Cantata para mi muerte |
Cuando yo me muera
quiero que me lloren mucho, porque no tenía la menor intención de
morirme. Y, como pensaba que tenía cuerda para rato, quiero que se
ahoguen en llanto hasta el cansancio, especialmente mis hijos por todo lo
que me hicieron pasar cuando eran adolescentes. Cuando yo fallezca,
no crean que voy a descansar en paz, porque estoy segura de que sin mí no
se las van a arreglar. Por eso ¡Resistireéé! hasta el último suspiro
en el momento de estirar la pata y pobre mi Ángel de la Guarda cuando
trate de llevarme para arriba mientras mi humanidad no se quiera mover de
casa. Después de mí, renuncia. Cuando yo fenezca,
no quiero ni que me entierren ni que me cremen. Quiero que después me
embalsamen. Y que me sienten en la mesa familiar así mis hijos no me
echan de menos cuando peleen en los almuerzos y que me acomoden en el
living junto a todos los adornitos y artesanías que más quiero,
especialmente las que traje del Norte, así la visita no se siente incómoda
con la rígida presencia de la dueña de casa, simulando que soy una momia
afanada de Tilcara. |
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Cuando yo espiche,
no pienses amado esposo que por fin el que va a descansar en Ni qué hablar
cuando corras con mi mismo destino ¡yo te estaré esperando esposo mío
en el registro civil del Cielo para renovar eternamente nuestros votos
matrimoniales! Y ni se te ocurra
volver a casarte ¡Ni lo sueñes siquiera! Porque la aparecida ha de
encargarse que ni el Viagra te salve la vida. La fidelidad has de
conservarla aún después de consumada mi muerte. Y, si por los dichos del
cura te confiaste en que la parca habría de separarnos, yo he de
demostrarte lo contrario ¡Vas a poder estar tranquilo de que nuestro amor
será sempiterno y que por los siglos de siglos yo no he de
abandonarte...! ¿Qué te pasa, tarado? ¡¿Por qué ponés esa cara?! ¿Qué
tiene de malo, eh? ¿Por qué te agarrás la cabeza?¿Acaso no te gusta,
eh? La familia
contratará un buen servicio fúnebre a los efectos de que todos recuerden
lo fina que era la finada y que sea lo más caro posible, por toda la
plata que me hicieron gastar en vida los hijos. En mi velorio habéis
de convidar a los presentes con vino y soda, cerveza, pizza de rúcula y
jamón crudo, medialunas calentitas y cheesecake con frutos rojos para
hacer degustar el exquisito paladar que tenía la difunta. Mi sala velatoria
ha de estar iluminada con dicroicás-porque se usan- en lugar de velas
-porque el humo echa mucha baranda- y que mis hijas procuren que mi rostro
luzca radiante. Y que me depilen los bigotes si la muerte me agarró
barbuda porque con semejante luz los defectos faciales han de hacerse más
notorios. El féretro deberá tener: frigobar, sanguchitos de miga,
descorchador, una copa, Parissienes, encendedor y un celular -cargado con
tarjeta y batería- por si despierto y no me hicieron caso con lo del
embalsamiento. Y que mi fosa en el cementerio parque tenga preferentemente
vista a la ruta, cosa de poder rajar más rápido si algún otro fiambre
quisiera hacerse el vivo". Y si pasados apenas unos meses, piensan más en la sucesión que en mi deceso, -aunque sólo estén los muebles para la repartija porque tanto ricos como pobres se pelean por los bienes-, recuerden que aquél que de mis pertenencias se adueñe, quiera tirarlas porque son "basura juntada", donarlas o venderlas, también allí estaré presente arrastrando mis cadenas y rompiendo con furia mis objetos para que siempre recuerden que, si de romper se trata, ¡de la muerte también se vuelve! |
Ana
Solá
Ilustración Clara Celoria
Conjuros mágicos de la bruja madre
Suplemento especial de Puntal para ellas en su día
Edición y recopilación de textos: Daniel Devia
Diario Puntal - Río Cuarto, Córdoba
17 de octubre de 2010
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