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Prohibido ser feliz
de Mariluz Suárez Herrera
ibarsua@gmail.com

 
 
 

Lo femenino en la dramaturgia de la maestra mariluz suárez herrera

Aída Párraga

San Salvador, El Salvador

 

 

 “Gabriel:    Yo no soy tu terapeuta, tú eres la que tiene que decidir qué es lo que quiere.”

 

Aunque esta no es la frase con la que “Arcángeles los tres” comienza, si es la frase que define totalmente la esencia de la obra dramática de Mariluz Suárez, tanto que quizá todo lo que se pueda escribir a continuación salga sobrando. Sin embargo, entrar en la mente, el espíritu y el universo ajeno, siempre es un reto difícil de rehusar; sobre todo cuando este universo pertenece a una dramaturga. Escribir teatro es un talento muy particular, la creación de universos en la narrativa es mucho más sencillo, uno cuenta con todas las descripciones, metáforas e imágenes que se necesitan… El teatro es distinto; es un misterio cómo los dramaturgos nos van introduciendo en su mundo lleno de voces y personajes que toman la palabra, que no se dejan dirigir, que se vuelven únicos y verdaderos. El cerebro del dramaturgo está poseído por las voces de todos, de todo. Pero particularmente, en el caso de Mariluz, está poseído por voces femeninas. 

 

En “Arcángeles los tres” el mundo, visto desde la mujer, está expresado en dos voces fundamentales, las únicas dos que rigen el mundo: Madre  que representa, lo más obvio, la religión y la Iglesia.  La sociedad, el gobierno, la estructura rígida con la que se educa a las mujeres en Latinoamérica, las buenas costumbres y, sobre todo, la cultura machista con la que convivimos a diario. En el otro extremo está  Mirtha, mujer víctima y victimaria de su condición. Luchadora incansable por vencer la tradición de sometimiento que pesa sobre sus espaldas desde hace siglos, mujer que se atreve a enfrentar, ante todo,  la mojigatería de una sociedad que sabe cómo se llaman las cosas pero que no se atreve a pronunciarlo en voz alta.

 

Igualmente, la segunda pieza que aquí se presenta, “Prohibido ser feliz”, tiene como protagonista a la mujer: Norma, Maruca, Sara, Julia y Ofelia son mujeres que viven en estos tiempos en que todos vivimos, que asisten a su realidad como a una conferencia, que se ríen de los estereotipos en los que quieren encasillarlas, que están totalmente conscientes de su papel en el mundo y en la sociedad.

 

Son mujeres fuertes, independientes, que pueden parecer tontas o vacías dependiendo de la circunstancia y de qué tanto les sirva para alcanzar sus objetivos.

 

¿Quién entiende a las mujeres? Los personajes masculinos de la Maestra Mariluz son accesorios para su universo femenino: La mayoría de las veces son predecibles y simples. Están ahí para proveer a la mujer la oportunidad de crecer, de confrontarse, de cuestionarse su lugar en el mundo, pero sobre todo, la razón real de su existencia. Con esto no debemos confundirnos, porque Mariluz no es una dramaturga feminista, es una escritora que recrea el mundo femenino y lo representa sin tapujos. Sus personajes son honestas consigo mismas, se conocen, saben de qué son capaces y están orgullosas de ello.

 

Sara, por ejemplo, en “Zapatos para correr” es deliciosamente perversa, vengativa, cruel… Y lo es pacientemente, no importa el tiempo, ella está ahí, como una hermosa araña, tejiendo su venganza día con día.  Pero al final el amor, no solamente la redime, sino la justifica totalmente ante nosotros.

 

Porque las mujeres de Mariluz aman, todas están llenas de ese amor incondicional y preparado al sacrificio, y se inmolan, se entregan, se desnudan… Pero su amor por el otro tiene un límite clarísimamente dibujado en sus personajes y éste es el momento en que por amar a otro se dejan de amar ellas. En “Lentes para ciego” Norma, por ejemplo, es la típica esposa sometida:

 

Norma:   Te esperé toda la noche, quisiera platicar un rato.

Boyle:  Mañana corazoncito.

Norma: Bueno. (Toma el papel, lo guarda, marca el teléfono). Voy a avisarle a Maruca, le dará mucho gusto.

Boyle:  ¿Qué te pasa, (le quita la bocina con cuidado) qué haces?  ¡Por favor!  Son las seis de la mañana.

Norma:  Es cierto, más tarde, más tarde lo haré.

Boyle:  Hay que dormir. Necesitas…

Norma: Lo que yo necesito…

Boyle:  Ay está, ya tienes lo que necesitas.

Norma: Yo te podría decir cuáles son mis necesidades. (Boyle se vuelve hacia el muro, dándole la espalda) Agustín escúchame. Siento que mi vida está llena de insatisfacción, de vacío.

Boyle:  Estaba Normita, ya vas a tener en qué ocupar tus ratos libres.

Norma:  Ándale, cuéntame cómo conseguiste lo de la lotería.

Boyle:  (Hablando hacia el muro) ¿De verdad quieres saber?

Norma:  Ándale Negro, dime.

Boyle:  (Se da vuelta hacia ella) Y qué tal que no te guste.

Norma:  Me lo conseguiste ¿no? Te lo dieron, no le pueden negar nada a un primer actor como tú…

Boyle:  Bueno, pues platiqué un rato con su señora esposa quien amablemente le transmitió mi petición, más bien la tuya.

 

Sí, Norma sabe lo que su marido es, sabe que es egocéntrico, egoísta… Sabe, y ella ha participado en la creación de ese mundo para él, que él se merece todo lo mejor, que todas las mujeres la envidian por tenerlo y que, a cambio, hay que soportar desplantes y desmanes. Norma no es tonta, pero aguanta, porque tiene un hogar (más bien, un concepto de hogar) que defender del flagelo del divorcio y la separación. Está acostumbrada a él, ha construido todo un universo en su rededor que es el que la sostiene; sin embargo, también se ha ocupado de construir su salvación educando a un hijo que la ama pero no la secunda:

 

Mateo:  Su compromiso, sí claro; (Boyle le hace cosquillas) ayer, llamado; la semana pasada, inauguración; hace dos días, un casting; mañana, debut, festival, prueba de

                maquillaje.

Boyle:  (Como cantando) Envidia, codicia, dentera.

Norma: Éste es su trabajo Mateo, lo sabes desde que estabas dentro de mi panza.

Mateo: Lo dirán de broma pero el único que le saca jugo a todo esto es el veleidoso comediante, o sea tú, te vas a tus reunioncitas y los que nos quedamos con un palmo

              de narices somos tu mujer y yo.

Boyle:  Mira roñoso, a poco crees que no me doy cuenta que en cuanto salgo te desapareces como fumarola en eclipse, la fumarola eres tú y el eclipse…

 

De tal forma que Mateo bien se podría llamar “Pepe Grillo”, es la conciencia de este personaje, es su alter ego, es su inteligencia de mujer que le está diciendo que ya es suficiente…

Julia y Ofelia, en “Guantes para soñar” son protagonistas de, quizá, la más intrincada, a nivel psicológico, de las tres piezas. Desde el comienzo, Mariluz nos toma de la mano y nos mete en la vida de Julia, nos hace participes de su hastío, del vacío en el que la han ido a tirar desde el día en que se casó… Julia también es sumisa, también cree que el matrimonio es importante y por eso, a su manera, trata de salvarlo pero su marido, como todo hombre, no entiende que el silencio y la condescendencia no siempre son signos de satisfacción, porque las mujeres de “Arcángeles los tres” y “Prohibido ser feliz” están todo menos satisfechas. 

 

Julia:  Hablando de jueguitos, es hora de que me ponga mi collar de perro agradecido, no vaya a ser que regrese mi amo. (Se pone el collar y se sube a la cama imitando a un perro, ladra, gime, resopla, levanta la pierna, se acuesta simulando a un perro) Guau, guau, guau.

 

Pero Julia urde un plan, aunque no nos lo diga. Cómo otra hermosa araña, va tejiendo alrededor de Ofelia su trampa, su plan, su escape… Y a medida que transitamos en la obra, nos queda la duda de la verdadera existencia de los personajes: ¿Es Ofelia real o un fantasma de Julia? ¿Es su amiga o es su amante? Y por último, pero no menos importante, ¿qué nos trae realmente la felicidad: una vida sencilla y sacrificada con el único propósito de sobrevivir o una vida holgada y materialmente satisfecha sin ningún propósito?

 

Pero esta pieza, además, toca muy sutilmente temas tabú de nuestra sociedad moderna latinoamericana: El homosexualismo y la infidelidad de las mujeres. Sí hay un dejo de lesbianismo en la manera en que Julia trata a Ofelia, la tensión sexual que crea la pieza nos hace pensar, que en algún momento, Julia besará a Ofelia, que de alguna manera le excita verla en ropa íntima, en vestirse ella de criada, ser esclava por una vez de otra mujer, pero además por voluntad propia, porque es Julia quien la ha elegido de entre un montón de chicas con moñitos de diferentes colores…

 

Ofelia en off: Julia, esto es demasiado, yo no puedo usar esta ropa tan chistosa y tan… tan transparente.

 

Julia: (Sube la luz, sale Ofelia del baño en baby doll, mientras Julia termina de ponerse el uniforme y de tender la cama) A ver, dime si quedó bien, ayer dijiste que la dejé con arrugas.

Ah, te ves hermosa, cómo me gustaría que te viera tu marido.

 

 No llegan a besarse, pero intercambian maridos, por una noche al menos, Julia se mete en la humilde cama de Ofelia y viceversa:

 

Ofelia:  Pero si mi marido es muy hombre, a mí me cumple.

Julia:  Yo no estoy hablando de eso, aquí lo que a ti y a mi nos interesa es darnos uno que otro gustito, ¿estarás de acuerdo?

Ofelia:  Sí, pero me preocupa que va a pensar el señor gerente.

Julia: Por ese ni te preocupes, tu nomás no dejes que encienda la luz y nada más abres las piernitas. (Le pone perfume) Mira, es bien fácil.

Ofelia: Me está dando más miedo.

Julia: (Le ayuda a ponerse un camisón) Ven, métete en la cama, yo te acomodo.

 eso sí, ¡quítate los calzones!

 

¿Hasta dónde podemos llegar las mujeres en busca de nuestra felicidad? Nadie lo sabe, pero estas piezas que están ustedes por leer, les darán una idea bastante clara de lo intrincada y compleja que es la mente femenina. De lo fría y calculadora que puede llegar a ser cuando se le trata con despecho y desconsideración, de lo poco frágiles que podemos ser las mujeres cuando se trata de sobrevivir, pero sobre todo, de lo deliciosamente sutiles que podemos llegar a ser en nuestro placer por la venganza… O para ponerlo menos duramente, en nuestra necesidad de retribución.

 

Pero además de todo, en el aspecto técnico, la estructura dramática es impecable, diálogos ágiles, escenas de rápida resolución, hacen de las piezas de Mariluz una experiencia dinámica tanto para el actor y director como para el público. Son piezas, en general de pocos personajes que pueden montarse en casi cualquier espacio que tenga un mínimo de requerimientos para el hecho teatral, esto la convierte en una autora accesible para el montaje de sus obras. La realidad del teatro en nuestros tiempos es cada vez más difícil para los que desean incursionar en él. Las grandes salas con toda su parafernalia están dedicadas a producciones monumentales y esto compromete a los dramaturgos contemporáneos a modificar sus planteamientos, a acercar el texto dramático a los directores, actores y público mediante la oferta de una propuesta viable, de gran contenido pero de accesible montaje.

Por eso los personajes de esta autora son tan ricos, tan exuberantes en su construcción, porque son ellos los que construyen la pieza, todo lo demás, lo que los rodea es sólo una parte y, por cierto, no la más importante. Esto deja en libertad a quien la tome en sus manos y le de vida en el escenario de que pueda recrear el mundo de estas mujeres de acuerdo a sus posibilidades de recursos y espacio.

 

Para no seguir robándole el tiempo al lector en estas líneas, solo agregar que, aunque no es muy popular LEER TEATRO como género, las piezas de Mariluz son una lectura exquisita. Las voces de sus personajes nos van construyendo sus mundos tan ricamente que leerlos se vuelve una experiencia lúdica que, sin lugar a dudas, nos lleva a un estado de reflexión, tocando siempre algún recuerdo en nuestra memoria o haciéndonos entender que somos nosotras y nosotros los que estamos hablando a través de sus personajes pues, como todo artista verdadero, Mariluz Suárez Herrera es dueña de las voces de todo y de todos.

 

Aída Párraga

San Salvador, El Salvador

 


Personajes:

Orador         45 años

Norma           37  años   

Boyle            45  años  

Mateo            20  años

Maruca         30 años

Franco         45 años

Sara              30 años

Alfredo       43 años

Ismael          45 años

Julia             20 años

Ofelia          25 años

Voces en off

                                                                               

Del lado derecho del proscenio un podium para un conferencista y tres sillas vacías, el telón estará cerrado. El mismo personaje será el orador, Boyle, Franco e Ismael.

 

Voz en off: Pedimos un fuerte aplauso para nuestro conferencista de esta noche el Doctor Gustavo Salinas. (Aplausos)

Orador: (Entra,  acomoda micrófono, saca unas hojas) Muy buenas noches señoras y señores, hoy tendré el gusto de hablarles de una de las civilizaciones más importantes de la

             tradición antigua. (Al público) Pasen, pasen por favor, hay lugar aquí adelante. Como les decía, en los tiempos modernos se ha reavivado la querella en torno a estas dos

             opiniones contradictorias… (De nuevo al público) aquí hay lugar, aquí adelante. Pasen, por favor. La tesis que yo manejo se  presenta en una forma más matizada como

             resultado de mis recientes escritos. Procedentes de Europa Central, las tribus célticas penetran en la llanura del Po en procura de tierras fértiles. (Al público) Por favor no se

             queden de pie, qué honor hablar ante una sala llena y un público tan interesado, decía yo que estas opiniones tomadas aisladamente, podrían en rigor ser reducidas y ¿cómo

             explicar de otra manera la extraña similitud de los rasgos artísticos, religiosos y lingüísticos? Para entender necesitaríamos algo así como unos lentes para ciego…

 

Baja la luz y se abre el telón


 

                                              

                                                               LENTES PARA CIEGO

                                                                              Para Teté  y Mariana

 

 

El escenario estará dividido en dos una sala comedor con una puerta a la izquierda que será la cocina que no se ve. La sala es un sillón largo, no hay mesa, sólo dos almohadones sobre la alfombra, ningún cuadro, ningún arreglo. Una mesa y cuatro sillas separan los dos espacios. Se escucha “Pasión” cantada por Fernando Lima.  Entra Norma con una bolsa de compras, la pone sobre la alfombra, se coloca un mandil y empieza a preparar la comida, entra y sale de la cocina. Entra Mateo, avienta unos libros sobre el sillón.


Norma: ¿Y la video? ¿No te encargué una cinta y una video casetera?

Mateo: No me alcanzó.

Norma: Cómo que no te alcanzó. Te di dinero suficiente.

Mateo: Los muy perros le subieron a todo, ma, me caminé… ni te digo todo lo que caminé. Traje una cinta.

Norma: Y qué, ¿dónde demonios vamos a grabar?

Mateo: Antes di que te la traje.

Norma: Ya, mijo, no la friegues. Con lo importante que es para él, bueno para nosotros, grabarlo.

Mateo: Qué tanto te aflige, que le pida a uno de sus amigotes, los importantes, los de dos y tres apellidos, que le den una copia. De sobra sabemos que van a grabar, si van  a estar

           todos los picudos.

Norma: Mateo ¿Lo hiciste adrede?

Mateo: Ah, ¿eso piensas? No fui a la universidad por darte gusto y me sales con esa jalada.

Norma: Ah, y tampoco fuiste a la universidad.

Mateo: Pus ¿a qué horas, dama encantadora?

Norma: Perdón, mi’jo es que estoy tan angustiada. Tengo que entrevistarme con el dueño del local. Fui a comprar lo que le faltaba, su ropa tiene que estar lista. ¡Todo el mismo día!

Mateo: Aparte esto ya ni se usa, si de verdad quieres grabarlo hay que comprar una buena cámara pero esas sí cuestan un buen. (Pausa) ¿Qué me ves?, yo también tengo mis

           obligaciones.

Norma: ¿Qué horas son?

Mateo: Las dos.

Norma: Ya se me hizo tarde, voy a cancelar mi cita. Ahora qué le vamos a decir.

Mateo: (Saliendo) Ya ma, no te azotes, no es para tanto.

Norma: (Marca un número en el teléfono. Se escucha un ruido, Norma deja lo que está haciendo, entra Mateo)             Ah, eres tú, pensé que sería tu papá.

Mateo: Mmm, eso quisieras, (transición) ¿hay fruta? voy a hacerme un licuado.

Norma: No, ahora no, si enciendes la licuadora lo vas a despertar.

Mateo: Molesto va subiendo la voz) Quiero encender la licuadora, el radio, la tele, mis discos compactos y todos los aparatos que hagan ruido a la hora que a mí se me de la gana, 

           cuando tu gallo este en el más profundo sueño. ¡Habría que desnucarlo, y hacer un caldo!

Norma: No me mires así mi hijo. (Para sí) Está ocupado. (Cuelga) ¿Realmente fue tan difícil?

Mateo: No, no fue difícil, lo que pasa es que no me gusta dejar mis cosas, eternamente, por darle gusto.

Norma: Bueno, ya te lo he dicho sólo cuenta con nosotros, este es un día muy importante. Todo va a mejorar, lo presiento.

Mateo: Y tú mi muy querida madre: ¿supiste en qué camión subirte?

Norma:  Claro, yo sé qué camión tomar. Pero no, tomé un taxi.

Mateo: ¿Gastaste dinero en un taxi? ¿Qué no sabes que esos lujos están prohibidos en esta casa?

Norma: No seas cínico Mateo, tenía que volver rápido, tengo que preparar la comida y planchar la camisa de tu papá.

Mateo: Bueno Madre Sacrificada, ¿a qué hora vamos a comer? ¿Antes o después de que despierte tu príncipe azul?

Norma: Sigue molestando ¿eh? No ves que es… algo pasajero. Hoy le darán la buena noticia, tengo la corazonada, seguramente… y ya sólo esperaremos el pizarrazo, la filmación y…

Mateo:  Y mientras pedimos limosna en el metro o asaltamos algún negocio.

Norma: No es para tanto. Peores hemos pasado y siempre salimos bien librados.

Mateo: Bueno, él siempre sale bien librado, los que pagamos el pato somos los dos pendejetes que le seguimos el juego.

Norma: Cállate Mateo, no voy a permitir que hables así de tu padre. Si te duele tanto suspender tus cosas por ayudarlo, más vale que te acostumbres al menos por un tiempo.

Mateo: Pues este tiempo se está  estirando, los días son cada vez más largos y los meses son eternos.

Norma: En cuanto todo se resuelva podrás dedicarte a pasear con tus amigos y vivir sin preocupaciones.

Mateo: Y tú ¿sacarás tu coche del empeño?

Norma: Sí, será lo primero, bueno, después de pagarle a tu abuelo lo que le debemos y la vida volverá a ser color de rosa.

Mateo: ¿De verdad lo crees, Princesa de Gales?

Norma: Qué insinúas deslenguado ¿que voy a morir en un accidente?

Mateo: No, cómo crees, insinúo que pronto serás perseguida por publicistas, fotógrafos y el gran público.

Norma: ¿Yo?

Mateo: Bueno, él y tú. Y la feliz familia, de la pareja Noriega retomará la ruta perdida y sonreirá de nuevo.

Norma: Otra vez con tus chistes, son malos, no me hacen gracia, mejor ayúdame a poner la mesa. (Hace ruido sacando los platos) No tan fuerte vas a despertarlo.

Mateo: ¿Ya viste el reloj? Más vale que se levante de una buena vez, si piensa estar a tiempo en su mentado cóctel.

Norma: No es cóctel, van a dar el nombre de los protagonistas para la película. (Transición) Es temprano, vamos a comer con calma, tiene todo el tiempo para arreglarse.

Mateo: Bueno, mientras déjame estudiar un rato, tengo que subir las calificaciones, si no…

Norma: (Toma un sobre) De eso quería hablarte, pero quiero hacerlo cuando despierte tu papá.

Mateo: ¿Carta de mi universidad? (Norma asiente) No mames. Déjame leerla.

Norma: Está dirigida a tu papá.

Mateo: Me vale, ¡ábrela! (Se la arrebata) Señor Agustín Noriega. Lo que me temía. (Sale azotando la puerta) ¡La pinche beca!

Norma: Mateo, ven, no te vayas. (Se limpia las manos, toma la carta, se dirige a la cocina) Un problema más. Ya, creo que me doy por vencida.

 

Entra Boyle en bata de casa de seda, muy elegante.

 

Boyle: Qué manera de despertarlo a uno a portazo limpio. Prefiero el horrible sonido del despertador. Ese debe de haber sido tu hijo.

Norma: (Entrando de la cocina) Sí, salio un momento ahora vuelve.

Boyle: ¿Compraste lo que me hace falta?

Norma: Si (le muestra lo que está en las bolsas) mira.

Boyle: ¡Qué hermosos zapatos!

Norma: Y son bishbusbú, marca muy fina.

Boyle: ¡Muy bien!

Norma: Mira, mira esta corbata.  Es rinerdiula, marca muy cara.

Boyle: Le queda perfecto  al traje.

Norma: Te verás ¡tan elegante!

Boyle: Gracias Norma, qué haría yo sin ti. (Enciende un aparato de música) Por cierto, olvidaba decirte, tocará una Danzonera, todos bailaremos danzón (toma a su mujer de la mano

           y bailan) después de hacer el anuncio oficial, claro.

Norma: No lo vas a creer pero ya no sé cómo se empieza. No te rías Negro, hace mucho que no bailamos, ya no me acuerdo con qué pie se sale.

Boyle: Espero me toque una que sí sepa, si no, bueno… haré el ridículo en frente de todos. Y los más crueles son los jovencitos, se burlan de todo.

Norma: Pues saca a bailar a una jovencita, seguro no sabrá dar ni un paso.

Boyle: Buen consejo, lo tomaré en cuenta. No lo haces tan mal.

Norma: Gracias, me reconfortas.

Boyle: Lo haces mejor que cualquiera de las pinches actrices.

Norma: Y sé hacer otras cosas.

Boyle: ¿Como qué?

Norma: Como bailar con la luz apagada.

Boyle: Y ¿qué más?

Norma: Y con el calor a todo lo que da. (Simula abanicarse) Como en Veracruz ¿te acuerdas?

Boyle: Con ustedes la mejor pareja de la noche en pleno lance danzonero (los dos se ríen) interpretando El danzón nunca muere, después de La trompeta enamorada.

Norma: Y Pulpa de tamarindo.

Boyle: Y Cascarita de limón.

Mateo: (Entra, apaga el aparato) Parecen chiquitos, (a Boyle) se te va a hacer tarde (a Norma) la camisa estará planchada, supongo, los calzones limpios,  la comida lista, los

           zapatos boleados…                  

Boyle: ¡Pinche aguafiestas! Ni que fueras mi papá.

Mateo: (Empiezan a golpearse de broma) Soy tu papá, tu abuelo, tu tío, tu maestro de baile, fíjate.

Boyle: ¿A poco? A ver, a ver, quiero verte mover los pies, a que ni sabes cómo.

Norma: (Mateo simula golpear a Boyle) En la cara no, Mateo, en la cara no, hoy tiene su compromiso.

Mateo: Su compromiso, sí claro; (Boyle le hace cosquillas) ayer, llamado; la semana pasada, inauguración; hace dos días, un casting; mañana, debut, festival, prueba de maquillaje.

Boyle: (Como cantando) Envidia, codicia, dentera.

Norma: Éste es su trabajo Mateo, lo sabes desde que estabas dentro de mi panza.

Mateo: Lo dirán de broma pero el único que le saca jugo a todo esto es el veleidoso comediante, o sea tú, te vas a tus reunioncitas y los que nos quedamos con un palmo de narices

           somos tu mujer y yo.

Boyle: Mira roñoso, a poco crees que no me doy cuenta que en cuanto salgo te desapareces como fumarola en eclipse, la fumarola eres tú y el eclipse…

Mateo: (Abrazándolo) Sólo sigo el buen ejemplo de mi progenitor pero no le pienso entrar a la artisteada, no seré maromero, mucho menos cómico, yo sí  voy a hacer una carrera.

Norma: Hablemos de otra cosa. Antes de que sigan inventando, vamos a comer en santa paz, luego discuten.

Comen en silencio mientras baja la luz. Un cenital cae sobre Maruca quien toma una taza de café y poco a poco se ilumina la sala.

Maruca: ¿De verdad te interesas por ese local? Está muy chiquito y muy feo.

Norma: (Acercándose) De eso pido mi limosna, mi marido me conseguirá los permisos  y allí pondré el expendio. Hoy mismo lo hablará con el Director de la Lotería, si le dan el papel en esta película ya no podrán negarle nada.

Maruca: Y a qué hora vas a ver al dueño del local, ¿quieres que vaya contigo? Tu marido estará bien dormido seguramente, a la hora de la cita va a estar descansando. (Da un trago) ¿Te parece bien… las once de la mañana?

Norma: Prefiero por la tarde. ¿Qué tal a las cinco?

Maruca: Puede ser, oye vi a tu marido ayer en la tele, cada día está más guapo, y qué actuación, qué bárbaro. Y cómo se lleva con la jovencita esa la de cabello rubio y ojos verdes,

             parece como italiana, ¿no crees? Ay, y qué buena está la historia, pobre, tan joven y con esa vida producto de un matrimonio maltrecho. Y la otra, la que sale de cajera, esa

             también me encanta pero más cuando empieza a acariciarla, cuando se le acerca, ay mira, hasta me pongo chinita de recordarlo. Mañana quiero que me cuentes todo, tengo

             mucha curiosidad por saber qué va a pasar con ella, desde que eligió esa indecente forma de vida.  Los otros no me gustan, todos son malos actores. Y el cine ni se diga,

            está como muriéndose, ahora todo lo que filman son puras cochinadas. Los que hacen las películas sólo se fijan en escuinclas estúpidas con pechugas de silicón.  Hacen falta

            estrellas, buenas estrellas, como tu marido. Creo que es una verdadera luminaria y está desperdiciado.

Norma: Yo pienso lo mismo.

Maruca: (Entra Boyle  muy arreglado, Maruca se pone de pie, saludándolo)  Hola, ¡cómo está señor Noriega! Siempre tan elegante. Hace mucho que no lo veía… bueno, así en

             persona…qué bueno que se deja ver.

Boyle: Es verdad, las dejo en su casa. (Pausa) Bueno Reina, nos vemos más tarde, no sé qué tan tarde.

Norma: (Se acerca y cuchichea algo al oído)…no te olvides Negro.

Boyle: Ya te dije que sí muñequita, veré si es posible, no se me olvida.

Norma: Tú eres un actor que está al margen de todo lo que allí pasa, es la primera vez que vas a pedir un favor.

Boyle: Bueno, sí, algo inventaré. Tú no te preocupes. (A Maruca) Con permiso. (Sale)

Norma: Maruca, ¿te interesaría acompañarme en este negocio? Serías mi socia y compartiríamos el horario. ¿Qué piensas?

Maruca: No tengo nada que pensar, sólo dime la fecha y la hora y estaré lista.

Norma: Podemos aprovechar los días que faltan para arreglar un poco el lugar.

Maruca: Y tu marido ¿qué dice?

Norma:  Mientras no interfiera en sus compromisos, no hay problemas.

Maruca: Ay, Normita, hombres como tu marido se dan cada cien años y tenemos la suerte de tenerlo aquí tan cerquita.

Norma: Sí Maruca, muy cerquita sobre todo algunas  noches.

Maruca: Pero tú tienes la fortuna de ser la compañera que satisface todas las necesidades de su hombre. Siempre he tenido la curiosidad de preguntarte: ¿qué haces cuando hay

             algo que te molesta?

Norma: Bueno, pues le preparo una buena comida o le hago un muy buen regalo.

Maruca: Ah, por eso quieres poner un negocio.

Norma: Pues sí, ser la esposa de un actor es un poco difícil, su trabajo hace que tengamos muchos gastos y para que se vean así de bonitos en la pantalla, hay que invertir mucho.

Maruca: ¿Mucho dinero?

Norma: No sólo dinero…

Mateo: (Interrumpe) Ma, ya es hora, voy a prender la tele.

Maruca: Bueno queridos, los dejo ustedes querrán ver tranquilos su programa. Nos vemos mañana.

Norma: Hasta mañana, amiga.

Mateo: Chau vecina. (Sale Maruca) Tons qué madre liberada, vas a poner tu quiosco de lotería, ¿harás felices a muchas familias?

Norma: Ay si serás fresco, cuando te de tu domingo vas a dejar de burlarte.

Mateo: Mira mujer hermosa, tú estas feliz porque ya casi logras empezar a vivir fuera del control de un amo, yo ya acabé de estar.

Norma: ¿Qué insinúas?

Mateo: Mira, con esta noticia de la escuela, más claro ni el agua, ¿no le dijiste nada, verdad?

Norma: No Mateo, cómo voy a estropearle la noche, tiene que estar tranquilo y…

Mateo: Ya, ya, ya sé lo que sigue: la estrella cinematográfica tiene que estar protegida, como siempre.

Norma: Bueno, ¿qué ibas a decirme?

Mateo: Sólo hay una salida, irme a una universidad pública, como el nene ya está grandecito, lo haré y voy a trabajar medio tiempo y terminar la carrera.

Norma: No, Mateo. ¿A dónde vas qué más valga?  ¿Vas a trabajar conmigo en el expendio?

Mateo: No.

Norma: Aquí lo tienes todo. No te falta nada.

Mateo: Mira, no te quiero lastimar pero vivir con un hombre evasivo e irresponsable no me está haciendo ningún bien.

Norma: Mateo ¿por qué lo juzgas así? Si se trata de poner nombres, yo siempre he sido justa y generosa.

Mateo: Sí mamita, tú eres justa y generosa y muchas otras cosas pero yo ya no pienso seguirle el juego como lo haces tú. Mi vida es mía y si voy a dejar mis cosas, como tú,  por

           resolver la vida de un cianotipo de la moda, fíjate que no, ya no estoy dispuesto a hacerlo. Ya cumplí veinte años y ya me cansé de que: “ahora no presentas exámenes

           porque no pudimos pagar la colegiatura, ahora te cambio de escuela porque lo exige el trabajo de tu padre, ahora nos vamos a otra casa porque ésta la necesita la empresa”.

Norma: No uses palabras que no entiendo. Siempre estás inventando, es lo único que sabes hacer. Tenemos años esperando el día de hoy. Vas a echar todo a perder con tus historias. ¿No has visto el trabajo que le ha costado llegar a donde está?

Mateo: Ah, entonces tú crees que lo contratan por ser buen actor.

Norma: ¡Claro!

Mateo: ¿Sabes cómo le ha hecho para escalar? ¿Crees que le dan esos trabajos por su linda cara? ¿Por los millones que no tiene? No ma, en ese ambiente hay sólo una manera de

           subir.

Norma: No me lo digas, insolente, no quiero saber.

Mateo: ¿Te digo lo que opina uno de mis profesores? Dice que es profesión de vagos, de gente que no quiere tener obligaciones.

Norma: Lo dicen porque no saben y ya, acabemos con esta conversación, no me gusta.

Mateo: No tengo nada más que decir. (Pausa) De momento.

 

Los dos miran en silencio el televisor, poco a poco se acercan, sonríen, muestran gran júbilo, se felicitan y abrazan sin que se escuche una sola palabra, mientras baja la luz.

Se escucha el motor de un auto, una portezuela golpea, voces y risas, se desvanecen. Norma en bata se acerca a la puerta. La luz sube poco a poco.

 

Boyle: (Entra) ¿Por qué estás levantada?

Norma: Quiero ser la primera en besarte…

Boyle: ¿La primera?

Norma: Abrazarte, felicitarte.

Boyle: No era necesario mujercita, mañana con calma… estoy realmente agotado.

Norma: Lo sabía, siempre lo supe esa película era para Boyle Noriega. (Toma su saco) Mi amor, ¡no sabes qué contenta estoy!

Boyle: Mañana, mañana hablamos, (cae un papel al piso) bueno, dentro de un rato. Ah, mira es para ti, me lo puso por escrito.  Y espero ya cambiemos de tema.

Norma: Sí Negro, ya no hablaré de esto, tomaste mucho,  ¿verdad? (Mirando el papel) Servirá para nosotros, es para los dos. Mira, con mi apoyo y algo de capital que juntemos, ya

           todo será más fácil, triunfarás, como te mereces, tendrás la gloria que te corresponde. ¡Hace tanto que esperábamos esto! Años esperando el milagro. Lo del negocio, es para

           ayudarte.

Boyle: Por ahora ayudas más cerrando tu boquita.

 

Se acomoda en el sillón como  para dormir.

 

Norma: (Amorosa) Por qué no me cuentas cómo estuvo todo, quiero saber que sentiste.

Boyle: Ya debes de saberlo cariñito, ¿no acabas de decir que esa película era sólo para mí?

Norma: Bueno, sí pero…

Boyle: Además, hace dos semanas que lo sabía.

Norma: Y para qué hicieron todo esto, la fiesta, los preparativos, inventar una pasarela, en la tele dijeron…

Boyle: Si, dijeron lo que dijeron pero tengo que descansar.

Norma: Te esperé toda la noche, quisiera platicar un rato.

Boyle: Mañana corazoncito.

Norma: Bueno. (Toma el papel, lo guarda, marca el teléfono). Voy a avisarle a Maruca, le dará mucho gusto.

Boyle: ¿Qué te pasa, (le quita la bocina con cuidado) qué haces?  ¡Por favor!  Son las seis de la mañana.

Norma: Es cierto, más tarde, más tarde lo haré.

Boyle: Hay que dormir. Necesitas…

Norma: Lo que yo necesito…

Boyle: Ay está, ya tienes lo que necesitas.

Norma: Yo te podría decir cuales son mis necesidades. (Boyle se vuelve hacia el muro, dándole la espalda) Agustín escúchame. Siento que mi vida está llena de insatisfacción, de

            vacío.

Boyle: Estaba Normita, ya vas a tener en qué ocupar tus ratos libres.

Norma: Ándale, cuéntame cómo conseguiste lo de la lotería.

Boyle: (Hablando hacia el muro) ¿De verdad quieres saber?

Norma: Ándale Negro, dime.

Boyle: (Se da vuelta hacia ella) Y que tal que no te guste.

Norma: Me lo conseguiste ¿no? Te lo dieron, no le pueden negar nada a un primer actor como tú…

Boyle:  Bueno, pues platiqué un rato con su señora esposa quien amablemente le transmitió mi petición, más bien la tuya.

Norma: (Sorprendida) Cuéntame más, Negro.

Boyle: Ahora es hora de ir a dormir.

Norma: Y ¿te portaste como un desvergonzado?

Boyle: (Los dos hablarán al mismo tiempo) Y tú eres un culito agitado.

Norma:  No, culito recatado.

Boyle: Manceba y de la mancebía.

Norma: Sí pero honrada.

Boyle: Mi querindonga.

Norma:  Indispensable.

Boyle: Mantenida.

Norma: Tenazmente.

Boyle:  Mi amante, mi favorita.

Norma: Soy una mujer ejemplar.

Boyle:  (Bostezando) Eres mujer, simplemente mujer, así como un lápiz es un lápiz.

Norma: Y un borracho es un borracho.

Boyle:  (La abraza) Este interesante diálogo se acabó. Vamos a dormir un poco.

            Doce, doce en punto vienen por mí, (se acomoda en el sillón) tengo rueda de prensa.

Norma: (Insinuante) ¿Quieres unos cariñitos? Dos o tres, unos cuantos. (Baja la luz)

Boyle: Quiero dormir.

 

Se ilumina la sala, con luz de medio día. Entra Mateo, deja sus libros sobre el sillón, donde encuentra ropa tirada.  Al ver que no hay nadie, vuelve a salir.

 

Norma: (Entra de la cocina, se ve muy demacrada, ojerosa, muy desarreglada, pone orden en la sala, atraviesa el escenario)  Son casi las doce, señor Noriega. ¿Quieres que te

           prepare algo?

Boyle en off: Una mujer a la provenzal.

Norma: ¿Con huevo duro?

Boyle: Con garbanzos rebosados. (Pausa)  No, nada.                                                                               

Norma:Bueno si no quieres nada, (sonriendo) pues te doy ¡nada! (Toma el teléfono, marca) El mensaje es: Maruca, soy Norma, paso por ti a las cuatro, amiga,  tengo mucho que contarte.  (Tocan el timbre) Me tengo que ir,  nos vemos.

Cambia la luz para marcar corto paso de tiempo.

Voz en off: (Abre Norma) ¿Casa del señor Noriega?

Norma: Sí, pase por favor.

Voz en off: Avísele a su patrón que son las doce. Aquí espero.

Norma:  Yo… es mi… las doce…sí, claro.

Boyle:  (Se acerca a la puerta) Licenciado, pero usted personalmente, ¿a qué debo este honor?

Voz en off: El honor es mío, cuántas veces he estado en compañía de un primerísimo actor…

Boyle: (Interrumpe. A Norma) Avísale a las señora que vuelvo más tarde. Me decía licenciado, estamos a tiempo ¿verdad? (Sale)

 

Norma consternada cierra la puerta, no sabe a dónde dirigirse, toma la hoja que le entregó su marido, la lee, se sienta, detiene su cabeza con las dos manos tratando de pensar, sin fijar la vista.  Se escucha “I Really don’t want to know” de Robertson tocada por el saxofón de Matsuura, Murokay u Okasaki. Entra Mateo con una maleta a la espalda, toma sus libros. Baja a música.

 

Mateo: Buenos días, madre mía, casi tardes. (La contempla intrigado) Soberana y Alta Señora despídome de usted… bueno… me voy, ya encontré un cuarto, en cuanto sepa la

           dirección… (Se acerca) no te preocupes, voy a estar bien (la besa en la frente) déjote en compañía del monarca, todo para ti (sale, sube la música)  luego te llamo.

Norma: (Avienta el papel) Espérame Mateo, me voy contigo.

 

Sale detrás de él, regresa, toma el papel, jala su bolsa de mano, sale corriendo. Sube la música. Se cierran las cortinas iluminándose el pódium donde aparece el orador.

 

Orador: Regresando a mi tema central sobre los orígenes del pueblo etrusco, (se escuchan toses, ruidos, ronquidos)  debo insistir sobre este importante punto: todo se perdió a

             causa de su profundo individualismo. (Entra Norma se mueve tímidamente) Pase señora, hay lugares vacíos aquí adelante, (se sienta) Decía yo que preocupados por la vida

             de ultratumba (para sí) se siguen saliendo, ¿qué les pasa? Aún no voy ni a la mitad ¡qué gente no se les da gusto con nada! (suenan tres celulares, uno detrás de otro)

             Sigo…, Las preocupaciones religiosas ocupaban un lugar esencial en la vida del pueblo etrusco. A la inversa de las religiones griega y romana, y según el caso más frecuente

             en las civilizaciones orientales, la religión etrusca era de índole revelada. (Se escuchan una cadena de estornudos) ¡Salud! Dónde estaba yo… ah, sí impresiona el aire de

             amable libertad que se desprende, hombres y mujeres participan, danzarines y danzarinas giran acompasadamente, entregados al demonio del ritmo y de la música parecería

            que llevaran zapatos para correr…

 

Baja la luz y se abre el telón

 

                                                           ZAPATOS PARA CORRER

                                             Para Rosana Ibargoyen y Hugo García Robles

 

El escenario estará dividido en tres partes. Un despacho modesto. Cocina de una ama de casa, habrá exceso de cuchillos como parte de la decoración. Siempre que Sara esté en la cocina jugará con un cuchillo, amenazando, picando, simulando cortarle la garganta al interlocutor, lanzando tiro al blanco.  Del lado derecho habrá una mesa de una moderna cafetería donde se usa Internet. Sara preparará alimentos siempre que esté en la cocina, Franco comerá comida chatarra durante toda la obra. Alfredo usará exceso de oro: cadenas, esclavas, anillos que irán disminuyendo en cada aparición hasta quedar vestido de manera modesta en la última escena. Entra  Alfredo en el despacho de Franco, haciendo ostentación de riqueza, usa ropa notablemente cara,  mira la computadora, la enciende, la apaga, toma un celular, oprime botones. Toma un beeper, lo deja sobre el escritorio. Se pone los audífonos  de un I pod, camina unos pasos. Mientras hace todo esto se escucha: 

 

Voz de hombre en off: (Sonido contestadora) Habla Franco puede dejar mensaje, más tarde me comunico.

Voz de mujer en off: (Sonido contestadora) Habla Sara, puede dejar mensaje, más tarde me comunico.

Franco en off: Sarigüela, mañana voy a León, quiero que vayas conmigo. Sólo es un día. Llámame.

Sara en off:  Tengo trabajo, no puedo.

Franco en off. Hablo en serio, no me castigues. Son sólo son unas horas.

Sara en off: Yo también hablo en serio, mis alumnas no esperan, les prometí una Isla Flotante, entre otras cosas.

Franco en off: Acabo de leer tu correo electrónico, es muy atractivo todo lo que me dices, pero quiero saber, de una buena vez, si te interesa viajar conmigo. (Alfredo deja todo

                        como estaba, abre la puerta y sale muy lentamente) Te espero a las seis en mi despacho, no quiero excusas, cenaremos juntos.

 

Entran Franco y Sara en la cocina.

 

Franco: (Se quita el saco, se sienta) Estoy harto de hablar con un celular, una contestadora y una dirección de correo electrónico. Ni siquiera durante la cena pudiste apagar ese

             pinche aparato.  (Sara se pone un mandil, empieza a preparar algo) ¿Puedes dejar eso por la paz? Esto tiene que cambiar.

Sara: O terminar.

Franco: Yo no dije terminar, me comprometí con un ser humano, no con un aparato que se conecta, ni con una máquina de hacer pasteles.

Sara: Yo podría decir exactamente lo mismo. (Franco saca un cenicero, cigarrillos y encendedor de su saco, trata de encender el cigarro) Sí, es el momento de hablar, tenemos que

         arreglar esta situación.

Sara: No, no, ni se te ocurra, vas a contaminar todo.

Franco: ¡Esta es mi casa!

Sara: ¡Esta es mi cocina!

Franco: (Le quita lo que tiene en las manos) ¿Qué significa la palabra compromiso para ti?

Sara:  Un papel, como estos. (Acomoda hojas sueltas con recetas de cocina) Así cuadrado, casi transparente.

Franco: Sí, claro, búrlate, un papel como todo este montón  que eternamente manoseas (toma papeles, los avienta) para todo eso que preparas  y que nunca tenemos el gusto de

             comer.

Sara: (Pone una cacerola al fuego) Estos papeles que manoseo y todo esto que preparo es lo que nos da “de comer”.

Franco: Ah, ya vas con tus reclamos, te habías tardado.

Sara: En mi familia los hombres son los que llevaban lo poco de ganancia  a sus mujeres.

Franco: Sus mujeres, tú lo has dicho, yo sólo tengo una y no sé si es mía o de la estufa o del horno. Y si no hay trabajo, no hay trabajo… tú decidiste cooperar, nadie te lo pidió.

Sara: Nadie me pide nada pero no puedo sentarme a esperar que las cosas cambien. Mira no hay nada, lo poco que compro es para las clases de cocina. Y cuando sobra es para

         pagar la renta de tu despacho. Un hogar, eso dijimos que tendríamos un hogar.

Franco: Es un bache, ya saldremos, verás que lo de León…

Sara: (Incrédula) Ajá.

Franco: Es una muy buena oferta.

Sara: No me vengas con historias de viajes, me invitas para que pague tus cuentas, como la cena de hoy.

Franco: Dejé la tarjeta en el despacho.

Sara: Inventa otro pretexto, ése ya está muy choteado. (Saca un recipiente, empieza a batir) Si no tienes un quinto para qué  inventas salir a cenar.

Franco: ¿Vas a cocinar? ¿Ahorita? ¡Son las once de la noche!

Sara: Voy a trabajar, se llama trabajo. Por si no te habías dado cuenta, yo trabajo mientras mi marido dice que busca empleo.

Franco: ¿A qué hora es tu clase?

Sara: ¡Cuidado con ese queso! Es muy caro, por poco lo tiras.

Franco: No, no he tocado tus cosas.  Hasta el día de hoy no entiendo de dónde te salió esta afición por la comida.

Sara: Yo si sé, mi mamá nos mandaba a hacer mandados, yo era la encargada de comprar un buen pedazote de falda, siempre fiada y hacía un puchero que ni te digo. Hasta los

         perros se relamían.                                           

Franco: Me imagino.

Sara:  Y mi papá, para él todo estaba siempre riquísimo, (con nostalgia) pero creo que  decía eso porque estaba muy enamorado de ella.

Franco: Qué interesante.

Sara: Lo que sí recuerdo es que ella se sentía culpable de nuestra pobreza. Todavía hoy sueño cuando era niña, siempre callada, siempre avergonzada, sentía la mirada humillante de

         los vecinos.

Franco: Eso ya pasó. Hablemos de hoy, ¿te vas a tardar mucho?

Sara: Lo necesario, como yo no tengo que hacer como que trabajo.

Franco: Es una pregunta inofensiva, no se puede contigo, siempre agrediendo. (Suena celular) Mensaje, ¿a estas horas? (Leyendo) faltan cinco días para el treinta de junio. ¿Qué es

             eso, qué mensaje es este?  ¿Por qué me mandas esta estupidez?

Sara: A ver, déjame ver.

Franco: Mira, léelo.

Sara: No necesito ya  me lo leíste, y yo no lo mandé.

Franco: Cómo que no, mira es tuyo, mira.

Sara: Ya Franco, vete a dormir, alguien se equivocó de número.

Franco: Estos aparatos, me tienen hasta la madre.

Sara: Bueno pues, regresa a la edad de piedra, vende todo, a ver si puedes vivir…  ¡sin ellos!

FRanco: Yo podría, tú no. Hasta para lo más simple lo sacas de Internet. (Toma una hoja y lee) “El vino tiene que ser un tinto no muy poderoso, más bien ligero…” “Postre tradicional

             de fuente hispana, con infinidad de variantes y secretos.”

Sara: Vete a dormir, vete a tu mentado viaje (saca dinero de su bolsa, lo pone sobre la mesa) y ya hablaremos a tu regreso.

 

Franco toma el dinero de mala gana y sale, Sara sigue en lo suyo mientras baja la luz.

Luz de mañana. Entra Franco en el despacho, lleva una maleta pequeña. Enciende la computadora,  guarda documentos en la maleta.

 

Franco: (Leyendo) ¡Faltan cuatro días para el treinta de junio! Qué broma es ésta,  (Marca por el celular) Sara ¿vas a seguir chingando? De que se trata, cómo que no sabes, claro

            que sabes. Bueno, espero me tengas una explicación hoy en la noche. (Para sí) Treinta de junio, qué pasó el treinta de junio. Cumpleaños, muerte, no, aniversario, no, junio,

            junio, no eso fue en septiembre. Bueno, me voy. Sale 

 

Entra Alfredo en el despacho, lleva unos periódicos se acomoda plácidamente para leer, pone los pies sobre el escritorio, baja la luz.

 

Luz de noche, entra Franco en el despacho, misma ropa, misma maleta, se ve cansado, enciende la luz.

 

Franco: (Hablando por celular) Nena, ya estoy en la ciudad, vine al despacho por unos papeles, llego en un rato. (Sale Alfredo del baño, Franco muy sorprendido, suelta todo lo que lleva en las manos) ¿Quién es usted, cómo entró?

Alfredo: Calma, calma no voy a hacerte nada.

Franco: ¿Por qué me tutea, quién le abrió?

Alfredo: (Le muestra unas llaves) Mis llaves, veo que no has hecho ninguna modificación, en todo este tiempo.

Franco: Cuál tiempo.  

Alfredo: No te hagas, no te queda.

Franco: Dígame qué quiere o llamo a la policía.

Alfredo: Sólo he venido a recordarte que faltan cuatro días para el treinta de junio.

Franco: Ah, es usted el de los mensajitos. Qué carajos quiere. Ocúpese de algo útil y salga de aquí,  (trata de arrebatarle  las llaves) inmediatamente.

Alfredo: No sabes quien soy ¿verdad?

Franco: No, no lo sé, y ¿por qué tiene llaves de mi despacho?

Alfredo: Pinche Franco, dejo de verte un poco más de seis años y ya me desconoces.

Franco: ¿Alfredo?  (duda) claro, eres tú.

Alfredo: ¡Vaya!, no puedo creer que te hayas olvidado de mí.

Franco: ¡Estás muy flaco!

Alfredo: Yo diría que cuido mi figura.

Franco: Y se ve que has progresado pero mira, la verdad es que tengo la cabeza en la luna, tengo demasiadas preocupaciones y…

Alfredo: Pues ya se acabaron, tienes resuelta casa, vestido y sustento, te lo digo yo que ya pasé por eso, allá no te faltará nada.

Franco: Déjame decirte, hace tres años tuve que casarme y desde entonces… ¿dónde allá?

Alfredo: ¿Tuviste? Ah, entonces eres un feliz padre.

Franco: No, no fue por eso, ya te lo explicaré.

Alfredo: (Le entrega un sobre) Cumplí mi parte, ahora te toca a ti.

Franco: Tenemos mucho que hablar, vamos, aquí junto hay una cafetería, o acompáñame a mi casa, te presentaré a mi compañera.

Alfredo: No, por ahora no. Qué tal si nos vemos mañana.

Franco: Bueno, mañana a estas horas en la cafetería de aquí junto.

Alfredo: Mientras tanto empieza a ahuecar el ala, allá te están esperando, te va a gustar.     (Los dos salen)

 Sara trabaja en su computadora en el café,  entra Franco, viene del baño frotándose las manos, se sienta y  come.

Sara: (A Franco sin quitar la vista de la pantalla) ¿Vino o cerveza?

Franco:Tomaré agua.

Sara: Debimos de haber ido a la fondita que te dije.

Franco: Está muy pinche.                 

Sara: Pero la comida está bien hecha. Oye, más vale que sea importante lo que tienes que decirme, tengo mucho trabajo, para mañana quieren torrejas, hay que hervir leche, cortar

         las rodajas de pan, dejarlo reposar, enharinar ay, creo que no tengo canela.

Franco: Ya Sara, podrías de dejar de hablar siempre de lo mismo.

Sara:  Eres un caso ¿eh? ¡Otra vez aquí! No sales del mismo lugar, ni cocinar saben, eso que te pedí dicen que es ensalada de atún, pero parece vomitada.

Franco: Gracias, ¡anímame a comer!

Sara:  Qué, ¿no podrías decirme en la casa, lo que te traes entre manos?

Franco:   No.

Sara: Ah bueno pues te escucho.

Franco:  No sé por dónde empezar…

Sara: No seas tímido, te ayudo si quieres.

Franco: Deja tu ironía para más tarde.

Sara:  De todos modos es un discurso que ya me sé de memoria.

Franco: ¿Me puedes escuchar?

Sara: Iban a darme el trabajo pero… No me conviene ese trabajo de León  porque… Creo que voy a pensarlo un poco… sólo un…

Franco: Te callas, de una buena vez.

Sara: (En voz baja) Un poco.

Franco: ¿Te acuerdas de los mensajes sobre el treinta de junio?

Sara: Sí. Te aclaro, no fui yo.

Franco  Escúchame. ¿Sabes qué día es hoy?

Sara: (Busca en la pantalla) Veintisiete de junio.

Franco: Bueno, pues el treinta de junio tengo que estar en Guachochic.

Sara: En ¿dónde?

Franco: Cerca de la Barranca de Urique.

Sara: No entiendo… nada.

Franco: A ver, empiezo de nuevo.

Sara:  No, no empieces de nuevo, sólo háblame en español.

Franco: Mira, hace seis años firmé un contrato para trabajar en la Sierra de Chihuahua.

Sara: Ah, por allí hubieras comenzado. Y ¿qué con eso?

Franco: Bueno, más bien firmamos.

Sara: ¿Quiénes firmamos?

Franco: Mi socio y yo.

Sara: Ah, tienes un socio… mira, yo más bien creo que es una socia.

Franco: Sara, esto es serio, deja tu ironía por un rato.

Sara: (Hace señas alrededor de que hay que  poner atención)  ¡Óido al parche!

Franco: Somos dos socios, firmamos un contrato, él se fue primero, ahora me toca a mí.

Sara: Ah, qué bonito y yo estoy pintada. ¿Por qué nunca me lo dijiste? Me extraña…

Franco: No tiene por qué extrañarte. La verdad se me olvidó.

Sara:  ¿Así nomás?

Franco. ¡Por completo! (Sara espulga el plato de Franco) A veces ocurren estas cosas. Hace un poco más de tres años, cuando te conocí, sólo tenía cabeza para ti, me atrapaste en

            una forma…, todavía el día de hoy sigo sin entenderlo, mi negocio iba muy bien...

Sara: Mira, qué mal cocinan, y todavía cobran. (Pausa) Qué insinúas, que soy un ave de mal agüero.

Franco: No, Sarita, no es eso.

Sara: ¿No estábamos de acuerdo en que no íbamos a tener secretos?

Franco: ¡Hace seis años! ¿Tú recuerdas qué estabas haciendo hace seis años?

Sara: No, pero sí  recuerdo que hacía hace (duda) digamos… hace unos cuatro, estaba luchando por conquistarte. (Pausa) Dime ya concretamente qué es lo que quieres.

Franco: Si me permites hablar.

Sara: Habla.

Franco: Mi socio ya cumplió su tiempo, ahora yo tengo que remplazarlo.

Sara: Y ¿qué es lo que quieres?

Franco: Primero que nada, saber si te irías conmigo.

Sara:  ¿Ahora? ¿Al desierto?

Franco: Bueno, no es precisamente un desierto, hay un hermoso bosque, están cerca Samachique, Aboreachic y Rocheachic, está el río…

Sara: (Se pone de pie, apaga la computadora, se prepara para irse) ¡Suficiente!

Franco: Puedes pensarlo, si quieres, tienes doce largas horas para decidir.

Sara: No te creo.

Franco: ¿Necesitas una prueba?

Sara: Mira, tengo que preparar un lomo Strogonoff para mañana.

Franco: Esto es serio Sara, no estoy jugando.

Sara: (Toma sus cosas) Te espero en la casa, cuando acabe de cocinar hablamos.

 

Sale Sara, se cruza con Alfredo al salir. Franco hace cuentas para pagar.

 

Alfredo: (Se acerca) ¿Era ella, verdad?

Franco: ¿Qué te pareció?

Alfredo: (Se sienta) Está guapa, ¿por cuantas corcholatas te la cambiaron?

Franco: No seas cabrón.

Alfredo: Mira compadre,  no fuiste ni para avisarme, ni para llamar, ni escribir, ni señales de humo, no sé qué rayos pasa por tu cabezota.

Franco: Todo ha sido muy rápido, tu regreso me ha movido el tapete gruesísimo, la verdad no sé ni qué hacer.

Alfredo: Pues cumplir con tu parte, no hay otra. ¿Contaste el dinero?

Franco: No es necesario.

Alfredo: Ah, me tienes confianza absoluta y me ocultas información.

Franco: Ya te dije, todo fue muy rápido, me volví loco por ella, lo único cierto es que… me junté con una mujer y… ahora vivo con otra.

Alfredo:  No papacito, eso es lo que tú quieres creer. ¿Revisaste el boleto, es suficiente lo que te dejé en el sobre?

Franco: No lo he visto pero sí, así está bien.

Alfredo: ¿Leíste el contrato?

Franco: Sí, pero cuando firmamos yo entendí otra cosa.

Alfredo: Ni se te ocurra fallarles, te tienen perfectamente ubicado, vienen por ti y de los huevos te trepan al autobús, no hay vuelta para atrás. Y como de la firma hace más de seis

             años, creo que eso ya también se te olvidó.

Franco: Qué pasa si me niego a cumplirlo.

Alfredo: Mira compa, todas las autoridades son sus cómplices, capaz que te desaparecen y despiertas en algún beneficio de mineral al norte de Canadá y te diré que está bastante

              más lejos. Aparte, tú sabes que nadie domina el uso del cianuro como tú y yo. Te vas a ir de espaldas cuando veas tu primer cheque.

Franco: ¿Qué hago para convencerla? No me imagino la vida sin Sara.

Alfredo: Se ve que el trabajo te vale madre. ¿A poco tienes miedo?

Franco: ¿Miedo yo? (Pausa) Me sentiría feliz si se fuera conmigo pero dudo que quiera acompañarme.

Alfredo: Pues yo creo que te vas apurando a lavarle el cerebro y empiezas a empacar, en dos días estarás en camino.

Franco: Bueno, mañana te espero a cenar para que hablemos con ella.

Alfredo: Pero yo qué tengo que hablar, convéncela tú, es tu vieja. Toma en cuenta que en seis largos años no podrás salir de la Planta. Y si no se le da la gana ir contigo, ni te

             acongojes, (lo toca jugando) allá sobra carnita para el chanchito.

Franco: (Se resiste) La verdad no sé que hacer.

Alfredo: Dices que ella ha cambiado, pero tú estás más gordo y ya se te olvidó reír. Tú también eres otro.

Franco: Y ¿qué esperabas encontrar?

Alfredo: ¿Te acuerdas que me iba yo a casar antes de irme?

Franco: No, ni supe.

Alfredo: ¿Te acuerdas que te pedí que fueras tú primero?

Franco: No.

Alfredo:  Cómo te vas a acordar si me mandaste en tu lugar sin tocarte el corazón, seguramente pensaste que nunca volvería. Sólo te informo que destrocé el corazón de una mujer y no vi morir a mis padres por cumplir tu capricho de niño consentido.

Franco: Pero eres rico, al menos eso puedes agradecerme y seis años se pasan en un abrir y cerrar de ojos.

Alfredo: ¿Será? (Para sí) ¡Mira quien lo dice!   Salen. Baja la luz

 

Se ilumina de nuevo la cocina, Sara saca algo  del horno.

 

Sara:  Ya podemos comer. Franco, ya está la cena. (Entra Franco) Ya está lista, creo que quedó como yo quería.

Franco: Mmmm. Yomi, yomi. Por fin degustaré alguno de tu finos platillos. ¿Qué hiciste?

Sara: Capelletti a la Caruso.

Franco: ¿Y de postre?

Sara: Ambrosía.

Franco: (Intrigado) ¿Qué? ¿Qué cosa?

Sara: Está en el refri, te va a encantar. Por cierto ¿leíste mi último correo?

Franco: Sí, justo antes de empacar la computadora.

Sara: No entiendo tu necedad de irte mañana.

Franco: Ya te expliqué, tesoro, (suplicante) no veo qué hay que entender.

Sara: ¿Por qué no me lo habías dicho?

Franco:Ya te lo dije, me olvidé por completo.

Sara: Entonces… ¿a dónde te vas?

Franco: Eso ya también lo dije y qué más da, (nervioso) el lugar es lo de menos.

Sara: ¿No te parece muy arriesgado?

Franco: No quiero escenas, ni tonterías, me voy, me voy solo, por lo que veo, no sé por cuanto tiempo, mínimo cinco o seis años.

Sara: ¿Cómo que no sabes? Tienes que haberlo planeado, un viaje así…

Franco: Tengo que ir al encuentro de las cosas. ¿Tú crees que esto es fácil para mí? No voy a probar fortuna, voy a cumplir con un compromiso.

Sara: No te entiendo, lo único que tenías que hacer era conseguir un empleo. Bueno, digo… ni siquiera me pediste mi opinión. ¿Quieres que deje todo esto, lo que tanto tiempo me ha

         tomado construir?

Franco: Tú sigue en tu trabajo, tendrás una boca menos que alimentar, y después... (Franco se levanta, enciende un cigarro, camina de un lado a otro) ya veremos.

Sara: Hay algo extraño, un viaje, tan lejos, así de la noche a la mañana.

Franco: No te estoy pidiendo permiso.

Sara:  ¿Ya lo saben tus padres?

Franco: No.

Sara: Bueno, y ¿qué pasará con nosotros?

Franco: Hay dos caminos, te quedas aquí, como creo que has decidido, o te vas conmigo a esperar cómodamente el día en que me paguen, para entonces ya no tendrás que volver a

            preocuparte, habrá dinero de sobra. (La acaricia) Sólo hay que tener paciencia.

Sara: Escúchame Franco, deberías quedarte ¿quieres seguir viviendo de ilusiones?

Franco: Mi situación es…

Sara: Es realmente inestable. Mira, (falsa) todo lo que hagas tiene mi aprobación incondicional. Eso ya lo sabes.

Franco: Pues no, no lo sabía.

Sara: Pero de allí a que valga la pena…

Franco: Y ¡cómo adivinar!

Sara: Son unos tres años los que llevamos juntos y me parece que has cambiado. Qué me espera si dejaremos de vernos por no sé cuánto tiempo.

Franco: Te encontrarás entonces con un hombre unos años mayor.

Sara: Para entonces seremos dos desconocidos.

Franco: Ya, no hagas dramas, ¿no querías que encontrara trabajo?

Sara: Sí, claro pero no con estas condiciones.

Franco: La suerte está echada, enfrentemos lo que nos toca.

Sara: Franco, deja de comer esas porquerías, de qué sirve que me pase tanto tiempo en la cocina si mezclas la comida con esos asquerosos productos.

Franco: (Se acerca amoroso) ¿Tengo alguna esperanza de que vayas a verme?

Sara: No sé, no preguntes cosas que no puedo responder. (Lo acaricia) yo también  estoy preocupada.

Franco: Nunca es tarde… Piénsalo, si no quieres ahora, alcánzame en un mes, en un año ¡qué sé yo!

Sara: Estaba en la categoría de las mujeres sin hijos, ahora paso a las de las abandonadas.

Franco: ¡Bájale! No es el caso.

Sara: ¿Importa realmente?

Franco: (Suena el timbre) Debe ser Alfredo.

Sara: Te dije que no quiero verlo.

Franco: Te dije que tienes que verlo, para que constates que no es cuento. Realmente existe.

Sara: Tú cena con él, yo me voy a dormir.

Franco: Al menos deja que te lo presente.

Sara:  No me interesa.

 

Sale. Se escucha  el murmullo de las voces de Franco y Alfredo  mientras baja la luz.

Se ilumina el despacho, hay una caja sobre el escritorio, entra Sara con una botella de vino y una charola de exquisitos bocadillos. Toma diversos objetos, los echa dentro de una caja, revisa papeles, abre cajones. Se escuchan pasos, alguien abre el cerrojo. Entra  Alfredo, lleva un cuadro, lo desempaca, pone un clavo en la pared y lo cuelga.  Mientras lo pone, Sara hace un espacio en el escritorio, acomoda dos copas y abre el vino. Habrá un juego de coqueteo y seducción de parte de los dos que irá subiendo de tono y de intensidad.

 

Alfredo: (Contempla  el cuadro) Hasta hace algunos años, estos sitios eran considerados santuarios de la naturaleza, no era deseable que penetrara el hombre. Este hermoso lugar

             era prácticamente inaccesible. Pero ahora, gracias al desarrollo de las comunicaciones, es posible disfrutarlo. Cuando una obra queda terminada, se reciben los beneficios

             económicos derivados y se desarrolla...

Sara: Se desarrolla un aprovechamiento de los ingredientes comestibles que configuran lo que se llama “la cocina de las sobras.” (Alfredo se limpia las manos en la ropa, ella le ofrece

         una copa, muy sugestiva) El respeto por la comida constituye una ley inexorable que origina, sin duda, muchos platos, que no importa qué nombre se les ponga, son sabrosos y

         económicos.

Alfredo: (Mirando el cuadro, brindan) Se desarrolla el uso potencial del suelo.

Sara: Se convoca al grupo familiar.

Alfredo: Hay que dotar  de un sistema que responda a la demanda.

Sara: (Beben) Se caracteriza por el espíritu gregario.

Alfredo:  Corresponde a un tramo que permanecía desvinculado.

Sara: (Coqueta, se acerca y lo acaricia) Se invita a comensales amigos.

Alfredo: Se proyecta con las características para cumplir con el cambio climático.

Sara: (Le da de comer en la boca) Este plato requiere un clima frío.

Alfredo: La necesidad de cumplir estos requisitos ha constituido un desafío y…

Sara: Y debe justificar el aporte calórico. (Pausa) Seis interminables años, todo este largo tiempo he tenido que esperarte, ahora tienes que comer bien, recuperarte, la pesadilla ya

         terminó.

Alfredo: Yo cumplí con mi parte, ya estoy de regreso y soy todo tuyo.

Sara: Yo cumplí con la mía, encontré a tu interesado amigo.

Alfredo: Yo diría ligeramente egoísta.

Sara: Atrapé a tu ingrato, malagradecido amigo y lo convertí en menos que nada.

Alfredo: Mi socio, Sarita, no te olvides, es mi socio.

 

Baja la luz muy lentamente, ellos siguen hablando, se acarician con movimientos sinuosos y actitudes lascivas, se escucha “Mañana de Carnaval” cantada por Tania Libertad.

Se ilumina el podium, que está vacío, se escuchan unos cuantos aplausos que se mezclan con la música quedando los aplausos mientras entra el orador.

 

Orador: En esta segunda parte de mi conferencia hablaré brevemente, muy brevemente, del sitio que ocupaba la mujer. Retomo las palabras del gran investigador  Raymond Bloch

            quien nos dice que la libertad y la independencia aquí ejercida contrasta con la vida retirada de otras mujeres en otras sociedades (entra Sara con charolas de comida, sobre

            una mesa, empieza a acomodar todo para servir un coctel, el orador  se mueve constantemente oliendo, saboreándose, curioseando lo que ella hace, abre una botella de

            vino, sirve cuatro copas) y ¡claro! Este modo de vida les parecía peligrosamente libre, los vicios, la inmoralidad que reinaba, el amor a los placeres y al lujo. A los antiguos les

            chocaba  este modo de vida. Las damas etruscas  participaban de los banquetes junto con los hombres, (Norma que cabeceaba se incorpora y pone atención, Sara deja lo

            que está haciendo, se sienta y escucha muy interesada) Los hábitos de la comunidad femenina impedían determinar la paternidad de las criaturas, y éstas, a su vez, se

           habrían criado en común. (Sara le pone una copa de vino y unos bocadillos a su alcance) Todas estas malévolas observaciones en cuanto a sus costumbres encierran sin duda

           una parte de exageración y se explican por la profunda diferencia que mediaba entre la función de la vida de estas mujeres (masticando y señalando a Sara y Norma) y las

           otras. (Toma vino) Y es entonces que los cronistas nos hablan de todas las mujeres que practicaban este comercio, (Sara y Norma hacen gestos de curiosidad) ¿cómo? Pues

          pros-ti-tu-yén-dose, ¡claro! Era el único modo que tenían para reunir una dote. ¿Para qué? Para el momento de contraer matrimonio y comprar finos paños. Eso lo comprobamos

          al admirar las figuras femeninas con sus tocas en forma cónica y su elegante calzado, y sus guantes… ¿Para qué serían los guantes se preguntarán ustedes? (Duda) Guantes

          para... guantes para soñar…  
                                              

                                                                        GUANTES PARA SOÑAR

                                                                            Para  Rosa Marta Guiza y Sergio Vodanovic

 

Vemos un cuarto de hotel, muy bien iluminado, cama matrimonial, un arreglo de flores sobre la mesa. Al fondo un ventanal y una terraza. Entran Ismael y Julia,  sin equipaje, ella lleva un vestido rosa muy juvenil, saco, tacón alto y bolsa. Él traje claro y un portafolios. Los personajes se vestirán y moverán tramoya según se necesite. Julia y Ofelia se ayudarán a vestir y desvestir mutuamente, al principio con timidez y reserva, aumentando la confianza hasta llegar a movimientos agresivos y de gran intimidad al final de la obra.

 

Ismael: Mira, es más bello de lo que yo te dije.

Julia: Sí, mi amor está precioso, ¡mira la terraza! (se acerca al ventanal, lo abre, se escucha el oleaje) y el mar, ¡qué vista, me encanta!

Ismael: ¿A poco no resultó mejor venir aquí que ir a Colima?

Julia: Sí mi cielo, tenías razón y en Colima hubieras tenido (mira a uno y otro lado con admiración) que trabajar.

Ismael: (Ismael pone su portafolios sobre la mesa) Mmmm... (Toma el sobre que está en el arreglo) mira, nos envía flores el ex-gerente.

Julia: ¿Lo conoces?

Ismael: No, pero es un bello detalle de parte del hotel.

Julia: ¿No me vas a besar? Ya estamos aquí, ya somos felices. (Se acerca, lo abraza y se besan, Ismael revisa la tarjeta, mete la mano entre las flores, mira la base de reojo,

          mientras la besa, toca el moño, como inspeccionando la calidad de todo). Más, abrázame. Más, quiero más.

Ismael: Bueno Reinita, creo que te dejo un momento, voy a bajar a ver qué pasó con el equipaje.

Julia: Puedes llamar y lo traerán en seguida.

Ismael: No, lo correcto es presentarme.

Julia:¿Presentarte? Estamos aquí para estar juntos. (Levanta el índice como si lo aleccionara) No veo con quien tengas que presentarte. Dijiste que ¡ésta sí sería nuestra Luna de

          Miel!

Ismael: Bueno tú sabes que ésta es la cadena de hoteles con la que trabajo, y éste es uno de ellos, así es que mi obligación es (enfático) ir a presentarme.

Julia: Tesoro (suplicante) es la hora en que no vamos de luna de miel.

Ismael: Eso ya no se usa, eso era del tiempo de nuestras abuelas.

Julia: (Actitud infantil) Ya tenemos dos meses de casados, todo está fuera de tiempo.

Ismael: Es cosa de unos minutos, mientras, puedes admirar el paisaje y escuchar música, o...o... (Toma un folleto que encuentra sobre la mesa) o mira, elige un restaurante parea

            cenar, (toma su portafolio y se dirige a la puerta) hay mucho donde escoger.

Julia(Muy disgustada, toma el folleto, lo empieza a hojear) Para cenar, para cenar, quién piensa en comer.

 

Sale a la terraza, da la espalda al público mientras entra Ofelia, abre la cama, pone caramelos sobre las almohadas, esparce desodorante, enciende las lámparas de noche mientras baja muy lentamente  la luz. Un cenital ilumina la terraza.

 

Julia: Ismael, ¿eres tú? (se escucha una puerta que se cierra) Ven mi amor, estoy aquí afuera, no quiero salir, no quiero cenar, quiero acariciarte, quiero abrazarte, quiero… ¿Ismael?

         Aquí estoy, afuera, ven, acompáñame a mirar la luna.

 

Se ilumina el cuarto mientras Julia saca ropa de los cajones como buscando algo y la tira por el cuarto. Quita del caminoe un carro de servicio con restos de comida, en una charola, platos vacíos. Se acuesta boca abajo sobre la cama,  juega con unos ganchos de ropa en actitud displicente.

 

Julia: Te estoy hablando Ismael, contéstame.

Ismael: Te escucho perfectamente (sale del baño vestido de traje, muy bien arreglado)  sólo que estoy pensando.

Julia: Ya me hartó este cuarto, y este hotel y esta comida. Igual a todos los otros cuartos y los otros hoteles.

Ismael: Ya pronto nos vamos, sabes que mi trabajo será en Colima. 

Julia: (Julia sonríe) ¿Vamos a rentar o a construir?

Ismael:  Mira, primero vamos a ver. Ese hotel es más grande que éste, Colima es otra cosa, estoy seguro que te gustará.

Julia: Si es cadena de éste, olerá como aquí, sabrá como éste y sólo falta que hasta el decorado sea el mismo.

Ismael: (Se sienta junto a ella sobre la cama, la acaricia) Mira Reinita, por qué no vas a jugar tennis, o a los aeróbics, puedes nadar, hay mil cosas que hacer.

Julia: Sí claro, mil cosas para el turista que pasará cinco o seis días, nosotros llevamos más de tres meses en este jaleo y  yo aquí como ostra y tú diciendo que trabajas.

Ismael: Bueno Julia, yo qué culpa tengo que el gerente haya dejado el empleo, simplemente yo les caí como anillo al dedo.

Julia: ¿Y cuándo empezaremos nuestra vida normal como marido y mujer?

Ismael:  Ésta será nuestra vida de marido y mujer, ¿qué no te has dado cuenta? Deberías de estar feliz de no tener que cocinar, comprar, limpiar, todas esas cosas aburridas que

             hacen las mujeres casadas.

Julia: Deberías decir las amas de casa, cuando la tienen, esas cosas aburridas son las que yo pensé encontrar al terminar la luna de miel, que ni siquiera fue luna de miel,   porque tú

         dices que ya no se usa, no esta monotonía. (Levanta la voz) ¿Qué no ves que me aburro?

Ismael:  Pues en lugar de aburrirte (se pone de pie, toma unos papeles) ya podrías poner el cuarto en orden, mira, parece un muladar.

Julia: Para qué, si ya vendrá una de mis diecisiete esclavas a poner todo en su sitio. Por cierto ¿cuál nos toca hoy? La de los moños amarillo canario, rosa mexicano, verde botella o

         morado obispo.

Ismael: ¿De qué hablas?

Julia: De ese ridículo uniforme que les ponen a las camareras. Ya podrías hacer algo para que se vean menos feas.

Ismael: Bueno me voy, que ya es tarde.

Julia: ¿Vamos a comer juntos?

Ismael: No, hoy no, viene  un supervisor de Oregon y tengo que atenderlo.

Julia: ¿Tú? Si ni hablas bien inglés.

Ismael: Para tu información me doy a entender perfectamente y yo trabajo aquí y comer con Paul es parte de mis obligaciones.

Julia: (Ridiculizándolo) Pool y cuando no es Paul, es Peter o John o Jerry, ya estoy hasta el gorro de esa sarta de cabezas de elote y ojos de canica (actúa con mímica) con esas

         sonrisitas de retrasados mentales.

Ismael: Más...vale...que te acostumbres (en tono de advertencia) y no te me salgas del guacal pues vas que vuelas de regreso con tus papitos.

 

Sale y azota la puerta.

 

Julia: (Avienta los ganchos contra la puerta, grita) ¿A sí? Pues ya que el niñito se divierte solo, (empieza a llorar, levanta manos y pies, con mucho coraje, como pidiendo ayuda) lo

          dejaré sin pilmama.

Ofelia: (Entra, lleva una peluca con trenzas negras y moños amarillos) ¿Quiere que vuelva más tarde?

Julia: No, puedes pasar, (la contempla) ¿cómo te llamas?

Ofelia: Ofelia.

Julia:  ¿Siempre usas esos ridículos moños amarillos?

Ofelia: Sí, es el color que debo usar.

Julia: Ayer vino una con unos moños color de rosa, y la de la semana pasada creo que los tenía morados.

Ofelia: Sí, el día que yo descanso me suple alguna de las otras.

Julia: ¿Te gusta tu trabajo?

Ofelia: Tengo un esposo y dos niños.

Julia: Yo no te pregunté eso.

Ofelia: Disculpe señora, sí me gusta, aunque a veces me canso.

Julia: ¿Por qué no me dejas que te ayude?

Ofelia: ¿Usted?

Julia:Sí, yo, ¿acaso ves a alguien más?

Ofelia: Pero cómo señora, usted está para que yo le sirva.

Julia: Eso no es lo que pregunté, tú tienes que decir: Sí, si la dejo.

Ofelia: De verdad quiere…

Julia: (Toma la escoba y un trapo) Sí, de verdad quiero.

 

Las dos limpian, Ofelia se lleva el carro de servicio. Cambia la luz.

Sale Julia del baño, está en bata, saca un vestido del closet, lo pone sobre la cama, elige zapatos y una peluca.

 

Ofelia: (Entrando) Buenos días, señora Ricalde ¿me llamaba usted?

Julia: Julia. Llámame Julia, sí te mandé llamar.

Ofelia:¿Puedo empezar a hacer la limpieza? O ¿se le ofrece alguna otra cosa?

Julia:  Se me ofrece que veas cómo hago yo la limpieza.

Ofelia: No señora, si entra la supervisora perderé mi trabajo.

Julia: Llámame Julia y no perderás nada, yo no voy a  permitirlo, mira siéntate aquí, tú descansa mientras yo lo hago.

Ofelia: Pero señora Julia, (la sienta en el sillón, le quita la peluca con las trenzas y se la pone) por favor.

Julia: Mira, te cambio tus trenzas amarillas por esta hermosa peluca  (se la pone) te queda muy bien. Ahora voy a pedirte un favor, quiero que te pongas este vestido y estos zapatos.

Ofelia: No, no me pida eso, si llega a entrar la supervisora (Julia pone el seguro a la puerta) será un gran problema para mí.

Julia: No, no va a entrar. Tendría que tirar la puerta.

Ofelia: Puede venir el señor Ricalde, el señor gerente.

Julia: ¿Ése? Ése no viene ni a que lo toree Juan Diego.

Ofelia: (Julia la ayuda a vestirse y le quita el uniforme) ¿Qué hace señora Julia?, por favor, ¡está sucio (angustiada) está sudado!

Julia: (Ordena) ¡Siéntate y descansa!

 

Baja la luz y sube casi de inmediato.

 

Voz en off: (Tocan a la puerta) Servicio de camarera.

Julia(Sentada en el sillón mirando a la terraza hojea unas revistas, el público  sólo ve sus piernas y sus brazos) ¿Eres tú Ofelia?

Voz en off: Soy Carmen, Ofelia descansa hoy.

Julia: ¡Ah! (para sí) Eres la de los moños morado obispo. (Sube la voz) Vuelva más tarde, por favor.

                                                                                 

Cambia la luz.

Julia toma el uniforme de Ofelia, se lo pone, empieza a tender la cama. Ofelia hojea unas revistas sentada en el sillón.

 

Julia: ¿Te gustaron las revistas que te compré?

Ofelia: Sí gracias,

Julia: Si no las quieres puedes pedir en la tienda las que te gusten, dices que yo te las encargué.

Ofelia: No señora, digo Julia, no gaste, digo, gastes, éstas están bien. Son muy interesantes.

Julia: (Toma  la almohada, la huele, la mira). ¿Pero qué es esto?

Ofelia: (Se levanta se acerca) Parece sangre.

Julia: No parece, es sangre, qué porquería.

Ofelia: No se preocupe, se lavan y quedan perfectas, si supiera todo lo que yo encuentro en la ropa de cama…

Julia: A ver, déjame verla bien, huele. Esto lo tendrían que saber en la gerencia. (Irónica) El gerente sangró esta mañana.       

Ofelia: No por favor, no quiero problemas, no quiero perder mi trabajo.

Julia: No vas a perder nada. Sólo dime es o no es sangre.

Ofelia: No se disguste, a cualquiera le sale sangre de la nariz.

Julia: Esta no es mi almohada, estoy segura, yo duermo del otro lado.

Ofelia: Mire, creo que el señor gerente salió muy aprisa esta mañana, es un hombre muy limpio, llámelo verá que no fue nada.

Julia: Y ¿tú crees que a mi marido le interesa saber si manchó o no manchó una almohada?

Ofelia: Bueno, es que este clima es terrible, hace calor, después frío, llueve…

Julia: ¿A qué estamos jugando? ¿Al meteorológico?

Ofelia: Yo no juego señora, era una simple opinión.

Julia:¡Siéntate y lee!

Ofelia: No tengo ganas, quisiera terminar mi trabajo y… ir a ver a mis niños.

Julia: Revisa si dejé bien limpio el baño.

Ofelia: Sí señora.

Julia: Sí Julia, y mañana te espero más temprano.

Ofelia: Es que la supervisora…

Julia: Es que nada.

 

La luz se enciende y se apaga.

Entra Julia, vestida de camarera, lleva un carro de servicio con comida para dos personas, prepara dos lugares, se escuchan pasos y se abre el cerrojo, Julia corre al baño. Entra Ismael con un regalo.

 

Ismael: Feliz cumpleaños, princesa.

Julia: (Saliendo del baño en ropa interior) ¡Te acordaste!

Ismael:¡Claro! (la abraza y le entrega un regalo) ¡ábrelo! Veo que preparaste todo para festejarlo, veintiún años, son veintiún años.

Julia: Está bellísimo pero, en dónde luciré esto si no voy a ningún lado.

Ismael: Yo quiero mirarlo, todos los días, póntelo.

Julia: (Se pone un collar) Es regalo para mí o para ti.

Ismael: Claro que es para ti, pero yo disfruto mirar una joya tan hermosa en tu juvenil cuello. (Pausa) Sólo qué…, bueno no creas que es un desprecio (por la comida) pero vamos a

            tener una reunión, es una junta muy importante. ¿Te molestaría que celebráramos tu cumpleaños el fin de semana?

Julia:No mi amor, claro que no.

Ismael: Bueno, te dejo, sólo me escapé un momento para darte tu regalo (saliendo) si llaman dices que llego enseguida, (nervioso) que voy en camino.

Julia: Sí cielito y gracias por… (Marcando el teléfono, tocando el collar) el regalo, es una hermosa pieza de museo, digna de mi bisabuela, ¡tarado! (se quita el collar, lo avienta sobre

         la cama) Habla la esposa del gerente, quiero que me comunique con la jefa de camareras. Ah, es usted, necesito que me mande a la señorita Ofelia, tengo un compromiso muy

         importante y quiero que me ayude… a… arreglarme, la necesito aquí durante una hora u hora y media, a lo sumo. Gracias.

 

Tararea una canción mientras se pone una bata, se sienta a la mesa. Baja la luz.

 

Ofelia en off: Julia, esto es demasiado, yo no puedo usar esta ropa tan chistosa y tan… tan transparente.

Julia: (Sube la luz, sale Ofelia del baño en baby doll, mientras Julia termina de ponerse el uniforme y de tender la cama) A ver, dime si quedó  bien, ayer dijiste que la dejé con

          arrugas. Ah, te ves hermosa, cómo me gustaría que te viera tu marido.

Ofelia: Esto ya es demasiado, no puedo perder el tiempo así, por favor,

Julia: Sólo déjame mirarte unos segundos. 

Ofelia: (Se escucha ruido en la puerta) Viene alguien.

Ismael: (Tocando) Por qué te encierras, ábreme Julia.

Ofelia:(Susurrando) Por favor, no quiero que me vea así, se lo suplico.

Julia: O, no va a pasar nada, (en voz alta) Voy mi amor, un momento. (Toma una bata y se la pone a Ofelia, en voz baja) Siéntate a leer mirando a la terraza.

Ofelia: (Muy asustada) No, por favor.

Julia: Ya va la camarera a abrirte.

Ismael: (Entra de prisa) Gracias señorita, (a Ofelia) olvidé las llaves de mi cajón del escritorio, con la cantidad de cosas que tengo para el día de hoy, (Julia sacude los cuadros,

            Ofelia finge leer metiendo la cara dentro de la revista, se ve muy nerviosa) nos vemos en la noche, ah, no sé a qué hora me desocupe. (Sale) Ofelia se pone de pie, le

             empieza a quitar la ropa a Julia y se desviste con prisa y movimientos bruscos, Julia se resiste y sigue limpiando. 

Julia: ¿Ves? Te lo dije.

Ofelia: No señora, creo que ahora mismo renuncio o pido mi cambio o… o…

Julia: ¿Te acuerdas lo que te dije? (Cantando)                       

                                                                                            

                        “Quiero ser el vaso donde bebes

                         Y besar tu boca azucarada,

                        Quiero ser chofer de tu automóvil

                         Y agarrar las curvas de bajada.

                        Que sube y que baja…”

 

Él sólo vive para su trabajo, yo soy invisible, menos que invisible y tú también eres invisible.

 

Ofelia: Ese no es problema mío, (desvistiéndose) déme mi uniforme por favor, ya se me hizo tarde, (le quita el uniforme, le arrebata la peluca) creo que ya estuvo bueno de jueguitos.

           (Sale)

Julia: Hablando de jueguitos, es hora de que me ponga mi collar de perro agradecido, no vaya a ser que regrese mi amo. (Se pone el collar y se sube a la cama imitando a un perro,

         ladra, gime, resopla, levanta la pierna, se acuesta simulando a un perro) Guau, guau, guau.

 

Cambia  la luz.

Julia, en ropa interior y Ofelia, acomodando la de Julia, terminan de mirar la televisión y de  comer  palomitas

 

Julia: Ay, ésta me gustó más que la de ayer, a ti ¿qué te pareció?

Ofelia: Sí, estuvo buenísima (empieza a mirar las cajas de las películas) uy ya es re tarde, cada día llego más noche a mi casa.

Julia: Pero a poco no llegas feliz, después de un día descansado y divertido como hoy, mira mañana puedes ver películas desde temprano, mira todas las que te traje. Si quieres de

         esas de encuerados también puedo traerte unas, tú sólo me pides y yo hago lo que digas.  Esta se ve buenísima.

Ofelia: Dejé un  uniforme colgado con su ropa.

Julia: Ah, sí. Y mañana yo voy a hacer la limpieza de todo el piso.

Ofelia: No, sólo este cuarto, puede subir alguna de las muchachas y el lío que se me arma.

Julia: ¿No dices que lo hago muy bien? No va a pasar nada, ya te lo dije.

Ofelia: (Se despiden) Hasta mañana Julia.

Julia: Que pases buena noche, nos vemos temprano, el gerente tiene un desayuno, como todos los días.

Ofelia: (Sale, apaga la luz, en voz alta) ¡Qué sueñes con lindos angelitos!, como tú.

 

Julia está profundamente dormida, sale Ismael del baño lleva ropa informal, termina de arreglarse, hace ruido al cerrar el cajón.

 

Julia: ¿Qué hora es?

Ismael: Es tarde, no te levantes.

Julia: (Se estira) Pensé que ya era de día. (Enciende la luz de la lámpara de mesa) Podemos platicar un rato o... Uy qué guapo. (Se sienta) ¿Vamos a ir a algún lado?

Ismael: Hay una cena, no te dije porque te encontré dormida.

Julia: Me arreglo rápido. (Se incorpora y empieza a vestirse) Sólo dame dos minutos.

Ismael: No muñeca, quédate descansando, no va a ir ninguna mujer, que yo sepa, sólo voy a saludar y regreso.

Julia: Eso dices siempre, tus saludos son cada día más largos.

Ismael: ¿No has visto mis lentes dorados?

Julia: Están en el baño.

Ismael: (Saliendo del baño, molesto) No lavaron mis lentes y no bolearon mis zapatos.

Julia: (Indiferente, se lo queda mirando, como si no supiera para qué hizo el comentario) Mañana regaño a Ofelia, de tu parte, en cuanto llegue.

Ismael:A ¿quién?

Julia: A la camarera.

Ismael: No qué no tenías nada que hacer, quién te entiende, ni que fuera tan difícil pedirle que lo haga, limpiar unos zapatos y lavar un par de lentes. Bueno, luego hablamos, ya se

            me hizo tarde. (Saliendo, entre dientes) Chamaca huevona.

 

Julia apaga la lámpara de noche y se vuelve a dormir.

Entran Julia y Ofelia muy nerviosas, encienden la luz.

 

Julia: Ya te dije que no va a pasar nada. De qué te preocupas

Ofelia: Pero Julia, es muy arriesgado.

Julia: ¿Quieres o no quieres?

Ofelia: Mi marido se va a dar cuenta, te lo puedo jurar.

Julia: Mira, si la Carmela y la supervisora ni se las huelen, tu marido menos, va a estar dormido cuando yo llegue y cuando yo salga.  Además ya te expliqué que los cuarentones como

         tu marido y el mío necesitan demostrarse que son muy hombres, que todavía pueden, están a la mitad de la vida y empiezan a tener serias dudas.

Ofelia: Pero si mi marido es muy hombre, a mí me cumple.

Julia: Yo no estoy hablando de eso, aquí lo que a ti y a mi nos interesa es darnos uno que otro gustito, ¿estarás de acuerdo?

Ofelia: Sí, pero me preocupa que va a pensar el señor gerente.

Julia: Por ese ni te preocupes, tu nomás no dejes que encienda la luz y nada más abres las piernitas. (Le pone perfume) Mira, es bien fácil.

Ofelia: Me está dando más miedo.

Julia: (Le ayuda a ponerse un camisón) Ven, métete en al cama, yo te acomodo eso sí, ¡quítate los calzones!

Ofelia: No, Julia, mejor otro día, cuando ya este más preparada.

Julia: Imagínate que padre aventura, mañana nos vamos a estar carcajeando del par de imbéciles.

Ofelia: No, creo que…

Julia: Me voy, ya es muy tarde. (La besa) Suerte muchachona, mañana me cuentas. (Sale) Y yo te cuento.

Ofelia: Julia, (grita) apaga el switch de la luz, que no se  te olvide.

 

El cuarto queda en completa penumbra, se escuchan gemidos de placer, ad libitum,

 

Voz en off niño: Mami, ¿Me traes un vaso de leche?

Voz en off hombre: Ya salió para el trabajo, yo te la llevo.

 

Luz de tarde.

 

Ofelia: (Se escucha el ruido de la aspiradora, Ofelia sentada juega solitario, grita) ¿Qué me dijiste que sigue de la Jota?

Julia en off: (Se apaga el ruido) Siguen la Qu y la Ka.

Ofelia: Ay, no aprendo, mejor enséñame otro juego, jota, qu y ka.

Julia: (De aquí en adelante desde el quicio de la puerta) Bueno, si quieres te lo digo de otro modo, joto, cuina y rey.

Ofelia: Ah, ya entendí es la letra jota, la letra qu y la letra ka. ¿Ya vienes a jugar conmigo?

Julia: Espérate, todavía no termino mi quehacer.

Ofelia:Pues apúrate, hoy sí has estado muy lenta.

Julia: Es que todos los cuartos están ocupados y dejan unos tiraderos, que ni te digo.

Ofelia: ¡Ya me salió! (En voz alta) Ves por qué te digo que lo hagamos entre las dos, así acabamos más rápido. Ya es tarde y ahora sí ni se ha aparecido tu marido gerente.

Julia: Anda de viaje.

Ofelia:Conra.

Julia: Sí, con Ra y con Re y con la sarta de babosos que andan detrás de él.

Ofelia:Bueno es que ser jefe quiere decir andar jalando a una bola de güeyes para que te digan que todo está bien y te pregunten qué quieres de comer y de beber y…

Julia: ¿Qué tanto dices?

Ofelia: Que ya me salió el juego y que ya me voy, (avienta las cartas y empieza a desvestirse)  tanto descansar, me cansa. (Se dirige a la puerta en ropa interior) Ándale, dame mi

           uniforme, nos vemos mañana.

 

Rápidamente se cambian junto a la puerta de entrada, sale Ofelia, Julia muy cansada se tira boca arriba sobre la cama.

Luz de tarde.

Se escucha el cerrojo, Ismael abre y entra. Julia deja lo que está haciendo, se le abraza al cuello muy amorosa.

 

Julia: Llegas temprano, qué bueno, ¿cómo te fue?

Ismael: Igual que todos los días, mañana tengo que madrugar. (Transición) Al fin te vi nadando en la alberca, ya era hora de que aprovecharas todo lo que tienes.

Julia: Es que no vino Ofelia.

Ismael: ¿Quién?

Julia:La camarera.

Ismael: Y qué tiene que ver una cosa con la otra.

Julia:Nada, (pausa) ven, acompáñame a ver una película, quiero verla contigo.

Ismael: No sé qué tanto aguante. (Empieza a besarlo) Uy cuánto amor.

Julia: Sí tengo muchos, muchos besos para darte, ¿quieres un masaje? ¿Unas caricias? ¿Más besitos? Ya sé…

Ismael: (Asiente con desgano) Sólo un ratito, estoy cansado.

Julia: Te ves preocupado.

Ismael: Tengo un pequeño problema. (Se levanta, abre y cierra cajones buscando algo) Tronó la caja fuerte.

Julia: Y ¿qué con eso?

Ismael: (Saca un sobre) Voy a dejar aquí toda la nómina.

Julia: ¿Cuánto es?

Ismael: ¿Te interesa tanto?

Julia: No, ni me digas.

Ismael: Sólo veinticuatro horas, en lo que me la entregan, tengo algo más que pedirte.

Julia: ¿A mí?

Ismael: No te muevas de aquí hasta que yo te diga.

Julia: Entonces, ¿me voy a convertir en una prisionera?

Ismael: Jugando, (molesto) como siempre, no creces muchachita. Bueno, a dormir se ha dicho.

 

Baja la luz para convertirse en luz de mañana.

 

Ofelia:(Entra  corriendo) Llegué lo más temprano que pude.

                                                                                            

Julia: (De muy mala gana) Dame tu uniforme, ponte este vestido, y disfruta tus películas, voy a empezar por los otros cuartos,  éste lo haré al último. Sale.

Ofelia:(Se acomoda frente a la televisión saca una bolsa con un gancho e hilo, empieza a tejer, se escucha una patrulla que se acerca, deja lo que está haciendo se asoma por la

          terraza. Nerviosa, trata de tejer, se levanta mira, se escuchan gritos, ruido, pasos. Para sí,) ¿Qué carajos estará pasando? (Se dirige  a la puerta, la deja entreabierta, grita)

          Julia, ven, ¿sabes si pasó algo? Julia, digo Ofelia, Ofelia, camarera. (Regresa a sentarse, sigue tejiendo. Se dirige a teléfono) Habla la señora Ricalde que sucede, por qué vino

          la policía. Qué nómina, ¿Quién? ¿Ofelia? ¿Dónde esta mi marido? No… no lo moleste, gracias. (Se acerca a la terraza, grita) ¿A dónde la llevan? Ofelia ¿Adonde van?

 

Dice adiós con la mano. Se escucha una sirena que se aleja, abre el closet se pone una gabardina y lentes oscuros, toma sus cosas y sale.

Un cenital ilumina al orador quien gesticula con desesperación, mostrando cansancio mientras se cierra el telón, mira con tristeza las sillas vacías, mueve los labios hablando sin sonido. Sara de pie come discretamente bocadillos, Norma bosteza sin parar, entra Ofelia con escoba, plumero, recogedor, empieza a barrer, sacude el podium, se detiene a escuchar al orador y en algunos momentos se sienta.

                                                                                          

Orador:Por razones que aún no le quedan claras a la sicología, la mujer actual necesita de constantes frustraciones. El hombre es estable, con una sola forma de ser. La mujer vive

            imaginando lo que no es, tienen que fantasear a través de la televisión, del cine, de las novelas, de las canciones. La mujer necesita tener muchas personalidades y para

            amar necesita sufrir, le pone todas las ganas pero desde un principio sabe que la relación puede no funcionar. (Para sí) ¡Qué decepción! Sólo quedan éstas, y mujeres, hablar

            para tres pinches gatos, en fin… (Sube  la voz) Sin embargo, está segura de que todo lo puede cambiar el amor y ahí va, como tarada, ya sabe que cuando le rompan el

           hocico mejor ni para qué llorar y… ¿Saben qué? le encanta que  le rompan el hocico, le encanta sufrir porque con eso se purifica. Y si el amor no sirve para sufrir entonces

          ¿para qué sirve? (Silencio, mira fijamente a las tres mujeres) ¿Hay alguna pregunta?

Norma: (Levanta la mano) ¿Qué edad tiene?

Orador: ¿Yo?

Sara: Sí, usted.

Orador: (Desilusionado) Cuarenta y cinco.

Norma: ¡Cómo mi Boyle!

Sara: Igual que Franco.

Ofelia: Como el gerente, digo, la misma edad  del señor Ricalde. 

                                                                                                                                        

Las tres aplauden fuertemente, se ponen de pie, lo felicitan, lo abrazan, se alejan de él, Se escuchan los primero acordes de “La canción de las noches perdidas” de Joaquín Sabina. Comen y beben en amena charla, el orador muy molesto, toma bocadillos y los mete a su bolsillo, se empina una copa de vino y sale. Ellas ríen, se sientan en gran compañerismo  a reír,  comer y beber, la música se escucha por encima de sus murmullos.

                                               OSCURO

 


de Mariluz Suárez Herrera
ibarsua@gmail.com 


 

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