-A mí me tocó -continuó el joven- inaugurar las baterías de 105
milímetros. Viajamos largo hasta Hawái y de ahí rumbo a Osaka. Pero
no fue fácil. El general MacArthur era un gran comandante, y había
sido derrotado cuando estaba en Filipinas, como jefe máximo. Él fue
quien dijo "I shall return", y en verdad estaba regresando
para darles una paliza a los japoneses. ¿Sabes? Yo siempre he creído
que esos tipos de piel amarilla y ojos así como colocados al revés,
no son de este mundo. En Hawái nos quedamos unas semanas y ahí
descubrimos un local puertorriqueño. Una vez llegué cuando ya estaba
aquello lleno de uniformados y de pronto se levantó uno y comenzó a
cantar en español, era un soldado borracho. La canción se llamaba
"La Despedida", hablaba de la guerra y de uno que se iba.
Decía algo así como: "Vengo a decirle adiós a los muchachos
porque pronto me voy para la guerra...". Luego supe que el
cantante se llamaba Daniel Santos, quien también estaba enrolado.
María veía como hipnotizada a Johnny, y de pronto le preguntó por
MacArthur. El hombre la miró y dijo: "Para hablar del general
necesito tomarme un trago de ron. Mesero, tráigame un Bacardí
seco". Cuando tuvo la copa enfrente, tomó todo su contenido de
una vez, lo cual hizo que la muchacha arrugara la cara: "El
general MacArthur, como diría un mexicano, era un hijo de la chingada,
pero fue un buen comandante. Está entre los tres mejores alumnos de
West Point, dicen que tuvo 98 y medio de puntos sobre cien, como
promedio. Fue el general más joven del ejército de los Estados
Unidos en la Guerra del 14, y los políticos lo miraban con cuidado.
Como su papá, alto oficial en su tiempo, fue gobernador de Filipinas
y por eso sabe mucho del oriente. La verdad, como comandante hacía lo
que le daba la gana, y más de uno le tenía desconfianza por no
obedecer las órdenes superiores, cuando no estaba de acuerdo. Luego
lo sacaron del ejército y lo mandaron a Filipinas, donde llegó como
mariscal".
-Cuando apareció la guerra otra vez -prosiguió Johnny- llamaron a
MacArthur y lo nombraron comandante para el Oriente. Después vino lo
de Pearl Harbor, y los japoneses lo sacaron en el 40. A los dos años
MacArthur estaba de nuevo peleando contra los de ojos volteados, y les
ganó de arriba abajo. Entonces se convirtió en una especie de
Virrey, pues en la práctica en Japón ahorita no se hace nada sin su
autorización. Dicen que manda sobre el Emperador, a quien protegió
evitando su juicio como criminal de guerra, precisamente para
manejarlo a su antojo. El rumor más reciente lo anuncia candidato a
la presidencia, pues MacArthur ya tiene 66 años y está en la edad,
en el mejor momento de su carrera. Va a ser difícil, pues su carácter
y su manera de ser no pegan con lo político. Ya me imagino a los de
Washington poniéndoles zancadillas para que no llegue ni siquiera a
la nominación.
Siempre el primero
Cuando Douglas MacArthur nació en 1880, en Arkansas, lo esperaba un
destino militar, imbuido por su padre el teniente general Arthur
MacArthur, quien durante la Guerra de Secesión de Estados Unidos había
obtenido la Medalla de Honor. Criado en las guarniciones militares, el
infante comenzó a despertarse con el sonido de la diana, y según
aseguraría el propio Douglas años más tarde, primero aprendió a
cabalgar y a disparar, antes de leer y escribir. De las ambiciones por
el poder político supo por su abuelo el juez Arthur MacArthur, hombre
de gobierno, con quien pasó un tiempo en Washington. Sus estudios
iniciales fueron en la Academia Militar de Texas, y como hijo de
oficial tuvo su cupo directo a West Point ya adolescente. Allí marcó
historia por primera vez, además de ser el primero de su clase entre
93 compañeros de clase, tuvo un altísimo promedio de notas, quedando
entre los tres primeros de la historia de la Academia Militar de los
Estados Unidos.
De subteniente fue incorporado a la Compañía de Ingenieros como
primer servicio. Luego fue asistente de su padre, quien era Gobernador
de Filipinas, en esos años posesión de los Estados Unidos. Luego
resultó asignando también a ingeniería, como lo sería en los años
siguientes en varios estados de la Unión. Eso lo llevó a estudiar en
la Escuela de Ingeniería aplicada, donde obtendría el grado con
excelentes notas. Su carrera siguió en ascenso y cuando en 1914
estalló la Gran Guerra fue enviado a Europa como jefe de estado mayor
de la 42 división de infantería. En esos días dio a conocer su
personalidad pública, lo cual lo llevaría luego a ser unos de los
generales más conocidos de las fuerzas militares estadounidenses. En
esta confrontación, ya comandante de división, acuñó el término
"liderar desde el frente", involucrándose directamente en
el combate. Por ello recibió dos Corazones Púrpuras, siete estrellas
de plata, y dos cruces de servicios distinguidos. Al finalizar la
guerra era el soldado más condecorado y el jefe de división más
joven del momento. También obtuvo una deficiencia física de por vida
en el orden respiratorio, pues ya general era el último en colocarse
la máscara antigás, hasta comprobar que todos sus oficiales y
soldados la tenían puesta.
Vino entonces la paz y por sus logros personales, al contrario de
muchos, logró mantenerse en la fuerza armada con su estrella de
general. Luego sería superintendente de West Point, por lo cual
procedió a modernizar los estudios de los futuros oficiales. Estuvo
de nuevo en Filipinas reforzando los conocimientos del Oriente, y
luego presidió el Comité Olímpico de los Estados Unidos en Ámsterdam,
en 1928. Aquí sucedió un incidente que dio fama mundial a MacArthur:
recién llegado el gran grupo de atletas norteamericanos, necesitaban
un sitio para entrenar. Entonces se dirigieron al estadio olímpico de
la ciudad holandesa, pero las autoridades informaron que no era
permitido entrenar allí. Ante la prohibición, en vez de acatarla
ordenó al conductor del autobús derribar las puertas de entrada, y
se armó tremendo escándalo. La policía desalojó al general con su
delegación y estuvo a punto de sacar de los juegos a la delegación
de Estados Unidos y a MacArthur de su carrera militar.
En 1936 Douglas MacArthur ya había avanzando bastante, pero los
hombres de Washington, sagaces y hábiles, lo tenían en la mira, pues
su manera de ser en público lo podía catapultar a la arena política.
Era considerado el segundo hombre más peligroso desde la óptica
electoral, y por ello cuando el novel gobierno filipino pidió ayuda
para organizar la nación (ahora independiente), MacArthur aceptó ser
su máximo jefe militar. En esa decisión pesaron los nexos que había
tenido con ese país en el pasado, y también la recomendación del
propio presidente Roosevelt, quien de paso quería alejarlo del centro
del poder, pues lo consideraba un rival político. En 1937, Douglas
MacArthur fue recibido en Manila con grandes honores y el grado de
Mariscal de las Fuerzas Armadas Filipinas.
Jefe en el Oriente
Como sucedió al principio de su carrera militar, Douglas MacArthur
vio torcido su destino por un evento bélico: La Segunda Guerra
Mundial entraba en su tercer año, cuando Japón se declaró enemigo
de los aliados. Roosevelt decidió sacar de la reserva a MacArthur,
nominándolo como jefe de las fuerzas armadas norteamericanas en el
Oriente, con el grado de teniente general. Fue el 26 de julio de 1941,
y un año después MacArthur hubo de irse a Australia, pues los
japoneses avanzaban sobre Filipinas sin que nadie los pudiera detener.
¿Qué había pasado? MacArthur subestimó al enemigo, creyendo, que
los japoneses eran miopes para la guerra. Su defensa ante un posible
ataque nipón, el cual no avizoraba en el futuro inmediato, fue
deficiente, y luego de Pearl Harbor, vino un bombardeo inmisericorde
sobre la base Clark, la principal de la fuerza área filipina. En
febrero de 1942 Roosevelt ordenó a su comandante retirarse a
Australia, pero MacArthur, fiel a su manera de ser no acató la orden.
Los hechos eran ineludibles, y ante el avance del enemigo, tuvo que
irse el 10 de marzo. Fue entonces que pronunció su más famosa frase
"Volveré", y luego marchó con su familia a Melbourne.
Filipinas cayó en manos del Imperio del Sol.
En ese mismo año Estados Unidos niveló la guerra en el Oriente al
obtener triunfos en Midway y Guadalcanal. El Presidente decidió
dividir el mando: por la parte norte, enfilando directo a Japón, el
comandante sería el almirante Nimitz, y por el sur, mirando hacia
Filipinas la jefatura era para MacArthur quien, como es de suponer, no
estaba de acuerdo pero aceptó la situación. Comenzó el
enfrentamiento terrestre y aéreo contra los nipones y en el camino
aprendió que la guerra frontal no daba resultado, dado el fanatismo
del enemigo. Ante ello estableció una estrategia nunca vista para
avanzar: Iba de isla en isla, atacando, pero teniendo el cuidado de
que fueran las guarniciones más débiles. Fue tan eficiente esta
manera de batallar, que cuando Japón se rindió se entregaron muchas
posiciones japonesas donde nunca habían visto un soldado aliado, ni
disparado un tiro. Simplemente habían sido sobrepasadas, y dejadas
atrás sin confrontación.
El 20 de octubre de 1944, en la tercera oleada de un ataque masivo, el
teniente general MacArthur bajó de un lanchón y con el agua que
tocaba la isla Leyte de Filipinas por la rodilla, dijo ante la TV,
"Aquí estoy de nuevo". Era el triunfador más publicitado
de ese momento, lo cual ayudó mucho a la rendición de un enemigo sin
moral ni apoyo. La cuenta final fue de medio millón de japoneses
entre muertos, heridos o prisioneros, mientras que los EEUU contaban
13 mil muertos y 50 mil heridos. Luego que las bombas atómicas
cayeron sobre Hiroshima y Nagasaki, el emperador ordenó la rendición
de Japón. MacArthur fue nombrado para organizar la capitulación de
rigor.
El 28 de agosto, luego de que 800 aviones aterrizaran con 20 mil
hombres en una base aérea cercana a Tokio, tocó tierra el "Bataan",
una fortaleza volante donde venía MacArthur. Allí tomó vehículo
para recorrer los 25 kilómetros de carretera que lo llevarían a la
capital. Treinta mil soldados japoneses, flanquearon su paso.
MacArthur presidió la ceremonia de capitulación en la cubierta del
acorazado "Missouri". Luego de los escasos veinte minutos
del evento, cuando los delegados se retiraban, MacArthur los detuvo, y
en ese momento millares de aviones norteamericanos, los cuales habían
despegado de 24 portaaviones y de bases aéreas cercanas, pasaron
sobre Tokio. Entonces, como si estuviera en un teatro, el general
exclamó: "¡Han capitulado a tiempo!".
A partir de ese momento MacArthur se convirtió en la máxima
autoridad en Japón, y entre sus acciones más controvertidas estuvo
la de no permitir que el emperador fuera enjuiciado como criminal de
guerra. Al patíbulo llegaron 920 oficiales del imperio, mientras que
unos 3.000 cumplieron condena en prisión. La decisión de no llevar a
juicio a Hirohito fue considerada como la mejor, pues salvando al
emperador, sobre su figura se pudo rehacer al Japón. Todo a la medida
de MacArthur, dando paso a un estado moderno y capitalista, uno de los
principales aliados de los Estados Unidos hoy día.
El general de cinco estrellas estuvo también involucrado en la guerra
de Corea, como comandante de las fuerzas de los Estados Unidos,
logrando el repliegue de Corea de Norte, e incluso con posibilidades
de llegar hasta su frontera con China. Pero cuando el enemigo avanzó
hasta el paralelo 38, Estados Unidos se detuvo, y MacArthur renunció
por estar en desacuerdo con esa decisión. Luego desapareció de la
vida pública, hasta morir en 1964.