Carta ciudadana desde el Paraguay (170)

Luque, 8 de junio de 2009

Un paparazzi de cuyo nombre prefiero no acordarme publicó fotos de damas en topless, en el conservador “El País” de Madrid hace pocos días.  La cosa nada tendría de particular si las hubiera tomado en Biarritz, en la Còte d’Azur o en algún club mediterráneo de por ahí, fíjese usted; pero las dichosas fotos fueron tomadas de contrabando en una de las lujosas villas sardas de Silvio Berlusconi.  Por otra parte, las damas eran suficientemente jóvenes y audaces como para desafiar toda privacidad, y estaban en compañía de selectos invitados, además del anfitrión.  Ahí, en la pacata y doble-moralista Europa la cosa pasó a castaño oscuro.

“Son fotos inocentes y no tengo nada que ver” —dicen que dijo Berlusconi, amenazando al osado paparazzi por violar su intimidad y su reputación, algo deteriorada por un supuesto affaire reciente con una jovencita, además de anteriores escándalos de corrupción política y económica. 

No me extraña la actitud de Berlusconi, nuevo amo feudal del norte de Italia, en uso y abuso de sus derechos de pernada; sino el escándalo suscitado por una insignificancia como esa.  Y nada menos que en la ahora destapada sociedad europea, donde la moralina farisaica y católica se bate en retirada con el frío.

Me retrotrajo, el escándalo del cocoliche Berlusconi, a una foto de nuestro presidente en un jacuzzi, entre bocadillos y paños menores, además de su descubierta paternidad obispal; hechos que dieron varias vueltas al planeta en alas de las agencias noticiosas.  ¿Por qué, quien tiene canas a granel no puede lanzar algunas al aire?  ¿Será que la prensa apela a escándalos de alcobas y similares para ocultar casos más calientes y urticantes? 

En los noventa, siendo Bill Clinton gobernador de Arkansas, su esposa estuvo involucrada en turbios negociados inmobiliarios (Whitewater), que luego de cierto tiempo se llevaron a tribunales, ya siendo presidente.  No demoraron en destapar el affaire Lewinski, que desvió la atención publica a las actividades púbicas del presidente… mientras el caso Whitewater se diluía en agua de borrajas.

Y siempre que surgía un escándalo de éstos, los protagonistas alegaban la más pura inocencia; al punto que esta palabra casi llegó a emparentarse con la anterior, como si tratasen de convencernos de que son antonímicas, aunque una preceda a la otra en casi veloz sucesión justificatoria.  Es evidente que la prensa y los periodistas están siempre a la pesca de algún escándalo-tapadera, mientras por otro lado fabriquen pruebas de inocencia… como los casos de Yinde, Bernal y Gamba. ¿Recuerdan? Y el prostíbulo Oriental Masajes sirvió de punto de reunión a estos últimos. Un perfecto escenario para otro escándalo… rumbo a la inocencia.       

Chester Swann Ex periodista, cantautor, escritor y diseñador gráfico, entre otras maneras de perder tiempo sin perecer en el intento.

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