Paseo por El Totoral 
Estela Socías Muñoz

Pasó el tiempo y nuestras amigas, Paula y Lucía, crecían y crecían y sus inquietudes eran diferentes.

La muñeca Carmelita, en cambio, seguía igual que siempre. Las muñecas no podían crecer, pero sí su amistad con las niñas era cada vez  más fuerte, por eso siempre las acompañaba a todas partes.

Un día decidieron salir de paseo y le pidieron a sus padres un cocaví, además habían invitado a unos amigos que vivían en casas cercanas y compartían muchas de sus aventuras. Eran Luis y Patricio.

En la mañana, como a las 10:00, partió todo el grupo con sus mochilas en las que llevaban todo lo necesario. Paula, había metido además, a Carmelita con su cabeza asomando, ya que no se separaba de ella. La muñeca, estaba un poco triste pues sus amigas no siempre conversaban con ella.

A medida que el tiempo pasaba, cada vez eran más cortas sus conversaciones. Carmelita había pensado incluso, en abandonarlas para ir a Trapolandia, en busca de muñecos iguales a ella.

Llegaron al lugar más hermoso de El Totoral, la vegetación era de diferentes tonos de verde, sus flores silvestres rodeaban todo aquel lago que invitaba a darse un rico baño. Se despojaron de sus mochilas, instalaron sus mantas en el suelo y pusieron todo sobre ellas.

Luis y Patricio hicieron lo mismo, y se sentaron.

Cuando Paula empezó a sacar sus cosas  de la mochila, se acordó que traía a Carmelita y la volvió a guardar. Ese día no la necesitaría.

Al hacerlo, sintió que su rostro estaba mojado y pudo darse cuenta que estaba llorando. Tomó su mochila y caminó unos pasos hasta encontrar un árbol, y ahí la sacó.

_¿Qué te pasa?, ¿por qué lloras?_ le preguntó Paula a Carmelita.

_Ya no me necesitas_ respondió Carmelita_ Sólo me traes por costumbre en tu mochila, ahora estás contenta con Lucía y tus nuevos amigos. Creo que me iré a Trapolandia, yo también puedo encontrar amigos como los tuyos.

_¿Qué dices?, tú eres mía, no te puedes ir y dejarme. No seas así Carmelita. Ahora tengo más cosas que hacer, pero igual te quiero.

 

_Pero te da vergüenza que tus amigos me conozcan. ¿Es por eso que te ocultas detrás de este árbol?

_¿Sabes?, en parte tienes razón, ellos no te entenderían porque son hombres y no juegan con muñecas y creerían que estamos locas.

_Si quieres, realmente, que crea lo que me dices, ¿por qué no me presentas? Y verás como se hacen amigos míos.

_Entiende, los hombres no juegan con muñecas- contestó Paula.

_Y eso, ¿qué importancia tiene? Yo les hablaré y les contaré que en Trapolandia existen niños que sienten igual que ellos, sólo que tienen mi apariencia, y los llevaré a conocerlos.

Paula, sintió mucha pena por Carmelita y decidió presentarle a sus amigos.

Era mediodía y  todo el grupo tenía hambre, por eso decidieron comerse un emparedado mientras contaban diferentes experiencias vividas en paseos. El momento había llegado, Paula tomó su mochila y sacó a su muñeca de trapo, sentándola al medio del grupo. Lucía, la miró enojada pues ella pensó que sus amigos nunca más las acompañarían a un paseo.

Ante la mirada atónita de los niños, Carmelita comenzó a bailar en punta de pies y a cantar una hermosa canción que decía:

«Yo soy Carmelita,

la muñeca de trapo,

que baila,

que canta,

que  hace reír,

conmigo tendrán

grandes aventuras,

larará, larará...

lararí, lararí...»

Luis y Patricio se  sorprendieron y no podían creer lo que estaban  viendo.

Todavía con algo de susto, preguntaron:

_¿Esta muñeca tiene vida? ¿o es un truco de ustedes?...

_Pregúntenselo a Paula y a Lucía_ dijo la muñeca.

_A ver Paula, Lucía, ¿qué cuento es este?_ preguntaron  los niños.

Mientras tanto, Carmelita se sentaba sin hablar ni moverse, como cualquier muñeca esperando las palabras de sus amigas.

_¿Ustedes creen en nosotras y jamás contarán lo que hoy han visto?_ les dijo preocupada Paula.

_¡Por su puesto!, pero expliquen cómo es el truco_ respondieron los amigos.

_No es un truco,_ dijo Lucía _Yo tampoco le creía a Paula cuando me contó que su muñeca hablaba y era de verdad, este último tiempo como nos hemos dedicado a otras cosas la hemos dejado de lado, y por eso ella trata de llamar la atención.

_Además, cree que no la quiero y se quiere ir a Trapolandia_ agregó Paula.

En ese momento Carmelita pensó que era su turno de hablar y le encantaba la idea de estar de paseo con esos niños que se vestían diferentes y se sentían superiores a sus amigas. Se paró de nuevo y empezó a contarles todo lo que había sido su vida desde que había llegado en una navidad a manos de Paula y cómo, poco a poco, comenzaron a sentirse casi hermanas;  luego había conocido a Lucía y también la había sentido como a una amiga. Aunque reconocía que era miedosa y no muy sincera...

Lucía se paró indignada y le dijo:

_¿Qué puedes hablar de mí?, Muñeca de trapo mentirosa. Un día prometiste traerme una igual a ti y todavía no lo haces.

Los niños estaban tan perplejos, que no hablaban para no perderse detalle de lo que estaba ocurriendo.

_Lucía, tranquila_ le dijo Paula. _no transformes esto en una pelea, nosotros los pequeños sólo debemos jugar y reír.

Carmelita entendió la lección que le estaba dando Paula y corrió a darle un beso a Lucía y le prometió que muy pronto, cuando se diera la oportunidad, volverían a Trapolandia y le daría lo prometido.

Luis y Patricio se acercaron a Carmelita y le pidieron que cuando ellas se decidieran, los dejaran acompañarlas en esa aventura.

_Si ustedes lo desean y prometen, en un juramento que en este momento haremos los cinco, todos saldremos en una gran aventura.

Los cinco juntaron sus manos, Carmelita sacó su pequeña varita y la puso encima de las manos de sus amigos y pronunció la frase ya conocida:

_«Por el poder de Ángeles, la brujita de la vida, nuestro pacto ha quedado sellado para siempre. De ahora en adelante todos formaremos un club de los amigos de la vida y la paz»

En ese momento, del cielo vino un rayo que se posó sobre sus manos, las que permanecerían unidas para siempre en ese mundo de fantasía.

Estela Socías
Las aventuras de Carmelita 

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