A puertas cerradas |
Cuando
los hijos crecen dejan de ser niños para ser monstruos adolescentes.
Sorry. Y,
a medida de que se van haciendo "semi-hombres/mujeres" se van
enamorado e incorporando al hogar una nueva figura familiar que nosotras
debemos aceptar nos guste o no, "porque el nene/a la/o eligió y yo
no me tengo que meter". Y
cuando digo incorporar, también hablo de una nueva mentalidad. Somos una
generación de madres permisivas que, por culpa de la inseguridad (la de
afuera y la de adentro), optamos por el "mejor que estén en casa que
en la calle* y, bajo el mismo techo, el noviazgo sigue su curso... El
primer día que la presentó en casa nos pareció una chica
"bien", tímida pero simpática, agradable en el trato, de
aspecto bonito y cuidado. Tan sólo viéndola una podría imaginarse el
porqué se enamoró el nene... De charla fluida durante el almuerzo, todos
quedaron encantados con la chica. |
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La
segunda vez que vino a casa, ya más distendida y con más confianza, casi
ni la vi. Los dos se encerraron en el cuarto del nene y, salvo a la hora
de la comida, apenas pudimos compartir la mesa, porque antes del
provechito se fueron a dormir la siesta. La
tercera vez, como los padres estaban de viaje, ella no quería quedarse
sola en su casa. Entonces, vino a la nuestra a pasar el fin de semana. El
nene armó el colchón inflable de dos plazas para que pudieran dormir más
cómodos en el piso de su pieza. Yo les presté las sábanas, claro. Al
chico lo veo poco por los estudios, me gusta que en casa se sienta bien
atendido... ¡Ay,
lo que han dormido esos chicos!¡ Se ve que venían tan cansados que esta
vez ni a comer salieron! Para ir al baño tampoco, porque el nene lo tiene
privado en su pieza. A mí me daba no sé qué que no probaran bocado,
¡¿qué van a pensar los padres si a la chica no la hemos alimentado?! Yo
por las dudas toqué la puerta, no vaya a ser cosa de que estuvieran
asfixiados. "|Dejá de romper las bolas, vieja!", contestó el
nene y me quedé más tranquila. Por lo menos está respirando... También
pensé en pasarle un plato de comida por debajo de la puerta o una fruta o
algo... Pero se ve que ellos comen de madrugada, cuando los demás están
durmiendo. Lo supe por los platos sucios que encontré en el piso del
pasillo. ¡Y claro, si la chica es visita, ¿cómo se va a poner a lavar
los platos?! Pasaron
48 horas y seguíamos sin tomar contacto. Le escribí un mensajito en el
celu, le puse: "Feliz domingo hijo. Ya está listo el asado...",
yo para no golpear de nuevo y así ahorrarme la puteada. ¡Y ni salieron
para el postre los dormilones! Yo
le decía a mi marido y al resto de los hermanos, "¿No les hará mal
tanto encierro?", "No vieja, -decía el mayor- ¿no ves que está
encajetado?¡Nunca lo vi tan boludo!", así hablaba de mal de su
hermano. Y le recordé entonces cuando él había estado de novio que hacía
las mismas cosas, pasaba las mismas horas en cama y sin haber enfermado y
la boludez en la cara también se le había estampado. Era la noche del domingo cuando se abrió por fin la puerta. A mi me pareció que los dos salieron más flacos, que habían bajado, por los menos, unos dos kilos cada uno... La amorosa saludó amablemente y agradeció por todo. "No, querida, de riada. No hay por qué...", le contesté sincera ¡Si ni siquiera produjo gastos!. |
Ana
Solá
Ilustración Clara Celoria
Conjuros mágicos de la bruja madre
Suplemento especial de Puntal para ellas en su día
Edición y recopilación de textos: Daniel Devia
Diario Puntal - Río Cuarto, Córdoba
17 de octubre de 2010
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