El ácido humor en dos obras de teatro de Luis Ayhllón
Mariluz Suárez Herrera

La nueva familia y Entre Poe y un cadáver del dramaturgo Luis Ayhllón nos llevan a tratar de entender el complicado mundo que nos rodea. Pocos escritores en la escena teatral actual han alzado su voz para mostrarnos con gran ironía la perversa realidad de nuestra sociedad. Las dos obras elegidas constatan la madurez propia de un escritor que ha recorrido un largo camino dentro de la dramaturgia, no obstante ser un autor joven. La violencia manifestada es una optimista  lucha donde el humor y la risa dibujan la pequeña miseria de una sociedad cruel e inclemente. El juego al que Ayhllón somete a sus personajes nos lleva de sorpresa en sorpresa. Las situaciones se vuelven insólitas, en momentos absurdas y nos divierten obligándonos a sonreír ante este confuso universo lleno de problemas que tenemos que enfrentar día tras día.                          

                                                                           La risa necesita un eco.

                                                                                              Henri Bergson, La risa

¿Qué característica debemos encontrar en una obra de teatro para comprar el libro y leerla? Las respuestas pueden ser mucho muy variadas: que no sea muy larga, que la portada sea atractiva, que el libro no sea caro y muchas otras. Para mí el mayor acierto en la lectura de una obra de teatro se encuentra en que me sienta invitada a empezar de nuevo su lectura. Estos dos textos de Luis Ayhllón poseen ese mérito, y es a través de un finísimo sentido del humor que los dos textos captan de inmediato el interés del lector. La nueva familia inicia con una serie de intervenciones que a la manera de un coro griego van desmadejando la situación. Silvio D’Amico nos dice que el coro “cumple funciones prácticas: expone antecedentes, hace saber todo lo que ocurre entre un episodio y el otro” en esta obra no son voces juntas las que escuchamos, son los cinco personajes: Nora, Neto, Luis, un Magnavoz y Policía los que entremezclan  sus parlamentos aparentando una conversación a ratos integrada a ratos totalmente desintegrada; en México diríamos “cada loco con su tema”. Pero aún así, la acción avanza y la jugosa historia sigue su curso para finalizar con las  cinco nuevas voces añadidas por el autor y denominadas como voces exteriores.

Con un vital tono jocoso empieza la trama que desde su inicio pone de manifiesto el habla particular de estos personajes de una clase social determinada en una zona precisa de alguna ciudad en México. Todos los personajes son mordazmente ridiculizados. El marido haciendo alarde de una doble vida, la mujer insatisfecha siempre juzgando al hijo y al marido, el hijo tratando de salir de su cotidianeidad a través de la relación con una novia y la venta de su trabajo escolar ante el desacuerdo de los padres. Es un relato  desenfrenado donde la moral asfixiante de una familia citadina clase mediera  adquiere tintes cinematográficos; la anécdota no decae en ningún momento, va de menos a más, siempre están pasando cosas y no obstante que la escenografía se limita a un “espacio con ventanal” –acotación del autor– todo lo que sucede en las aproximadamente cuarenta páginas no necesitan de diferentes locaciones para que la trama se desarrolle con éxito.

La problemática individual se complica en dos arrebatados momentos, el primero, cuando el padre avienta un cenicero de cristal  por la ventana, hiriendo al merolico que ha acabado con su paciencia:

Luis: ¿Qué pasa?

Nora: Nada. Que el Gordo le aventó un cenicero al monstrito y casi lo mata.

Y el segundo cuando Luis golpea al policía con un viejo arcabuz:

Luis agarra el arcabuz y golpea a Mike en la cabeza, quien cae. Golpea una y otra vez.

Nora: ¡Ya, Güicho! ¡Déjalo!

Neto le quita el arcabuz.

Neto: Con ése no, ¿cómo se te ocurre? ¡Fue el que traía consigo Jerónimo de Aguilar cuando vivió en Yucatán! Ya lo chingaste todo.

Después de ese primer golpe, el del cenicero,  hay todavía esperanza de que el conflicto pueda tener un feliz desenlace pero para el segundo golpe, el del arcabuz, ya se vislumbra claramente una mínima posibilidad de que las palabras finales pronunciadas por Nora, la madre, puedan hacerse realidad.

Luis: ¡Todos vamos a morir!

Nora: ¡Ya te dije que aquí nadie se va a morir!

Entre Poe y un cadáver tiene el mérito de contarnos la historia de Rafa, joven que con entusiasmo y eficacia va por una difícil existencia tratando de convertirse en escritor o, dicho de manera más sencilla, de que las complejas personas que lo rodean le permitan sentarse a escribir. 

Viejo: Oye, oye mi’jo. Óyeme, te estoy hablando ¿qué ya no puedo ni hablar con mi propio nieto?

Rafa: No es eso abue, lo que pasa es que estoy escribiendo un cuento.

Su relación con Edgar, alias Lucio Godoy, permite al lector adentrarse en un interesante laberinto donde una gustosa y audaz trayectoria desemboca en un final feliz como resulta ser el que finalmente el protagonista pueda sentarse a escribir. Es un texto donde la imaginación y la creatividad nos llevan a participar de un viaje, por llamarle de alguna manera. Después de este recorrido se cierra el círculo, nuevamente, con el nieto y el abuelo:

Viejo: ¿Tú que vas a hacer?

Rafa: Voy a ser escritor.

Considero un gran acierto la construcción de personajes en las dos obras, el juego teatral, la incorporación de seres como el Santo, fácilmente identificable, un doctor, la madre, el abuelo del protagonista que se llama viejo y no abuelo y desde luego el interesante juego metafórico alrededor de Edgar Alan Poe.

Si nos remontamos a la corta historia de la comedia en nuestro país, caeremos en sus antecedentes con la comedia moral española, salpicada, desde el punto de vista de la iglesia, de una inmoral picaresca. En México la poca comedia que logró sobrevivir fue la del veracruzano Manuel Eduardo de Gorostiza (1789-1851); su producción de fines del XVIII, ya la escribe en México, después de su estancia en España. En el siglo XIX no hay nada hasta que irrumpen, casi al mismo tiempo, el interesante trabajo de Emilio Carballido (1925- 2007) y Rafael Solana (1915-1992)  alrededor de los años cincuenta, recuperando el género con bastante calidad; esta situación cambia a partir de los años sesenta, cobrando fuerza hasta el día de hoy. Sin embargo, la escritura de una buena comedia tiene infinidad de dificultades y por alguna razón, que tal vez tenga que ver con la historia misma de nuestro teatro mexicano, los dramaturgos tratamos de evitar escribirla.  Por este motivo me parece un gran acierto este libro de Luis Ayhllón, son dos obras que inevitablemente nos hacen reír pero también nos hacen pensar en esta sociedad nuestra, interesada en vivir mejor, tener dinero, pero cuyos miembros son incapaces de mirarse unos a otros tratando de tener una mejor relación.

Encuentro explicable el contacto con la ciudad en la primera historia, a través de las palabras de Carlos Olmos quien en un ensayo sobre la historia del Teatro Mexicano dice lo siguiente: “La capital deslumbra con un estilo de vida moderno y cosmopolita y la provincia abruma con su atraso y su resistencia al cambio. […] la provincia le hará pagar a la urbe esta mirada paternalista y banal y la macrociudad será vista en el interior como la opresora, la capital que succiona el esfuerzo productivo de  todo un país, el centro donde el poder ensoberbecido decide la vida del resto de la nación.”  Por lo que toca a la segunda obra, aunque gran parte de la  historia se desarrolla en la cabeza del protagonista, el que intervenga un psiquiatra y un orientador de secundaria me hacen inclinar por un escenario de ciudad o de capital de un estado.

Como última parte de este escrito retomo el tema del humor. Cito a Octavio Paz quien a su vez cita a Baudelaire: “Nos reímos de los otros o de nosotros mismos; y en ambos casos, señala Baudelaire, afirmamos que somos diferentes a aquello que provoca nuestra risa.”  Nos reímos de un policía que no puede hacer su trabajo y nos da gusto que no pueda hacerlo correctamente porque está convaleciente y nos reímos más de saber que tiene que ejercer su autoridad llevando una bolsa de orines junto a su pistola.

George Bataille nos dice que “la risa y la muerte están vinculadas […] Toda nuestra vida está cargada de muerte… Pero, en mí, la muerte definitiva tiene el sentido de una extraña victoria. Me baña con su luz, provoca en mí una risa infinitamente alegre: ¡la risa de la desaparición!...”

Edgar: ¿Qué me va a curar en siete días?

Doc: Tu enfermedad mental.

Edgar: Yo no tengo ninguna enfermedad mental.

Doc: Tienes la enfermedad más peligrosa

Edgar ¿Cuál?

Doc: Un maldito virus sicótico

Edgar ¿Qué virus?

Doc: Tu imaginación.

Edgar: Esa no es ninguna enfermedad.

Doc.  Claro que es una enfermedad. Esa cosa te puede llevar a la muerte.

Edgar: Quiero irme.

Doc: No te puedes ir, hasta que la terapia termine.

Nos reímos de Edgar, personaje que dicho por sus padres, casi nació muerto, que tiene un tumor, por el que debe tomar una droga que lo obliga a dejar de imaginar y como consecuencia decide ir a vivir con un tío indigente y de allí, refugiarse en un lugar desconocido.

Mike, el policía, bien podría ser, en palabras de Roger Bartra “ese ser semi asfixiado por la ciudad, que ha perdido el edén rural y no ha encontrado la tierra prometida”. Sus últimas palabras resumen una  triste  y culpígena existencia por haberle pegado una infección a su mujer:

Mike: Aquí jefe, cumpliendo con todas las agravantes y el mundo en contra. Lo que sí es que me gustaría decirle a la Chanita que estoy jodido, pero como un hombre.”

Morir en el cumplimiento del deber, aunque se hayan cometido toda clase de arbitrariedades: “el alma sufre angustias y tristezas inauditas que la enloquecen, por culpa de antiguos pecados.” Una de las vertientes que se expresa en la cultura mexicana moderna según palabras de Roger Bartra. Continuando con el mismo autor, él menciona los “soplos negativos con que ha sido insuflada el alma del mexicano: desprecio a la vida, sentimientos de inferioridad, pereza, resentimiento, evasión…” Los personajes de las dos obras, pasan en mayor o menor medida por estas etapas. La nueva familia concluye con la desagradable noticia, para Luis, de que sus padres pensaron no tenerlo y, en medio de una balacera,  Neto pretende que le crean que trató de  ejercer su papel de padre protector, Luis siente no haber ayudado a sus compañeros de clase y Nora no haber preparado el platillo que quería guisar para la comida.

En Entre Poe y un cadáver, el viejo termina por aceptar al nieto pero es a través del miedo a la soledad y a la muerte que decide acompañar al nieto en ese imaginario recorrido, un poco por curiosidad y un mucho porque no hay otra alternativa, para finalmente reconocer que estaba equivocado.

El mundo mexica nos habla de una risa destructora y creadora, de un ideal de enfrentar las adversidades a través de la alegría, a la manera de los nacidos en un día mono, día conejo o día flor del calendario adivinatorio o tonalpohualli de los mexicas; el desenfadado personaje de Rafa es el único que “sale victorioso de los indisolubles vínculos que se establecen entre la vida y la muerte, asumiendo su gozo como una forma de eternizar la existencia” y logra su propósito de escribir.

Podemos ver también qué sucedía en estas regiones,  el maestro Eduardo Planchart nos dice:

“en las culturas de las praderas norteamericanas lo bufonesco asume un rol ritual. Así en un relato de los apaches, el bufón ritual con sus acciones se asocia a la llegada del hombre a la tierra, al nacimiento del Sol y la Luna y a la protección de las enfermedades. Esto se evidencia en una leyenda de los indios apaches jicarilla de Nuevo México.  Entre los tewas de Nuevo México se observó que los bufones sagrados en estas culturas conformaban sociedades secretas y sus bufonadas cumplían funciones rituales en diversas festividades pluviales y de fertilidad.”

Expreso mi deseo de un mejor teatro mexicano, de más lectores del género teatral y de muchos autores que como Luis Ayhllón nos lleven a ese mundo donde la realidad se invierte,  donde reconozcamos la exageración de nuestros defectos   y logremos a través de la risa, una mejor existencia. Que ese eco, mencionado por Bergson, seamos nosotros los satisfechos lectores/espectadores.

BIBLIOGRAFÍA

AYHLLÓN, LUIS. Entre Poe y un cadáver y La nueva familia. Ediciones EON 2005, México.

BARTRA, ROGER. La jaula de la melancolía. Editorial Grijalbo. 1987. México

BATAILLE, GEORGES. Las lágrimas de Eros. Tusquets Editores, 2007 España

BERGSON, HENRI. La risa. Espasa Calpe. 1994, México.

D’AMICO, SILVIO. Historia del teatro Universal. Tomo I, Losada, 1954, Buenos Aires.

PAZ, OCTAVIO Y MEDELLÍN, ALFONSO. Magia de la risa Universidad Veracruzana. 2004, México.

PLANCHART LICEA, Eduardo. Lo sagrado en el arte: la risa en Mesoamrica. Universidad Veracruzana. 2000

Mariluz Suárez Herrera
México D.F. octubre de 2008
Bi-national celebration of Contemporary Mexican Theatre. November 12-15, 2008

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