Una
jamás espera de los hijos nada a cambio... Pero ese modo que tienen ahora
los jóvenes de tratar a sus padres a mí me da por los ovarios. Esos
mismos que casi explotan de tanto hacer fuerzas en cada parto.
El
"¡Ay, vieja no seas ridícula!" me hartó. Sí, porque yo jamás
traté a mi madre de la forma en que me tratan mis hijos, jamás me burlé
de ella y ni siquiera le levanté la voz en todos mis años de hija. Pero
ahora no es así... ¿Será tal vez que esta generación creció con falta
de límites por todo lo que insistieron y aconsejaron Piaget y Socolinsky?
Y
si protesto tengo todo el derecho de hacerlo, al fin de cuentas son mis
hijos, "Tus hijos no son tus hijos…. No, crecieron y me los
cambiaron.
Una
vida trabajando por ellos,-entregando sueldos enteros para cubrir sus
estudios, olvidarse hasta de comprar bombachas con tal de "que a los
chicos no les falte nada", ¡y, si era preciso, quedarse sin comer si
la comida no alcanzaba!
Por eso, de vez en cuando y sin quererlo, nos vemos obligados a "recordarles" nuestros sacrificios, porque es la única forma de que nos escuchen, nos valoren y nos tengan un poco de consideración... ¡Pero encima se ofenden de que se lo echemos en cara!
¡Toda
nuestra vida por ellos y hasta son capaces de estar pensando en el geriátrico
para que no les jodamos las existencias de ellos! ¡Le tengo pánico a la
jubilación!¿Quién podrá salvarme si el Chapulín Colorado también
envejeció?
Las madres nunca pedimos nada a cambio, tampoco que devuelvan lo invertido en años, comprendemos muy bien de sus obligaciones, de su reciente familia formada o del alquiler por necesitar vivir solos... No, las madres no pedimos nada, sólo un poco de compañía de vez en cuando y que antes de criticar o contradecirnos por lo que decimos o pensamos, recuerden en ese fino segundo de alzar la voz en contra nuestra que seguimos siendo las mismas que el día de su cumpleaños, hace ya muchos años, les dimos la vida.
