Modos de ser

Einstein y la locura

por Ignacio Solares

No toda la locura es negativa, como no toda la cordura es positiva (hay que ver a cada nazi.). Es más, hay formas de locura que habría que merecer. Pongamos un ejemplo: Albert Einstein, con su pelo revuelto y su tricota, sacando la lengua a la cámara de los periodistas: daba de veras la impresión de un loco perdido en sus sueños. Freud, quien lo conoció bien, dijo que tenía claros síntomas de pérdida de la realidad, e incluso habló de lagunas mentales que, sin su genio, lo hubieran vuelto candidato a severos tratamientos psiquiátricos.

Por algo así es que Chesterton dijo que el loco es el que ha perdido todo, todo, menos la razón.

Una simple anécdota nos muestra a Albert Einstein de cuerpo entero.

Es sabido que en una ocasión la reina de Bélgica lo invitó a su casa de campo (donde con toda seguridad eran muy propios, rascaban conciertos para cuerdas y se aburrían como ostras). Al ir a tomar el auto que los conduciría, su esposa mostró a Einstein el lamparón que llevaba en la camisa, producto de su descuido al tomar el té con leche. Qué barbaridad, tenía que cambiarse esa camisa enseguida, ya estaban muy retrasados. De lo siguiente, tenemos dos testimonios. El de la esposa, que cuenta cómo después de veinte minutos tuvo ella misma que subir a la recámara a ver qué sucedía con el famoso científico, y lo encontró apaciblemente dormido y en pijama dentro de un ronquido que parecía surgir del fondo de la Tierra.

El otro testimonio es del propio Einstein:

“Andaba yo muy distraído esos días por una fórmula matemática que no lograba resolver, así que cuando mi mujer me mandó a cambiar la camisa, llegué a la recámara, me quité el saco, me quité el chaleco, me quité la corbata, me quité las mancuernillas, me quité la camisa, me quité los pantalones, me quité los zapatos y los calcetines, me puse la pijama y me metí a la cama. Una vez que distraído empieza uno a quitarse algo de ropa, no hay manera de parar y termina dentro de la cama. ”

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