El
motor rugía entre las piernas, mientras pasaba de segunda a tercera. El
"hijo del trueno" respondía como nunca aquella soleada mañana de
la campiña del sur de Inglaterra. Hombre y máquina se entendían a la
perfección y el motociclista parecía fundido al chasis. Aparecía una
curva, y el pie funcionaba en verdadero sincronismo con el embrague: de
tercera para segunda, un ligero toque de freno trasero para reducir aun más,
y luego, justo cuando se sale de la inclinación, un acelerón para tomar
impulso. Y mientras el viento golpeaba sus mejillas, el piloto pensaba:
"vaya que es una sensación única, lo más parecido que encontré al
galope con los camellos en el desierto. Claro que aquello era diferente,
pues esa carrera casi siempre terminaba con un sable en la mano, enrojecido
con la sangre del enemigo. Pero eso ya es cosa del pasado. Ahora queda el día
a día, vivir pocas emociones como ésta y sumirse en el anonimato, mientras
preparo mi próximo libro".
Al llegar a Bovington, bajó la velocidad casi al mínimo y luego de dos
calles estuvo directo frente al correo. "Buenos días John. Tengo un
telegrama para mi amigo Henry Williamson. Aquí está todo", dijo en
voz baja y entregó un papel. El oficinista de inmediato se puso a teclear
con el aparato, y al final cobró seis peniques. El hombre recibió el
vuelto, lo introdujo en el bolsillo de su uniforme, y se dirigió a la
salida de la oficina postal, sin hacer mucho caso de la mirada inquisitiva
del telegrafista. Apenas tenía dos meses en la región de Dorset, en
Bovington no sabían quién era él, y aspiraba a seguir en esos términos.
Por eso había firmado el telegrama simplemente "Ned", con eso
bastaría para el destinatario. Cuando se acercó a la motocicleta vio a un
joven admirando la máquina. El muchacho le preguntó: "¿Es una
Superior SS 100 de la Brough, cierto? ¿Es verdad que rueda a 150 millas por
hora?". El motociclista estiró su chaqueta de cuero, se colocó unas
gafas y subió al morro del vehículo, encendiéndolo. Por toda respuesta,
sobreaceleró el motor y se sonrió con el muchacho.
De nuevo tomó la ruta hacia Clouds Hills para encontrarse con sus
fantasmas, pues estaba empeñado en seguir escribiendo, oficio que se le hacía
sumamente difícil. Ya había publicado "Los Siete Pilares de la
Sabiduría", "Revuelta en el Desierto" y "La Mina".
Eso era lo verdaderamente interesante, y no toda la fama, ni los hechos que
le atribuían. La gente no lo quería creer, pero la verdad no gustaba de
las medallas, ni ser reconocido en la calle. Pero el mundo era así: Miles
lo veían como un aventurero, un héroe de los árabes, quienes lo llamaban
"orens"; otros hablaban de los 79 trenes que voló personalmente
en la guerra del desierto, de su amistad con reyes y ministros. Nada de eso
importaba, pues todo era una leyenda que no se correspondía con su manera
de ser. Ahora debía seguir de incógnito, como un soldado más de la Real
Fuerza Aérea, y al fin había logrado un sitio en Clouds Hills, donde no
preguntaban nada, podía escribir y reflexionar, sobre todo leer.
Es cierto que la SS 100 corría hasta 150 millas por hora, pero él nunca
había llegado al límite. La suave brisa de esta mañana primaveral, le
impulsaba a apretar el acelerador más allá de lo conveniente. "Nada
como la vibración de una poderosa máquina, el viento haciendo entrecerrar
los ojos, manos y pies. Y de pronto al salir de la curva, justo cuando se
abre la gasolina, aparecen dos muchachos en bicicleta. La última sensación
fue el salir volando por arriba del manubrio. Luego todo se fue a negro. La
próxima parada fue en un hospital militar, y cuando llegó, al médico le
dijeron: "Vea qué puede hacer. Es el famoso Lawrence de Arabia".
Arqueólogo y espía
Thomas Edward Lawrence supo temprano que sería pequeño de estatura. Cuando
tenía 13 años sufrió de una enfermedad común por aquellos años,
paperas, a la cual se atribuye su crecimiento truncado, pues se quedó en un
metro 66 centímetros. Cuando nació en agosto de 1888 ni su padre Thomas
Chapman, ni su madre Sarah Lawrence, le pusieron mucha atención pues era ya
el segundo hijo de cinco que tendrían a lo largo de doce años. A todos
aquellos descendientes tocó llevar el apellido de la madre, pues la unión
con Chapman, un terrateniente de Dublín, no era legítima. Sarah era la
institutriz cuidadora de los hijos de la rica familia, y sucedió que terminó
dándose a la fuga con su amo y señor. La nueva familia dio tumbos por
Inglaterra, Gales, Escocia y Francia, hasta detenerse en Oxford y allí se
crió quien luego sería conocido como T.E. Lawrence.
Pequeño, de cuerpo enjuto, no estaba dado para una adolescencia normal, así
que se convirtió en un obsesivo de la lectura, lo cual con el tiempo lo
calificaría como un erudito. Ingresó al "Jesús College" de la
Universidad de Oxford. No era nada simpático, tenía una risa aguda y
nerviosa que no caía bien, a lo cual se sumaba el aspecto endeble, casi
afeminado, alejándose de sus compañeros. Sin embargo, demostró tener un
carácter duro, pues cuando fue a desarrollar tesis sobre la arquitectura
militar en las cruzadas se fue a realizar su práctica de campo a Siria,
viviendo entre los árabes para completar sus estudios. En 1910 obtuvo su
grado de historiador con honores.
Recomendado por el reconocido arqueólogo David George Hogarth, ganó una
beca para un posgrado en una excavación de la ribera occidental del río Éufrates,
por lo cual su estadía en el oriente medio se extendió por cuatro años,
tiempo en que su cuerpo se ejercitó con caminatas que sumaron 1.400 kilómetros.
Ahora no era el endeble Lawrence, sino un hombre, bajo de estatura pero con
un físico adecuado para cualquier tarea por más exigente que fuera. Así
llegó el año de 1914, con el mundo convulsionado ante la posibilidad de
una guerra grande. El joven arqueólogo e historiador llamó la atención
del Servicio Secreto Británico, por el conocimiento de la región árabe y
su desenvolvimiento, pues hablaba varios dialectos del medio oriente casi a
la perfección. Lawrence fue enrolado en un grupo expedicionario financiado
por la Fundación para la Exploración de Palestina, cuya función oficial
era estudiar el éxodo de los judíos a Israel, pero en verdad servía de
tapadera para la "tarea" de espiar, en cuanto a averiguar todo lo
relativo al ejército turco estacionado en la zona. En julio de ese año
estalló la Primera Guerra Mundial, y T.E. Lawrence fue asignando al ejército
de Gran Bretaña, con el grado de teniente. De inmediato se trasladó a la
oficina de inteligencia de El Cairo para examinar y mejorar mapas, así como
para reclutar agentes secretos.
Los militares de carrera lo tenían en poca estima por su irreverencia y
falta de formación en cuanto a saludos, taconeos y la parafernalia típica
del ejército, pero en 1916 fue condecorado con la Legión de Honor por su
magnífico trabajo de inteligencia. Ese mismo año fue enviado a Irak con la
orden de sobornar al jefe del ejército turco Khalil Pasha, quien tenía
situada a la ciudad Kut Al Imara, pero no pudo cumplir con su misión a
pesar de ofrecerle al otomano un millón de libras esterlinas. Regresó al
Cairo y en eso estalló la primera revuelta Árabe contra el imperio turco.
Lawrence de Arabia
Para 1916 en plena Guerra Mundial los aliados, Francia, Inglaterra y Rusia
buscaban acuerdos para derrotar las fuerzas del eje en el medio oriente,
donde gobernaba el imperio turco. Los otomanos contaban con su territorio y
los países árabes que lo rodeaban, todos bajo su yugo imperial. A pesar de
las rivalidades triviales los árabes habían realizado en 1913 una
conferencia de emires, la cual se considera el inicio del panarabismo, con
el sentido de nacionalidad y cultura propia de la gente del desierto.
Para octubre de ese mismo año T.E. Lawrence se estaba reuniendo con el máximo
jefe de los árabes, Hussein, quien si bien era un hombre muy respetado, ya
estaba viejo para ser comandante militar. Fue el inglés quien
"seleccionó" a uno de sus cuatro hijos, Faisal, por considerarlo
el más capaz de los herederos. Y no se equivocó pues durante mucho tiempo
estuvieron uno al lado del otro, como líderes un tanto disímiles en cuanto
a físico, pues uno era moreno y alto, y el otro bajito y rubio, ojos
azules. Fueron ellos dos quienes lograron la unificación del pueblo árabe
en la lucha contra el enemigo común, los turcos, aun cuando ninguno conocía
la trampa que tramaban en verdad los gobiernos de Francia y Gran Bretaña
para repartirse el territorio árabe, una vez concluida la guerra.
Lawrence en su afán por "acercarse" a sus nuevos amigos comenzó
a vestirse como árabe, y de ahí pasó a adoptar todas las costumbres del
desierto, sumando a ello su capacidad de habla del lenguaje local, con lo
cual pronto se hizo de suma confianza entre la gente del desierto y sus líderes
naturales. Un año después, en 1917, "orens" (como lo llamaban
los árabes) y Faisal ya habían tomado Akaba y otras ciudadelas
importantes. El ferrocarril turco era uno de los objetivos más atacados por
el propio Lawrence, quien colocaba la dinamita para descarrilarlo. Fue en
esos días, durante el avance de las tropas de Faisal, que "orens"
cayó preso en Deraa, y fue llevado ante el comandante turco de la ciudad.
Como el detenido no decía una palabra, por su piel clara y ojos azules fue
confundido por un circasiano, gente odiada por los otomanos. Aunque nunca se
comprobó, al parecer nuestro personaje fue atacado sexualmente por el Bey,
y luego liberado por los soldados turcos, quienes sintieron lástima del
torturado. Ese hecho habría marcado para toda la vida al oficial inglés,
quien de ahí en adelante se volvió taciturno y mucho más fiero en el
combate, participando con su sable en todos los ataques.
El primero de octubre de 1918 las tropas aliadas al mando del general
Allenby entraban a Damasco en forma definitiva. Los otomanos habían sido
derrotados en toda la línea, y ahí jugó un papel enorme "Lawrence de
Arabia", pues comandando a tres mil beduinos logró inmovilizar a 50
mil turcos, táctica que permitió al general británico ganar la batalla.
En los días siguientes Faisal conoció su limitación por el acuerdo
secreto entre Francia e Inglaterra y T. E. Lawrence fue alejado de las
reuniones decisorias, por lo cual pidió regresar a Londres. Allí intentó
cambiar la decisión de dividir los territorios y asumió como
"enemigo" a Francia, pero en verdad no pudo hacer nada. La
realidad era que un nuevo elemento se había hecho presente en el medio
oriente, el petróleo, y los países aliados querían el crudo al más bajo
precio. Se crearon protectorados ingleses, Francia derrocó un rey árabe y
los ingleses miraron para otro lado. Faisal se "acomodó" a las
propuestas de los victoriosos europeos, y "orens", decidió
retirarse a escribir sus "Siete Pilares de la Sabiduría".
Lawrence se fue a vivir a Oxford esperando tener tiempo y privacidad. No tenía
un penique, vivía en una habitación alquilada, y en invierno debía
ponerse un abrigo militar para poder escribir. Sin embargo, no contaba con
un escritor que en algunos momentos de la revuelta árabe lo había acompañado.
Este periodista comenzó a dar conferencias en Estados Unidos teniendo a
"orens" como el protagonista principal de la guerra en el
desierto. Luego fue invitado a Londres en el mismo plan, y ahí fue cuando
los ingleses descubrieron a quien luego sería el famoso "Lawrence de
Arabia", personaje que no sólo se convirtió en una leyenda mundial,
lanzado magistralmente por el actor Peter OToole en un film del mismo
nombre, sino que supuso una tortura de por vida para el original Thomas
Edward. Nadie comprendió nunca como aquel líder de fieros combates con
sable, o que volaba trenes colocando él mismo los explosivos, no quería
ser objeto de ningún reconocimiento. Según cuentan, una vez en Londres oyó
que lo buscaban para colocarle una medalla, y sin mucho trámite se fue al
aeropuerto para huir del evento.
Para vivir tranquilamente se enroló de nuevo con nombre falso, y fue
destinado a Afganistán, pero los soviéticos lo acusaron de planear una
revuelta. Por último consiguió otra identidad y decidió irse al sur de
Inglaterra. Justo a los dos meses de llegar a Clouds Hill, fue en su moto a
la cercana Bovington y de regreso se estrelló al evadir dos muchachos en
bicicleta. El 19 de mayo de 1935 murió el hombre que una vez escribió:
"Existen dos clases de hombres: aquellos que duermen y sueñan de noche
y aquellos que sueñan despiertos y de día... esos son peligrosos, porque
no cederán hasta ver sus sueños convertidos en realidad".
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