumbiendo todavía a la dudosa tentación
de la bienaventuranza eterna y a las promesas de paraísos mahometanos o
nirvanas de ultratumba. Pocos
son los ¿elegidos? que escaparán a esta sutil manipulación de los
sacerdotes, pastores, rabinos, imanes y patriarcas. Muy pocos serán
realmente libres y testigos escépticos de la macabra danza de dioses que
arrasa la Tierra con cíclica regularidad y administrativa eficiencia. Y aún
esos pocos, serán perseguidos por las nuevas inquisiciones, creadas para
preservar la estupidez de la mayoría de los acólitos danzantes y fanáticos
de la teogonía tanatofílica. Los
hombres seguirán matándose entre sí, mientras vivan sus dioses. La
sangría ha de acabar solamente el día en que los mortales matasen a los
dioses, sorprendiéndolos en medio de sus lúdicas y orgiásticas danzas. Y
con ellos, a sus sacerdotes y hechiceros de la guerra que los acompañan
en su eterna y atroz corte clerical de los milagros. Y
ese día, la especie humana se hará libre, si no inmortal, por haber,
tras eras de desigual lucha, conquistado la Justicia.
Claro
que, de no hacerlo y persistir los mortales en seguir sometidos por la
desinformación, quizá para entonces no exista ya la humanidad, o termine
esclavizada por las transnacionales, por los siglos de los siglos. ¿Amén? II La
guerra en Cuba entre los criollos, españoles y los mambises se hallaba en
stand-by, sin avances ni
retrocesos en i897. El corresponsal y un dibujante destacados en el frente
de lucha por la cadena Hearst encabezada por The New York Journal, aburridos y rascándose las picaduras de
mosquitos y el sudor, enviaron un cable a su periódico:
AQUÍ NO HAY GUERRA STOP NO
HAY NADA QUE DIBUJAR STOP ¿CUANDO REGRESAMOS? STOP. El
propio William Randolph Hearst respondió en la brevedad:
USTEDES PÓNGANME LOS DIBUJOS
STOP QUE YO ME ENCARGARE DE PONER LA GUERRA STOP. Pero
avancemos un tantico, hacia la misteriosa explosión del acorazado
norteamericano "Maine" en el puerto de La Habana, el 15 de
febrero de 1898, que provocó la guerra contra España, y la despojara
de sus territorios ultramarinos insulares: Cuba, Puerto Rico,
Filipinas y otros, además de naves de guerra e indemnizaciones en
efectivo exigidas por el vencedor. El
Presidente de entonces, William McKinley pensó quizá que había valido
la pena sacrificar doscientos sesenta y seis tripulantes de los
trescientos cincuenta y cinco del buque, a cambio de tales ventajas geopolíticas.
Razones de Estado, y está todo dicho.
El desaforado grito de "Remember the Maine!" resonó de
costa a costa, azuzado por los magos negros de la desinformación y el
arrollador desembarco de los Rough
Riders del inefable Teddy
Roosevelt. En
la realidad, fue sólo cuestión
de forzar el fuego de las viejas calderas, cerrando las válvulas de
seguridad. El vetusto barco hizo explosión en su sala de máquinas,
ignorando los marinos de a bordo lo que ocurría.
Tan sólo la oficialidad (que estaba convenientemente a salvo en
tierra), se hallaba al tanto del bluff,
que no sería el primero ni el último incidente
autoprovocado en busca
de generosas ventajas geopolíticas, aunque la historia oficial lo niegue. La
cadena Hearst no fue tampoco la única en "ayudar" a provocar
sospechosos incidentes y
manipular información en
pro de sus intereses (Es que
las malas noticias venden más, y Hearst no era ajeno ni indiferente a tal
premisa.). Tan sólo The
Washington Post eficientemente administrado por la editora Katharine
Myers-Graham, pudo haber sido la mosca en la sopa, al exigir
idoneidad e integridad a su plantel desde la primera mitad del
siglo pasado, aunque el propio Joseph Pulitzer (“The New York World”) era tan ético como su
colega Hearst, si de manipular información escabrosa para vender se
tratase. Mas tampoco el Post
no es de fiar, ya que su actual director: Donald Graham es
"socio" del Club de Bilderberg. Es
cierto que la opinión pública tiende a deificar o, al menos, a
santificar a la prensa, especialmente en el primer mundo, otorgándole un
aura de credibilidad en demasía. Mas
no es menos cierto que el rótulo de "prensa independiente" es
tan inexacto cuan inmerecido. Pueden existir periodistas
independientes o ecuánimes,
pero, por lo general la prensa, especialmente la de masas, está casada en
matrimonio de conveniencias con las empresas que anuncian en sus páginas
o con las administraciones políticas
afines a sus intereses. El
caso del acorazado "Maine", ilustra cabalmente la política de
las conveniencias, el terrorismo de Estado y la manipulación de la opinión
pública en pro de la política de anexión geofágica, especialmente en
los Estados Unidos. Durante
la Guerra de Secesión, ambos bandos practicaron la piratería, la
desinformación, el espionaje y todos los trucos que demanda cualquier
guerra que se precie de tal. No iré a detallar pormenores que pueden ser rastreados en
cualquier libro de historia no oficial o documentos ya desclasificados por
inocuos; pero uno de los casos más repulsivos de la historia contemporánea,
fue el del "Lusitania". Este
barco de línea mixta (carga y pasaje) transatlántica, de bandera
inglesa, fue víctima (con su pasaje civil, además) de las turbias
maquinaciones de la banca Morgan. Su hundimiento por torpedos alemanes en
1915, fue utilizado como pretexto para involucrar en la guerra europea al
pueblo norteamericano, ignorante de las razones urgentes de la alta
finanza en pro de sus lucros. En
1906 y 1908, John Pierpont Morgan, contraviniendo a la ley que prohibía
expresamente la exportación de capital (papel moneda y valores) y los
monopolios, realizó sendos préstamos a Francia e Inglaterra (entre 12 a
15 millones de dólares). Al estallar la guerra en 1914, Morgan intentó convencer al
presidente Woodrow Wilson de intervenir en una guerra lejana y ajena, tan
sólo para proteger el capital invertido.
Wilson, cuya plataforma política fue la neutralidad, denegó la
intromisión norteamericana, aconsejado por su secretario de Estado
adjunto William Jennings Bryan, quien abominaba las guerras y, en mayor
medida, a las motivadas por intereses
ajenos a la patria. Ante
las negativas, el banquero internacional abogó por el suministro de créditos
en mercancías (lo que no contravenía a la ley Sherman), a sus aliados
europeos. Wilson consintió
en ello, con la venia del Congreso y Morgan se ocupó de negociar una
partida de armas y municiones de algunas de sus empresas asociadas:
Winchester Arms; Remington Arms y Union Metallic Cartridge, de Dodge,
Illinois. para los británicos, a ser desembarcados en Belfast, Irlanda.
El "Lusitania" fue el elegido para la noble tarea de
transportarlas, sin advertir a los pasajeros que viajarían sobre un
polvorín. Por otra parte,
los agentes de Morgan avisaron discretamente al embajador alemán en México
sobre el cargamento que transportaría el "Lusitania", y poco
tardó éste en avisar a Unter den Linden, en Berlín. Por entonces, los Estados Unidos
mantenían tirantes relaciones con México e intentaban imponer
condiciones vergonzosas a Victoriano Huerta3, que al ser rechazadas por éste,
motivó el bombardeo naval de Veracruz poco antes, el 21 de abril de 1914,
con víctimas civiles y daños materiales. El
almirantazgo alemán declaró al "Lusitania" como objetivo
militar y un submarino se encargó de enviarlo a pique en medio del Atlántico
Norte en 1915. La opinión pública
norteamericana, emotiva y a veces irracional, pidió la guerra... y la
obtuvo. Naturalmente, los medios de prensa adictos a Morgan hicieron
su parte para motivar a la ciudadanía, que hizo largas colas en los
centros de reclutamiento de Tío Sam para viajar a Europa, y no
precisamente a hacer turismo. Desde
la Revolución soviética,
antes y durante la Guerra Fría, los medios de comunicación, dirigidos
desde Washington, D.C. con mando a distancia, sembraron cizaña contra
todo cuanto oliese a pensamiento de izquierdas o, simplemente alternativo,
contribuyendo a sofocar cualquier conato de disidencia en toda la geografía
de lo que creía su patio trasero, tal como hicieran los soviéticos en
sus áreas de influencia, tras “la cortina de hierro”.
Mas desde los días de la Revolución mexicana, la prensa
norteamericana y la de sus aliados, dieron en satanizar las figuras de los
caudillos agraristas: Pancho Villa
y Emiliano Zapata, ambos
asesinados por las logias de terratenientes ilustrados.
Mas es casi seguro que alguien, desde el norte del Río Bravo, lo
ordenó expresamente. El
caso de los anarquistas Niccola
Sacco y Bartolomeo Vanzetti, es otro producto de la manipulación
informativa en los años locos de la Ley Seca, aunque es justo reconocer
que ambos fueron absueltos ¡37 años después de su ejecución! Ferdinand
Lundberg describe con meticulosos detalles la venalidad de la prensa,
de los políticos y de las transnacionales, en su trabajo de investigación
"America's Sixty Families", acerca de las grandes fortunas
contemporáneas, abarcando el período 1862 a 1937 (The Vanguard Press,
Inc. 1937— The Citadel Press, New York, 1940).
La editorial Palestra de Buenos Aires (1965), ha publicado la
traducción de este libro en su colección Historia Viva, que recomiendo a
los investigadores. Pero
la desinformación, aparentemente, estaba en todos los estamentos públicos
y privados, pues los grandes intereses así lo exigían. Max Warburg,
fundador del Council of Foreign Relations (CFR) en 1921, fue en su
momento, con su hermano Paul Moritz Warburg uno de los creadores de la
Federal Reserve y discípulo dilecto del ¿filósofo? Leo Strauss. Varios
de los miembros del gobierno de los Estados Unidos, tienen un punto de
vista común, ya que casi todos ellos fueron discípulos del filósofo
alemán, que viviera en el país desde 1938, según el analista político William Pfaff, como sigue: "Strauss creía que las verdades
esenciales acerca de la sociedad y la historia humana debían ser
mantenidas por una élite y no reveladas a quienes carecieran de la
fortaleza suficiente para asumir la verdad.
La sociedad necesita que le cuenten mentiras reconfortantes." "Argüía que es demasiado
difícil que el pueblo admita la verdad. Así pues, ha sido
necesario mentir a las masas acerca de la naturaleza de la realidad política." "Sin embargo, una élite reconoce la
verdad y se la reserva para sí. Ello les proporciona una comprensión e, implícitamente, un
poder que otros no poseen. Este es, obviamente, un elemento importante del
atractivo de Strauss para los neoconservadores y liberales" "En mi opinión, su elitismo plantea
una racionalización de los principios de la viabilidad política y de las
"mentiras necesarias" que deben contarse...". Estos
axiomas, si así pudiera llamárselos, han sido aplicados a rajatabla por
las plutocracias y las elites económicas en el poder político que aspira
a ser mundial.
Los
laberínticos intereses de hogaño, casi todos vinculados al petróleo,
armamentismo, finanzas, lavado de dinero, contrabando e industrias anexas,
tienen misteriosas conexiones con inversores sauditas y los grupos
operativos de inteligencia, que, finalmente, maquinan lo que debe
filtrarse a la opinión pública y lo que debe silenciarse. Las
mentiras propaladas antes de la invasión a Irak, acerca de hipotéticas
armas de destrucción masiva y otras zarandajas, no hacen sino corroborar
los poco neutrales motivos de quien esto escribe.
O el caso Valerie Plame, por ejemplo. Su esposo Joseph, quien
siendo diplomático se negó a refrendar tales mentiras, fue destituido
del servicio y Valerie Plame mencionada como agente de la CIA, lo que
desató un escándalo y llevó a la periodista Judith Miller
a la cárcel por violar la identidad de un miembro del servicio
secreto y por negarse a revelar sus fuentes por ética profesional.
Finalmente,
un oscuro secretario del vicepresidente Cheney, Lewis Scooter
Libby, confesó ser el autor de la infidencia... por orden presidencial.
Los hechos que menciono, por ser de reciente data están al alcance
del lector y confirman la necesidad de que el público reciba información
sincera. Y si la prensa la niega u oculta, debe buscarla por otros medios.
Los
ataques de esa prensa contra el actual gobierno de Venezuela
—por parte de los comanditarios de la democracia ab
U.S.A.— son constantes y evidentemente interesados en tener otro
Marcos Pérez Jiménez allí como sátrapa.
Por ser de interés, estimado lector, en este trabajo citaré
algunas referencias importantes sobre las opiniones de la intelectualidad
norteamericana, en torno a la dudosa guerra de Bush contra el terrorismo,
que realmente se iniciara mucho antes del 11-S, como veréis. Norman
Mailer, Noam Chomski, Susan Sontag, Michael Moore y muchos más, han
criticado acremente la política "informativa" de los halcones
del Pentágono, tendientes a crear confusión planetaria acerca de las
reales intenciones de fagocitarse el planeta con todo lo clavado y
plantado. El
prestigioso periódico alemán Welt
am sonntag
publicó un ácido comentario de Norman Mailer, donde éste
sostenía que el pueblo norteamericano debe preguntar a su gobierno
"por qué nos odian tanto", sugiriendo que el imperio está
quitando a los pobres del mundo lo único que tienen: sus raíces
(20-09-2001). Richard
Rorty, conocido filósofo norteamericano, aseveró que "cada vez
que los Estados Unidos llevan adelante una guerra, los derechos civiles,
los derechos ciudadanos frente al Estado se vieron y verán afectados.
Pero en este caso, nos irá peor". El catedrático de Stanford, fue
entrevistado por Die
Zeit, prosiguiendo: "El machismo a lo John Wayne, que nos
llevó a seguir matando inocentes en Vietnam, a sabiendas de que perderíamos
esa guerra, sigue dominando la política de Washington". Por otra
parte, puso en duda que se estuviera informando verazmente a la ciudadanía
y al mundo, sugiriendo que "ellos tienen mucho que ocultar". José
Saramago,
Susan Smith Nash, Susan
Sontag, Darío Fó y muchos
ilustres artistas, filósofos y pensadores del mundo, condenaron la
irracionalidad del "ataque a
los Estados Unidos", pero pidieron indagar en sus causas profundas,
que obligan a los miserables a sacrificar sus vidas para devolverles golpe
por golpe. Mas al mismo tiempo condenaron la desproporcionada reacción
que provocó un genocidio de civiles, muchos de ellos niños de corta
edad, como si hubiera que matarlos en la infancia para que no crezcan
"terroristas". Bastaban
las ensangrentadas imágenes de estos niños para imaginar la barbarie de
una autoproclamada superpotencia mundial y gendarme de la democracia, y
sus ocultas motivaciones que en el futuro robarán el sueño a millones de
seres, conscientes o no de la injusticia. Darío
Fó señalaba con estupor: "Mientras
los títulos de las acciones perdían un diez por ciento en pocos minutos,
los especuladores petroleros ganaban más de diez dólares por barril.
Hasta el Euro, medio tambaleante con pasos de recién nacido, se irguió
de pronto mientras los banqueros chupaban buenos decimales; decidiendo que
nadie cerrase las bolsas, ni siquiera por respeto a los cadáveres aún
frescos e insepultos. La bestia feroz del capitalismo hundía sus dientes
en la carne de los muertos y fortunas luminosas se constituyeron en pocas
horas. No hay de qué sorprenderse. Los grandes especuladores chapotean
dentro de una economía que mata cada año millones de niños y adultos en
la miseria. ¿Qué quieren que sean los miles de muertos de New York? ¿Mercancía
ideológica?". Continuaba
diciendo el Premio Nobel Darío Fó: "Esas
muertes hacen inmensamente felices a aquellos que han hecho millonarias
ganancias con los miles de muertos, en pocas horas, especulando sobre el
precio del petróleo y las armas, y brindando alegremente los jefes del
terrorismo, ebrios de felicidad con generales y almirantes, cansados de
esta paz rastrera que amenaza cada día a los accionistas de los
fabricantes de bombas y minas antihombre. Total, mañana los
cazabombarderos descargarán su muerte sobre aldeas inermes con la excusa
de castigar a los culpables; mientras los lobbies de las hienas empujarán
para dignificar los gastos militares, aún sabiendo que las modernas
tecnologías impiden que ni siquiera los ricos se sientan seguros en sus
blindadas madrigueras". Y
terminaba proponiendo una receta concreta: "Saquemos
nuestro dinero de sus bancos, que financian la venta de armas; quitemos
nuestros ahorros de la economía del dolor; dejemos de comprar carburantes
Esso y Shell, y los productos Nestlé y la chatarra MacDonald’s.
Convirtamos nuestros autos a gas y pongamos nuestros ahorros en
inversiones éticas. Abandonemos los seguros conectados al sistema de La
Muerte. No compremos zapatos de quienes usan niños esclavos en sus fábricas;
no comamos alimentos contaminados con la química, que también produce
altos explosivos, ni seamos esclavos de las marcas. La locomotora del
capitalismo salvaje apunta hacia la guerra y la destrucción del planeta.
La única posibilidad es cortarles el carburante con que alimentan su
caldera enseguida. Mañana será tarde".
Por
considerar de interès, reproduzco in
extenso esta carta, bastante explícita por cierto, de un ex militar
norteamericano quien, tras retornar a la vida civil y hacerse sacerdote
católico, pudo entender lo que significaba la política de su gobierno: Carta
Del Obispo de Florida, Robert
Bowan [1] (United
Catholic Church, Melbourne Beach, Fl) 14
de setiembre del 2002. Sr.
Presidente: Cuente
la verdad al pueblo, Sr. Presidente, sobre el terrorismo.
Si los mitos acerca del terrorismo no son destruidos, entonces le
amenaza continuará hasta destruirnos por completo. La
verdad es que ninguna de nuestras millares de armas nucleares puede
protegernos de esa amenaza. Ni el sistema de "guerra en las
estrellas" —no importa cuán técnicamente avanzado sea ni cuantos
trillones de dólares se hayan gastado en él—, podrá protegernos de un
arma nuclear traída en un barco, avión o auto alquilado. Ni siquiera
ningún arma de nuestro vasto arsenal, ni siquiera un centavo de los U$S
270.000.000.000.000 (sí, esos mismos doscientos setenta billones de dólares)
gastados por año en el llamado "sistema de defensa" puede
evitar una bomba terrorista; esto es un hecho militar. Como
teniente general retirado y frecuente conferencista en asuntos de
seguridad nacional, siempre cito el salmo 33: "Un rey no está a
salvo por su enorme ejército, así como un guerrero no está a salvo por
su enorme fuerza". La reacción obvia es: "¿Entonces, qué
podemos hacer? ¿No existe nada que podamos hacer para garantizar la
seguridad de nuestro pueblo?". Existe.
Pero para entender eso, precisamos saber la verdad sobre la amenaza. Sr.
Presidente, Ud. no contó al pueblo americano la verdad sobre por qué
somos el blanco del terrorismo, cuando explicó por qué bombardearíamos
Afganistán y Sudán. Ud. dijo que somos blanco del terrorismo porque
defendemos la democracia, libertad y los derechos humanos del mundo. ¡Qué
absurdo, Sr. Presidente! Somos
blanco de los terroristas porque en la mayor parte del mundo nuestro
gobierno defendió la dictadura, la esclavitud y la explotación humana. Somos
blanco de los terroristas porque somos odiados. Y somos odiados porque
nuestro gobierno ha hecho cosas odiosas. ¿En cuántos países agentes de
nuestro gobierno depusieron líderes
popularmente elegidos, sustituyéndolos por dictadores militares,
marionetas deseosas de vender su propio pueblo a corporaciones
norteamericanas multinacionales? Hicimos
eso en Irán (1952) cuando los marines y la CIA derrocaron a Mossadegh
porque él tenía la intención de nacionalizar el petróleo. Y lo
sustituimos por el Shah Reza
Pahlevi y armamos, entrenamos y pagamos a su odiada guardia nacional —la
Savak—
que esclavizó y embruteció el pueblo iraní, para proteger el interés
financiero de nuestras compañías de petróleo. Después de eso, ¿será
difícil de imaginar que existan en Irán personas que nos odien? Hicimos
eso en Chile, hicimos lo mismo en Vietnam, mas recientemente intentamos
hacerlo en Irak. Y claro, cuántas veces hicimos eso en Nicaragua y otras
repúblicas de América Latina. Una
vez tras de otra, hemos destituido líderes populares, que deseaban que
las riquezas de su tierra fueran repartidas entre el pueblo que las generó.
Nosotros los reemplazamos por tiranos asesinos, que venderían a su propio
pueblo para que, mediante el pago de abultadas propinas con que engordar
sus cuentas particulares, las riquezas de su tierra pudieran ser tomadas
por la Domino
Sugar, la United Fruit
Company, la Folgers, y por ahí va todo. En
cada país, nuestro gobierno obstruyó la democracia, sofocó la libertad
y pisoteó los derechos humanos. Es
por eso que somos odiados en todo el mundo. Es
por eso que somos el blanco de los terroristas. El
pueblo de Canadá disfruta de la democracia, la libertad y los derechos
humanos, así como Noruega y Suecia. ¿Ud. escuchó hablar de embajadas
canadienses noruegas o suecas siendo bombardeadas? Nosotros
no somos odiados porque practicamos la democracia, la libertad o los
derechos humanos. Somos
odiados porque nuestro gobierno niega esas cosas a los pueblos de los países
de tercer mundo, cuyos recursos son codiciados por nuestras corporaciones
multinacionales. Ese
odio que sembramos se volvió en contra nuestra para asombrarnos, en forma
de terrorismo y en el futuro, terrorismo nuclear. Una vez dicha la verdad
sobre por qué existe la amenaza y una vez entendida, la solución se
torna obvia. Nosotros
necesitamos cambiar nuestras costumbres. Liberémonos de nuestras armas
nucleares (unilateralmente si es posible) y mejorará nuestra seguridad.
Alterando drásticamente nuestra política exterior, la asegurará. En lugar de mandar a nuestros hijos e hijas a todo el mundo, para matar árabes de modo que podamos tener el petróleo que existe debajo de sus arenas, deberíamos mandarlos para que reconstruyan sus infraestructuras, proveerlos de agua limpia y alimentar a sus niños hambrientos. En
vez de continuar matando diariamente a millares de niños iraquíes con
nuestras sanciones económicas, deberíamos ayudar a los iraquíes a
reconstruir sus usinas eléctricas, sus estaciones de tratamiento de agua,
sus hospitales, y todas las otras cosas que destruimos y les impedimos
reconstruir con sanciones económicas. En
lugar de entrenar terroristas y escuadrones de la muerte, deberíamos
cerrar la Escuela de la Américas para siempre. En
vez de sostener las revueltas, la desestabilización, el asesinato y el
terror alrededor del mundo, deberíamos abolir la CIA y dar el dinero que
ella gasta a agencias de asistencia. Resumiendo,
deberíamos ser buenos en lugar de malos, y de serlo, ¿quién iría a
intentar detenernos? ¿Quién nos iría a odiar? ¿Quién nos iría a
querer bombardear? Esa
es la verdad, Sr. Presidente. Eso es lo que el pueblo norteamericano
precisa escuchar. El
periodista de investigación norteamericano Craigh
Unger, ha denunciado en un sesudo y documentado libro ("Los Bush
y los Saud") las relaciones de casi concubinato entre los clanes más
poderosos de los Estados Unidos (la numerosa familia Bush, Frank Carlucci,
Richard Cheney, James Baker, Paul Wolfowitz, Donald Rumsfeld, Condoleezza
Rice y otros que lo rodean), con los adinerados sauditas. Especialmente
con miembros de la corrupta familia real y del Binladin Group4 . Es
escandalosamente evidente que la prensa doméstica en los Estados Unidos,
está también vinculada a los grupos de poder
económico. No tanto
por lo que dicen en sus páginas, sino por lo que callan, ocultan o, en el
mejor de los casos, se limitan a desmentir
o distorsionar. También
en el imperio de la libre expresión esconden basura bajo la alfombra. Algunos
periodistas de la llamada
"prensa alternativa", como el español Bruno Cardeñosa o el
francés Thierry Meyssan, de la Red Voltaire, no han vacilado en poner en
duda los informes oficiales en torno al 11-S. Y hasta me atrevería a
aseverar, sin temor a equivocarme, que los verdaderos autores de dichos
atentados, no son ajenos al poder político, económico y militar
norteamericano. Existen numerosas evidencias que desvinculan a los supuestos
terroristas islamicos y, en
cambio, apuntan a los "iniciados", que tanto el FBI como la
prensa, fueron dispensados de investigar cuanto se ha ocultado en nombre
de la "seguridad nacional" (¿No os suena conocido este rótulo?). Es
bueno refrescarse la memoria dentro de los tejemanejes de la historia
contemporánea, para tener los sentidos en alerta roja, ante un proyecto
totalitario en cierne que, con el eufemístico nombre de "globalización"
intenta someter a las naciones más débiles a su órbita.
Una de las armas, es la diplomacia
del dólar o, como la llama Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía
2001, la sobornización de los líderes políticos. Las armas militares de
tecnología punta, ya las conocemos a través de las asépticas
transmisiones de CNN y sus "guerras Disney" en vivo, con mucha
pirotecnia y poca efusión sanguínea, e incluso "aptas para
menores". Pero
la más incisiva y diabólica de sus armas, si cabe el término, es la
desinformación y la ocultación de la verdad.
En capítulos posteriores, desglosaré algunos hechos recientes que
intentan ocultar acerca de los
atentados del 11-S y que remiten nuevamente al autoatentado del "Maine". Evidentemente,
para los halcones (exculpo de esto al pueblo norteamericano, más
responsable de ignorancia supina que de mala fe) existen los
"buenos" y los "malos, como en películas del oeste de
clase C. Los primeros, son quienes acogen con sonrisas las imposiciones
unilaterales de tratados de libre comercio y políticas de Estado afines a
sus intereses y a los de sus transnacionales, devoradoras de recursos.
Los segundos, son gobiernos poco renuentes a aceptar de buen grado
sus leoninas imposiciones y
firmemente reluctantes a renunciar, total o parcialmente, a su soberanía.
Entrambos, coexisten los llamados "no alineados" o eufemísticamente,
los café-con-leche, que, si bien no son gravitantes en la política
mundial, buscan pactos con dios y el diablo para subsistir.
De éstos últimos no vale la pena ocuparse en detalle, aunque
justo es mencionarlo; son gobiernos moderados de
izquierdas, como el de
Chile, que no ha dudado de incorporarse al ALCA, para no ser avasallados
como en 1973. Y no los culpo
de ello. Es difícil negarse abiertamente, siendo o sintiéndose sardina,
a las demandas del tiburón. Entre
los "malos", se cuentan Corea del Norte, Libia, Irán, Cuba,
Venezuela Bolivariana, Yemen del Sur, Marruecos, Argelia, República
Democrática del Congo y pocos más, que aún no inclinan la cerviz a los
intereses y angurria de las
transnacionales primermundistas y la Gran Usura. También están en lista
negra las naciones que suscribieron el Tratado de Roma
sobre crímenes de guerra, genocidio
y vinculante a la Corte Penal Internacional, pues el emperador no
admite que sus legionarios puedan ser juzgados en territorio extranjero
por excederse —digamos, eufemísticamente—, en su deber sagrado de
luchar contra el terrorismo con armas no del todo limpias.
Tampoco el tratado de Kyoto sobre calentamiento global y emisión
exagerada de gases de invernadero, goza de las simpatías del nuevo César
tejano. El
ex embajador en Paraguay, John Keane, quiso presionar al gobierno para
adherir a un tratado bilateral que exonerase a las tropas de Estados
Unidos del engorroso trámite de la Corte Penal Internacional, pero
curiosamente, el presidente Nicanor Duarte no lo hizo, alegando que adhería
al Tratado de Roma y ya estaba ratificado por el Congreso Nacional.
Keane
debió tragarse el sapo y no insistir demasiado.
Tampoco Paraguay accedió a enviar contingentes militares
a la guerra de Irak, por razones obvias, que la España de la
aznaridad las conocen muy bien. A pesar de ello, aún mi país sostiene
relaciones con Estados Unidos; pero está condicionado por el Mercosur a
no firmar tratados bilaterales de extrazona.
De
todos modos, el senado paraguayo concedió inmunidad a las tropas de
ocupación norteamericanas en el Paraguay por presión de Donald Rumsfeld
(2005) a través del procónsul imperial, John Keane.
Mas
tampoco el formar parte de algún "bloque" regional de cualquier
índole es un escudo o siquiera paraguas, para reducir la penetración de
intereses exógenos en un país determinado.
Paraguay, pese a su relativa pequeñez y exigüidad geográfica,
tiene una posición estratégica en el centro de América del Sur.
También está sujeto a sospecha de poseer petróleo y gas natural,
además de uranio y otros minerales codiciados. Pero el Acuìfero Guaraní
no es una sospecha sino una convicción.
Una
oscura empresa, cuyo presupuesto anual es de 160.000.000 de dólares (un
contrato vitalicio con la secretaría de Defensa): Rand
Corporation, tiene como oficio la prevención estratégica de
situaciones de riesgo, esto es, a largo plazo, de los problemas derivados
de futuras guerras, armas devastadoras, escasez de recursos y anexos.
Fundada a fines de la década de los cuarenta, ha operado como una
suerte de oráculo high-tech del gobierno de los Estados Unidos. Especialmente en geopolítica
y asuntos militares. La Rand ya ha previsto la futura escasez de petróleo
y otros combustibles fósiles para el 2080, por lo que la conquista de
recursos es prioritaria para las transnacionales de la carroña de
dinosaurios y otras fuentes de energía no renovables.
Mas
también el agua será un recurso estratégico que, si bien es renovable o
no escasa a corto o largo plazo, sí es degradable.
Sea por contaminación u otras causas.
Es cierto que el agua puede ser tratada o depurada, pero los costes
son onerosos aún para los ricos. En
muchos países sudamericanos, no afectados aún por altos impactos
ambientales, como el Paraguay, todavía es posible beber agua de los
grifos públicos (aunque el agua corriente es inaccesible a un gran
porcentaje de la población rural, las fuentes naturales son limpias). En
las ciudades primermundistas, el agua de beber se vende envasada al público,
por razones obvias, ya que las aguas superficiales están poluidas. La
ventaja del Acuífero Guaraní, según el ahora presidente del Banco
Mundial, el halcón Paul Wolfowitz, es que no requiere de tratamiento,
filtrado ni esterilización. Es potable desde las fuentes, pura y con alto
contenido de minerales benéficos... y además, codiciable. De
seguro las multinacionales de servicios intentarán imponer una
privatización de dicho recurso natural, para manejar un mercado cautivo
con empresas monopólicas. Hay que estar informados sobre el particular, no fuese que
nuestro futuro sea sediento y sin ozono, por no poder pagarlos. III ¿A
quiénes se los denomina "iniciados", en la jerga bursátil de
los brokers ? Es una figura
que está penada por la ley norteamericana, y se refiere a quienes
utilizan información privilegiada para lucrar con inversiones bursátiles
(Acciones y Valores). Tanto
para las ofertas de venta (put
options), como las de compra (stock
options). Tampoco la
prensa habla mucho de ello, ya que el FBI y otros organismos, han vedado
cualquier investigación al respecto de los movimientos bursátiles que
han tenido lugar poco antes del 11-S. Muchas
empresas vinculadas a tales hechos, como las que tenían su sede en las
Torres Gemelas (World Trade Center) y en el WTC 7, llamado Torre Salomón,
contiguo a las anteriores, experimentaron ofertas de venta de sus
acciones, las que tras los atentados... cotizaron en baja. También
“American Airlines” y “United”, cuyos aviones fueron destruidos en
los ataques, cotizaron a pérdida tras el 11-S. Quienes vendieron las
acciones días antes, tuvieron ganancias netas de casi 2 mil millones de dólares.
Por el otro lado, empresas que antes del 11-S cotizaban en baja,
como Chevron-Texaco, Unocal, Halliburton, Harken Energy, Zapata Oil, Enron,
BP-Amoco, Carlyle Group, Raytheon, Rand Corporation y otras, vinculadas al
clan Bush y su gabinete, repuntaron tras el 11-S beneficiando a los
compradores de sus acciones en varios millardos de dólares. Todos los
vinculados a las misteriosas transacciones eran, evidentemente "insiders"
(Los que están “adentro” del aparato del poder) que sabían
lo que iba a pasar, actuando en consecuencia.
La
empresa alemana Convar, experta
en rescate de información de discos duros dañados, trató de hurgar en
las ruinas del complejo WTC, durante los trabajos de limpieza, pero no
sabremos de inmediato los resultados de la búsqueda de agujas en pajares
de cemento. Las pruebas contra los misteriosos insiders, quizá hayan desaparecido entre las pavesas del WTC 7,
misteriosamente derrumbado, ese mismo día a eso de las cinco de la tarde,
tras un más que sospechoso incendio y explosión en los pisos 3, 9 y 10, casualmente
alquilados por la CIA. También la Comisión de Valores de los Estados
Unidos se negó a proseguir con las investigaciones, que podrían dar con
los beneficiarios de esas operaciones
bursátiles de ciencia-ficción. La
norma, cuando se está ante hechos criminales de esta naturaleza, es
buscar a quiénes
benefician. Es sólo
seguir la pista del dinero y a qué manos fue a parar.
Esta norma fue violada por las agencias de seguridad, brindando
impunidad a los cerebros ocultos que estarían detrás de los atentados
del 11-S, que no fueron precisamente
fundamentalistas islámicos.
La película de Michael Moore "Fahrenheit 9-11", basada
justamente en el libro de Craigh Unger, sugiere que, si el poder político
norteamericano se niega a transparentar información, es que tiene mucho
que ocultar. Sin
embargo, la desmedida represalia contra Afganistán, afectó a a niños,
ancianos, mujeres y no a presuntos terroristas.
Los ahora cautivos en Guantánamo, nunca han estado en los Estados
Unidos, y sin embargo están ¿encausados? bajo la ley marcial, torturados
al límite y sin posibilidad alguna de juicio legal o defensa. ¿Esa es la
democracia delictiva de “Insiders” que pretende
imponerse en el
planeta? Pero hay más. ¿Qué
se hizo del vuelo 77 que, supuestamente, impactó en el Pentágono?
No hay, en miles de fotos tomadas a minutos del hecho, evidencias
de un choque aéreo contra el edificio más protegido del mundo.
Los rastros dejados en la fachada no corresponden a un avión
Boeing 757 de más de cien toneladas de peso.
Tampoco quedaron restos de alas, cola, tren de aterrizaje ni nada
parecido en el lugar. Según
quienes estuvieron por las cercanías, no vieron avión alguno por allí,
sino apenas un aparato pequeño, veloz y ¡muy maniobrable!
El rastro GPS del aparato, que hizo un giro de 270 grados antes de
impactar, tampoco corresponde a un avión de gran porte, lo que deja en off-side
las versiones oficiales. Además,
alrededor del edificio existen altos postes lumìnicos (una autopista pasa
a pocos metros de allí), árboles y otros obstáculos que desguazarían a
una aeronave grande, antes de alcanzar el objetivo.
Ningún avión alcanzaría siquiera, a esa altura, a tocar la
fachada. Recuérdese que el
impacto se dio entre la primera y segunda planta, a menos de 3 metros de
altura sobre el suelo, dejando intactos postes, árboles y al helipuerto
cercano, situado a menos de veinte metros de allí. El
ancho de fuselaje de un 757 es de 2,68 mts. Sin embargo, el boquete de la
fachada tiene menos de dos metros, lo que imposibilita
la credibilidad de la versión oficial. Al
ser desconectado el transponder
de un avión secuestrado, éste emite una señal hostil, la
cual accionaría las alarmas del edificio y varias baterías de misiles
antiaéreos, listos contra cualquier
intento de agresión. ¿Eso significaría que fue consentido
el ataque? ¿Y por quiénes? Todo
apunta a la presencia de un misil crucero del tipo "Tomahawk",
ya que no hubo deflagración de combustible jet-fuel, sino una explosión
que ¡ni siquiera dañó los cristales de las ventanas a su alrededor!
Pareciera cosa de magia, ya que, justamente el área afectada por la
explosión (se descarta la hipótesis de pilotos suicidas), se hallaba en
remodelación y albergaba documentos próximos a desclasificarse, sobre
las guerras sucias, intervenciones durante la Guerra Fría en América
Latina, incluyendo al Plan Cóndor y otras pruebas contra la CIA y el
State Department. Ahora, los responsables quizá podrán dormir
tranquilos, aunque lo dudo. El
Boeing 757 de American, del vuelo 77 Newark-Los Ángeles, sigue en la
nebulosa, ya que ningún resto humano lo atestigua.
Hay quienes afirman que el dichoso vuelo 77 aterrizó en el cercano
aeropuerto Reagan de Virginia, uno de los que por más tiempo cancelaron
vuelos desde el 11-S, y un pepino
teleguiado de crucero terminó la faena.
Cosas veredes, amable lector. Pero
hay más, bastante más al respecto.
¿Las
Torres Gemelas se derrumbaron a causa del impacto de los aviones? ¿Bastaría
el calor de un combustible como el keroseno (700 grados Celsius,
aproximadamente) para fundir o debilitar el acero de las estructuras de
las torres? ¿Pudieron
pilotos con apenas pocas horas de instrucción hacerse de aviones que
requieren alta especialización
y al menos dos mil horas de vuelo y, sobre todo, realizar esas maniobras
de precisión manualmente? ¿Sabía usted, que, de los diecinueve
aeropiratas suicidas, cuyas fotos y datos fueron publicitados por el FBI,
8 de ellos aún viven en Egipto, Emiratos Árabes y Marruecos, entre ellos
Mohamed Atta, supuesto piloto del Vuelo 11, y varios nunca estuvieron en los Estados Unidos? El propio embajador saudí, príncipe Bandar Ben Sultán, dio
cinco nombres de supuestos terroristas que aún vivían y ni siquiera
conocían los Estados Unidos. La desinformación sigue su curso y seguirá...
hasta tropezar alguna vez con la verdad. Una
foto infrarroja satelital muestra una zona emisora de calor en donde
estuvieran los cimientos de las torres antes de su caída, lo que indicaría
la presencia de una explosión interna que pudo
demoler los edificios. Probablemente,
con suficiente antelación se prepararía a las Torres Gemelas, con
una hábil siembra de
explosivos C-4 en sus estructuras y cimientos.
Uno de los bomberos sobrevivientes, declaró a la prensa haber
"olido" el aroma picante y dulzón de explosivos plásticos poco
antes del desplome, salvándose por poco de la lluvia de escombros.
Posteriormente, por presiones de la FEMA (Federal Emergency Management
Agency) y del FBI, debió desdecirse y adherir a la versión oficial, que
apuntó hacia Osama Ben Laden y anónimos pastores de camellos y cabras,
de la desértica y lejana Afganistán. Excepto
algunos intelectuales norteamericanos, que buscaban la verdad, las
poderosas cadenas mediáticas se empeñaron
en confundir y desinformar, bajo las órdenes superiores del
PATRIOTIC ACT de George Walker Bush; Dubya para sus íntimos,
Widiot
para los demás. De
acuerdo al testimonio de pilotos profesionales, con categoría de 22.000
horas de vuelo, realizar las maniobras de impacto, como las efectuadas, no
están al alcance de aprendices de vuelo en avionetas, y ni siquiera de
veteranos de menos de cuatro mil horas al mando de aeronaves de gran
porte. Pero
existe una manera de hacerlo con precisión ¡sin ayuda alguna de pilotos!
Con asistencia guiada desde tierra, por medio de radiobalizas, como las
utilizadas para el aterrizaje en los aeropuertos.
Bastaría con tener un par de tales artilugios operados desde los
edificios (automáticamente, se entiende o con mando a distancia), para
atraer a los aviones con una precisión de centímetros hacia los blancos
elegidos. Esta
posibilidad fue atestiguada por dos radioaficionados que,
quince minutos antes de los impactos, notaron señales anómalas
que interfirieron las emisiones de TV de las antenas de los edificios (La
torre norte del WTC tenía una estación transmisora).
Por supuesto, los radioaficionados debieron ocultar su identidad
ante las amenazas de las agencias de ¿seguridad? que hicieron lo
imposible por silenciar a todo testigo calificado que contradijera la
versión oficial. Y ésta, era que los Estados Unidos sufrieron el peor ataque
terrorista de su historia, desde Pearl Harbor, bajo la batuta de Al Qaida
y Osama Ben Laden. La
sospechosa evacuación de ciudadanos saudíes, incluyendo a familiares de
Osama Ben Laden, cuando aún regía la veda de vuelos, testimoniada por
dos agentes del FBI, nos da la pauta de hasta dónde puede llegar la
hipocresía de los halcones. Pero
hay más. Tras
los atentados, un grupo de estudiantes saudíes, fueron llevados en un avión
privado, desde Tampa, Florida, hasta Lexington, Kentucky.
Allí abordarían un jet privado Boeing 727 que los llevaría, con
otros árabes a su país ¡Pese a la interdicción de vuelos en todos los
aeropuertos norteamericanos! Pero lo más asombroso es que el avión que
llevó al grupo desde Tampa, pertenecía a la empresa Raytheon. En
mi novela "Razones de Estado" (publicada por CRITERIO Ediciones,
Asunción 2005, aunque fuera escrita tres años antes), una ficción sobre
hechos actuales, los protagonistas investigan acerca de estas pistas,
extraoficialmente, buscando las motivaciones e intereses envueltos en una
presunta conspiración. También sugiere la hipótesis de que el aeroplano que se
estrelló en Pennsylvania, estaba destinado a destruir el Capitolio, con
el objeto de descabezar el poder político, ya que el Congreso es el único
freno a las ambiciones hegemónicas de los halcones. Al ser aniquilado el
poder político, entraría a regir un gobierno de facto —una suerte de
criptocracia o, como lo llamara Ronald Reagan: shadow
government—, manejado por la FEMA y bajo ley marcial, conculcando de
paso todos los derechos civiles, para convertir a una república en
dictadura “blanca”. Tal
la presunción sostenida por los protagonistas de "Razones de
Estado" una suerte de ucronía, no muy alejada de alevosas
realidades. El
príncipe Bandar Ben Sultán, embajador vitalicio
de Arabia Saudí en los Estados Unidos, habría colaborado sin duda en el affaire. Entre otras
cosas, dando documentos falsos de identidad a los supuestos pilotos
suicidas, aunque ya hay sospechas, en relación a lo comentado en párrafos
anteriores, de que no fueron pilotos aficionados ni la voluntad omnímoda
de Alá, la que llevó a los fatídicos aviones a su cita con la muerte,
sino ingenieros de la empresa Raytheon, especialistas en guerra electrónica
y vuelos sin piloto. Hay otro
dato importante que se le escurrió a los "investigadores"
federales. Siete trabajadores
altamente calificados de Raytheon, asignados a “proyectos negros” para
la defensa, perecieron el 11 de setiembre.
Tres de ellos, en el vuelo 11, que impactó, como dije, en la torre
norte. Eran éstos: Peter
Gray (56 años), vicepresidente de operaciones electrónicas; David
Kovalcin (42 años), ingeniero mecánico de la misma división y Kenneth
Waldie (46 años), ingeniero adscripto al mismo departamento, todos ellos,
especialistas en mando a distancia y responsables del "Global
Hawk Project". ¿Qué
hacían allí? Otro
viajaba en el vuelo 175 que impactó en la torre sur: Hubert Homer (48 años),
un ingeniero electrónico responsable del HAARP Project, una suerte de
mago negro de la electrónica. En el vuelo 77 que despegó de Dulles,
Virginia a Los Angeles, (que presuntamente impactó en el Pentágono),
viajaba Steve Hall (68 años) director de Programaciones de Guerra Electrónica.
Otros dos cuyos nombres no figuraban en listas de vuelos,
aparentemente estaban probando artefactos electrónicos dentro de las
torres y quizá no fueron notificados de lo que se preparaba. ¿Casualidad? Lo cierto es que ninguno de los que viajaban a Los Angeles,
tenía algo que hacer allí, y tampoco la Raytheon los comisionó.
Dos de ellos salieron de Boston (Logan Airport), con minutos de
diferencia, del mismo aeropuerto en diferentes aviones.
¿Por qué no sacaron billetes en el mismo vuelo, si ambos aparatos
iban con escasos pasajeros al mismo destino?
Misterio de misterios. La
hermana de uno de ellos, Jane Waldie, dijo que su hermano Kenneth
trabajaba en uno de los "proyectos negros" para la Secretaría
de Defensa, vinculados al avión "Global Hawk". Este aeroplano
es capaz de volar a grandes distancias sin piloto y hasta de dar la vuelta
al mundo con apenas dos reabastecimientos. Además colaboraba en el
Proyecto Home Run para el teleguiado de misiles y mejora de sus prestaciones
y precisión. Su nombre clave era ¡9—11! Y siguen las casualidades. Más
que sugerentemente sospechosas casualidades. IV ¿Quién
es Osama Ben Laden, el hombre más buscado del mundo?
La desinformación ordenada desde Washington, D.C. le dio una fama,
si no inmerecida, casi satánica y orillando en lo macabro.
Pero
hubo un tiempo en que la familia Bush estaba unida por lazos gordianos con
el clan Binladín, encabezado por Salem y Yeslam Ben Laden, quienes
hicieron jugosas inversiones en conjunto con los millonarios tejanos de
petróleo, entre los años 70 a los 90. El
patriarca de la familia Ben Laden: Muhammhad, era un inmigrante yemení
que, tras recalar en Arabia Saudita en busca de oportunidades
(aproximadamente en los años 48), trabajó en múltiples actividades y su
creatividad y tesón lo llevaron a convertirse en un magnate de la
construcción. Fue así que se hizo amigo del monarca y acabó por
construirle un suntuoso palacio, con todo y rampas para la silla de ruedas
del rey Fahd Ibn Saud, ya anciano y enfermo por entonces.
El príncipe Adullah Ibn Saud ejercía la regencia, aunque
oficialmente el rey tomaba las decisiones de Estado. Muhammhad
Ben Laden tuvo más de cincuenta hijos, de los cuales, Osama es el decimoséptimo.
Falleció en 1963 al estrellarse su avión particular en las montañas,
de su país adoptivo. Le sucedió su hijo mayor: Salem, quien dirigió la fortuna
familiar hacia el petróleo, sin dejar de lado lo otro.
A partir de los años setenta, el Binladin
Group sienta sus
reales en los Estados Unidos, asesorado por un abogado de la familia Bush
y alto funcionario del Departamento de Estado: James Baker III, un tejano
simpático de casi dos metros de enjuta humanidad, aunque de moral algo
"pragmàtica" y flexible. El
Binladin Group contruyó en Houston, Texas, bancos y otros edificios
suntuosos, capitalizando además a las anémicas empresas fundadas por el
joven G.W.B. y que éste no supo administrar: Arbusto Energy y Harken
Energy (Arbusto es Bush en castellano).
Salem Ben Laden hizo buenas migas con George Bush Senior, entonces
director de la CIA y futuro sucesor de Ronald Reagan.
A través del BCCI (Banco Internacional de Crédito y Comercio), un
banco saudita algo heterodoxo, propiedad del yemení Khaled Ben Maffouz
—lavador de dinero sucio y financista de aventureros, de
traficantes de armas, como Monser Al Kassar y Adnan Khashoggi. Salem hizo
buenos negocios financieros, especialmente en el ramo de las
construcciones, petróleo y armas con James Baker y Frank Carlucci.
Proveer de guadañas a los peones de siega de la Muerte, es uno de
los negocios más rentables del mundo, hoy por hoy.
Salem
Ben Laden murió en un sospechoso accidente, tras la firma de un acuerdo
con los Bush sobre provisión de crudo por diez años, a precio inferior
al de la OPEP. A poco de despegar su avión de una de las bases petroleras
de Texas —propiedad de George Herbert Walker Bush—, su avión privado
se estrelló. Nadie pensaría
en un sabotaje, ni nada parecido, pero todas las miradas de los Ben Laden
apuntaron hacia GHWB con insistencia. Durante
la indecisa guerra del Golfo entre Irán e Irak, entró en escena Frank
Carlucci, quien como proveedor de armamento del Carlyle Group, abasteció
los arsenales del Real Ejército Saudí. Además, el Carlyle Group entrenó
a la Guardia Real como tropas de élite, tras la guerra del Golfo contra
Irak en los años noventa. Carlucci también era socio del inefable James
Baker y asesorado por el bufete Baker-Botts en sus negocios con BCCI.
La
prensa norteamericana, si conocía estos entresijos entre los islamitas
saudíes y los millonarios del clan Bush y sus adláteres, los ocultó
bastante bien. Muy pocos ciudadanos estaban al tanto de la magnitud de los
negocios —no todos ellos éticos y menos aún legales— de la aristocrática
familia de Nueva Inglaterra, que no desdeñaba el narcotráfico con la
Cosa Nostra si las ganancias lo ameritaban. Tras
la retirada de las tropas soviéticas de Afganistán, en la que Osama tuvo
protagonismo clave como caudillo de los guerrilleros muhaidines... y
agente al servicio de la CIA, el enigmático líder decidió hostigar a
los Estados Unidos por lo que consideraba una sacrílega ocupación de la
Tierra Santa de Allah. Es decir: Arabia Saudita, utilizada como base para
atacar a Irak cuando Saddam Hussein invadió a Kuwait. No
tardó en dar sendos golpes. Se
lo relacionó con dos graves atentados a embajadas norteamericanas en Dar
Es Salaam, Tanzania y en Nairobi, Kenia, ambos efectuados en simultáneo,
el 7 de agosto de 1998, con atentados dinamiteros que le atribuyó la CIA,
aunque nunca pudieron comprobar la autoría del escurridizo saudita, ya
que los informes de inteligencia, últimamente son poco inteligentes y los
servicios secretos, más secretos que serviciales.
Luego atacó (siempre según la CIA) al destructor "USS Cole"
en el puerto de Adén, Yemen, con dos lanchas cargadas de explosivos y
tripulada por fedayines suicidas. El
entonces presidente Clinton, ordenó una represalia contra Sudán, donde
presuntamente operaba Osama Ben Laden.
La armada norteamericana bombardeó con misiles crucero una fábrica
química donada por Ben Laden que, supuestamente, preparaba armas biológicas
terroristas, pero era una simple planta de aspirinas operada por alemanes
de la Bayer. Posteriormente
envió un comando SEAL de élite a Kandahar, a la caza de Ben Laden —que
ante las amenazas había emigrado del Sudán a Afganistán—, y nada más
se supo de los cazadores de terroristas. Ninguno regresó a casa, ni
siquiera por correspondencia certificada. Es
que Osama, quien se considera un sunnita wahabbí
(guardian de la Tierra Santa), fue despojado de la ciudadanía saudí por
criticar la corrupción de la familia real y se hallaba ya en la
clandestinidad por entonces. Desde el Sudán, pasó a Afganistán post
soviético, acogido por el régimen talibán.
El resto es historia. Quienes
siguen de cerca el comportamiento de Osama Ben Laden, lo describen como
relativamente moderado, al menos en relación al talibán; como un asceta
de modales suaves y hablar mesurado y sin las estridencias propias de
otros líderes mesiánicos como Ariel Sharon.
Periodistas
franceses lo vieron en julio de 2001 en un hospital militar americano en
Abu Dhabi, Emiratos Árabes, haciéndose diálisis (tiene problemas
renales), sin que los agentes de la CIA mostraran hostilidad hacia su
antiguo camarada. Posteriormente los americanos negaron su presencia allí,
pero cuando el río suena... V Veamos
ahora los poco conocidos antecedentes del clan Bush, en apretadas líneas,
desde el abuelo Prescott Bush,
aristócrata de Massachusetts y miembro de la críptica sociedad Skull & Bones de la Universidad de Yale. Esta siniestra Orden
fue fundada por William Russell en 1832 e inscripta posteriormente en
1856, como Russell Society o Capítulo
322 de una conocida sociedad alemana: Los
Illuminati, hacedores de las elites políticas anglosajonas (y
racistas, justo es mencionarlo) a la caza incansable del poder global.
Según
la discreta tradición de los "iniciados" de Yale, utilizan las
calaveras del apache Jerónimo y la de Pancho Villa en sus tétricas
ceremonias. El 1º de mayo de
1991, enviados de la Skull & Bones, profanaron la tumba de Omar
Torrijos, para enriquecer la colección de la sociedad iniciática con la
cabeza de un luchador por la dignidad de Panamá y artífice de la
devolución del Canal. No sería
de extrañar que hayan puesto precio a las cabezas de Fidel Castro, Hugo
Chávez, Osama Ben Laden, Muammar El Khaddhaffi y otros
"revoltosos" a los oscuros designios de los
"iluminados", con perdón del oxímoron.
Debemos suponer que no cejarán hasta enriquecer su colección de
calaveras para sus tenebrosas "iniciaciones" en La Tumba,
situada en el campus de la elitista universidad. Prescott
Bush, ya desde 1914 fue uno de los más acérrimos simpatizantes de la
causa alemana, hasta la entrada de los Estados Unidos en la Gran Guerra en
1917. De todas maneras,
contribuyó a la reconstrucción de Alemania y vio con mucha simpatía la
política racista y excluyente del naciente nazismo, haciendo buenas migas
con Adolf Hitler. Siendo
senador por Massachusetts, también participó como proveedor de petróleo
de la Standard Oil a los nazis entre 1934 y 1938, para la aviación de
guerra del III Reich, además de armamento y ayuda crediticia, ya que era
tan racista como Hitler. También colaboró con la Cosa Nostra para
convertir a Cuba en lugar de tránsito de cocaína y heroína para la
mafia italiana, asociado a la empresa I.G. Farben vinculada a los nazis,
moviendo cuentas secretas en Alemania y Suiza a través de su empresa: Hamburg
Amerika Line A.G. que también sirvió para capitalizar a Hitler, ya
que Edward Roland Harriman y Prescott Bush eran banqueros privados del Führer.
La lista de los socios de los Bush, todos vinculados a la Orden de
la Calavera y los Huesos, es bastante larga, pero no más que su
insistencia en hacerse con el poder mundial.
También
investigadores serios han descubierto que los programas de eugenesia
social y "limpieza racial" de Hitler, fueron craneados,
por decirlo así, por Prescott Bush y Edward Roland Harriman, padre del
magnate de los ferrocarriles Averell Harriman, quien en los años
cincuenta llegaría a Secretario de Estado.
Estos datos, que la prensa ha ocultado para despistar a la opinión
pública, pueden servir a los investigadores de la historia, ya que ésta
no es un aleatorio curso más o menos cronológico de sucesos inconexos,
sino todo lo contrario. Nada
se ejecuta, sin una planificación estratégica de los cerebros de las
fuerzas oscuras de la criptocracia mundial.
Referente
a los cerebros del gobierno en las sombras, existen tres grandes grupos de
tecnócratas mundiales, en los que milita la flor y nata de la política
europea, asiática y americana: El Comité de Bilderberg, fundado en 1956,
en plena Guerra Fría por el príncipe Bernard de Lippe, amo de la Royal
Dutch Shell; la Trilateral,
fundada en 1973 por Henry Kissinger, Zbygniew Brzezinski y James Earl
Carter entre otros; y el Club de Pugwash, con sede en Canadá.
Todos estos centros de poder, están vinculados de una u otra
manera a los Illuminati, cuyo
emblema es conocido como "El Gran Sello", impreso al reverso de
la sonrisa ambigua del general Washington en las notas de un dólar. Esta
sociedad secreta fue fundada en Bayern, Alemania por el ex jesuita Adam
Weisshaupt (1748-1830) en una ceremonia celebrada en la Noche de Walpurgis
(entre el 30 de abril al 1º de mayo) de 1776; ésta es una festividad mágica
de los antiguos celtas. Weisshaupt
adoptó una fusión de ritos rosicrucianos y masónicos, con algunos
elementos del Rito Egipcio de Memphis, para estructurar a los adeptos de
dicha sociedad. Su emblema más
conocido es el denominado Gran Sello, actualmente usado por la FED (Federal Reserve Bank).
No iré a detallar sus grados iniciáticos, que no vienen al caso;
pero es conveniente conocer su accionar por los meandros de la haute politique. Para quienes deseen profundizar sobre esta críptica
sociedad, existe abundante material en Internet y libros, como la Illuminatus
Trilogy de Robert Shea y Robert Anton Wilson (aún no traducidos al
castellano). Prosiguiendo con el meollo de la desinformación,
mencionaremos nuevamente a conocidos personajes contemporáneos. George
Herbert Walker Bush, hijo del senador Prescott Bush, también tiene
una sinuosa carrera, como pasante del CFR
(Council of Foreign Relations), en negocios petroleros, como al frente de
la todopoderosa CIA, durante los gobiernos de Gerald Ford y Carter (fue
reemplazado por el manisero de Georgia, pero repuesto en el cargo ante las
presiones internas). Fue amigo entrañable del intrigante mayor Henry
Kissinger, quien en una jugada maestra convenció a los rusos de invadir
Afganistán para derrocar al presidente Afizullah
Amín, también comunista, pero inclinado peligrosamente hacia China.
"Ahora ellos tendrán su propio Vietnam", comentó lacónicamente
Henry, a James Baker y Bush Sr. James
Baker y C. Boyden Gray, socios de los Bush y también miembros de "la
Orden", no estuvieron tampoco ajenos al escándalo Irán-Contra,
durante la mediocre administración Reagan, que se saldó salomónicamente
con un par de renuncias políticas y dos militares pasados a retiro. Para
acelerar el derrumbe del ejército rojo a extramuros, debieron organizar
una resistencia endógena en Afganistán, lo que resultó una tarea
complicada, a causa de las luchas tribales entre caudillos feudales y señores
de guerra. Pero Arabia
Saudita ofreció organizar la resistencia, bajo las banderas de Allah y el
misticismo mesiánico de las naciones islámicas, como Egipto, Palestina,
Emiratos y los propios saudíes. El
papel de la CIA fue meramente de asistencia, entrenamiento en uso de armas
modernas y explosivos, amén de comunicaciones, guerra electrónica y logística.
No
tardaron en reclutar voluntarios entre los sauditas, dando con un joven de
poco más de veinte años y voluntad de acero, que se proclamó guerrero místico
contra los soviéticos y el ateísmo comunista.
Era Osama Ben Laden. No
tardó éste en demostrar sus dotes de conductor y combatiente,
despertando la admiración del director de la CIA quien ayudó con
largueza a los muhaidines, transfiriéndoles generosas partidas en dólares
y armas de tecnología punta. La CIA destinó más de 3 mil millones de dólares,
a lo largo de 9 años de guerra de guerrillas contra los rusos; y el
destinatario principal era ¡Al Qaida! Por
entonces la empresa argentina Bridas
había previsto el ocaso del régimen soviético para antes del 2000 y
planeaba negociar el petróleo y gas de Asia Central. Carlos Bulgheroni,
su presidente, diseñó el trazado de un oleoducto y gasoducto paralelo, a
través de Afganistán, con terminales en el Mar Negro y en el Mar Caspio,
incluyendo a Irán, Turkmenistán, Tajikistán y Uzbekistán, todas ellas
de religión islámica. Bush
Sr. olfateó la posibilidad de arrebatar a Bridas la paternidad del
proyecto y no halló nada mejor que buscar al hombre de la transición,
tras la futura retirada soviética. Éste
era Ahmid Karzäi, afgano de la etnia Pashtun, residente en los Estados
Unidos y... ejecutivo de UNOCAL a tiempo completo. Tras la terrorífica
invasión norteamericana de Afganistán, Ahmid Karzäi fue designado
presidente del país y virrey de las aceiteras angloamericanas. Tras
su reciente ascenso como superpotencia mundial, la desinformación figura
como el arma principal de dominación global en los arsenales de los
estrategas del Pentágono. Y
no es para menos. A veces Sun
Tzu o Maquiavelo son más efectivos, sicológicamente hablando, que la
tecnología punta de la Rand Corporation o Raytheon, si de engañar se
tratase. En ocasiones, los diplomáticos o las dádivas del
Departamento de Estado, son suficientes para someter a países remisos a
entregar sus recursos a precio de bagatela.
No sólo el petróleo de Venezuela, Libia o Irán están en la
mira. También los estrategas
del futuro apuntan al Acuífero Guaraní, bajo el subsuelo de cuatro
naciones sudamericanas; y ¿por qué no? a las grandes hidroeléctricas y
energía barata para empresas electrointensivas, como la Reynolds Metal Co.
o Alcoa. Al
uranio, oro y diamantes y cuanto puede convertirse en mercancía, o
mercados trinacionales de monopolios privados, tampoco quitan ojo. De
hecho hubo filtraciones off the record sobre las intenciones de George Bush Sr. de adquirir
la presa hidroeléctrica de Yacyretã, en el Bajo Paraná, a fin de
convertirse en distribuidor de enegía a un gran mercado cautivo, tras el
fracaso y ocaso de ENRON.
La
reciente gira de Donald Rumsfeld (agosto del 2005) por el Cono Sur, también
obedeció, entre otras cosas, para sugerir que los gobiernos australes aún
leales a Washington, abran ojos y orejas sobre los gobiernos de las
izquierdas (Chile, aunque no tanto por formar parte del ALCA; Argentina;
Brasil, aunque no tanto por las veleidades de Lula con el FMI, Uruguay y
Venezuela). También preocupa a Washington, o mejor dicho a los halcones,
el Tratado de Roma, anteriormente mencionado.
Los amigos del norte no desean un nuevo Nüremberg a causa de
posibles excesos de sus ejércitos contra civiles en los países ocupados,
ni tienen intenciones de rendir cuenta de las víctimas de sus genocidas
bombardeos y "daños colaterales". Las
nuevas izquierdas, al menos en América Austral, tienen un cierto tinte
nacionalista (aunque no excluyente como pudiera pensarse) y antiliberal.
Mas fue el fracaso de los políticos liberales lo que empujó a las masas
desposeídas a descreer de este sistema y su tendencia a enajenar el
futuro a trueque de migajas de presente.
Hablando mal y pronto, a vender recursos estratégicos a precio de
ganga, o en trueque de chatarra de lujo y otros artículos de primera
necedad. La
ascensión de Evo Morales, líder indígena y, sobre todo, cocalero, ha
despertado alarma en el State
Department, aunque lo disimulen muy bien.
Los nacionalismos son muy bien vistos en los círculos anglosajones
y dentro de sus fronteras. Pero son rechazados para quienes cree ser sus
vasallos. Es decir: mucho marketing
libremercadista... de fonteras para afuera; proteccionismo a ultranza a
intramuros. Lo curioso es que, para los neofascistas norteamericanos, no es de buen augurio cuanto huela a defensa de intereses nacionales en el exterior. Y menos aún por parte de los latinos situados al sur del Ecuador. De todos modos, la carrera por el poder mundial continúa, aunque con algunos obstáculos... de hombres incorruptibles, ahora huesos duros de roer. Especialmente para los halcones y los buitres, a quienes no asquea el aroma de la carroña y la corrupción. VI El
crimen que nunca se cometió
“OPERACIÓN NORTHWOODS” El
presidente Kennedy tenía ante sí un serio dilema, desde su asunción
como Presidente Nº 35 de los Estados Unidos: su fuerte anticomunismo y un
visceral deseo de acabar con el gobierno de Fidel Castro... para devolver
Cuba a sus amigos de la Cosa Nostra, lo que daría pingües ganancias en
el futuro. Recuérdese que Cuba era el centro de diversión de los ricos
norteamericanos, con sus casinos, cabarets y prostíbulos exclusivos para
damas y caballeros. Para
elaborar un plan viable en este sentido y, sobre todo creíble, pidió a
su Secretario de Defensa Robert
McNamara la elaboración de un plan al respecto. El
estrepitoso fracaso de Playa Girón y la Bahía de Cochinos, por falta de
apoyo aéreo y quizá de buena organización, motivó la convocatoria de
un "Grupo Especial Ampliado", integrado por el general Lyman
Lemnitzer, el director de la CIA John
McCone, el entonces fiscal general Robert
Kennedy, hermano del Presidente y el propio McNamara, quienes
analizaron posibles cursos de acción. McNamara
había trasladado la inquietud presidencial al general Lyman Lemnitzer,
jefe de Estado Mayor General del Ejército, de ascendencia alemana,
ferviente anticomunista, casi al borde de lo patológico, y al general William
H. Craigh responsable de los estudios preliminares del plan.
El
13 de marzo de 1962, fue presentado el secretísimo plan y hubo
discusiones subidas de tono en la Secretaría de Defensa, precisamente en
el despacho de McNamara. La idea de Lemnitzer era de crear situaciones de animadversión
contra la Cuba de Castro, por medio de "incidentes"
autoprovocados, al viejo estilo del "Maine" y otros
anteriormente citados aquí. El
plan consistiría en hacer creer a la opinión pública internacional, que
Castro era un peligro para la estabilidad de la región
y que sólo con una intervención militar debidamente justificada
se pondría fin a un estado "terrorista", como se diría hoy día.
Para tal menester, Lemnitzer diseñó la Operación Northwoods (Bosques del Norte, quizá porque el bosque
impide ver el árbol) a fin
de tener un pretexto plausible y, de paso, con el apoyo internacional. El
plan consistía en ejecutar una serie de atentados sangrientos, realizados
por agentes secretos de la CIA, pero atribuibles al régimen cubano, como
los que se detallan a continuación: Primero:
estallarían bombas en Miami, e incluso en Washington, D.C. contra
refugiados anticastristas, con la “firma" del servicio secreto
cubano causando, por supuesto, muchas víctimas mortales entre civiles
residentes allí, en una escalada terrorista planeada para "dejar por
ahì" documentos falsos incriminatorios contra Cuba.
También arrestarían a falsos agentes castristas que “confesarían”
incriminando a Fidel a cambio de amnistía y perdón. Segundo:
atentarían contra el coronel John
Glenn, héroe espacial y arquetipo del norteamericano exitoso, durante
el despegue desde Cabo Cañaveral en una cápsula espacial Mercury que sería
destruida por un misil propio o por mando a distancia.
De esta manera, se culparía de paso a los misiles rusos por el
atentado, matando varios pájaros de un tiro... además del coronel Glenn. Tercero:
se contemplaba la voladura de un barco de guerra, preferentemente fragata
de modelo antiguo (retirado del servicio por fin de vida útil), frente a
las costas de La Habana o Santiago, pero en aguas internacionales, como
para que hubiera suficientes testigos del hecho.
Allí no habría víctimas por estar el navío manejado a control
remoto. Pero se harían “operaciones de rescate de restos” y funerales
simbólicos por las "víctimas del terrorismo castrista", como
para excitar a la opinión pública. Cuarto:
el plan contemplaba el bombardeo nocturno, con falsos aviones cubanos, de
algún país de América Central, Nicaragua, Honduras, Dominicana o Costa
Rica, cuidando de dejar algunas bombas fallidas sin estallar... con marcas
rusas en la carcaza. Quinto:
Guantánamo, la base naval americana, sería atacada por falsas tropas
castristas, utilizando mercenarios reclutados en Miami con el uniforme de
las fuerzas de la isla. Harían suficientes víctimas humanas militares,
como para desatar una reacción lapidaria y decisiva.
Estaba prevista la voladura de un depósito de municiones que
provocase muertes para que todo fuera más realista. Sexto:
Interceptar un avión charter de pasajeros con turistas, de tal
manera que fuera sustituido en pleno vuelo por otro de iguales características,
pero vacío y radio-controlado.
El primero, aterrizaría indemne con sus pasajeros reales en
Pensacola, Florida. El
segundo proseguiría la trayectoria del primero, hacia Jamaica o Barbados
y lanzaría un pedido de auxilio (grabado, por supuesto) ante el
"ataque de cazas MiG 17
cubanos". Luego estallaría
y darían por muertos a los falsos pasajeros, todos estudiantes reclutados
al efecto. ¡Ni Steven Spielberg lo haría mejor! El
plan cubría operaciones secretas, con el nombre de Operation Mangoose
(Operación Mangosta), con sabotajes en la isla y preparativos para una
invasión por aire y mar, desde Miami, Panamá y Costa Rica. El
plan fue rechazado por McNamara y por el presidente Kennedy, y las copias
del mismo destruidas posteriormente por el propio Lemnitzer; aunque
McNamara conservó la suya intacta, la cual fue desclasificada por Bill
Clinton en 1998, quedando al descubierto el plan, ya que éste se publicó
facsimilarmente en Australia e incluso en Internet.
Dicho rechazo fue uno de los causales del golpe de Estado y
asesinato del presidente Kennedy, el 22 de noviembre del año siguiente. El
general Lemnitzer fue enviado por Kennedy a comandar las fuerzas
norteamericanas en Europa y luego pasado a retiro, aunque Gerald Ford lo
sacó de la galera en 1975 para testimoniar sobre la participación de la
CIA en el affaire Nixon. Por
fortuna, no se intentó reflotar la Operación Northwoods y el general
Lyman Lemnitzer falleció en 1988, en olor de carroña, pero tiene en la
actualidad herederos y discípulos heavy
duty, civiles e
incivilizados. VII Nada
tranquiliza más a una ciudadanía perezosa, apática, cínica y
conformista (no creo en ella, pero que la hay, hayla), que las mentiras
convenientemente edulcoradas y aromatizadas al gusto.
Con esto no estoy dando la razón a Leo
Strauss, ni mucho menos; sólo que es harto preocupante la tendencia
generalizada a rechazar o eludir la verdad cruda y amarga, para, en
trueque, dar ojos y oídos a convenientes palabras acolchadas que no
afecten en demasía a los espíritus sensibles (sensibleros, diría yo).
La
emergencia de un poder omnímodo y casi invisible (éste no está a la
vista, ya que quienes ponen la cara en las palestras de la política, son
apenas hombres de paja), que intenta apoderarse de las soberanías y
culturas de los pueblos situados al sur del Río Bravo, alarmarían a los
medianamente informados. Mas tales entidades cuentan con prestigiosos
creativos, eficientes y dedicados, con salarios principescos, cuya única
ocupación es distraer y mantener el statu
quo mental del público; de embozalarlo, despojándolo de la palabra,
para ofrecerle cantos de sirena en MP3 y juegos interactivos de ordenador
para tenerlo quieto y sosegado; catatónico, diría. De dotar de
anteojeras equinas a los habitantes, que no ciudadanos, a fin de prefijar
rumbos erráticos con sabor a derrota5. ¡Ay,
de los que intenten aguzar ojos y oídos para captar los conciliábulos
crepusculares de las fuerzas oscuras!
¡Anatema a quienes pretendan defender el patrimonio de sus pueblos
de la angurria insaciable de los dueños de la verdad! ¡Vindicta pública
a quienes pretendan alzar voces disidentes o apuntar índices acusatorios
hacia lo alto! ¡Ecce homo, a quienes pensaren por sí mismos, desobedeciendo a las luminosas señales
de los líderes mundiales, o poniendo en duda sus sabios dogmas e
infalibles recetas económicas! Las cabezas de éstos, de seguro tarde o
temprano, acabarán en la augusta colección de la esquelética tanatoteca
del campus de Yale University. Me
parece oír (o leer) a ciertos intelectuales arrepentidos, que defienden a
pluma erguida y tambor batiente, el mismo sistema que victimiza a sus
propias patrias; haciendo juego a los corifeos de la desinformación y ¿por
qué no? la mentira —aderezada con el dulce sabor del veneno de
farmacopea—, políticamente correcta, pero mentira al fin. Pero ¿Debe
ser la mentira, el fin último de un Estado que se precia de unido?
That is the question, my brother! Ahora
el imperio en cierne pretende silenciar a las otras campanas que redoblan
a rebato; apelando siempre a la manipulación de la verdad, para imponer su
verdad, inapelable, inexorable, cínica e ineludible. No
llamarse a un neutral, aséptico y púdico silencio, equivaldría a
enfrentar invasiones preventivas o punitivas, lo mismo da; o sufrir
bloqueos y embargos unilaterales, contra toda razón humanitaria.
Hasta
se da —el imperio, que de él se trata— el sibarítico lujo de
pretender intimidar a quienes no comparten la deplorable política del
despojo de sus recursos; tal como ahora mismo lo hace la flota naval
estadounidense acantonada en aguas costarricenses, presta para intervenir
en Venezuela; aunque siempre disimulando su accionar con desmentidos o con
el consabido “No comment” de sus diplomáticos, graduados del CFR y La
Orden: Skull & Bones. Así
lo hicieron con Grenada, con Panamá, con Irak, con Libia; con bombardeos
selectivos o indiscriminados, desde las cómodas alturas, para no
apeligrar a G.I. Joe6. Siempre, claro está, esgrimiendo buenas intenciones y causas
justas, y perdonádme la ironía. ¡Es
que tan caro resulta el
precio de la Pax Americana! Apenas
se disipó la polvareda del desguace del Muro de Berlín, cuando un oscuro
filósofo de lo erróneo y sofístico: Francis
Fukuyama, también pasante del CFR, lanzó su equívoca profecía
titulada “El Fin de la Historia”, con bombos, platillos, fanfarrias y
candelas. ¿Ideologías? ¡Requiescat in pace! El
tiempo demostró que los muertos virtuales que Fukuyama intentó matar,
gozan de buena salud. Poco
tiempo después, otro pensador, también empollado en las incubadoras del
CFR: Samuel Huntington, intentó demostrar que, no sólo las ideologías
no han muerto, sino que renacen con efervescente ebullición. “El Choque
de las Civilizaciones” no pretende dar las respuestas que, vanamente y
con harta pedantería intentara Fukuyama, sino que plantea candentes
preguntas al hombre del tercer milenio.
Especialmente acerca de la convivencia entre judeocristianismo
occidental, islamismo y otras culturas orientales, aún no resuelta por
las armas ni la diplomacia. Esto
viene a cuento, ya que, no sólo la prensa cotidiana y masiva intenta
confundir al común con sus editoriales e informaciones al gusto. También
los escritores con talento realizan un constante ofertorio de fórmulas,
ideas, dogmas, recetas para cocinar la felicidad, ser exitoso en los
negocios, torcer los rumbos de la historia, relajar al espíritu o,
simplemente pasarla bien sin mirar a quién, para poder desentenderse de
lo que ocurre en su entorno, sin perecer en el intento.
En
el mundo del arte, desde bastante tiempo atrás, se discutió con furia
acerca del “contenido”, del “compromiso social”, del “mensaje”
de cada obra. Por el otro
lado, los exquisitos esteticistas anatematizaron lo primero, intentando
neutralizar al pensamiento crítico del artista para convertirlo en un
simple decorador de ambientes al gusto, cantor de loas al Amor, compositor
de músicas funcionales; en suma, un entertainer
de tomo y lomo. Pese
a ello, existieron Picassos, Guayasamines, Riveras, y un largo etcétera
de creadores, que volcaron en sus obras el dolor humano y el clamor por la
justicia. En mi juventud, he sido músico y poeta (cantautor, dicen
ahora), obsesionado por transmitir, no sólo belleza hueca pero funcional,
sino impactos sensoriales. Por
supuesto que no fui un trovador edulcorado a la usanza “romántica”,
mas tampoco desdeñé la poesía; para, en cambio, no dar demasiado lugar
al panfleto de barricada. Tampoco
la pavada. En
pintura, dibujo, escultura y otros lenguajes, si bien no alcancé altas
cumbres “estéticas” (los críticos siempre son jueces y parte de lo
que es arte y lo que es “mensaje”), pude ser al menos reconocido como
“eficiente” en cuanto a técnicas. Pero fui más eficiente para sobrevivir a una tiranía de
largo aliento que señoreó sobre mi país durante 35 años, siempre
titirizado desde boreales
comarcas muy democráticas. Ocurre
que los mass-media son los que promocionan al arte “políticamente
correcto”; o simplemente ignoran a los “transgresores”, salvo que
fallezcan y su obra se cotice post-mortem,
como sucediera con Van Gogh, Gauguin y muchos otros. Con la literatura me fue algo mejor, pues pude exponer mi
pensamiento sin bozal, aunque utilizando el lenguaje de la ironía, para
no despertar sospechas exacerbadas por parte de los inquisidores
posmodernos, siempre con cerillas a mano para encender piras biblioclastas,
aunque más no sea para alumbrar efímeramente a la oscuridad futura que
impondrán los “iluminados” (¡Otra vez el oxímoron!).
De
todas maneras, mi país es poco propicio al arte y la cultura, por estar,
justamente, invadido por los apóstoles del entretenimiento vacuo y
morboso: best-sellers para los escasos dilettantes
de la letra; pop-music del hit
parade para los oidosos (siempre hay excepciones, claro. Sabina,
Serrat, Ibáñez, Zupay, Silvio Rodríguez, Alí Primera, también tienen
fanáticos); arte abstracto, flores y desnudos con paisajes, para los
estetas de lo visual. Todo ello, debidamente dosificado para no saturar el
mercado y la vista. La
mal llamada Latinoamérica (según Jorge Luis Borges, ésta no existe; es
una mera superstición), está sometida a un incesante bombardeo de lo foráneo,
frente a una débil resistencia de las culturas locales; peligrando sus
futuras identidades y viendo sus patrimonios intelectuales convertirse en
mercancía, para consumo del primer mundo.
En
un reciente Foro de Políticas Culturales realizado en Asunción del
Paraguay —donde se discutió más de política que de cultura—, se
planteó acerca de la dicotomía entre el “pensamiento ilustrado” de
la escuela francesa, con tendencia a lo universal, versus el
“pensamiento romántico” de la escuela alemana, con tendencias xenofóbicas
y hasta diría irracionales. Me
pareció muy banal dicha conceptuación, pues los ilustres expositores podían
haber llevado la discusión hacia la extrapolación, ya que, entre A y B,
existen infinitos puntos, lo que indica una diversidad de pareceres,
pensamientos, posibilidades y costumbres que escapan o rebasan a una
categorización tan simplista y esquemática, por lo polarizada. Es
cierto que el imperio globalizador de la desinformación pretende
estandarizarlo todo, hasta reducir el panorama cultural mundial a dos
polos: creadores-productores... y consumidores.
¿Sería justo, ver tanta riqueza cultural propia, como la que
tenemos y heredamos, reducida a mera mercancía “pintoresca” para
turistas aburridos? Me temo
que no. Si
he escogido este tema, es simplemente para clavar una pica en Flandes y
plantear acerca del futuro. O aceptamos todos pasivamente cuanto ellos nos
ofrecen, o resistimos, con firmeza y paciencia pero sin agresividad.
Para ello, debemos estar preparados con el tamiz presto a filtrar
cuanta información o “verdades” llovieran sobre nosotros, desde el
primer mundo. Aquí
no se trata de xenofobia, nacionalismos mal entendidos o algo que pueda
despertar el tufo del fascismo criollo —siempre presto al abordaje de
corazones, que no de cerebros—, sino de unirnos, conocernos, compartir
nuestras experiencias y logros, dentro de nuestras posibilidades.
De hablar un mismo idioma, sin altisonancias ni aires de
superioridad; de sentirnos hermanos en la diferencia y la diversidad
horizontal, y, sin pretender liderarnos unos a otros. Tampoco
es la intención, de quien estas líneas escribe, dar respuestas certeras
o rechazos apriorísticos a todo lo foráneo, sino de excitar sospechas
acerca de verdades relativas y plantear preguntas referentes a nuestras
expectativas futuras. ¿Querríamos, para nosotros y nuestros hijos una cultura
—aún con sus luces y sombras— sometida a las leyes —no siempre
justas— del mercado? Espero
que no. Siempre
es justo y necesario esgrimir el cedazo de las dudas, antes que darlo todo
por verdadero sin discutir aristas o facetas de cada planteamiento.
El mundo anglosajón tiene muchas cosas buenas y aceptables, por
debidamente catadas y comprobadas, que no es el caso de negarlo o
rechazarlo porque sí. Pero también nos ofrecen mucha basura cultural,
científica e informativa, de dudoso tufillo masificante y adocenador.
Es bueno poner en tela de juicio cuanto nos venga etiquetado y con
sus códigos de barras para lelos, pero también es justo y necesario que
nuestros creadores sean apreciados por ellos,
en un intercambio equitativo y sin desequilibrios alienantes en nuestras
balanzas de pagos. CONCLUSIÓN Espero
no haber cargado demasiada tinta sobre la necesidad de no aceptar
informaciones, verdades o dogmas provenientes de las agencias noticiosas
sospechosas de mistificación o manipulación, ya que este tema es un
continente con mucho contenido conceptual que, excede con creces al
espacio restringido de este opúsculo.
Es
una perogrullada incitar a desconfiar de cuanto es convertido en mercancía
de consumo, como sucede con las informaciones de hechos caóticos y política
internacional, aparentemente desordenada.
Todos los intereses, aún los contrapuestos entre sí, deben
hallarse bajo la sana lupa de las sospechas, a fin de poder contrastarlo
todo desapasionadamente. Y, por lo general, las noticias e informaciones
siempre defienden o atacan de acuerdo a los intereses emisores... o
receptores de tales transcendidos. Para
poder hacer un frente “purificador” de informaciones, es menester
contar con una ciudadanía sanamente educada y con formación humanista.
De lo contrario, seríamos fáciles presas de los magos negros de
la política mundialista y sus heraldos, si no lo somos ya.
Creer que, como lo expresara en páginas precedentes, que los
hechos de la historia de la humanidad son una simple concatenación de
sucesos inconexos, o aleatorios, es de una ingenuidad rayana en la
estulticia.
Desde
la constitución de las primeras transnacionales, como la Liga Púnica, la
Liga Hanseática y la Liga Lombarda, de artesanos y mercaderes con
intereses extraterritoriales, se han sentado las bases de la globalización,
siempre dentro del mundo conocido entonces.
Las llamadas thalassocracias (del griego Qalassos = océano) o
potencias marítimas, aspiraron desde sus orígenes a extender sus
dominios y mercados (que de eso se trata) más allá del horizonte.
Entre los siglos XV al XIX, tal categoría se la disputaron entre
España, Portugal, Inglaterra y Holanda, quedando la penúltima como reina
de los mares, hasta su ocaso aparente y reemplazo por parte de los Estados
Unidos en las postrimerías del siglo XX7 . En
esta suerte de “guerra no declarada” de tres y medio siglos, se
recurrió a la desinformación, a la piratería y a la usurpación de
colonias entre unas y otras, casi siempre al margen de la ética y
procedimientos non sanctos.
La manera de cómo Inglaterra se apoderó de Gibraltar, no es
diferente en metodología, a la manera en que los Estados Unidos se
apoderaron de territorios mexicanos o españoles.
Sólo de Rusia adquirieron, en compra, el territorio de Alaska ¡pagando
una diezmillonésima parte de su valor!; o de Francia, el territorio de
Louisiana, también usufructuado a precio vil.
Todo lo demás, lo hizo manu militari y sin
sonrojos, “marines” mediante. Para
concluir, me referiré a uno de los últimos reductos de la creatividad
alternativa (que también contiene mucha basura, pero al menos se puede
escoger), llamado Red INTERNET. Pese al ominoso espionaje electrónico del
sistema ECHELON, o Gran Hermano, la super computadora que puede filtrar
hasta 500.000 mensajes e-mail
por hora, auxiliado por Carnivore; es posible compartir, discutir,
publicar a bajo costo y usarlo como una herramienta, si no libre de
censura, al menos libre de censores humanos, que es decir bastante. Esta
red de redes, tuvo su origen en ARPANET, de carácter militar, diseñada
por Leonard Kleinrock un ingeniero del Massachusetts Institute of
Tecnology (MIT), allá por 1961. Existe
un plan de la ultraderecha de poner coto a Internet, o sacarlo de
circulación, pero la presión de miles de empresas que lo utilizan, lo
hace inviable. Lo máximo que pueden hacer, es pescar mensajes sospechosos
e interceptarlos hasta asegurarse de su inocuidad o advertir por los
servidores que hay control. Nada
más. El
mundo contemporáneo es demasiado complejo y diverso como para ser
colonizado a la antigua y perimida usanza virreinal. Además, la
burocracia colonial tiene costes muy elevados (¡Y que lo digan
Inglaterra, Bélgica, Alemania, Holanda, Portugal, España y Francia!),
como para mantenerlas dentro del control metropolitano y libre de corrupción
administrativa. La opción
elegida por los nuevos fenicios del siglo XXI es más efectiva y de bajos
costes, ya que no requiere más que un tirón de orejas de tanto en tanto
y tampoco precisa de un ejército de ocupación permanente. Basta
con entronizar a caudillejos corruptos que se encarguen de mantener en
vereda, cipayos mediante, a los ciudadanos, usando a ejércitos propios
como fuerzas de ocupación y sin cargar en demasía la conciencia
metropolitana de culpas, a causa de los excesos represivos. Del resto, se
encargan los procónsules del State Department y los gerentes-gerontes de las transnacionales,
apoyados por bilaterales tratados leoninos y voluntarios del Peace Corps.
México,
Nicaragua, Panamá, Guatemala, Honduras, El Salvador, Brasil, Argentina,
Paraguay, Perú, Uruguay, Dominicana, Granada, Colombia, Chile, Afganistán,
Irak, Taiwán, Corea y tantos otros, pueden atestiguar la eficacia de tal
sistema neocolonial. Todos
estos países en algún momento de su historia sufrieron intervenciones,
invasiones o golpes de Estado que trataron de burlar la voluntad de sus
pueblos o retrasar los relojes de su evolución. Los
muertos, torturados, secuestrados, desaparecidos NN, presos de
conciencia... son meras estadísticas para el recuerdo y sin valor
comercial, salvo que los rescatemos de las memorias perdidas.
Las
ideologías asesinadas por Francis Fukuyama renacen de sus cenizas, aunque
no faltarán cerebros que intenten repetir el lado oscuro de la historia. Siempre
habrá ideólogos de “Operativos Cóndor” disponibles, con o sin
uniformes, a mano y al servicio incondicional del poder económico global.
Mas también, siempre habrá inteligencias preclaras que hurgarán
en la oscuridad hasta divisar la luz.
Pese a quienes pese, la justicia ha de renacer por sus fueros. Sabido es, que también las mentiras tienen piernas cortas.
Tarde o temprano chocarán con La Verdad.
El futuro tiene sus propias lógicas y nosotros, los pueblos
australes, tenemos nuestras propias esperanzas.
Ellos,
sólo tienen intereses y conveniencias, y, si nos ofrecen amistad y
cooperación para el desarrollo, ténganlo por seguro, será un error de
información.
Pero en todo caso, será un error premeditadamente alevoso. Referencias: [1] Robert Bowan, ex general de la USAF, con 101 misiones de vuelo de combate en Vietnam, es actualmente obispo católico de Florida, tras retirarse del servicio. |
Chester Swann
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