Pudo completar el último grado de primaria en su patria, pero
evidentemente bajo la presión de una cultura aún extraña para alguien
llegado del exterior, por lo que apenas pudo lograr aclimatarse en su
propio país donde sus compañeros lo hicieron sentirse extranjero, desde
entonces hasta hoy, aunque ha recuperado su estatus de ciudadano del
planeta en compensación a tantos años de extranjería no deseada.
El arte lo llamaba a los gritos, más que la necesidad de tener una
profesión “seria”, por lo que intentó aprender el dibujo y la música,
en parte con maestros y en parte por sí mismo, en una híbrida autodidáctica
y limitada academia (1960-67). De todos modos, insistiría en ambos
lenguajes expresivos y pasaría por varias etapas antes de decidirse por
la ilustración gráfica y la composición musical, muchos años después,
incluso, de su regreso de la ciudad de Buenos Aires donde pasara un tiempo
en compañía de su padre aún exiliado (1959/1960).
Tras especializarse en humor gráfico para sobrevivir, trabajó en la
prensa (ABC color, LA TRIBUNA, HOY y algunas revistas de efímera aparición),
donde además incursionaría en periodismo de opinión, cuento breve y
humor político, para lo cual derrocharía ironía y sarcasmo: sus sellos
de identidad. Algunas de sus obras literarias o gráficas quizá han de
pecar de irreverentes, pero reflejan fielmente el pensamiento de un
humanista libertario, sin fronteras, y que se cree ciudadano de un planeta
que aún no acaba de humanizarse del todo.
Por la militancia política de su padre —guerrillero del Movimiento 14
de Mayo y prófugo de la prisión militar de Peña Hermosa—, este
inquieto habitante de la Vereda de Enfrente, sufriría persecuciones y
varias estadías entre rejas. Por otra parte, su ironía e irreverencia,
manifestada en versos y canciones, no contribuirían a lograr que lo
dejaran fácilmente en paz, por lo que, en un alarde de creatividad se
transformó en una entelequia bifronte llamada Chester Swann el rebelde,
olvidándose del otro, fruto de un bautismo de pila y burocracia
civilizada (Imbecivilizada, diría después con su sorna característica).
Con este nuevo patronímico y alter-ego, dio en componer canciones (dicen
que fue convicto de dar inicio al mal llamado “rock paraguayo”, lo
cual no es del todo cierto), esculturas en cerámica y algunas obras pictóricas
(por entonces utilizaba aún lápices, pinceles, acrílicos, acuarelas, óleos
y toda esa vaina) , con lo que se hizo conocido bajo tal identidad
ficticia.
A partir del defenestramiento de la larga tiranía de Stroessner, pasó a
autodenominarse como el Lobo Estepario. La razón principal pudo haber
sido el hecho de no integrar cenáculo culturoso ni grupo, clan o jauría
intelectual alguna, (de puro tímido nomás) como tampoco en política
partidaria ni en los círculos artísticos en boga, trazando sus propios
senderos, a veces ásperos y escabrosos, en los oficios elegidos para su
expresión y quizá por sus convicciones ácratas y libertarias, rayanas
en el anarquismo más nihilista que se pueda imaginar. Recuérdese que el
lobo de las estepas es solitario y elude andar en manadas como sus otros
congéneres de la montaña. Quizá por no comulgar con la mentalidad de
rebaño, tan común en ese animal social llamado humanidad (el hombre
—entiéndase por especie—, cuanto más social se vuelve más animal
según su percepción particular)
Pudo obtener premios literarios y algunas menciones, además de crear sus
propios canales expresivos, lo que lo convirtiera mediáticamente en una
suerte de arquetipo iconoclasta de la música rock paraguaya, entre otras
cosas; aunque prefiriese ser simplemente un juglar urbano
“latinoamericano”, más que rockero paraguayo, como podrán
comprobarlo al escuchar sus composiciones en “Trova Salvaje”, su
primer CD conceptual, o leer en RAZONES DE ESTADO, su primera novela
publicada (aunque tiene más de catorce obras literarias inéditas aún).
Durante la “transición” (mejor dicho “transacción) ha participado
en movimientos independientes y colaborado con ONGs en diversos proyectos
sociopolíticos, aunque este sujeto cree más en lo cultural que en lo
ideológico-doctrinario; pues que no le trinan las doctrinas, según suele
decir este escéptico empedernido. Tanto, que a veces hasta le cuesta
creer en si mismo.
Cuando vean sus imágenes, escuchen sus canciones o lean su literatura
sabrán a qué atenerse con respecto a este individuo, agazapado por años
en un conspicuo anonimato, creativo aunque silencioso. Podrán visualizar,
leer y escuchar a un poeta ladrautor del asfalto y contemplarse en estas
imágenes situadas entre lo cotidiano y lo fantástico. Seguramente habrá
muchas personas que no saben quién diablos es este tipo que se hace
llamar El Lobo Estepario, pero si se toman la molestia de hurgar en este
material, podrán salir de dudas… o acrecentarlas de una vez y para
siempre. Es que este individuo siempre ha sido un signo de interrogación,
incluso para él mismo.
|