La persistente (y deplorable) costumbre de entorpecer las labores de estado —más en función a intereses sectarios y corporativos que al interés común— viene de muy larga data. Casi desde los años de plomo de la conquista hasta nuestros días. Por tal motivo todos los proyectos en pro de la justicia, el equilibrio tributario, las obras de infraestructura, salud, educación y seguridad, son canallescamente saboteados dentro de esas abominables cámaras sépticas denominadas pomposamente “Congreso Nacional”. No existen reglas claras de responsabilidad política que sancionen ejemplarmente esos actor rayanos en una traición a la patria.
Los mismos encargados de hacer las leyes, son los primeros en violarlas; los mismos responsables de administrar justicia, la soslayan arteramente; los mismos ejecutores de la seguridad pública, son quienes amparan al delito; los mismos encargados de la percepción de tributos, son quienes propenden a proteger a los ilegales y entorpecer a los que buscan legalizar sus actividades y oblar sus tributos. Pareciera que los del ancien règíme se empeñaran en mantener un statu quo de inmovilidad, manteniendo sus injustos privilegios por medio de la coacción y el chantaje político.
Muchos retardatarios del liberalismo leceferista manchesteriano culpan de nuestros males y desdichas a las ideologías; olvidan supinamente que son los intereses corporativos los que entorpecen el progreso social, y que lo arriba mencionado tiene más que ver con lo segundo que con lo primero.
Ni el partido (¡Qué mala palabra, ésta, casi blasfematoria!) colorado, ni el liberal, ni los del PQ, ni los demás del ahora amplio espectro colorinche se mueven en base a ideologías, sino de intereses creados. No son las ideas la medida de todas las cosas, sino el vil metal en función de comprador de conciencias.
¿Existe alguna manera de encauzar a la ciudadanía en pro del interés común? Quien esto escribe piensa que sólo la juventud —aún no contaminada por lo espurio— podría torcer este rumbo de colisión —contra el sentido común— de nuestra política criolla. Es urgente que la ciudadanìa ponga en debate algunas ideas que sirvan de marco (lo que no significa cuadrado precisamente) a un país institucionalizado y libre de las lacras heredadas del viejo sistema prebendario de otrora.
Y no es una mera y tibia expresión de deseos descafeinados, sino una suerte de sueño imperativo que empuja mi voluntad hacia un país diferente. Pero es necesaria una reforma constitucional que impulse un modelo de democracia directa, participativa y en un estado social de derecho que implique igualdad de oportunidades. Mientras tanto, debemos seguir soportando a seudopolíticos que se empeñan en atrasar relojes y calendarios… y a medios de comunicación que apuestan al inmovilismo histórico de una impresentable “representatividad”. |