Por cierto que Garibaldi no es tan alto como lo pintan, sino más bien
de estatura mediana, se viste casi siempre de rojo y usa una especie de
gorro. ¿Sabes por qué? Para tapar la calva. El hombre tiene largos
cabellos, pero arriba nada. Eso sí, cuando habla se transforma y sus
ojos, intensamente azules, lanzan llamaradas de pasión.
---Vamos, vamos contestó Paoloque vosotros los escritores todo lo
exageran como si estuvieran escribiendo una novela. Garibaldi no es más
que un aventurero, quien ahora parece estar en el sitio y momento
adecuado. Ya corrió por la América, y según me cuentan estuvo por el
sur combatiendo en un rio que llaman de La Plata, pero al parecer no le
fue muy bien y por eso se regresó. Yo no le quito su valentía y
liderazgo, pero al final todo eso de revolucionario y amigo de los
pobres terminará en nada. Garibaldi quiere algo improbable: una Italia
unificada y es imposible. Hace muchos años tenemos aquí a los
austriacos, los Saboya, además está el Papa quien no permitirá que la
iglesia pierda espacio en lo terrenal. Creo que Garibaldi es muy teatral
y ese encuentro con el gran Dumas me lo confirma. Son harina del mismo
costal, les gusta la notoriedad, pero cuando llegue lo concreto, quien
sabe qué pasará.
Francesco pidió otra de botella vino tinto, y unos pastelillos. Luego
miró a su amigo y dijo: Caramba Francesco, tu como que mejor te quedas
con la pintura, y tus problemas para captar la luz, porque en política
pareces un poco ciego. ¿Tú no te has enterado de los avances de
Garibaldi? ¿De dónde vengo yo? De Palermo, pues Garibaldi está en la
Sicilia y ahora va hacia Nápoles. Los mil hombres iniciales ahora son
veinte mil, pues todos los campesinos de las zonas por donde pasan se
pliegan y se integran a su tropa. Si nadie lo detiene te aseguro que
llegará a Roma y el Papa deberá irse. Ya oí que detrás de todo esto
está la intención de crear una monarquía única, con Vittorio
Emanuele aspirando a ser el Rey de la Italia unificada.
El aventurero
La vida de Giuseppe Garibaldi podría ser catalogada como el ejemplo de
la aventura en su máxima expresión, mezclada con un especie de
sentimiento de justicia social y libertad, el cual fue poco a poco
ganando más espacio en el devenir del tiempo, tanto que el personaje
terminó como la imagen misma del héroe nacionalista y republicano.
Garibaldi nació en Niza cuando esa ciudad era parte del reino del
Piamonte, en 1807. Con su casa frente al mar evidentemente su destino
sería el de marino y como tal se enroló a los 15 años para navegar
por el mar Negro. Pero antes dejó su sello de héroe que le acompañaría
toda la vida: estando en un lavandero público en Niza, vio como una de
las mujeres cayó a un profundo pozo y, sin pensarlo dos veces, se lanzó
al rescate salvando la vida de la humilde mujer. En verdad la aventura
lo perseguía, pues en uno de esos viajes, su barco fue secuestrado por
turcos en guerra con Rusia y dicen que se salvó de milagro pues sólo
salió con una herida en una mano, escapando de sus captores por poco.
Es una muestra de lo turbulenta que sería su vida.
En 1833 Garibaldi ya era un rebelde y se enroló en la revolución
encabezada por el líder de la joven Italia, Giuseppe Mazzini. En dos años
de lucha obtuvo el grado de capitán de la marina piamontesa, pero ante
el fracaso debió huir, hasta que el final decidió que mejor era irse a
la América. Con apenas 28 años arribó a Brasil y pronto conseguiría
una patente de corso, con la cual navegó por el Rio de la Plata. Como
era de esperarse del inquieto aventurero se involucró en movimientos
insurreccionales al sur del continente, con sus altibajos de siempre,
derrotas y victorias como acontece a todo militar.
Estuvo en Uruguay, Buenos Aires y varias ciudades del sur, en plan casi
mercenario, pues llegó a crear una Legión Italia, la cual peleaba para
luego proceder al saqueo sin que su líder lo impidiera. En 1848 volvió
a Europa, pues ya había oído las noticias de la preparación de otro
alzamiento contra los austriacos. Participó como militar formal en un
levantamiento que llevaba como objetivo crear la República Romana de la
mano de Mazzini, pero el movimiento revolucionario fue derrotado en toda
la línea. Garibaldi hubo de huir en compañía de su amada esposa Anita,
de procedencia sudamericana, quien lamentablemente falleció por fiebre
tifoidea en ese tiempo. Para salvar su vida ante la persecución
imperial, el fugitivo fue a vivir una temporada muy corta a Tánger y de
allí salió rumbo a América, pero esta vez fue directo a los Estados
Unidos, a Staten Island. Sin embargo la inquietud invadió el alma de
Garibaldi, quien sin esperar mucho decidió marchar a Sudamérica, y en
un viaje poco conocido, llegó a Nicaragua el 14 de mayo de 1851, acompañado
de su amigo y subalterno de otras luchas Francesco Carpaneto. No iba en
plan guerrero, sino de comercio, puesto que los dos italianos pretendían
montar un negocio de importación desde Génova, el cual no resultó.
Pasó por Granada y en Masaya pretendió instalar una fábrica de velas.
Además se hizo famoso en la población local por enamorar una hermosa
viuda. Recorrió el país de arriba abajo, pasando por Chinandega y el
rio San Juan. Daba discursos donde siempre expresaba que su espada
estaba al servicio de los oprimidos. Luego fue al Salvador y de ahí
regresó a los Estados Unidos.
Como es de suponer la nostalgia y el deseo de hacer algo por su patria
pudieron más que sus deseos de viajar y conocer tierras desconocidas.
En 1854 regresó a Europa, fue a Londres y se entrevistó con Mazzini,
el antiguo líder de La Joven Italia, quien aun andaba en
conspiraciones. Después arribó a Niza, donde compró la isla La
Caprera y allí pretendió establecerse.
Debía quedarse tranquilo porque en verdad cualquier acción suya era
peligrosa para su vida. Fue cuando al primer ministro del Piamonte,
Camillo Benso, más conocido como el conde de Cavour, le permitió la
vuelta a ese territorio para activarse como comandante militar, creyendo
que así lo alejaría de Mazzini y de los pensamientos radicales que
profesaba. De esa manera, Giuseppe Garibaldi, un curtido aventurero
cincuentón, se convirtió en el jefe militar cuyas acciones llevarían
a la reunificación de Italia.
El héroe
Al comenzar el siglo XIX Italia sólo se podía mirar como una unión
geográfica de varios estados independientes, con diferentes culturas,
lenguaje, himnos y banderas, respondiendo a sus propios intereses. Eso
cambió un poco cuando Napoleón conquistó la región, anexionado una
parte importante a Francia, y creando su propio reino de Italia, del
cual se declaró monarca absoluto. Con su derrocamiento en 1815, Italia
fue repartida entre las familias dinásticas de Europa. El imperio austríaco
tomó para sí a Lombardía y el Véneto y colocó príncipes de su
entorno en Parma, Módena y Toscana. Se unificaron Piamonte, Cerdeña,
Saboya y Niza, integrando el reino del Piamonte.
Los Estados Pontificios, con el Papa como jefe de Estado, volvieron a
tener relevancia y sobre los restos del trono de Nápoles se creó el
Reino de las dos Sicilias, con los borbones al mando. Todo esto tenía
una gran deficiencia, la falta de apoyo popular, por lo cual hubo
insurrecciones, de las cuales las más sonadas se produjeron en 1830 y
1848. Giuseppe Garibaldi estuvo en esas revoluciones fallidas.
Para la década de los 50 parecía haber un ambiente propicio para que
se cumpliera el sueño de una Italia unida y fuerte, aunque algunos querían
la república, influidos por la aparición del Manifiesto Comunista de
Carlos Marx en 1848 y todo lo que significó para la Europa de aquellos
años. El conde de Cavour, primer ministro del reino del Piamonte, pudo
interesar a Napoleón III en cuanto a recuperar el norte de Italia con
la intención de crear una confederación, para sacar de allí a los
austriacos, enemigos del franceses en ese tiempo. Por eso en 1859 Cavour
le dio el mando de las tropas a Garibaldi quien, con su liderazgo y
experiencia militar, ganó los territorios de Varese y Como, para luego
invadir la Brescia. Aquí privaron los intereses internacionales: Napoleón
III firmó la paz con los austriacos sin consulta alguna y Garibaldi se
enfureció, por cuenta propia se fue al sur e invadió el reino de los
dos Sicilias con un contingente muy famoso después: Los Mil, pues sólo
eran mil voluntarios en esta nueva aventura.
Contra todo pronóstico, Garibaldi cumplió su fin cuando de primera
invadió a Sicilia por Marsala. Después se fue a Calabria y por último
conquistó la capital Nápoles, instaurando allí un nuevo gobierno de
corte dictatorial. Vittorio Emanuele II, rey del Piamonte, envió de
nuevo a Cavour para convencer a Garibaldi de la cesión del reino de los
dos Sicilias. Entonces el líder de las camisas rojas autorizó un referéndum
con voto universal masculino. Los resultados fueron favorables a la
anexión propuesta.
Posteriormente se supo que muchos Si fueron fraudulentos, pues los
soldados garibaldinos votaban hasta 10 veces cada uno; hubo engaños a
la población a la cual hicieron creer que el Si era para el regreso del
depuesto Francisco II; y en los sitios de votación hubo mucha gente
armada, lo cual evidentemente inclinaba la votación hacia el lado rojo.
Luego de este triunfo Garibaldi pretendía seguir la guerra, pero Cavour
lo disuadió y pacíficamente entregó las Sicilias al Piamonte, cuyo
gobierno continuó en su empeño de unificar a Italia. Para el 17 de
marzo de 1861 Vittorio Emanuele II, de la casa Saboya, fue coronado como
Rey de Italia, aun cuando pasarían varios años antes de que Roma se
anexara definitivamente a la unificada nación.
Garibaldi, anticlerical de por vida, siguió en su meta por lograr la
conquista de Roma, pero resultó herido en una batalla y se fue al
retiro, a su isla de La Caprera, para escribir sus memorias. Esperaba
recibir la ayuda del gran escritor Alejandro Dumas, su amigo desde la época
en que invadió las dos Sicilias.
El gran líder de las camisas rojas fue reconocido a nivel
internacional, tanto que Abraham Lincoln le ofreció mando en sus
tropas. En los años posteriores se hizo un crítico acérrimo del
gobierno de Italia y rechazó una pensión oficial. Al final de su vida
fue diputado electo a la Asamblea de Burdeos, y aceptó ser diputado en
el parlamento italiano. Se casó de nuevo, escribió buena parte de sus
memorias y en junio de 1882, falleció a los 75 años de edad.
Enseguida, entró al mundo de los mitos, convirtiéndose en un personaje
protagonista de novelas y poemas, cuando la verdad es que fue un héroe-aventurero,
quien tuvo la suerte de sobrevivir a múltiples batallas, prisiones y
heridas de combate, manteniendo una línea frontal a favor de los
oprimidos y en contra de las decadentes monarquías europeas.