Mis nietos |
(para Andrés, Nico y Bam Bam) |
Primero
fue la tortuga. Hacía una veintena de años que la teníamos. Mis nietos
la enterraron en el jardín de casa, con una cruz que ellos mismos
hicieron con dos palitos unidos. Y le rezaron como si fuera una cristiana.
¡Cómo los amo a mis nietos! Lo
que siguieron después fueron varias noticas de muertes que se fueron
sucediendo durante el fin de semana. Y me pregunté entonces si no era un
presagio tanta muerte junta. Uno siempre se acuerda de ella cuando muere
alguien conocido. Confieso que sentí miedo..."¿Será un
aviso?", pensé "La muerte es una cuestión natural de la vida.
Forma parte de la vida", replicó mi marido, con ese modo tan
racional que porta y esa inteligencia que emplea en todo lo que vive y
escribe. Pero
yo, más pasional, le tengo mucho miedo a la muerte. Y ahora más aún por
mis nietos que por mí. ¡Me gustaría ser eterna para ellos! Porque
los abuelos somos imprescindibles para los nietos. Y viceversa. Aquél que
tuvo la suerte de conocer vivos a sus abuelos, tiene en su psiquis grabado
todo el amor maestro que le dieron ellos. Los abuelos son los que enseñan
a la gente a tener su lado bueno. La mitad de mi ser, mi lado bueno, se lo
debo a mis abuelos. Y son los abuelos los que influyen, muchas veces, en
lo que uno quiera "ser cuando sea grande". A veces, hasta sin
quererlo ni decirlo, ellos nos marcaron. Nos guiaron el camino... Y, sobre
todo, nos enseñaron a demostrar los afectos. |
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Todavía
recuerdo aquél día, yo tenía 7 añitos apenas... Mi abuelo Fermín
estaba muy enojado porque le había pegado con el tubo del teléfono a mi
hermanita menor. El se enfureció y levantó su mano como en un gesto inútil
de querer pegarme. Pero la bajó avergonzado y se fue ligero dando un
portazo. Ese
mismo mediodía, cuando con mi hermanita llegamos a la esquina del
colegio, estaba esperando mi abuelo, con un enorme chocolate en sus manos:
"Perdóname por haberte levantado la mano", me dijo arrepentido
¡y ni siquiera me había pegado! Nos abrazamos llorando con mi abuelo
amado. Yo
aprendí a ser una buena abuela por mis abuelos. Hasta les canto a mis
nietos las mismas canciones que ellos me cantaron. Y sé que mis nietos
van a ser buenos abuelos, y estoy segura de que ahí también voy a estar.
Porque mis nietos bien saben y comprueban
cuánto los amo. Así como ellos también me lo hacen saber y me lo
repiten a cada rato. Ellos
son el bálsamo que llegó justo a tiempo para curarme todas las heridas
del pasado. Y yo, en agradecimiento por las fuerzas devueltas, les cocino
de esas cosas ricas que sólo ellos saben pedirme y alagar en cada plato. Y
jugamos como chicos y les cuento mis historias viejas y, cuando
interrogan, hasta hablamos
como grandes de todo lo que necesiten saber. Conmigo no sienten vergüenza
ni hasta de hablar de sexo. Y me preguntan y les explico claro, para que
lo que ven por Internet o por la tele no les haga demasiado daño. Sólo
por mis nietos es que jamás quisiera morir. Y, aunque "en la vida la
muerte es natural", me gustaría eternamente poderlos acompañar.
Ojalá que sea cierto eso de la estrella y de poder proteger desde el
Cielo.. Por
eso me quiero cuidar, mantenerme sana y lúcida para ver si estiro la vida
un poco más... E insisto en pedirle a la muerte que espere un tiempo
largo más. Aún me falta conocer a los nietos que en el futuro van a
llegar... A eso le llamo, hermanas, tener esperanzas y sueños para
disfrutar "naturalmente" de la plena felicidad. |
Ana
Solá
Ilustración Clara Celoria
Conjuros mágicos de la bruja madre
Suplemento especial de Puntal para ellas en su día
Edición y recopilación de textos: Daniel Devia
Diario Puntal - Río Cuarto, Córdoba
17 de octubre de 2010
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