¡Copenhague está que arde, por ahora, pese al frío boreal! La policía danesa ya está repartiendo hostias y gases a manifestantes ambientalistas; y los países contaminadores se niegan a ceder posiciones, dizque para que sus economías no decaigan (y sus lucros tampoco, que de eso se trata finalmente).
Centenares de arrestados, contusos y expulsados es el saldo de la intolerancia de los países ricos contra lo menos favorecidos en el reparto de la torta. Es evidente que el Club Bilderberg (la superlogia globalista europea) está acechando tras la cortina de la conferencia cumbre del cambio climático (COP15) por su renuencia a reducir sus emisiones de Co2, para que no se paguen indemnizaciones justas a los subdesarrollados por parte de los contaminadores. 70 billones de toneladas de carbono son vertidos a la atmósfera, sólo por Estados Unidos y China.
Mientras Obama esconde la cara y envía a su canciller Hillary Clinton —para que lo cubra las espaldas y seguramente el techo de vidrio de la Casa Blanca—, los Estados Unidos derrochan 687.000 millones de dólares en agresiones y guerras de conquista por recursos, invadiendo países soberanos que están lejos de ser una amenaza, como lo proclama la “doctrina Bush”. Encima se pegan el tupé de ofrecer apenas un 0.0010 % de lo que gastan en armas y logística bélica, a los países damnificados por el calentamiento global.
Quien haya visto “La verdad incómoda” del ex vicepresidente de los EE.UU. Al Gore, puede tener una pálida idea acerca del problema. Ciertamente, científicos seudoambientalistas también presentaron un video (Lo he visto personalmente) replicando —quizá pagados por los cárteles de la energía—, y desmintiendo a los “alarmistas” climáticos. Claro, los polos y los glaciares se siguen derritiendo, tal vez por ignorar a estos defensores oficiosos del statu quo actual y sus mentiras desinformativas. Se derriten, pero sobre todo en el hemisferio norte.
Nosotros los sudacas, por utilizar energía hidroeléctrica —aunque somos también consumidores de combustibles—, contaminamos relativamente poco. Al menos en comparación con los industrializados del norte. La energía eléctrica consumida por los EE.UU. se basa mayormente en el carbon y la nuclear, además de petróleo, por lo que sus emisiones son miles de veces mayores. Pero se niega a reconocerlo por no “hacer decaer su economía”. Es decir, devoran recursos planetarios y consumen como pirañas famélicas. Resumiendo: ¡el 7 % neto de la población nundial consumiendo el 35 % de los recursos energéticos y alimentos del mundo! Un mundo que se halla a un paso de la terapia intensiva por agotamiento y enfermedad.
Chávez, el bolivariano fue más brutalmente sincero. “—Acá el problema es el modelo —expresó no sin razón— y si no se cambia este sistema consumista, no se arreglará simplemente con dinero o compensaciones mezquinas”. En tanto, Evo Morales recalcó: “—Los pueblos indígenas siempre han respetado a la naturaleza porque la nuestra es la cultura de la vida; en tanto que el consumismo desenfrenado de Occidente es cultura de la muerte y la destrucción. Es una vergüenza que se gaste 687.000.000.000 de dólares en guerras y armas, mientras ofrecen apenas 10.000.000 de limosna para paliar el desastre a que exponen al mundo”.
Es obvio que a ambos les asiste buenas dosis de razones atendibles y lógicas. El sistema nos atiborra constantemente con miles de millones de toneladas de desechos industriales por artículos suntuarios y superfluos descartables a corto plazo, pensando sólo en los beneficios. Gasta energía valiosa en meras diversiones nocturnas y en cosas banales, no necesarias para la vida humana, pero sí costosas para los pobres. “—Si seguimos a este ritmo —dijo un científico norteamericano— necesitaremos tres planetas como éste en pocos años más”.
Creo que si el mundo durmiera de noche, en lugar de farrear y robar al prójimo, ahorraría millones de toneladas de petróleo y miles de gigawatts de electricidad. Y hasta los astrónomos estarían satisfechos de observar cielos nocturnos sin la polución lumínica de las superpobladas ciudades.
Me pregunto qué harán los países contaminadores, cuando las aguas marinas se vuelvan ácidas (falta poco) y empiecen a cubrir las zonas costeras de los continentes. ¿Van a fabricar Arcas de Noé para huir de las aguas? ¿Van a invadir otros países para reubicar a los desplazados? ¿Van a luchar al estilo nazi por “el espacio vital”? Pero estas preguntas debemos contestarlas nosotros: los “atrasados” y víctimas del capitalismo desenfrenado.
Pero mientras los países industrializados derrochan agua, energía, alimentos y otros recursos en diversiones, guerras de conquista y consumo descontrolado; en África y gran parte de Sudamérica y porciones de Asia, por ejemplo, se carece de lo más mínimo.
Por más que los conservadores —como el ultraderechista Krauthammer devoto de la Biblia— acusen a los militantes ambientalistas y biólogos de agitadores, ecoterroristas, neomarxistas y otros adjetivos al uso, es claro que ellos mismos incitan a la lucha de clases; aún sintiéndose protegidos por sus ejércitos mercenarios y policías pretorianos, pagados para guardarse de los desheredados y hambrientos que ese modelo económico excluyente y asimétrico tiende a crear.
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