Ave Fénix |
Cómo
que estás bajoneada?!", me dijo sorprendida y extrañada mi mamá
cuando la llamé a Buenos Aires el domingo a la tardecita. Y continuó sin
dejarme hablar y sin poder creerlo; "¡¿Y ahora qué les digo a mis
amigas con las que me lleno la boca de orgullo cuando les cuento que tengo
una hija que es como el Ave Fénix?! Ellas conocen bien tu vida, porque
les conté que, pasaras lo que pasaras, siempre resurgiste entre las
cenizas... ¡¿Eh, me querés decir qué les digo ahora si se enteran de
lo que me estás diciendo?!", insistía la vieja con esa picardía y
ese empuje que tanto la caracterizan. "¿Sabés
que pasa mami?, no entiendo por qué a los 50 todavía me siguen pasando
estas cosas cuando, a esta altura, me gustaría tener un poco de paz en la
vida..." le expliqué tratando de que me entendiera y hasta sintiera
un poco de compasión por mí, pero me respondió como si no escuchara:
"¡Como el Ave Fénix, hija, no te olvides nunca de que sos como el
Ave Fénix! Cada vez que te sientas triste, pensá únicamente en eso ¡Yo
me siento tan orgullosa de vos!". Con semejante discurso, no quise
seguir pasándole mi mala onda y, poco después, terminamos la conversación
con todo este amor madre-hija volando por el tiempo y la distancia. |
Pero,
la verdad es que salí de la cabina con otra actitud, era entereza. Ya la
tristeza no pesaba tanto y caminaba de regreso a casa un tanto más
altiva, con la sensación de un pájaro herido, pero bien erguido y
dispuesto siempre a volar, mientras pensaba que "si lo dice la vieja,
es porque ha de ser así nomás". Así,
como el Ave Fénix... Todas las mujeres somos Aves Fénix ¡siempre hay
que seguir! Entonces
pensé en mi madre y en la dicha de tenerla, de que me haya tocado en
suerte ser su hija, de saber que con sólo levantar el tubo con dos
palabras ella me ahorra tres sesiones de terapia. Es que me conoce como
nadie, desde siempre y para siempre, ¡esa es mi madre! Y
también sé, porque la conozco de memoria, que tampoco en su vida nada le
fue fácil, que laburó como una negra para mantener sola a sus cuatro
hijas mujeres -que no es poco-, después de que mi viejo la abandonara por
otra cuando todavía ella era muy joven. Pero mi mamá entonces hizo lo
del Ave Fénix y a ninguna nunca nos faltó nada, ni siquiera poder
estudiar en los mejores colegios. Así es mi vieja. Siempre nos ayudó,
siempre, aún hasta cuando todas estuvimos casadas o divorciadas. Por
eso la entiendo cuando a mis bajones no les da importancia, que los
minimiza porque sabe. Y en su sabiduría me apoyo y me reflejo y encuentro
ese único e irrepetible consuelo. Por eso vuelvo a estar fuerte, otra vez
y por otro largo rato. A
mi mamá no le gusta verme caída, y yo no puedo fallarle y hacerla pasar
vergüenza con eso ni que quede como una mentirosa, porque ya les contó a
sus amigas que tiene una hija que es como el Ave Fénix. |
Ana
Solá
Ilustración Clara Celoria
Conjuros mágicos de la bruja madre
Suplemento especial de Puntal para ellas en su día
Edición y recopilación de textos: Daniel Devia
Diario Puntal - Río Cuarto, Córdoba
17 de octubre de 2010
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