Estación Eugenia |
La bailarina |
Era
la víspera de un día de fiesta; la bailarina aprovecharía los días
festivos al final del verano para ver a sus padres que vivían al norte
del estado de Veracruz. Nos despedimos. Le pregunté si no quería dormir
en casa por última vez. Dijo que no, que aún tenía muchas cosas que
hacer. Por un movimiento impensado de su boca, me di cuenta que hoy era la
última vez. Pensé que exageraba cuando tomó su bolsa, debí
preguntarle por qué. Ahora ya no sirve de nada hablar, miro por la
ventana, veo el día nublado, sólo tengo deseos de dormir. El
ómnibus para Veracruz sale por la tarde. Aún tengo tiempo de pasar por
el torniquete, tengo tiempo de buscar a una pasajera, tengo el tiempo
preciso para pedir disculpas. Subiré al autobús, caminaré por el
pasillo, podré también quedarme en casa. La
bailarina se mantendrá callada, apenas balbuceará una o dos palabras,
fumará un cigarrillo. De repente, un olor familiar me invade, voy
nervioso a abrir la ventana, el olor no se va, el olor de Anaïs Anaïs
llena el cuarto, es hora de salir. Atravesaré
la calle con el semáforo en alto, subiré una escalera, subiré otra, mi
cabeza dura no tiene salvación, soy un pobrecito bicho indefenso. Voy de
uno a otro lado, atravieso nuestro parque, me miro en el estanque de agua
manchada. No sé lo que vendrá. Nos
encontrábamos en terreno neutro, discutimos, nos pusimos de acuerdo,
ninguno de los dos cedía. Era nuestro terreno, el terreno de ambos. Todo
el día me he preguntado: por qué razón volvió a Veracruz. Y por qué,
si las experiencias ya estaban vividas, para nunca regresar, para nunca
recordar al infeliz compañero que se quedó solo. Ahora ¿qué va a ser
de mí? Esperaré sus cartas, espero muy largas cartas, las espero para
alimentar mi esperanza. Las
mujeres suelen soñar, recorren las intensas calles del amor, visitan el
doloroso sensualismo en una sociedad hipócrita, en una sociedad ciega.
Nunca quieren mirar la verdad. No quieren las implicaciones del sueño. Mi
bailarina no quiere ver lo concreto, apenas si mirará
el sueño y nuestro pasado se extinguirá. Nuestro diario cifrado,
nuestro camino inverso, nuestras pasiones celestiales terminarán con
genuina intensidad. El
efecto es devastador: yo la odiaba en ciertas circunstancias pero en
general la amaba. Hasta ayer la adoraba más que a ninguna otra persona.
El mundo contenido en esta casa nuestra queda encerrado dentro de las
paredes frías, ensombrecidas; fuera de allí, nadie sabe. El objetivo de
vida de sus moradores era sobrevivir; ahora busco desenredar el misterio.
Mañana, ella encontrará nuevas sorpresas, emociones, personajes, tal vez
terminará irritada y confusa. Es ella quien abre el libro, ella quien
servirá de hilo conductor a los acordes que pueden llevar al crimen. Una
nueva historia: a cambio de actitudes, otro hombre con sus dudas caerá en
las garras de una bailarina. Consultaré
un libro de auto ayuda, lo buscaré en un supermercado, con facilidad lo
encontraré. Los miedos, los descubrimientos, el nuevo proceso de
crecimiento interno: busco solución a mi angustia. No, no voy a comprar
nada: los recuerdos, la convivencia, el muchacho tímido, la compañera
fiel, mi fragilidad, todo saldrá fuera. Debo olvidar la trayectoria de un
amor, olvidar la búsqueda y el abandono. Sin ella ya no espero nada de la
vida: soy un hombre tímido, repleto de enigmas y en busca de la madurez. Trato
de encontrar en la confusión, las luces del edificio adonde vivo solo.
Regreso al departamento. Nadie me espera. Voy a la cocina. Creo que estoy
contento. El teléfono nunca suena cuando lo deseamos. De improviso, miro
su pequeñez. Miro una criatura perdida entre las paredes del cuarto.
Boberías. El pasado ya se alejó un poco. ¿Qué puedo hacer? ¿Dónde se
encuentra mi aguda inteligencia? Sentado frente al televisor, aflora un
pensamiento, todas las imágenes se transforman en ella. Tengo necesidad
de reflexionar, de convivir, de recorrer otros caminos. Mi vida cambió,
ha cambiado, va a cambiar. Lo cotidiano, la memoria, las imágenes, los
instantes aprisionados, nuestra imposible empresa, ya todo es el pasado.
Todas las tardes me sentaré aquí esperando noticias. Finjo que formo
parte de esta ciudad, de este estado, de este país, de este mundo, de
este inolvidable verano. ¿Habrá derrota en esta lucha igualitaria? ¡Quién lo sabe! Tal vez empate. |
Mariluz
Suárez Herrera
De "Una mañana cualquiera"
Ediciones Luna de Papel, Monterrey, N. L. México 2006
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