Los delirios de Correa 
Felipe Soriano 
felipesoriano_ec@hotmail.com
 

Cuando el presidente ecuatoriano Rafael Correa dice que pedirá el cierre de Teleamazonas, debe entenderse que ordenará la clausura y reversión de la frecuencia de la estación televisiva. Quien debe analizar la supuesta infracción a cierta norma reglamentaria -expedida hace dos años- que de manera ilegal e inconstitucional reforma la Ley de Radiodifusión y Televisión es el Conatel, entidad presidida por el recién nombrado Ministro de Telecomunicaciones e integrada por funcionarios del régimen. Entonces, ante la falta de independencia ¿qué imparcialidad puede esperarse de la resolución que adopte ese organismo? ninguna, así de simple. Aún en el caso que el Conatel no encuentre violaciones a la ley, nadie que cuide su puesto -eso les puedo garantizar- desafiará la voluntad del autócrata. Sin embargo, tampoco hay que descartar que las expresiones de Correa no sean sino otra de sus bravuconadas orientadas a desviar la atención ciudadana de la rampante corrupción que aparece por todos lados, o amedrentar a los medios para que no sigan investigando sobre la suplantación de la constitución que mandó a fabricar en Montecristi.

 

Más allá de estar a favor o en contra de la línea editorial del canal y de los intereses que represente, están en juego valores intrínsecos a la naturaleza humana, como las libertades de pensamiento y de expresión, que no deberían tener otro límite que el respeto al honor y la honra de las personas. Pregunto: ¿se habrá faltado al honor y honra de Correa al ponerse al descubierto una conversación con sus aliados socioslistos en la que éstos manifestaban su preocupación por los cambios que entre gallos y medianoche había sufrido la constitución?  El sentido común, que cada vez es menos común, dice que los primeros sospechosos de haber realizado la grabación son quienes estuvieron en la reunión y especialmente quien en el pasado manifestó su inclinación por esas prácticas, ¿recuerdan los pativideos?  Entiendo que la seducción por esta clase de acciones es una especie de seguro, de guarda, frente a la personalidad inestable de Correa, que un día puede aparentar ser la persona más consecuente con sus colaboradores, y otro día entrar en cólera y descargar toda la responsabilidad de sus desaciertos en contra de esos mismos funcionarios. Dicho de otra manera, no extrañaría que en el círculo íntimo, rosa, oscuro, o cualesquiera sea al que pertenezcan, existan personas que quieran por esos medios asegurarse que en el futuro no serán abandonados a su suerte o convertidos en chivos expiatorios.

 

El perfil sicológico de Correa es fácilmente descifrable aún para los profanos en patologías de la mente, por eso, luego de los primeros meses de gobierno y una vez que tomaron asidero mis dudas sobre su incapacidad para gobernar y el rumbo que tomaba su proyecto, dejaron de llamar mi atención los exabruptos en que incurre día a día, sábado a sábado, a pesar que no es fácil digerir expresiones de un presidente de la república -exceptuando a Chávez, Castro y Ortega- referiéndose a un periodista como “tipejo” y a un medio de comunicación como “cloaca con antenas”. Las permanentes agresiones verbales a sus adversarios -a las que eran tan proclives Febres Cordero y Bucaram-, su exagerado afán por captar la atención pública, la constante exposición ante las cámaras, y su imprevisible estado de ánimo, dan cuenta de una personalidad perturbada, insegura y llena de temores. En su delirio Correa visualiza al país de sus sueños uno en el que la única voz que se escuche sea la suya, la única opinión que cuente… la suya, donde no exista más autoridad que la suya, en donde su sonrisa y mueca hirientes paralicen el pensamiento, en donde todos los medios de comunicación -en cadena las 24 horas- transmitan la voz e imagen del aprendiz de dictador. Parte del sueño está cumplido, tiene de rodillas y a su disposición a la fiscalía, a la asamblea nacional, a las cortes electoral y contencioso electoral, al consejo de participación ciudadana, todos organismos aborregados, obedientes, sumisos, instrumentos con los cuales el caudillo controla la justicia, las leyes, las elecciones, la integración de organismos de control, etc. Sólo le falta controlar algunos medios de comunicación, para eso no dudará en reformar y elaborar las leyes que le permitan conculcar el pensamiento y criminalizar la opinión en contrario.  Lo último que habrá de controlar es la ciudadanía. Lo intenta hacer utilizando políticas populistas, clientelares y shows mediáticos, sin embargo -pese al despilfarro- eso no ha sido suficiente frente a la creciente pauperización y desempleo, por ello, su proyecto de crear los llamados CDRs, o centros de adoctrinamiento y represión, en donde se pretenderá hacer creer a esa gente que la culpa de sus desgracias la tienen los “ricos”, que no podrán salir de la pobreza mientras aquellos no sean exterminados, y que todos quienes no apoyamos su proyecto antidemocrático, concentrador y autoritario somos los “enemigos” a perseguir. Para eso servirán los CDRs, ni de lejos serán medios para elevar la conciencia cívica o robustecer nuestra endeble democracia, mucho menos espacios donde se debatan o cuestionen las acciones del gobierno.    

 

¿Cómo enfrentar a Correa? Ciertamente no es a través de acciones aisladas o disparos desde un blog. La única forma es construyendo organización por medio de una gran concertación nacional, deponiendo protagonismos y posiciones intransigentes o sectarias, hoy cabe únicamente la unión y un solo objetivo: evitar la debacle a la que nos conduce el autócrata. Mañana será tarde, se habrán consolidado el autoritarismo y la prepotencia, se habrá acabado con la institucionalidad, las libertades y todo aquello que no supimos cuidar. Lo que Correa llama “revolución” no es otra cosa que la consolidación de un proyecto hegemónico, expansionista, autoritario, que no se detendrá hasta aniquilar cualquier resquicio de resistencia.

Felipe Soriano
felipesoriano_ec@hotmail.com

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