Luchando en las Ardenas
Novela
Rodrigo J. Soto Bouhier

Introducción

Tras la derrota sufrida por los ejércitos aliados en Arhem (Holanda), el espectacular avance efectuado tras la batalla de Normandia se detuvo, con lo que el frente europeo se estabilizó. Este hecho proporcionó al Eje un respiro que les permitió reorganizar y rearmar sus castigadas fuerzas. Sin embargo, la ambición de Adolf Hitler iba más allá de las medidas meramente defensivas y de contención, que proponían sus generales, y en su mente se empezó a forjar la idea de recuperar la iniciativa y lanzar una potente contraofensiva que le diese más argumentos para poder sentarse a la mesa de negociaciones con los Aliados, lograr un armisticio y poder concentrar toda su fuerza en detener la imparable ofensiva soviética del Este.

El plan de Hitler estaba basado en cierta manera en el plan que destruyó los ejércitos franceses y aisló a los británicos abrigándolos a abandonar el continente en 1940. El punto principal del ataque: El Bosque de las Ardenas. El objetivo a conquistar por las fuerzas que partían hacia allí era la ciudad portuaria de Amberes. Con ello se conseguirá aislar y “embolsar” a los británicos en el Norte, lo que les haría cuestionarse su continuidad en la guerra.

Pero ellos no lo permitirán…


Capítulo 1

El Primer día en las Ardenas

Bosque de las Ardenas

 20 de diciembre de 1944

Transporte británico número 3

11:00 PM

Yo, Thomas Hikinss, de la cuarta división británica estoy siendo enviado ahora mismo a mi primer combate. Mi padre murió en los intensos bombardeos de la Alemania Nazi y creí que era mi deber vengarlo. Pero ahora, luego del maldito entrenamiento en la base, y con las bajas que ya hemos tenido, estoy asustado y no tengo la esperanza de salir vivo de ésta.

Comparto este momento con el Cabo Edgar Turner, un ex convicto que se alistó en el ejército para ser “mas hombre”; Edward Somar, el médico de la unidad; Joel Smith y Anthony Gerbss (encargados del mortero), junto a sus primos fusileros Marck y Mortimer Gerbss. Hay otros más de los cuales no recuerdo el nombre.

Acabo de cargar mi ametralladora ligera Bren y guardado mis granadas.

A diez metros de la acción, el Cabo me dijo:

­— ¡Thomas, deja de escribir tus inútiles últimos momentos de vida, eso es para maricas! ¡Andando!

Mis camaradas bajaron del camión y me preparé para luchar.

Al descender del vehículo, las balas ya me habían volado el casco. Entré en shock, no podía moverme, hasta que el Dr. Somar me abofeteó e hizo reaccionar.

Tomé mi casco y comencé a seguir al Cabo. Los alemanes nos disparaban de todas direcciones.

Nos refugiamos en una trinchera. Mis compañeros combatían sin piedad. Yo, por el contrario, estaba asustado. Me sentía un cobarde:

— ¡Thomas, mata a esos hijos de perra, maldito desgraciado!— gritó furioso el Cabo

Me armé de valor y siguiendo la orden le apunté a uno. Dude. Jalé el gatillo y le volé la cabeza. Sentí un estado de impotencia terrible. Llevar la carga de haber matado a un ser humano era intolerable. Aun así era lo que deseaba hacer para vengar a mi padre. Pero no me sentí bien después de eso

De pronto, Anthony Gerbss, el encargado del mortero, fue derribado desde un nido de ametralladora alemán y quedó tumbado en el suelo con el brazo sangrando. Al mirarlo, mi pavor aumentó. El Dr. Somar lo atendió rápidamente, pero el resto de los soldados—a excepción  de Marck y Mortimer—lo ignoraron.

— ¿Estás bien?—pregunté

—Sí gracias, pero no creo poder seguir disparando.

Turner intervino:

— Deja de llorar idiota. Toma el maldito mortero y destruye la ametralladora alemana.

Al oír un tiro, me volteé y la sangre del rostro del sujeto que estaba a mi lado, saltó y me salpicó los ojos. La impresión me dio escalofríos y me agaché. Me limpié la cara con el pañuelo que tenía en el bolsillo izquierdo y temblando, volví a tomar mi puesto.

Disparé durante dos horas… Al final, calculé que aniquilé treinta adversarios y en el escuadrón hubo tres muertos y dos heridos.

Tuvimos mejor suerte que otras compañías, ya que algunas fueron arrasadas por completo y otras perdieron a sus mejores hombres. . Lastima que el Cabo Turner quedó vivo.

Esa noche, enterramos a los caídos y notificamos a sus familias; cenamos una comida enlatada que parecía caca de perro a simple vista, era un asco.

Todos los recién llegados, en especial los inexpertos como yo, estábamos asustados.

— ¿Tuvimos suerte no?—ingirió triste Mortimer

—Sí, ya lo creo— respondí

—No quiero seguir en este infierno, es el primer día y no aguanto más— agregó él.

—Tienes razón, yo no alcancé a despedirme de mi novia y ahora me arrepiento de venir. Pero bueno, tenemos suerte de poder dormir en los camiones recién llegados. Mañana se irán y no podremos contar más con ellos hasta que capturemos gran parte de éste bosque…

— ¡Qué cagada!— exclamo el Dr. Somar

—Ya lo creo…—dije

Terminamos de comer y nos marchamos a descansar. Lloré un buen tiempo recordando a mis padres fallecidos, mi mamá por una enfermedad extraña y mi padre en manos alemanas, y a mi amada novia Jessica.

Empeorando las cosas, el Cabo Edgar Turner, no nos dejó leer las cartas que nos enviaron nuestras familias porque dice que eso nos hace melancólicos y débiles… Si tuviera el valor, le daría un buen golpe en la cara a ese bastardo.

 Creo que fui el único que no pudo dormirse hasta las dos y media de la mañana, a excepción de los soldados que estaban de vigilantes. Y encima debíamos levantarnos a eso de las cinco para continuar.

Luego de tanto llorar, me quede dormido como un tronco…


Capítulo 2

Los matorrales de la muerte

Bosque de las Ardenas

21 de diciembre de 1944

Campamento temporal

A las cinco y media ya estábamos levantados. Me encontraba cansado por lo poco que dormí.

El Cabo nos ordenó desayunar rápido y salir de inmediato a combatir.

Eso hicimos y entramos, con dos compañías, a una zona no explorada. El grupo que iba delante de nosotros entró, sin darse cuenta, a una zona custodiada por el enemigo desde las colinas vecinas.

En cuestión de segundos, la balacera destruyó con todos ellos, y Turner nos obligó a seguirlo entre los disparos. Su objetivo:

Tomar una trinchera enemiga para contrarrestar el ataque y permitir que la compañía que nos seguía pudiera avanzar. Tres de los nuestros murieron. Gracias a Dios, yo sólo fui herido en el hombro.

El Dr. Edward Somar curó mi lesión y me vendó. El Cabo Turner ordenó lanzar granadas hacia ambos lados con el objetivo de distraerlos para poder preparar el mortero sin que se dieran cuenta.

Seguí la orden, pero el proyectil del mortero falló. De los matorrales cercanos a nosotros, tres alemanes arremetieron con sus ametralladoras MP-40. Anthony Gerbss y Joel Smith murieron al instante.

— “Nazis de Mierda”— grité con odio

Sus primos, rabiosos, acribillaron a balazos a los alemanes al mismo tiempo que sus rostros se enrojecían y derramaban lágrimas. La amenaza terminó, traté de consolar a los Gerbss:

— Lo siento mucho…muchachos. Pero deben saber que ahora Anthony está mejor, con el Señor…

Marck Gerbss respondió furioso:

—Deja los sermones Thomas, te pareces al Papa. Ese viejo… desde que empezó la guerra le tome rencor a ese italiano. ¡Fascista de mierda!

Mortimer lo tranquilizó, pero con su corazón dolorido sería muy difícil que pudieran superar esa terrible pérdida.

— ¡Sigamos niñas!— gritó Turner

Comenzamos a seguirlo y noté que los hermanos Gerbss miraban al Cabo con desprecio mientras murmuraban. “Era una MIERDA de persona”.

Un oficial del otro grupo nos informó que su grupo se retiraría. Turner le respondió haciéndose el superior, como siempre:

—Como quieras. Siempre creí que eran unas “mariconas”. 

El oficial en cuestión se retiró con su tropa y la escoria de Turner nos obligó a continuar.

Eran las tres de a tarde y no habíamos almorzado. Estaba hambriento. Nos sentamos en la nieve y el Cabo Edgar Turner sacó los víveres:

—Tomen, su comida.

Entonces le pregunté:

— ¿Con qué abrimos estas latas señor?

—Ingénienselas. No puedo creer que sean soldados y no sepan como abrir una puta lata de frijoles…Que vergüenza me dan. Yo la abriré con mi cuchillo.

Imitamos al despreciable Cabo y nos acabamos todo.

Descansamos una media hora y luego continuamos. No pasó mucho para que los alemanes nos encontraran:

— ¡A los árboles! ¡Infantería enemiga por el norte!— grité al ver las primeras siluetas.

Nos refugiamos detrás de un par de árboles. Un intenso combate se inició. Los alemanes caían desplomados, pero cinco de mis colegas fueron gravemente heridos. Le propuse al médico que fuese a asistir a nuestros camaradas mientras yo lo cubría de la balacera alemana.

Aceptó la oferta y entramos en acción. De los heridos, solo se salvaron dos. Para cuando el Dr. Somar terminó de asistirlos, los “arios” ya se habían retirado y ya casi no nos quedaban municiones. Era lógico terminar así después de asesinar a treinta alemanes en tres horas.

Acababa de caer la noche y no era seguro regresar sobre nuestros pasos, entonces tuvimos que acampar a unos seiscientos metros de un bunker enemigo muy vigilado…

No podía dormir, ya que si lo hacía, moriría congelado. El cerdo de Turner, descansaba con su abrigo súper calentito que le arrebató a un alemán el día anterior.

—Si quieres, puedo darte unas vendas que tengo en mi botiquín para usar como bufanda— me dijo amablemente el Dr. Edward Somar.

—Te lo agradezco…pero no dormiré. — respondí

— ¿Por qué?— preguntó Somar

—Temo morir de frío

—Te entiendo. Yo tampoco quiero morir, por eso te haré compañía…

Parloteamos hasta las once de la noche cuando…

¡Bang!

Me doy vuelta y veo una patrulla alemana que nos obliga a levantarnos del piso. Esos infelices nos llevaron como prisioneros al bunker que se encontraba a poca distancia…

En él, nos quitaron nuestras armas y golpearon durante media hora. “Esos desgraciados me dejaron el culo colorado de tanto pegarme con la culata de un rifle”. A continuación nos arrojaron a una celda.

Dentro, Turner dijo:

— ¡Bien hecho, tontos! ¡Por su mala vigilancia y pésimo comportamiento como soldados nos capturaron estas forras!

— ¡Usted no es nadie para decirnos eso! ¡Maldito estúpido! ¡No merece ser Cabo! ¡Debería ser un torturador, hijo de puta! ¡Por su culpa murió mi primo!— exclamó rabioso mientras lloraba el pobre Mortimer Gerbss.

— ¡Te mato perra!— respondió Turner tirándosele encima.

Mortimer le da un gancho izquierdo y el Cabo reacciona con una patada en la ingle.

Fue entonces cuando Marck, el hermano de Mortimer, le saltó por atrás a Turner y lo tumbó. El escándalo hizo que el guardia nazi entrase con un arma y matara a Mortimer para que se acabara el problema.

Todos nos asustamos y nos pusimos contra la pared, a excepción de Marck,  que se quedó al lado del cuerpo llorando y refunfuñando.

El guardia le pateó el rostro, lo agarró de los pelos y lo puso contra la pared justo a mi derecha.

Otros seis soldados armados entraron y se prepararon para ejecutarnos. Me temblaban las rodillas y decía:

— ¡Por favor no me maten! ¡Haré lo que quieran! ¡Tengo a mi novia esperando un hijo en Inglaterra! ¡No me hagan esto! ¡Se los ruego!

Cuando el sujeto que poseía una metralleta M-40 me miró a los ojos, sonrió y me apuntó, un oficial interrumpió la ejecución y decidió que seríamos interrogados para ver que sabíamos sobre los planes nazis y si realmente éramos una amenaza.

El primero en ser interrogado fui yo. Para sorpresa mía, ese oficial era el Standartenführer Karl Günther Lots, ¡mi padrino!...

Les ordenó a los sujetos que se hallaban en la sala de interrogatorios que lo dejaran solo para hablar conmigo:

— ¡¿Qué haces aquí Thomas?!

—Vine a luchar para vengar a papá…

— Tu padre fue un hombre maravilloso, muy inteligente. Le debo la vida por haber perdonado la mía en la Primera Guerra Mundial….

— ¡No me importa tu historia, lo que quiero saber es qué nos harás!

—Thomas, muchacho. No hay necesidad de alarmarse. No puedo hacerte daño, eres la viva imagen de tu padre y además soy tu padrino. Eres lo único que me queda para recordarlo. Mira, no puedo garantizarte que sobrevivirás, y tampoco puedo traicionar a mi patria así que haremos  lo siguiente: Yo te daré mi copia de llaves de  la celda y me iré a supervisar otra base, mañana aprovechen a escapar cuando el guardia esté cansado. Antes del cambio de turno que es a eso de las doce del medio día. Ahora para no tener que dañar a tus amigos mentiré con que te saqué la información necesaria y que no serán asesinados debido a que cuando regrese, seguiré con el interrogatorio.

—Gracias Karl, eres el mejor. Te debo mi vida.

—Ahora estoy a mano con tu padre…

—No, ahora yo te debo una.

—Bueno, de acuerdo. Cuando acabe la guerra me compensarás esto invitándome un café. Ahora regresa a la celda que mañana deben fugarse.

— Muy bien, trato hecho.

Entré nuevamente al calabozo y les conté en secreto a mis colegas lo que haríamos, entonces nos dormimos para estar listos para la gran hazaña…


Capítulo 3

La toma del Bunker

Bosque de las Ardenas

22 de diciembre de 1944

Bunker alemán

Al día siguiente, exactamente a las diez de la mañana, nos preparamos para escapar. Por suerte, el guardia se encontraba dormido.

Abrí la puerta cuidadosamente y salimos. Tomamos unos rifles y ametralladoras alemanas que se hallaban en el recinto mientras que Marck Gerbss, le perforó el cuello al guardia con una bayoneta…ese alemán era el que había asesinado a Mortimer y el que me había golpeado con la culata de un rifle. Acto seguido, metimos el cuerpo del sujeto bajo una mesa.

Empezamos a caminar por los corredores del bunker buscando una salida con mucho cuidado. Pero nos topamos con un oficial ebrio que se nos acercaba cada vez más y más.

Turner le apuntó entre medios de los ojos con su rifle y lo detuve.

—Señor, no ve que esta borracho. Podemos llevarlo a una celda y encerrarlo con facilidad. Para que matarlo si no es necesario.

—Un hombre no debe pensar, debe actuar.

¡Bang!

Le reventó el cráneo.

De las habitaciones que se ubicaban a tres metros, unidades enemigas salieron desesperadas a detenernos. Una alarma sonó.

Una lluvia de balas no asedió.

— ¡Le dije que no lo maté!—grité furioso

— ¡Silenció Thomas! ¡Cacho de mierda! ¡Dispara o te matarán!

 Cadáveres nazis caían al suelo. Edward Somar, el médico, arrastró a nuestros amigos lastimados a un rincón donde las balas no lo podían dañar. Allí los auxilió. Fue cuando un adversario me hirió en el hombro. Me refugié donde Edward asistía al resto y le pedí que me curara el hombro. Revisó la lastimadura, me puso una gasa y dijo:

—No es grave. Ahora termina con el trabajo que tengo un paciente en estado crítico. 

Entré en acción nuevamente. En segundos, arrasé con los últimos siete contrincantes. Sólo nos salvamos cinco: el Cabo Turner, Edward, Marck, otro tipo con quien nunca había hablado y por eso no sabía su nombre y yo.

El resto, murieron dando lo mejor de ellos… Realmente me sentí destrozado por dentro. Pensar que ellos tenían el mismo deseo que yo…Volver a casa con nuestras familias y ser felices de nuevo…

Como no se salvó ningún nazi, y para tratar de eliminar nuestro rastro aquí, enterramos todos los cuerpos en una fosa común en la parte trasera del bunker. Me sentía un monstruo.

Tenía el presentimiento de que tenía esos sujetos contactaron a otra base para que trajeran refuerzos. Me aproximé al Cabo y le dije:

—Cabo Turner, creo que sería prudente que pidamos ayuda. Puede que los alemanes hallan hecho lo mismo y se esté acercando infantería enemiga a nuestra posición.

—Gran idea Thomas. Contacta a la base y pide ayuda.

—Señor. Con todo respeto, ¿no podría hacerlo usted? Es que nunca fui bueno con ese tipo de aparatos.

—No es tarde para que aprendas. Ve y arréglatelas Thomas.

Fui a la sala de comunicaciones y apreté el primer botón que vi. Unas lucecitas se prendieron y se podía oír voces de soldados.

— ¿Me copian? Soy Thomas Hikinss del cuerpo británico. ¿Pueden oírme?

—Le copio. Aquí el Teniente Stuart O´ Brian del cuerpo estadounidense que necesita compañero aliado.

—Nos encontramos en un bunker alemán a dos kilómetros de su posición. Creo.

— ¿Cómo creo?

—Es mi segundo o tercer día aproximadamente en éste lugar, no se utilizar bien estas cosas.

—No te preocupes, buscaremos el bunker y los ayudaremos a acabar con la amenaza.

—De hecho, ya matamos a todos los alemanes. Pero estamos desorientados. ¿Podrían venir a buscarnos y llevarnos con nuestro grupo?

—No hay nada que un estadounidense no pueda hacer. Danos un día y los iremos a buscar.

— ¿Tanto?

—Las cosas no están fáciles aquí. Iré en cuanto pueda.

—OK. Gracias.

—De nada. Intenten no morirse.

Termine de comunicarme y le informé a los chicos lo sucedido.

Esa noche, me pusieron de guardia con el Dr. del grupo por si llegaba la ayuda antes de tiempo o el enemigo.

¡Ese maldito Turner se rasca los huevos mientras yo me desvelo como un tarado! ¡Qué vago de mierda que es! ¡Todo lo hago yo! 

Capítulo 4

Tiempo de caos

Bosque de las Ardenas

22/23 de diciembre de 1944

Bunker alemán

A las diez y media de la noche, mientras vigilaba, entré en conversación con Edward Somar, el doctor:

— ¿Qué hacías antes de la guerra Edward?

—Practicaba la profesión. ¿Y tú?

—Quería ser escritor y escribir aventuras. Tenía a mi bella novia Jessica como inspiración, y a mi padre que siempre me apoyaba.

—Ahora tendrás que escribir cuando regreses a casa. Podrías ponerle “La supervivencia en la nieve con Thomas Hikinss”

—Esta buena esa idea, pero antes que ponerme a escribir preferiría pasar un tiempo con mí querida novia.

— Es lógico. Yo haría lo mismo. Por cierto, ¿dijiste algo de un bebé cuando nos estaban por matar?

—Sí. Mi chica está embarazada. Me enteré una semana antes de ser enviado a las Ardenas.

— ¿Y qué nombre le pondrán?

—No lo se. Jessica quiere que se llame Winston.

— ¿Cómo Winston Churchill? 

—Sí. Es qué ella aprecia mucho lo que hace.

—Entiendo.

—Edward, tengo curiosidad sobre algo.

— ¿Sobre qué?

—¿Por qué te alistaste en el ejército?

—Lo hice para vengar la muerte de mi novia.

—Yo lo hice por la de mi padre. Pero ahora, estoy arrepentido de haber venido. Esto es un suicidio, no puedo creer haber dejado a Jessica sola…

—No te preocupes, no le pasará nada—me respondió con una sonrisa en la cara.

Le estreché la mano y me di cuenta que podría contar con él durante toda mi vida. Era un gran amigo.

Pasaron dos horas y escuché unas voces:

— Wir sind in der bunker, wir müssen achtun (estamos cerca del bunker debemos tener cuidado)

—Machen sie sich kein sorgen. Wenn sie töten die feined gibt. (No te preocupes. Si hay enemigos los mataremos)

Al darnos cuenta que eran nazis, despertamos al resto para defender el bunker.

En ese preciso momento, al ver a los alemanes a pocos metros de distancia, me pasó por la cabeza todos los momentos traumáticos que viví estos últimos días. Me espanté de repente.

Pero me enderecé rápidamente y me dije:

—Thomas, no seas cobarde. Debes regresar para ver a Jessica y a tu futuro hijo.

Agarré una metralleta y disparé una ráfaga de tumbó a cuatro estúpidos.

Todos se alteraron se armó un alboroto.

— ¡Marck, Edward conmigo!—ordenó Turner.

Salieron fuera del bunker a encararlos. Mientras, los cubría con el otro sujeto del ataque.

Uno tras otro eran derribados, éramos invencibles. Pero de los árboles salió un tanque blindado de la división Panzer alemana. Un tanque modelo King Tiger, una mole entre el armamento pesado.

— ¡Bajen muchachos! ¡Necesitaremos ayuda con esto!—exclamó Marck

Justo cuando salgo del refugio, el Panzer da el primer cañonazo. Reventando al tipo que me seguía.

Me tiré al piso y me arrastré unos seis metros.

Solo faltaba demoler el tanque. Mientras que el mismo avanzaba, nos escondimos detrás de un tronco caído y planeamos como destruirlo.

—Tú Thomas irás como carnada con Marck. Mientras Edward mata al artillero y yo le coloco una bomba adhesiva. ¿Entendido?—Dijo Turner.

Para no perder el tiempo acepté y salí corriendo con Marck.

— ¡Puto nazi! ¡No puedes atinarle ni a un sujeto que esté enfrente tuyo!—aullaba Marck.

Una ráfaga de ametralladora nos perseguía de izquierda a derecha lanzada por el artillero del tanque. Al minuto, se detuvo.

Observamos al artillero y se veía como le escurría sangre de la boca. Edward lo aniquiló de un tiro…

¡Boom!

El Panzer revienta y Turner se acerca a nosotros.

—Los felicito. Me retracto de lo que he dicho de ustedes estoy orgullo…

Y el Cabo es asesinado por un tirador que delata su ubicación al dar el disparo. Ese desgraciado se movía entre los matorrales y se nos hacía difícil terminar con él. Marck lanza una granada y logramos rematarlo cuando saltó de su escondite para que no lo matara la granada. Gran error.

Murió igual. El combate acabó luego de haber transcurrido seis horas y contamos cuantos alemanes matamos cada uno.

—Mate diez. ¡Nuevo record!—dijo Edward

—Sos un muerto, yo maté catorce—respondió Marck.

—Pero yo les gano a los dos juntos. Yo cobré veinte vidas— dije

Nos reímos un rato para pasar a tener caras largas a la hora de enterrar en otra fosa común a nuestros amigos. A los alemanes los dejamos tirados para no esforzarnos de más.

Descansamos al terminar con la labor, ya habiendo pasado la noche. Eran ya las seis y media del 23 de diciembre.

Mientras descansábamos, esperando a que llegara la ayuda, nos pusimos a hablar un rato…


Capítulo 5

Conociendo a los hijos de Inglaterra

Bosque de las Ardenas

23 de diciembre de 1944

Ruta congelada/ campamento estadounidense

Los americanos llegaron a  eso de las dos de la tarde. Felices, corrimos hacia ellos y les agradecimos por todo. Nos subimos a la parte externa de un tanque clase Sherman y emprendimos viaje al campamento de nuestros salvadores.

Hacían quince grados bajo cero, los escupitajos que tiraba se congelaban muy rápido.

Uno de los soldados que caminaba junto al tanque, me mira mientras se rasca el trasero y dice:

— Chico, no tengas miedo si aparecen algunos alemanes. Yo te protegeré. Después de todo, tengo experiencia.

Cuando me dijo eso, me vino a la cabeza: “Es el típico yanqui que lo engañaron con una publicidad para venir a luchar” “De seguro éste tipo no sabe ni escribir”

Por desgracia, lo pensé en voz alta y los tanques se detuvieron…

— ¡¿Qué dijiste zorra?!—gritó Peter McAllister, el soldado que critiqué.

— ¡Perdóname! ¡No fue mi intención insultarte! Estaba pensando en lo que diría un alemán si se nos apareciera.

— ¡Mentiroso! ¡Vete a tomar el té idiota!

— ¡No te metas con los ingleses!

Me tiré del tanque y le di un golpe en el estómago. Mis amigos intentaron detenerme mientras que los americanos alentaban al suyo.

No les hice caso. Cuando el yanqui sacó su pistola se la saqué con una patada de la mano y salté sobre él.

— ¡¿Crees que los ingleses somos idiotas por tomar té?! ¡Eres un inadaptado social! ¡Por eso te mandaron a la guerra! ¡Por qué se querían deshacer de ti!—le grité al mismo tiempo que lo machucaba a puñetazos.

Marck Gerbss y Edward Somar me alejaron de McAllister. Los estadounidenses levantaron a su hombre y nos obligaron a disculparnos. Seguimos viaje.

Nos faltaban unos quinientos metros para llegar cuando se escucha una explosión.

— ¿Qué fue eso?—dije

—No lo se. Prepárense. Han regresado. —respondió el líder de la caravana.

— ¿Por la culpa de los alemanes se retrasaron tanto?

—Claro que sí. No perdemos el tiempo tomando té. —intervino McAllister.

—No me rebajaré a tu nivel—le contesté.

En el campamento, los alemanes aparecían de todos lados.

— ¡Chicos vengan conmigo!— les increpé a Marck y al Dr. Somar

Nos ocultamos tras un blindado clase Sherman que se movía de un lado a otro. Un alemán salió de uno de los costados del vehículo y se le tiró arriba a Marck asfixiándolo con su rifle. Tomé mi pistola y le disparé en la nuca.

Edward Somar lo ayudó a levantarse mientras que yo, combatía con los enemigos que venían a apuñalarnos con sus bayonetas.

Los muchachos me reforzaron hasta que matamos a los diez rivales. Notamos que los alemanes se retiraban al mismo tiempo que se escuchaba un sonido extraño.

Eran aviones británicos que enviaban algunos paracaidistas. ¡Estábamos salvados!

Al finalizar el ataque, el campamento no era más que escombros. Buscamos algo de comer y no hallamos nada.

— ¡Me cago de hambre! ¡No hay nada!— se quejó Marck

—No te preocupes, tengo la solución— respondió Peter McAllister

— ¿Conseguiste comida?—preguntó Marck 

—Algo así…— le contestó mientras arrastraba un soldado alemán

— ¡¿Te vas a comer un alemán?!— exclamé

—No queda comida. Es lo único que hay señor delicado— parloteó Peter

— ¿Seguro que no queda nada? ¿Ni siquiera una rata o un perro muerto por aquí?—dije

— ¿De donde podría conseguir un animal como esos en este lugar? Es el bosque de las Ardenas. No hay mucho que comer. —intervino Marck

— ¿Piensas comerte al alemán Marck?

—Me comería un ciervo pero por el escándalo de la guerra no creo poder encontrar uno. Es mejor comernos al alemán que no comer nada. — me respondió

Me retiré de ese sitio y busqué alguna autoridad británica en la zona para ver cuando iríamos al campamento.

Gracias a Dios, me topé con el comandante de la división aerotransportada británica que me dijo que nos juntaríamos con el resto de los nuestros en media hora.

Para pasar el tiempo, busqué algo que comer con tal de no saborear la carne humana. Lo único que encontré fue un atado de cigarrillos…

Nunca antes probé un cigarro pero tenía hambre y debía distraerme con algo… Lo encendí con la fogata en la que cocinaban al alemán y esperé a que pasara el tiempo para irme al establecimiento aliado.

Capítulo 6

Celebrando Noche Buena

Bosque de las Ardenas

24 de diciembre de 1944

Campamento estadounidense/campamento británico

Paso el tiempo de espera y subimos a unos camiones. Marck, aún masticaba parte del alemán.

— ¿Qué parte del cuerpo estás comiendo?— preguntó el Dr. Somar

—Un dedo.

— ¡Qué asco! ¿Cómo eres capaz de comerte a una persona?—dije

—Estamos en el medio de un bosque, no hay comida, lo último que tenía para comer no me llenó ¿Qué querías que comiera?

Saqué la cabeza del camión y vomité todo el camino…

Marck me palmeó la espalda mientras reía.

— ¿De qué te reís pelotudo? Es un asco lo que hiciste—me quejaba mientras seguía marcando la nieve con lo que salía de mi sucia y pegajosa boca.

Al terminar de agonizar por semejante atrocidad, me lavé la boca con mi pañuelo y cambiamos de tema:

—Marck. ¿Qué haces tú aquí?

— ¿A qué te refieres Thomas?

—Me refiero a por qué viniste a luchar

—Es que mi padre me envió.

— ¡¿Qué?! ¡Yo vine por mi cuenta, ahora me doy cuenta que fui un tarado ¿Y me decís que te mandó tu padre?!

—Sí.

— ¡¿Qué mierda tenía en la cabeza?!

—Te entiendo…yo tampoco quise venir. Mi padre me dijo que luchase para matar alemanes, ya que son unos monstruos que querían lo peor para nuestros país. Realmente es un hijo de puta. ¿Por qué no vino él?— me respondió triste Marck

Llegamos al campamento y descendimos del vehículo.

—Marck ¿Deseas un cigarrillo? Lo encontré en la base yanqui. — le dije para consolarlo

Aceptó. Una sonrisa se le formó al instante…

En eso, el Coronel se nos acercó:

—Hikinss, Somar, Gerbss. Los buscaba.

— ¿Qué necesita Coronel?—respondí cuando me formé y lo saludé

—Mis fuentes dijeron que ustedes tres quedaron sin compañía ¿verdad?

—Afirmativo Coronel. La pulverizaron poco a poco.

Mirándome fijo y con una cara seria se dirigió a mí:

— ¿Crees tener lo necesario para guiar una compañía?

— ¿Me está ofreciendo el cargo de Cabo? No creo estar listo…

— ¡Claro que lo estás muchacho! ¡Tú eres un modelo a seguir! ¡Asesinaste un montón de alemanes con tal de sobrevivir y de salvar a tus amigos! Y sin contar lo que le hiciste a ese yanqui…

— ¿Lo sabe?

—Obvio, soy el Coronel.

Miré a mis camaradas:

—Acepta el cargo Thomas…— dijo Edward Somar, el doctor.

—Eres el único que podrá sacarnos de este embrollo en una sola parte—agregó Marck Gerbss

Entonces, sabiendo que mis amigos me apoyaban acepté. El Coronel estrechó mi mano y me llevó con los muchachos alrededor de una fogata donde festejaríamos la noche buena.

—Bueno Thomas, aquí están tus hombres. Te los presentaré:

Él es Nick Habbergger, el explorador; estos son Germán Doovickton y  Oliver Doley, tus fusileros; tú equipo de apoyo Michael T. y Jacke Morris; y por último, tú equipo mortero integrado únicamente por el ingeniero Kelvin Smith. Por lo que ves, serán una compañía de nueve hombres. Tú como el Cabo, Edward como el doctor y Marck como el compañero mortero de Kelvin. Ahora conózcanse y  que pasen una feliz noche buena.

Sin más que decir, me senté junto al fuego y charlé con los nuevos hasta el anochecer.

Durante el tiempo transcurrido, fumamos unos cigarrillos y nos hicimos amigos. Me enteré de que Kelvin era pariente de Joel, mi camarada caído y que todos a excepción de Edward que era de un pueblo de Irlanda, todos vivíamos en la misma ciudad. ¡Qué coincidencia!

Los blindados Churchill AVRE, llegaron al campamento con alimento y bebida. El primero en correr hasta los suministros fue Nick.

—Jefe. Traje comida y bebida. — dijo Nick Habbergger con dos cajas de víveres en sus brazos.

—Bueno. Déjalas en el piso y las abriremos. — respondí

Eso hizo. Sacamos de las cajas dos termos, siete cajas de café, azúcar agua,  unas cacerolas y quince latas de comida.

Preparamos el café, calentamos la comida, nos sentamos en la nieve, morfamos.

Sin duda la comida era deliciosa, pero no tanto como la que preparaba mi novia Jessica. Me entristecí al recordarla.

Miré al cielo estrellado, me quité el casco y saqué la foto que llevaba dentro de él.

— ¿Qué es? ¿Qué te pasa? — preguntó preocupado mi amigazo Edward

—No pasa nada, sólo recuerdo a mi chica. ¿Ves?— respondí mostrándole la fotografía en la que se veía como ella me abrazaba en  uno de nuestros días felices. Los cuales eran todos los fines de semana, que era cuando podía verla.

— ¿Esa es Jessica?— dijo boquiabierto Edward

Al mismo tiempo, el resto se acercaba a ver la foto.

—Sí. Cuando volvamos a casa ni se te ocurra a acercártele— le advertí con una mueca en mi cara.

Todos se rieron de mi comentario comenzaron a elogiar a mi novia. Me sentía contento por ello.

—Recuerden que es mi novia. No se pasen de vivos o los mato—bromeé

—Nunca le robaría la mujer a mi Cabo, en especial a ti. Te la ganaste justamente. —parloteó Marck

— ¿Alguno tiene una chica esperándolo en casa?—dije

Menos Nick, Kelvin y Edward todos dijeron que sí. Me mostraron fotos de ellas pero ninguna se comparaba con mi Jessica.

Tanto hablar nos hizo perder la noción del tiempo cuando…

¡Feliz Noche Buena!— empezaron a gritar todos mientras se saludaban.

Nos saludamos entre nosotros y caminamos por todo el campamento festejando entre todos aquella ocasión.

Un cabo vino corriendo con buenas y malas noticias:

— ¡Escuchen todos! ¡Llegaron las cartas de sus familias!

Una estampida lo pasó por arriba desesperados. Con ganas de leer las cartas, imité al resto. Era un lío, todos nos empujábamos con tal de encontrar nuestras cartas.

Encontré una de Jessica. Me aparté a un lado de todos y encendí un pucho para leer el mensaje en la parte más calma y oscura del campamento. Ésta decía:

Querido Thomas: 

He estado preocupada por ti. No se si estás vivo o muerto y eso me pone muy mal. Quería saber como estás y contarte que ya siento al bebé patear mi panza. Estoy bajo protección en la casa de mis padres. He decidido ponerle a nuestro hijo el nombre del que estuvimos hablandoSi no te acuerdas del nombre te lo diré ahora mi amor. Es Winston, como Churchill.

Te espero con ansias. Resiste ese infierno y vuelve pronto No pierdas la fe. Escribe pronto.

TE AMA

JESSICA

Al leer la nota me salían lágrimas de los ojos. El llanto era inevitable. Feliz, y a la vez triste, la guardé junto con la foto de mi amante en el casco.

Escribí una carta para ella pero el estúpido cabo dijo:

—Lo lamento, pero no me permiten enviar cartas, sólo traerlas.

— Por favor. Envía esta carta a mi chica. Está esperando un bebé quiero que sepa que estoy bien.

—De acuerdo, pero no le digas a nadie porque no me permiten llevar cartas hasta el mes que viene.

—Está bien. Gracias.

—No hay de qué— respondió el cabo justo antes de retirarse.

El resto de la noche tomamos y comimos como bestias. Para despertar al día siguiente a eso de las siete de la mañana.

“Pobres los que tuvieron que vigilar”…     

 

Capítulo 7

¡A cubierto!

Bosque de las Ardenas

25 de diciembre de 1944

Campamento británico/campamento nazi

Nos levantamos a la hora fijada y no pudimos desayunar gracias a que la noche anterior nos acabamos todo. Era navidad, pero teníamos que partir con diez compañías más y siete tanques clase Bren Carrier a tomar un establecimiento nazi ubicado a mil metros de nuestra posición.

Antes de partir, el Coronel se me acerca:

— ¿Aún sigues con esa ametralladora  alemana?

—Sí. Es que no pude conseguir otra arma.  Ya me estoy quedando sin balas, al igual que dos soldados de mi compañía.

—Diles que vengan y cambiaremos sus armas nazis por las nuestras. Son mejores.

Llamé a Mark y a Edward, yo tomé una nueva ametralladora  Bren al igual que el Doctor Edward Somar.

 Mientras que Gerbss (Mark) se queda con un rifle Lee-Enfield.

Ya con todo preparado emprendimos viaje…

A unos cien metros del campamento alemán, un cabo es arrasado por una ráfaga de ametralladora MG42  alemana. Se armó un despelote.

— ¡Sabían que vendríamos!— gritó Nick, el explorador del grupo.

Cada vez más enemigos salían de los matorrales para matarnos. Los morteros reventaron los tanques y dividían a las compañías. Busqué a los muchachos entre el disturbio y una pierna me golpeó la cara. Miré al suelo. Un cabo había sido alcanzado por un proyectil de mortero.

La impresión hizo que por poco me desmaye, pero resistí por el bien de los chicos. Tenía que encontrarlos para proseguir con la operación. Solos éramos vulnerables.

Los alemanes bajaron de las colinas vecinas e hicieron una barrera en la entrada del campamento para repelernos.

Una granada cae en mis pies y alguien la patea lejos. ¡Era Edward con el resto!

—Los buscaba. —dije 

— ¡A cubierto!— exclamó Mark

Saltamos a un lado antes de que un alemán con bazooka nos diera. Le apunté con mi arma y lo acabé.

Cada vez más nazis se nos aproximaban. Despejamos el camino a toda velocidad dejando atrás cuerpos tirados en la nieve.

¡Boom!

La barrera de los rivales es reventada. Entramos con el resto de los combatientes al campamento.

La sangre volaba por todos lados, la cara de los alemanes expresaban terror al vernos masacrar a sus amigos.

El combate no terminaba. El coronel me contacta y ordena romper las baterías contra aéreas para que los aviones pudieran bombardear.

—Equipo, nos separaremos en 2 grupos para silenciar a esas baterías. No nos dejan bombardear. Tres síganme el resto vayan por el antiaéreo de la izquierda. Suerte— dije muy serio mientras estrangulaba a un alemán sin problema alguno.

Atravesé el campamento hasta llegar a mi objetivo.

— ¡Arrojar granadas!— ordené

Al estallar, los seis contrincantes que protegían el antiaéreo fueron eliminados. Edward coloca una carga explosiva y salimos corriendo.

Uno destruido, sólo faltaba que el resto de los chicos terminara con el otro. Quince segundos después explota el otro y pido que se efectúe el bombardeo como me dijo el Coronel.

Evacuamos el campamento desesperados. El enemigo creyó que habían ganado y festejaban. Se equivocaron.

Siete aviones bombardean la zona y la misión es completada.

Nuevamente regresamos al ya calcinado establecimiento nazi para buscar sobrevivientes. Solo se salvaron tres alemanes. Me acerqué a ellos y los miré fijamente

— nich schiben. I surrend. Vergib mir! Kamerad (no dispare. Me rindo. Perdóname camarada) — dice uno de los alemanes arrodillándose y mirándome a la cara mientras lloraba desesperado.

Me transmitieron lástima, no se porque, pero así fue.

—No los mataré. — le respondí sin saber lo que me había dicho.

Entonces, Nick se acerca sin saber lo ocurrió hace unos instantes y mata a los alemanes con una ráfaga de su ametralladora Sten.

— ¡¿Por qué hiciste eso?!— le pregunté enojado

— ¿Qué te pasa? Te salvé la vida— respondió Nick

¡Idiota no tenían armas! ¡Se estaban rindiendo!

—Perdón señor. No volverá a pasar.

Un par de horas después, el Coronel me llamó:

—Thomas, eres un excelente soldado. Me dijeron que te otorgara estas medallas: una es por saber dirigir a tus hombres, eres el único que logró salvar a su batallón completo en esta operación; la segunda es por tu heroísmo; y la tercera es por haber roto “el record”

— ¿Qué record?— dije 

—El de haber masacrado a más alemanes que nadie en tan poco tiempo.

Tomé las medallas estreché su mano algo decepcionado y me fui a fumar unos cigarrillos con mis amigos. Me felicitaron por las medallas, pero les dije que no merecía la tercera. Ellos preguntaron porque y les respondí:

— Nadie merece tener una medalla por carnicero.

Sin más que decir, encendí mi último cigarro, le di una pitada y saqué mi revolver Webley. Mientras lo miraba, surcaba mi cabeza la idea de haber separado tantas familias. Era insoportable saber que muchos pequeños no volverían a ver a sus padres. Me puse el revolver en la boca y traté de jalar el gatillo. No pude…

Mis camaradas me golpearon por intentar hacer una estupidez tan grande y me recordaron que Jessica aún deseaba  que volviera. Ellos tenían razón, pero… ¿Es justo que yo regresara a casa con vida y que otros que eran padres amorosos no? Eso me ponía mal. Yo era uno de los culpables de que otros no volvieran con sus seres queridos.  Pero el deseo de ver nacer a mi hijo era más fuerte que ese malestar que tenía y lo superé. Por ahora…

De los restos del campamento alemán comimos los víveres en mejor estado. Igual eran una porquería.

Nos dormimos a eso de las once en ese mismo lugar. 

Capítulo 8

Escapando del enemigo

Bosque de las Ardenas

26 de diciembre de 1944

Campamento británico/territorio inexplorado

A las ocho de la mañana, nos despertamos y desayunamos normalmente, un pedacito de pan, el frío era insoportable y estaba podrido de tanta nieve.

—Cabo, ¿gusta uno?— preguntó gentilmente Nick, el explorador. Extendiendo un paquete de Lucky-Strike

—No gracias, no tengo ganas de fumar.

— ¿Seguro jefe?

—Seguro

—OK. Usted se los pierde

Me dirigí a ver al Coronel, cuando me detuve a ver como eran traídos los heridos del campo de batalla. Las sensaciones que me provocaban al mirarlos eran de lástima, miedo e inseguridad. Pensar que podría terminar mutilado o sordo como algunos de ellos. O peor aun muerto…

Otra vez pensé en la cantidad de familias que había roto al asesinar tantos nazis.

Aunque eran despreciables, no dejaban de ser seres humanos. La carga que llevaría el resto de mi vida sería muy pesada.

Para calmarme, tomé la tabaquera que me había regalado mi padre hace dos años que tenía en mi mochila. Proseguí mi búsqueda masticando un poco del añejado tabaco…

—Señor, me alegra verlo— le dije al Coronel ni bien lo encontré

— Thomas alerta a todos nos están…

¡BOOM!

Un Panzer alemán desmiembra al Coronel de un disparo. Para colmo, venía acompañado de casi todo el regimiento de blindados de la zona.

— ¡La puta madre!

Salí corriendo al tiempo que el resto de los soldados del campamento se preparaban para la pelea al oír el disparo del tanque.

Superados en número, no teníamos mucho para hacer. Ordené a mis hombres que tomaran un par de bazookas y reventaran los Panzer al tiempo que subía con mis inseparables amigos, Edward Somar, el médico y Mark Gerbss a uno de nuestros carros de combate. Un Churchill AVRE  para ser exacto.

Los morteros enemigos golpearon el vehículo y comenzó a quemarse. Salimos rápido y escapamos.

Derrotamos a la mitad de las fuerzas hostiles, pero tuvimos que emprender la retirada. Me junté con dos sargentos y sus respectivos grupos de soldados sobrevivientes y mientras los alemanes atacaban al resto de nuestro batallón, nos dimos a la fuga.

A eso de las cinco de la tarde, ya nos habían dejado de seguir. En eso, uno de los sargentos, se detiene y me dice:

—Hikkins, ¿qué rayos hacemos?

—No lo se, usted nos guió hasta este punto— le respondí a Nicolás Kirby, un tipo delgado, extremadamente pálido y alto. Parecía un esqueleto.

— ¿Qué? ¿Estamos perdidos?

—Si usted no sabe donde estamos sí— respondí

—Tonto todo es tu culpa. Era tu deber guiarnos. Te mataré. — dijo tembloroso el pálido Nicolás al mismo tiempo que me apuntó con su revolver

— ¿Qué decís? ¡Yo tuve la idea de irnos pero no de guiarlos tarado! ¡Vos mismo dijiste que serías el encargado  de dirigirnos!

Uno de sus soldados intervino y me dijo:

—No se enoje con el sargento, es que tiene problemas de memoria y carácter desde que sufrió un golpe en la cabeza

— ¡Todos son unos traidores! Defienden a ese Cabo que ni siquiera conocen y a mí me dejan de lado. — parloteó Nicolás en su punto de estupidez más alto.

Luego se puso el revolver en la boca y apretó el gatillo.

Se desplomó en el piso y sentimos tristeza por él, era un loquito de aquellos que tendría que haber sido sacado del combate después de tremendo golpe que se había dado.

Acto seguido proseguimos.

Llegamos a un punto en el que se escuchaban disparos.

— ¿De donde vienen?— dijo Mark

—No lo se, pero quienes estén luchando no deben estar muy lejos.

Mi grupo y yo nos arriesgamos a seguir por una dirección diferente a la de los otros soldados que nos seguían.

Al seguir por nuestro camino, nos topamos con una trinchera plagada de rivales que agredía a un grupo de americanos.

Nos acercamos por detrás y cuando estábamos a unos pocos metros gruñí:

— ¡Fuego! ¡No dejen uno vivo!

Cuando los nazis se voltearon, una lluvia de municiones se descargó sobre ellos. No quedó uno en pie.

Los americanos nos agradecieron la ayuda y dio la casualidad que el grupo británico del que nos separamos llegó adonde nos hallábamos.

Se me acercó un oficial yanqui:

—Hemos detectado movilidad británica al oeste nos contactaremos y les diremos que van en camino.

—Gracias.

Esa noche, reunido nuevamente con la infantería de mi país, cargué mi ametralladora, cené lo que mis colegas saquearon de un condado tres días atrás y me fui a dormir dentro de un tanque calentito sin que nadie me viera… Dentro, antes de ponerme a roncar, saqué del casco la foto de mi querida Jessica y la contemplé un rato.

—Como te extraño…—dije algo lloroso

A continuación, guardé la fotografía y definitivamente me puse a dormir…

Capítulo 9

Bienvenido Teniente Thomas

Bosque de las Ardenas

30 de diciembre de 1944

Campo de batalla

Cuatro días después de aquel encuentro con los americanos, una nevada había frenado el avance alemán y sus vehículos ya se habían quedado sin combustible del todo. Esa fue nuestra oportunidad.

Nos preparamos para atacar un bunker alemán que fue descubierto por el reconocimiento al mando de mi hombre de sección, Nick. Junto a lo que quedó de toda la compañía a la que pertenecía mi sección, nos mandamos sin medir las consecuencias en un ataque directo…Que inconscientes que fuimos.

Los nazis se encontraban protegidos por alambrados que tuvimos que cortar al tiempo en el que nos sacudían con sus MG42.  Era una mutilación. No podíamos entrar.  Entonces se me ocurrió atacar por la parte trasera del bunker. Mi grupo y yo, acompañados por otras dos secciones, rodeamos el baluarte nazi y cortamos el alambrado. Entramos a la fortaleza enemiga.

Esos hijos de puta nos descubrieron y atacaron con todo su arsenal. Con el conflicto que habíamos provocado en el interior del bunker, los enemigos del exterior se distraen un poco y nuestras fuerzas logran entrar al bunker. La balacera allí dentro era terrible, los alemanes no se rendían aún sabiendo que no tenían oportunidad de ganar. Se encontraban tan desesperados que inclusive nos disparaban con bazooka.

Un proyectil derrumba una de las paredes de hormigón y cierra la entrada trasera. El impacto me aturde y caigo al suelo…Al instante pierdo la visión y pienso: “¿estoy muerto? ¿Así es estar muerto? No siento nada...”

Al minuto, recupero la visión y vuelvo a escuchar. Me levanto del suelo lentamente y veo que una mano me agarra del hombro. Era Mark Gerbss que me estaba ayudando a levantarme.

— ¿Te encuentras bien?— me dijo preocupado

— Sí. ¿Qué me pasó?

—Quedaste en un estado raro, no se como mierda se llama lo que te pasó. Ni que fuera médico. Ayúdanos a terminar con este lío, no quedan muchos.

Avanzamos por el bunker hasta llegar a la sala principal donde quedaban los pocos alemanes refugiados. Tiré una granada de humo seguida de tres granadas comunes.

Volaron a por los aires. Los que se salvaron  de las granadas, fueron acribillados a balazos por los quince hombres que quedábamos dentro del bunker. Mientras salíamos, noté que el suelo era tapizado por cuerpos de hombres muertos y de otros moribundos.

—Salgan a fuera y llamen a todos los médicos, tengo vidas que salvar— murmuró Edward

Una vez fuera del bunker, las unidades médicas entraron a toda velocidad. Sin más que hacer por el momento, me acosté en la base de un pino a descansar.

Observé el panorama arrasado por el asalto que efectuamos a los alemanes y me sentí decepcionado por haber decidido venir a este sitio. Me arrepentía de haberme alistado en la armada y de dejar a Jessica para vengar a mi padre. Esa decisión fue estúpida, comencé a golpear mi cabeza contra el pino al tiempo en el que gritaba “¡¿Por qué mierda fui tan tarado en venir?!” “¡Me cagué la vida!”

El Teniente Roger se sentó al lado mío y me detuvo:

—No hagas eso. Pareces un idiota. Si tomaste una mala decisión ya es tarde, a mí me ocurrió lo mismo. También estoy arrepentido de venir. La única diferencia entre nosotros es que tú llegaste a Teniente en menos tiempo.

— ¿Teniente? Yo soy Cabo.

—No, por eso vine a verte. Ahora eres un Teniente.

— ¿Tan rápido? Imposible

—No lo es, se requiere de soldados con mayor rango y por eso te eligieron. Tampoco eres un súper hombre que  asciende de cargo a la velocidad de la luz.

— ¿Entonces me ascienden únicamente porque necesitan más tenientes?

—Sí.

—Es razonable. Pero…

— ¿Pero qué?

— ¿Crees que pueda darme de baja?

—No puedes, ya lo intenté. Dicen que es necesario tener muchos hombres ahora, que es un momento crucial.

—Que mierda…

—Si, ya lo creo.

Al anochecer me dieron una medalla de honor al igual que al resto de mis hombres, festejamos mi ascenso y le traté de enviar una carta a mi novia…  

Capítulo 10

Conociendo al tirano

Bure- Bélgica

04 de enero de 1945

Campo de batalla

Hace unos días salimos del bosque. Arrasamos con un puesto de resistencia alemana ubicado a la entrada de un pueblo o ciudad llamado Bure. No se realmente que es debido a lo destrozado que está.

Otros soldados contaron que las batallas aquí habían sido terribles y que es un lugar donde solo sobrevive el más cobarde. Muchos fueron a luchar y desaparecieron.

Esa mañana, mi equipo y yo nos reunimos con el “experto” del lugar, su nombre, James Price.

—Buenos días Thomas. ¿Cómo están sus hombres?

—Excelente Capitán Price. Es un gusto conocerlo en persona.

—También me da gusto. Dígame ¿usted luchó en algún otro frente?

—No señor ¿Por qué?

—Es que se habla bien de usted por aquí. Creí que había luchado en África o participado en el desembarco de Normandía.

—No señor. Si eso hubiera pasado, no estaría frente a usted ahora.

—No diga eso, sus habilidades fueron lo que lo trajeron frente a mí.

—En eso se equivoca Capitán, fue mi grupo quien me trajo en una sola pieza. Sin ellos ya habría muerto. Nos protegemos unos a otros, somos una familia.

— ¡Que conmovedor! Creí que era más duro

—Es lo que soy, si no le gusta no me importa.

—Bueno es hora de que llame a sus hombres y que salgan a luchar.

Me mostró un plano de Bure y reuní a mis chicos. Animados partimos al combate. “Al mirar atrás me veo asustado y con culpa de haber matado a esos alemanes, pero en estos días transcurridos me di cuenta de que si no son ellos soy yo. Y no debo permitir que me maten ya que Jessica y el pequeño Winston me esperan en mi patria.”

Marchábamos bajo la línea enemiga sin ser vistos, cuando Nick miró por su larga vista que una unidad motorizada alemana se acercaba. Nos ocultamos tras una tapera, la cual en su momento habría de ser una hermosa casa de dos plantas cuando:

—Thomas se aproximan dos alemanes por detrás. Aún no nos vieron—me dijo nervioso mi camarada Marck Gerbss

—Edward, amigo, mátalos.

El doctor Edward Somar le disparó en la garganta a uno mientras que Marck, siempre gustoso de ayudar, asesina al otro.

Cuando la unidad motorizada pasa junto a nosotros saltamos todos sobre ella haciéndola añicos.

— ¿Éste es el lugar de donde nadie vuelve? Esto se parece al entrenamiento— replicó el explorador Nick Habbergger

—Esto recién comienza, cuando nos descubran se armará el lío—le respondió Oliver, mi fusilero número uno. Aunque no debo sacarle crédito a Germán Doovickton, él también ha cazado varios alemanes.

Una hora y media después de aquel ataque a la unidad motorizada, nos encontramos en el medio de un tiroteo del que no pudimos salir. Los nazis nos tomaron como prisioneros y nos llevaron a un lugar en el medio de la nada. Nos confiamos demasiado y terminamos cautivos…

A las nueve de la noche, llegamos a una instalación alemana llena de guardias armados y de alambrados enormes.

—Buenas noches ingleses— dijo un sujeto de anteojos oscuros y que aparentaba unos cincuenta años de edad.

— ¿Habla ingles?—dije asombrado

— ¿Qué te parece tarado? Claro que hablo ingles. Y ahora, ustedes están cautivos bajo el poder de la gloriosa Alemania de Adolf Hitler.

Esas ridículas palabras me dieron ganas de decirle “cállate viejo puto, sos una basura que no tiene  nada mejor que hacer que alagar a un racista mal nacido que le hace la vida imposible a la gente inocente” pero me tragué mis palabras por el bien de los muchachos.

— ¿Quién es usted?— preguntó Edward Somar, el médico más valiente que he conocido y que tengo el orgullo de llamar amigo.

—Para su información “soldaditos de juguete” soy el Oberführer que dirige esta hermosa instalación. Mi nombre es Dárius Sabástian Motorherr, pero me pueden decir Herr Dárius. Si son muy problemáticos simplemente los mato. Así que no intenten nada. Aquí son solo escoria y no deben olvidar eso ya que si los veo hacer algo que no les digamos…ya saben…—  Y al terminar su “discurso de bienvenida” levantó su arrugada mano y nueve alemanes con enormes rifles nos escoltaron a celdas individuales que tenían unas ventilas en el techo para que pasara el frío. Si esas ventilas estuvieran más abajo, cualquiera las rompería y escaparía, en eso fueron astutos. Al instante de habernos encerrado a cada uno en una cámara, Motorherr me llamó.

Entré a un cuarto poco iluminado en el que había una silla precaria, me senté en ella.

—Mis hombres me dijeron que eres el líder de tu grupito ¿Es cierto?— preguntó mientras caminaba de un lado a otro con un revolver en su mano izquierda la cual estaba herida.

—Sus hombres no le han mentido Motorherr

— ¿Eres sordo o qué? ¿No escuchaste como debes llamarme?

— Si oí Herr Dárius.

—Así está mejor muchacho.

Se me aproximó y apuntó un la frente:

—Dime… ¿Dónde se encuentra la mayor concentración Aliada en esta zona?

— Si supiera en que lugar estoy le diría Herr Dárius

—No importa, de eso se encargará el reconocimiento…Mejor dime ¿cuál es el próximo objetivo de sus fuerzas? ¿Saben de la existencia de este lugar?

—No lo se.

Movió su arma unos centímetros y me disparó en hombro. Grité desesperado y lo maldije siete veces seguidas.

El bastardo nazi me pateó y me tiró de la silla.

— Pocas veces he visto a alguien tan mal educado y patriótico. Por lo general, hablan sin que les tenga que preguntar algo y se callan sin decir nada  malo sobre mí. A esto puedo decirle valor de verdad. Pero el valor, en especial en los ingleses, es peligroso. Pueden morir si siguen así.

Cargó su arma de fuego y gatillo. Las lágrimas de dolor salían de mis ojos al sentir un inmenso dolor en mi pierna y en mi hombro. Ese hijo de puta se reía y esperaba a que me levantara para seguir el interrogatorio.

—Veo que no quiere hablar, pero usted puede saber cosas que sus hombres no. Lo dejaré vivo por el momento.

Me tiraron a la celda otra vez con un pedazo de papel higiénico y un pedacito de pan.

Vendé mis heridas como pude, y decidí guardar el alimento para cuando no quieran darme más. Me puse a llorar cuando recordé a Jessica y lo que le prometí. “Mi amor, no te preocupes. Volveré sin un rasguño. Cuídate mucho y protege a tus padres.” Esas fueron mis últimas palabras antes de partir. No dormí en toda la noche ya que se podía escuchar los disparos y alaridos de los otros prisioneros antes de su muerte o cuando eran torturados. Repasando lo que me había pasado en mis 28 años de vida, sacando lo que pasé con Jessica y el tiempo transcurrido con mis padres (fue hasta mis 13 con mi madre y hasta los 27 con mi padre)  mi vida era una mierda. Pero ahora que sería papá no podía echarme para atrás…

Capítulo 11

Caen dos valientes hombres

Algún lugar de  Bélgica

15 de enero de 1945

Campo de prisioneros

Al pasar once días de que fui atrapado, me maltrataron y dañaron gravemente. Mis heridas ya no eran tan graves, pero aún me dolían. Para sacarme las balas que el maldito Motorherr me disparó tuve que utilizar mis dientes para escarbar en mi propia carne y luego sacarlas con mis uñas. Todos los días me interrogaba y golpeaba pero no recibía respuestas coherentes de mi parte. Él me dejaba vivo por una razón: Yo era el único que sabía donde sería el próximo ataque a las líneas alemanas.

A eso de las seis de la mañana, me encontré con mis colegas en el campo de ejecuciones para ver quién sería la victima del día.

—Thomas ¿ya sanaron tus heridas?— me dijo Edward

—Si, pero todavía me duele… Te ves terrible ¿Qué te han hecho?

—Me sacaron la ropa y mojaron con agua fría, después me patearon media hora y me devolvieron al calabozo.

Marck intervino:

—Son unos hijos de puta. No pueden hacernos esto

Asombrado le dije:

— ¡Marck! ¡Estás vivo!

—Me alegro de verte Thomas—respondió

El resto del grupo se acercó a mí. Hablamos hasta que apareció Motorherr:

—Buenos días convictos. Hoy tendremos un lindo día…así es…hoy mataremos a seis de ustedes.

Nos asustamos todos y nos desparramamos desesperados entre el resto de los prisioneros con la oportunidad de que no nos tocara a nosotros.

Por desgracia, Michael T. y Jacke Morris, mi equipo de apoyo, fueron elegidos. Se rehusaron a ser colgados y sin tener otra opción más amable, Motorherr tomó un lanzallamas y los mató él mismo.

Era terrible verlos girar en el suelo al tiempo en que ese nazi despiadado se reía diciendo:

—Miren como se revuelcan. Parecen judíos…jaja

Lloramos del susto y del miedo durante cinco minutos. Mi ira no podía contenerse más, formé una bola de nieve y se la lancé a Motorherr.

Cuando se dio vuelta, sacó de su chaqueta una Luguer y mató a dos sujetos al azar. Me sentí terrible, fui causante de dos muertes más… si hubiesen sido nazis no me habría importado, pero eran camaradas de mi madre patria.

Esa misma tarde, cagado de hambre y de frío literalmente hablando, el infeliz viejo nazi me conduce a una sala de interrogatorios diferente. Aquella sala, era una cámara vacía con el piso roto y gastado. El polvo se levantaba del suelo cada vez que daba un paso, y un sujeto con dos pastores alemanes furiosos, se encontraba dispuesto a soltar a esas bestias cuando Motorherr se lo ordenase.

—Comencemos— parloteó sacando una varilla

Me dio un golpe en el culo y prosiguió:
—Revisé la información que tenemos sobre ti. Eres Thomas Hikinss de Londres, Inglaterra… ¿Es verdad?

—Afirmativo Herr Dárius

—Veo que te quedó gravado lo de “Herr Dárius” bien por ti. Eso te dará más chances de vivir…Muchos se equivocan el primer día y los mando a matar. Prosigo… Tienes 28 años y has matado cientos de alemanes…

Mientras buscaba más de mi información, el soldado que tenía agarrados a los perros, los suelta.

Se me tiran arriba y pateo a uno. El otro can me hace concha la mano pero logro tomarlo del cuello… Motorherr me patea y ambos caninos me mordisquean los pies…

Transcurridos dos minutos de agonía atan a las bestias. Motorherr disfrutaba del dolor de sus víctimas, era como un demonio que se alimentaba de las almas de gente inocente.

—Timoteo, ¿así que te saliste de un bunker en el que estabas cautivo?—preguntó el fósil de uniforme

—Mi nombre es Thomas, Herr Dárius

— ¡No me importa quién eres, responde la pregunta!

Lo miré con odio y contesté:

—Algún día pagará por sus actos, viejo

— ¡¿Cómo me llamaste?!

Me acobardé y respondí:

—Me salí del bunker rompiendo la puerta

—No es lógico. Esas puertas eran de metal sólido...Aquí lo dice— decía el alemán moviendo de un lado a otro un expediente extraño.

—Es la verdad…la puerta estaba algo rota

—Mentiroso aunque se encontraran rotas, esas puertas no podrían ser derribadas y mucho menos abiertas. En especial desde el interior de la celda.

Escupí sangre de mi boca y le manché sus zapatos. El ingenuo no lo noto…

—Ahora que lo pienso el único que tenía un juego de llaves de esas celdas era Karl Lots.

— ¡¿Karl Lots?!— grité

—Lo conoces… debe de ser quien te dejo escapar.

— ¡No es cierto!

— ¿Entonces como sabes de él? Es la única explicación.

—No, lo conozco porque mi padre…

— ¿Tu padre? Ese Karl es un traidor si interactuó con ustedes ingleses de pacotilla.

—No entiende...Él…

—No me interesa que relación tengas con él, siempre quise matarlo…ahora tengo una excusa.

Con todas mis fuerzas, me levanté para tratar de golpearlo pero caí sin poder tocarlo.

—Es todo por hoy…ya me has alegrado el día muchacho. Mañana verás como lo ejecuto aquí.

— ¿Aquí?

—Lo llamaremos como si nada y lo asesinaré con mis propias manos. Y por serme tan útil, les diré a mis médicos personales que te curen los pies y que te quiten el apéndice…

— ¿El apéndice?

—Exacto. ¿Crees que soy tan generoso con mis victimas? Si ayudo a un prisionero, lo menos que puedo hacer es hacerle algo malo después.

Me levantaron del piso y curaron.

Siendo trasladado por el sujeto de los perros a mi celda inició una conversación:

— ¿Conoces a Karl Lots?

—Es mi padrino.

— ¡¿De enserio?! Él me salvó la vida en  África del Norte. Es un soldado y persona maravillosa.

—Que lástima que será asesinado

—Es verdad…lo echaré de menos. — contestó el soldado

— ¿Si pudieras lo salvarías?

— Claro que sí. Pero si lo salvara… yo sería ejecutado también.

—Por favor…Ayúdame. Eres el único que puede salvarlo.

—Estás loco ingles.

—No lo estoy…solo quiero salvar a alguien que no quiere que Alemania caiga en manos Aliadas

— ¿Qué dices? Hitler nos prometió la victoria

—Fíjate bien. A este paso sus fuerzas serán pisoteadas y perderán la guerra.

Algo dudoso el soldado nazi sacó su arma:

—Si sigues con esto morirás ahora inglés.

—Píenselo bien por favor. Tú y yo somos iguales, seres humanos, que aunque pensemos diferente, en un punto  nos unimos… Ambos queremos que termine la guerra y regresar con nuestras familias… Yo tengo a mi novia esperándome con un bebé que nunca he visto aún. Por favor no me mates…

—Tienes razón…— bajó el arma, se secó los ojos  y levantó su mano

—Te juro que salvaré a Karl Lots con mi vida. Y tú serás liberado.

— ¿Lo dices de verdad?

—Sí. Ya estoy arto de esta guerra sin sentido… mañana, los liberaré a todos  ustedes y podrán escapar…

—Gracias… ¿Cómo te llamas?

—Soy Fedler Hölzel, ex soldado de los África Korps y un valiente soldado que desafía a su patria. Si puedo salvarlos, prométeme que no me matarán.

—No te preocupes, no te pasará nada.

Me metió al calabozo y adolorido por lo que me hicieron los doctores de Motorherr, me recosté en el helado piso a esperar que fuese el día siguiente.


Capítulo 12

Recordando a un amigo

Irlanda

24 de enero del  2009

Casa del doctor Edward Somar

—Abuelo, abuelo— repitió Eddy Somar, de solo 13 años.

— ¿Qué pasa hijo?— le contestó el ya retirado doctor y ex combatiente de 80 años, Edward Somar

—Cuéntame lo que pasó luego

—Bueno te contaré:

 

Algún lugar de Bélgica

16 de enero de  1945

Campo de prisioneros

Esa mañana, mientras me encontraba tumbado en el piso de mi celda, pude ver un agujero en una de las paredes por el cual, fácilmente podía pasar un dedo. Miré por él y pude ver a Thomas ansioso por algo.

—Thomas…—murmuré

— ¿Edward eres tú?

— Sí. Creí que te tenían en otro calabozo.

—Me alegra oírte Edward. En un rato nos rajamos.

— ¿Qué dices? ¿Cómo lo haremos?

— Me hice amigo de un alemán, es que van a matar a mi padrino y nos dejará ir con la condición de que luego no lo matemos.

—Estoy hecho mierda para pelear, nos matarán antes de que podamos reaccionar. Además, ese alemán no debe de ser confiable.

Escuché el ruido de una puerta oxidada abriéndose y repentinamente…

¡BANG! ¡BANG!

Unos disparos… no sabía que había ocurrido, pero Thomas me dijo:

—Mataron  Fedler en un instante te saco.

Una alarma comenzó a sonar y todos los cautivos golpeábamos las puertas de las cámaras en las que nos tenían.

Los disparos se detuvieron…Thomas abre la puerta y me saca

—Gracias amigo— le dije

—Para eso estoy Edward. Para salvar a mis amigos.

Me dio un rifle de los soldados que intentaron detenerlo y mientras más nazis se acercaban, él liberaba a mis colegas.

Cuando los pocos sobrevivientes de esos terribles días fueron liberados, hicimos acopio de balas y suministros en un salón donde se encontraban dos oficiales de la SS. Tres de los treinta que éramos murieron.

Una vez que salimos de aquel lugar, una batalla terrible se libró. Todos los alemanes nos atacaron acribillando a balazos a Kelvin y a Germán.

— ¡Putos!— grité al mismo tiempo que Thomas

Karl Lots puede zafarse de las manos de Motorherr y corre hacia nosotros.

Lo refugiamos por detrás de la línea de resistencia que formamos todos los reos para que no sea atrapado. Misiles, bombas, sangre, gritos, dolor. Era desesperante. Realmente era el infierno, los nazis nos arrasaron en cuestión de minutos. Pero gracias a Dios, las fuerzas Aliadas llegaron a salvaguardarnos.  Un combate nuevamente se libró.

Poco a poco, éramos sacados del combate para ser atendidos y arropados debidamente. Thomas, Nick y yo, decidimos ser los últimos en irnos. La seguridad de nuestros compañeros era primordial.

Thomas, buscaba a Karl Lots en el disturbio para que no lo mataran… En eso:

—Edward, Nick, cúbranme, localicé a Karl.

Cuando llego a él, Thomas lo levantó de la nieve y trató de traerlo adonde se hallaba la resistencia amiga. Pero Motorherr apareció por detrás y le disparó en el hombro.

Karl, herido nos hizo una seña y corrimos en su ayuda. Al mismo tiempo, Thomas se volteó y se abalanzó sobre Motorherr.

—Chicos saquen a Karl yo me ocupo.  

Golpeó al viejo nazi hasta que lo mató. Su mano quedó roja y parecía un animal rabioso…

— ¡Eso te pasa por torturador hijo de puta!— rugió mi amigo

Nick se ocupó de llevar a Karl con los nuestros mientras que yo, desobedeciendo la orden, me quedé junto al su lado.

—Thomas, vamos. Tan solo quedamos nosotros para poder irnos.

—Es verdad Edward vamos.

Pero de repente, un enemigo sale de la nada, me derriba y apuñala a Thomas en el estómago. Su boca se enrojeció y repetía una y otra vez:

—Perdón Jessica, no pude…Perdón Jessica no pude…Te…Te…Fallé.

Golpeé al agresor en la nuca y lo maté al instante.

—Resiste Thomas. Traeré ayuda.

—No Edward…no es necesario…. Me llegó la hora. Prométeme que le darás la noticia a Jessica pers…onalmente.

— ¡Medico! ¡Traigan un médico, la puta madre! ¡Se nos muere un soldado!— Chillaba desesperado mientras ejercía presión en la panza de mi camarada  para que no perdiera más sangre.

Me miró a los ojos y dijo:

—Haz lo que te dije por favor….Eres mi mejor…amigo….Y dile a Jessica...Que siempre la amaré….cuídala… y…y que cuide a Winst…

— ¡Thomas!

 Mi fiel compadre había muerto…No se lo merecía. Cuando los sanitarios llegaron a socorrerlo, ya era tarde.

Todos lo lamentamos… nos dolió mucho… era tan joven y bueno. Nos quedamos sin habla. Los alemanes se rindieron y días después fuimos llevados a casa. El valiente Thomas fue enterrado en aquel lugar…

Me quedé con su casco y una foto que tenía de su amada.

Se la otorgué al llegar a Inglaterra y realmente sufrió. Pobre de ella, me rompió el corazón verla tan mal. Pero tanto Jessica como yo, sabemos que Thomas era un muchacho increíble que daba lo mejor de sí en todo. Eso es lo que al parecer heredó Winston, porque todos los días, Jessica y él me visitan y tomamos té. Son muy amables y somos grandes amigos.

Aún lo echamos de menos… Con respecto al resto del equipo, no supe más de ellos. Cada uno regresó a casa y perdimos contacto. Pero todos tenemos algo en común, jamás olvidaremos a Thomas Hikinss, Soldado Británico y Héroe de la Segunda Guerra Mundial.

FIN


Los recuerdos de la guerra perdurarán en Somar. No creo que su vida sea fácil luego de aquella experiencia.

Recuerda que la guerra solo trae dolor y sufrimiento a ambos bandos. Nunca hay ganadores, solo perdedores. 

Rodrigo J. Soto Bouhier

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