Julia se va en tren |
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Llegué a la estación terminal de trenes de Madrid, con la prisa que dan las determinaciones tomadas en el último instante. La Estación Chamartín estaba atestada de
gente. Todos partían, quién sabe hacia dónde. Yo tampoco lo sabía pero no me importaba. Era como fugarme a lo desconocido, a lo que no se puede identificar. Tal vez el tren me llevara a mi salvación o hacia mi ruina total. El sol de la mañana teñía de rosado los árboles de las calles y un perfume ignorado se extendía por las orillas, o quizás fuera mi propio perfume. Había elegido ese sábado para irme en tren. Mi peluquero y mi modista estarían preguntándose porqué no había asistido a las citas .Esta tarde habría un desfile de los últimos modelos que llegaran de París en casa de Madame Renée, pero no asistiría. Nada me importaba. Tan sólo irme. Y me iba en tren. El tren, esa monstruosa mole de acero que corre a través de campos inmensos, llevando y trayendo esperanzas, que acomoda la vida de unos o desbarata la vida de otros...el tren, que trasciende las costumbres porque su costumbre es única: llevar y traer, sin preguntar nunca porqué lleva o porqué trae. El tren simplemente, lo hace. No era mucho mi equipaje. Había elegido ropa cómoda; un traje sastre gris, una camisa de seda italiana, mis zapatos de marca y mi anillo de brillantes, que había olvidado quitarme del dedo anular antes de salir. Y en mi bolso de mano, llevaba una botella de whisky. Por eso me iba, para no tener que enfrentar más a mi esposo. Subí al tren con paso cansado. Encontré mi compartimiento y me senté. A mi lado, mi bolso de mano. Ah! sí, los amigos de mi marido!.- Cuánto los odio! Los recuerdo en este momento!. Mis amigas y sus esposos, que sabían todo de mí, que sólo hablaban en voz baja estando yo presente, ignorándome con sus gestos estudiados y su ninguna sinceridad. También a ellos les debía esta fuga. Pero yo esperaba mucho de este viaje, quizás más de lo que la vida me había dado. Soy una mujer joven aún. He cumplido cuarenta y ocho años el pasado mes de enero. Tenemos un hijo. Un sólo hijo por el cual yo casi pierdo la vida. Después de él, no pude tener más. Esto me martirizó durante mucho tiempo, pero ahora, con el pasar de los años, me he resignado, así lo creo en este momento en que el tren me lleva lejos. Mi hijo se había criado entre niñeras y empleadas. Cuando llegó la edad del colegio, su padre eligió el mejor, al que concurrían los hijos de las familias de la sociedad. Ahora estudia arquitectura en Suiza, y muy posiblemente será igual a su padre, un triunfador. Es verano, hace mucho calor en la ciudad y los árboles florecidos hablan de vida, las flores en los jardines de Madrid me decían que tenía que vivir una vida mejor, plena y satisfecha conmigo misma. Una vida que no podía ser, que estaba frustrada por una sola cosa. Soy esbelta y creo que me consideran agraciada, con un marido que me ama y que hubiera dado todo de sí mismo, en un tiempo, para verme feliz. Esa soy yo, Julia, la que ahora se va en tren. |
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Elegí
un asiento junto a la ventanilla. Desde allí podía ver la estación , con la gente apresurada y sus valijas bamboleándose entorno a ellas. - Pues usted verá, señora,
mi hija se ha casado muy bien, con un comerciante que gana muy buen dinero y ella , además, es maestra de escuela, lleva segundo grado de primaria. Claro -siguió diciendo - que ahora, con su embarazo, está con permiso. Pero en cuanto tenga a su niño, o niña, volverá a dar clases, igual que lo hizo después del primero. |
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El reloj de la estación marcaba las 14 horas. |
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La señora se había adormecido, con la placidez de los que tienen paz. -Jorge, pienso que es mejor alejarnos. Debes hacer algo para que nuestro hijo no me vea así. No puedo dejar ésto, y tú lo sabes, pero no me dejas partir, no me dejas que te abandone y que deje esta casa, no me permites que busque ayuda en otra parte, tal vez en casa de mi hermana pueda lograrlo, pero te interpones en mi camino, me asfixias. Tu protección me asfixia, Jorge!
Esto pensaba de mi misma. Los recuerdos de años pasados al lado de mi marido, siempre protegida por su dedicación y su amor. |
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El tren se detenía otra
vez. Ahora habíamos llegado a Miranda de Ebro, ciudad afincada a orillas del río. Se veían, desde mi ventanilla, las grandes fábricas de fibras sintéticas, que posteriormente inundarían los comercios de otros países. |
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Miraba por la ventanilla el paisaje hermoso de la campiña vasco-francesa. |
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Yo había tenido una infancia difícil. Mi madre había muerto cuando tanto mi hermana como yo éramos aún pequeñas.
Nuestro padre, dueño de un vasto campo en Andalucía, fue siempre un hombre de costumbres estrictas y difíciles de cumplir. |
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A pesar de mi contextura grácil y esbelta, mi cuerpo se formó armonioso . De cabellos claros, sin ser rubios, lacios y pesados, daban a mi rostro el marco adecuado . |
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Verme libre en Madrid fué mi máximo anhelo. Siempre había esperado vivir sola, haciendo las compras y cocinando para mí. |
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El tren se había detenido una vez más. Otra estación que no quise mirar para no ver el reloj que daba la hora, igual que los anteriores. La reacción de Jorge cuando leyó la nota fué de sorpresa. Por teléfono preguntó a nuestro agente de viajes aéreos si su mujer había sacado pasaje para ir a algún lugar. Ante la negativa de éste, supuso que no me había ido lejos, quizás a la casa de alguna amiga, en la que yo confiaba más, pero
fue inútil. Llamó a varias pero ninguna sabía nada de mí. |
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En este tren recordaba cosas de mi vida, sin
ilación, años que pasaron hacía ya mucho. Recordaba, a través de la bruma que envolvía mi cerebro, el tiempo de secretaria en la Embajada de Méjico, cuando debía asistir a cenas y recepciones para agasajar a algún Cónsul que recién llegaba a Madrid o Embajador que había terminado su
mandato. Esto pasa por mi pantalla mental. Se van sucediendo imágenes, unas tras otras, como film en un cine. Pero yo sé que era mi propia vida la que veía pasar, año tras año. Me veo con mis compañeras de la Embajada, bebiendo whisky en la recepción de la Embajada de Francia. |
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La noche era muy calurosa, pero a pesar de ello me había
arrellanado en mi sillón favorito y de a sorbos, muy despacio, bebía el consabido whisky. Con las luces bajas , insuficientes para leer, daba rienda suelta otra vez a mi adicción. Esa noche era libre , podía hacer lo que gustara. Mi marido estaba en el cortijo y nuestro hijo, aún pequeño, en su colegio de internos. |
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Julián se crió con
empleadas hasta que tuvo la edad de ir al colegio. Tan sólo su abuela
paterna fué su compañía. La llamaba Mamá Grande,
con el cariño que los niños dan a sus abuelas. Ella
suplió mi falta de cuidados, tal vez no de amor, pues he amado siempre a
mi hijo. Ya
ingería whisky cuando Julián tenía escasos cuatro años. No tan serio
era mi problema en esa época, pero ya se perfilaba. Tal vez mi hijo pudo
salvarme - pensaba en ese momento - si me hubiera dedicado a él por
completo, si hubiera dejado de beber, en estos momentos no estaría aquí. Jorge salió en busca de
su agente de viajes para recabar informes, pues no le parecía lógico que
yo, su esposa, desapareciera de un momento a otro. A pesar de haber leído
la nota que le dejara, no comprendía el porqué de mi alejamiento, ya que
en Madrid había muchos médicos y clínicas a las que hubiera podido
concurrir solicitando ayuda. Jorge no sabía de la
"fuga geográfica", la fuga que realizan algunos para encontrar
la solución . Jorge ignoraba todo lo
relativo a esto, mis formas distintas de esconder las botellas vacías, o
de comprar whisky en diferentes lugares para no delatarme. Había tantas
cosas que Jorge no sabía... Jorge únicamente me amaba , con el amor único
y positivo de la juventud, que a pesar de los años no cambia. Era un hombre sano,
trabajador, bueno, sin espacios para otras cosas que no fueran su mujer y
su hijo. Nunca, en tantos años de
matrimonio, Jorge me había menoscabado por estar ebria, ni delante de mi
padre ni de nuestros amigos. Muy por el contrario, siempre decía que era
la mejor esposa que pudo tocarle en suerte. Hemos pasado juntos casi
veinticinco años, nuestro hijo ya pronto será arquitecto y esperamos de
él todo lo que un padre y una madre pueden esperar, que fuera un
triunfador en su carrera, que eligiera una mujer que lo acompañara toda
su vida, en las buenas y en las malas. A pesar de ser un hombre
de dinero, con su cortijo que había hecho crecer en esos años, Jorge sabía
que las malas siempre llegan y que había que estar preparado para cuando
llegaran. Para él, las malas
fueron mi adicción , mis internaciones en clínicas especializadas, sus
interminables noches despierto cuando estaba ebria hablando incoherencias,
castigándolo con palabras soeces que no eran lo habitual , siempre
preguntándose cuándo había comenzado esta carrera de alcoholismo ,
siempre sin respuesta. Cuántas veces me salvó
del suicidio, ya no debía acordarse. Recordaba la vez que
estando ebria y no habiendo quedado en la casa otra botella de whisky, me
había abalanzado sobre la botella de alcohol medicinal que estaba en el
baño. Jorge llegó justo a tiempo para quitármela de las manos y
llevarme a la cama, donde me tranquilizó y me hizo dormir. No recordaba estas cosas,
que se habían repetido varias veces a través de los años. Siempre había estado
conmigo , perdonando mi adicción , no comprendiendo cómo una mujer, teniéndolo
todo, su casa, sus empleadas, sus joyas, su dinero y además a su hijo,
pudiera elegir ésto para destrozar su vida. Jorge no sabía mucho
sobre este tema. El médico de la familia varia veces le había
explicado que lo mío era una enfermedad y que debía dejar el whisky.
Demasiado poco para poder comprender el problema que me llevaba hacia otro
país. Sólo me perdonaba y
pagaba las cuentas cada vez más abultadas de mis botellas. Pero no se
quejaba, sabía que yo en algún momento dejaría el whisky y éste era su
pedido a Dios todos los días. Julián, desde Suiza,
hablaba a su padre todas las semanas por teléfono para saber de mí. Era
buen hijo y me amaba aún sabiendo que estaba enferma. Ya tenía un principio de
daño hepático, producto de tanta ingesta de bebidas fuertes. Julián
conocía este problema y había hablado con un médico en Suiza pidiéndole
ayuda. El médico le había informado que en la ciudad había una clínica
que se especializaba en estos enfermos y que habían recuperado a muchas
personas. Le dijo también que tratara que su madre viniera a Suiza lo
antes posible para un estudio de su hígado. Julián había hablado con su
padre esa última semana sobre esto y Jorge se había propuesto llevarme a
Suiza no bien sus caballos corrieran su próxima carrera en Londres, lo
cual sería la semana entrante. Pero yo me había ido, me había ido en tren... |
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En el tren estaba casi
desvanecida. El
whisky bebido me había hecho entrar en un sopor del que me costaba salir.
Con la cabeza caída hacia un lado, mis ojos cerrados, mis manos laxas
sobre el asiento, dieron mucha pena a la señora que estaba al lado. Llevada
por la compasión, comprendió que yo, esa señora tan bien vestida,
estaba ebria. De mi boca salía un hilo
de saliva, lo cual fué motivo para saber a ciencia cierta que había
bebido más de la cuenta. Tomó su propio pañuelo y secó la saliva para
que no manchara el vestido de su compañera de viaje. El olor hacía
irrespirable el aire en el compartimiento de clase especial en que viajábamos.
Era un olor que ella conocía
muy bien. Ella
era la esposa de un hombre alcohólico. Se llamaba Miriam y
era la esposa de un comerciante que vendía verduras a las señoras
del lugar en la feria de la plaza todos los días. Este
trabajo les daba para la comida y la vestimenta, para algunos lujos, como
ser, ir al cine una vez por semana y poder visitar a sus hijos una vez al
año, viajando en tren, en segunda clase. Esta era la vida de Miriam y su
esposo. Y yo seguía semi-inconsciente. Mi
ebriedad, ya sin frenos y sin soportarlo más mi cuerpo, era un arma que
poco a poco me estaba matando. El whisky estaba acabando conmigo, que
buscando una salida para mi problema, me había alejado de mi esposo y de
mi casa. Pero,
encontraría la salida que tanto anhelaba? Con mucho cuidado Miriam
tomó mi cabeza entre sus manos y la acomodó sobre un
cojín, dándome un poco más de comodidad. Me escuchó decir el
nombre de Jorge, como llamándolo. Debe ser su esposo,- pensó
Miriam. Así pasó una hora más de viaje en ese tren. De pronto, muy lentamente, salí del sopor y mis ojos apagados vieron a Miriam que me observaba. |
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-Oh! me he dormido un
rato, verdad? Este tren no es tan cómodo como me parecía. Tengo la
espalda dolorida por el asiento... Así es, señora -me
contestó la señora vecina. Usted ha dormido una hora y debe haber tenido
un sueño muy lindo pues llamaba a alguien que se llama Jorge... Sí, es mi esposo, señora
- le respondí - muy atentamente. Mi voz dejaba traslucir
la ebriedad a que había sido sometida horas antes. Mi voz
pastosa, oscura, rancia. En esos momentos entraba
un camarero para saber si necesitaban algo del bar, por lo cual la señora
se apresuró a pedirle que me trajera un café bien fuerte y una aspirina. Esto me asombró.
Me vi descubierta, desnuda en mi ebriedad sin pausa, sin perdón,
sin misericordia. Me vi a mí misma como un pobre ser que necesita de una
mano amiga que la salve, de una mano que la lleve a buen puerto, que la
sostenga y la cuide, que me proteja de mí misma ya que yo era
incompetente para esta tarea: salvarme . Lágrimas amargas rodaron
entonces por mis mejillas. Se empañaron mis ojos al ver que esa señora,a
la cual no había dado mi debida atención, cuidaba de mí como lo hubiera
hecho mi propia madre. Y seguí llorando todavía
más, cuando me alcanzó el café y las aspirinas
con mano dulce y afectuosa. - Tómelo todo, señora,
le hará bien - me dijo-. Entonces, yo, que nunca
obedecía órdenes sino que las daba, complací a esta señora, bebí el
café y me sentí mejor. -Me ha hecho mucho bien
el café, señora, se lo agradezco infinitamente. Las aspirinas me están
quitando el dolor de cabeza que se me estaba haciendo insoportable- le
contesté agradecida. Así es, señora,
-continuó- el whisky siempre deja dolor de cabeza, y perdone usted por
decirlo, pero hoy ha bebido usted demasiado y me imagino que lo hace a
diario. Vuelvo a repetirle, perdóneme por esta intromisión en su vida,
pero reconozco a una persona alcohólica cuando la veo y usted lo es.
Verdad? Me volví a sobresaltar
ante la verdad que me decía la señora, pero no tenía respuesta lógica
para atribuir mi malestar, totalmente evidente, de mi ebriedad. Mis ojos se volvieron a llenar de lágrimas. Tal vez lágrimas por mí misma, por mi error de toda una vida, por verme descubierta por una extraña, por los malos momentos que pasaran mi esposo y mi hijo a causa mía, pero, realmente, lloraba por mí misma y por los años perdidos, lloraba por haber caído al fondo de un abismo del cual no encontraba la salida. |
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Cuando logré serenarme y
secar mis lágrimas me sentí más fortalecida, más limpia, menos
culpable. Llorar le ha hecho mucho
bien, señora - me dijo - las
lágrimas son siempre un buen augurio cuando el problema es muy grande.
Ellas son las que nos purifican el alma, nos quitan un peso que llevamos
encima desde hace mucho tiempo, nos hacen mejores de lo que éramos pues
nos hacen crecer espiritualmente. Las lágrimas las puso
Dios en nuestros ojos para que nos laven de nuestros errores, que usted ya
conoce, de ese mal que usted se ha permitido mantener durante vaya a saber
cuántos años y que está arruinando su vida sin remedio. Debe terminar
con eso, señora, pues de otra manera va a perder su vida. Volví a asombrarme de
esta mujercita que sabía tanto sobre mi problema. Volvió a impactarme su
sabiduría , su conocimiento sobre cómo tratarme, una mujer que quiere
dejar de beber pero no sabe cómo. Es una señora de pueblo
- pensé - y sabe tanto como
yo que siempre he vivido en la ciudad. Pero poco después me
arrepentí de lo pensado, que también en los pueblos hay alcohólicos
como yo. -Perdone usted - dije,
comenzando una conversación que hasta hacía pocos momentos estaba lejos
de mi mente -cómo es que sabe usted tanto sobre mí. No me conoce, no
sabe quién soy ni cómo me llamo, pero sabe que estoy ebria y que estoy
enferma. Usted sabe que mi malestar de esta tarde se debió a tantos
whiskys que había bebido en el salón comedor, que bebo a diario porque
no puedo dejar de hacerlo y que ya me ha dañado el hígado. Llevo muchos años
bebiendo - continué con mi confesión - tal vez sean ya más de veinte,
mi alcoholismo ha ido en aumento al pasar de los años. Esto está
destruyendo mi matrimonio y a mi hijo, que ya no me soporta ebria. Estoy
desesperada, sin saber a quién recurrir para que me ayude a dejar de
beber. He pasado por todas las
cosas que le pueden pasar a una alcohólica, desde caerme ebria en la
calle y perder el sentido hasta llegar a una clínica para que me
internen. De esos momentos no tengo memoria, se han borrado de mi mente,
pues la misericordia de Dios es tan grande que no me permite recordarlos.
Son días en blanco, en salas de clínicas donde me llevaba mi marido que
siempre estuvo a mi lado. Estoy viva gracias a su
amor incondicional, a su paciencia infinita y a su comprensión. Nunca me
ha dejado sola, ni un solo día. Cuando él debía viajar al cortijo
quedaba yo con una enfermera que tenía la obligación de avisarle
cualquier cosa que me sucediera. Así fue mi vida hasta hoy. Ahora estoy tan cansada de esta vida inútil, sin sentido, que quiero darle otro rumbo, cambiar el derrotero, ser otra persona, diferente, sin más whisky en mi cuerpo, para poder darle a mi hijo la madre que siempre necesitó y que nunca tuvo. Quiero brindarle a mi esposo la compañera con la cual se casó, una mujer que no tiene nada que ver conmigo. Hoy me fuí de mi casa y en tren, para que mi esposo no pudiera seguirme y llevarme de vuelta a casa. Debe estar muy preocupado por mi ausencia, pero dejé una nota sobre su escritorio diciéndole que volvería cuando encontrara la solución a mi problema. |
- 17 - |
Mi confesión
fue escuchada atentamente por la señora. Era una señora seria,
sana de espíritu, cordial y afectuosa. Sus años de matrimonio,
que eran muchos, no la habían cambiado. Entonces seguí hablando,
quizás para mí misma. Necesitaba hablar de mi vida, con toda la voz, no
me importaba si había alguien escuchándome. -Mi hijo ya no me soporta
cuando bebo, se va de la casa a las de sus amigos y no vuelve hasta el
otro día. Muchas noches he sabido que ha dormido en el club. Mi hijo y mi
marido son mis únicos amores, los seres que me han dado todo, que aún me
lo dan aunque yo no lo merezca. Ya no puedo soportar esta situación tan
tremenda, soy incapaz de vivir un día más con este problema. Verá usted, señora,
quiero contarle algo que me sucedió. Cuando mi hijo era pequeño,
el día de su cumpleaños, yo estaba tan ebria que sin darme cuenta preparé
una naranjada para los niños que venían a casa y le agregué gin. Una de
mis empleadas se dio cuenta de esto y avisó a mi marido. Sin decirme una
palabra, me acompañó a mi habitación y me hizo recostar. Allí me quedé
dormida sin haber participado del cumpleaños de mi hijo. Por supuesto, la empleada
echó la naranjada al lavabo de la cocina y nadie supo de esto, pero yo sí
lo recuerdo y me hace daño. Me aterroriza pensar qué pudo pasarles a
esos niños de haber bebido esa naranjada. En otra oportunidad iba
al centro comercial en mi auto. Pero he visto desde la ventanilla un bar
muy bonito , que estaban inaugurando en ese momento. Dejé el auto
aparcado en un estacionamiento y caminé hasta el bar. Allí me encontré
con un antiguo amigo y comenzamos a beber, un whisky tras otro, hasta que
ya no pude más y le dije que me iba a casa. El insistió en llevarme en
su auto a lo cual yo me negué y apenas conseguí ponerme el abrigo salí
a la calle y me dirigí hasta el estacionamiento. No sé en qué momento
me desmayé en la acera. Sólo recuerdo cuando llegó mi esposo y me llevó
alzada hasta su auto, sin decirme una palabra, sin recriminarme nada. Es mucho lo que le debo a
mi esposo, señora, demasiado para seguir haciendo esta vida. Pero la verdad, es muy
difícil dejar de beber. He tratado un día, dos, pero al tercer día ya
no puedo más y recurro otra vez a la botella. No sé qué hacer, a quién
recurrir. No creo en los médicos a pesar que me sacaron tantas veces de
mis alucinaciones. No quiero que me internen
en una clínica en Suiza pues sé que será inútil, que cuando salga de
allí volveré a beber. De modo es que en estos momentos no sé qué
hacer, ni a quién dirigirme para conseguir ayuda. Es tan terrible mi
problema que a veces le echo la culpa a nuestros amigos de la juventud,
que decían que una copa no era nada, que bebiera otra más y otra. Pero sé
que no era así, que ellos no son culpables de lo que me pasa, que es mi
culpa por no saber frenarme a tiempo y dejar de beber cuando me di cuenta
de que estaba ebria, y esto es ya historia de hace muchos años. Mi médico dice que es
una enfermedad, tal vez sea así, una enfermedad, pero es inaguantable, me
ha hecho mucho daño y yo se lo he transmitido a mi marido y a mi hijo. Ahora estoy realmente
enferma, tengo dañado mi hígado, pero esto recién comienza, de modo que
aún estoy a tiempo de recuperar mi hígado, pero debo dejar de beber. Eso
lo sé, señora, y lo sé por mi conciencia que todos los días me
recrimina el alcohol que ingiero. Pero es más fuerte que yo, el whisky
puede conmigo y sigo bebiendo, a pesar de saber que me hace mal. Mi esposo está
desesperado, lo sé, igual que mi hijo, que aunque no me dicen nada lo leo
en sus ojos. La señora me escuchaba atentamente, con la dulzura en los ojos y la comprensión a flor de piel. |
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El camarero volvió otra
vez, ésta para anunciar que la cena estaba servida en el salón comedor.
Entonces la señora tomó la palabra y le dijo que trajera la cena para mí
en una bandeja, al compartimiento, y que de bebida me sirviera agua
mineral. Ella no deseaba nada, tenía sus provisiones. Ante este insólito
pedido le dije que yo comería si me permitía invitarla a lo cual ella
aceptó. Elegimos un menú liviano acompañado con frutas y agua mineral. La señora me agradeció
calurosamente la invitación y seguimos hablando como viejas conocidas. El tren se había
detenido nuevamente, en esta oportunidad la ciudad era Biarritz. Ya estábamos
en Francia. -El dolor nos hace más
humanos - le dije - nos acerca a otras personas. Nunca hubiera esperado
hablar como lo he hecho con una extraña. Quiero presentarme: soy Julia
Ferbel Madrera. Dicho esto extendí mi mano hacia la señora a la vez que
ella me contestaba: -Yo me llamo Miriam Pérez López, para servirle. Miriam estrechó mi mano
en señal de amistad. Mi mano , de piel cuidada y con las uñas laqueadas,
mi anillo de brillantes hicieron la diferencia entre las manos de Miriam,
trabajadora incansable, de uñas cortas y sin esmalte, de piel oscura por
el sol y por los años. Cuando llegó la cena,
tal como Miriam pidiera, comimos las dos hablando del viaje que hacía
Miriam para ver a su hija en Tours, quien tendría a su nuevo bebé en
pocos días. Miriam me contó de su
casa, arreglada a nuevo los últimos años, mientras comíamos
pausadamente. Me habló también de su otro hijo, radicado en Portugal
desde que se casó y que ganaba muy buen dinero con su negocio de ropa
hindú. -Ahora hemos quedado
solos, mi marido, que se llama Felipe y yo. Pero no me quejo. Mis
hijos están bien, mis nietos crecen sanos y los hijos de mi hijo, que son
dos, un varón y una niña, ya van al colegio. Son muy buenos niños, muy
educados y formales, como deben ser los niños de padres españoles. Para eso
hemos criado a nuestros hijos lo mejor posible. Hemos sido muy pobres pero
ahora estamos viendo los resultados de nuestro trabajo. A través de las palabras
de Miriam, me había tranquilizado. -Algo hay en esta mujer
que me quita mi angustia - pensaba - algo que debo descubrir por mi misma o tal vez, antes que
ella descienda en Tours me devele el misterio. El tren seguía corriendo
por los campos ahora sin luz, sólo la luna se hacía visible por entre
los enrejados de las nubes. Los árboles eran fantasmas oscuros que se erguían a los lados del camino. |
- 19 - |
Jorge había llamado a
todas las amistades de Madrid preguntando por mí. Nadie supo darle
ninguna información por lo cual a cada minuto que pasaba su nerviosidad
iba en aumento. Llamó a Suiza para
comunicarle a Julián la desaparición de su madre, pero mi hijo lo
tranquilizó con pocas palabras: -Papá, mamá debe estar bien de lo
contrario ya nos hubiéramos
enterado. Para Jorge, que era
aprensivo, no satisficieron las palabras de Julián. Siguió llamando a
las compañías de aviación, preguntando si yo había adquirido un pasaje
vía aérea. En todas la negativa fue igual. Era muy tarde cuando
recordó a mi hermana. Se había olvidado de ella. La llamó por teléfono
para encontrarse con otra negativa:- Julia no estuvo aquí, Jorge, - dijo
Silvia - ni siquiera me ha llamado estos últimos días. Si llego a saber
de ella me comunicaré contigo. También llamó al
cortijo pero no sabían nada de mí. En la finca que fuera de
mi padre y que ahora administraba Jorge tampoco supieron darle otra
explicación mas que "aquí no ha estado, señor".Cuando llegó
la noche Jorge estaba dispuesto a llamar a la Guardia Civil para que me
buscaran, pero algo lo contuvo. Volvió a leer la nota que yo le dejara,
donde decía que volvería cuando encontrara la solución a mi problema.
Sí, - pensó Jorge - volverá
cuando encuentre la solución a su problema, quizás tenga razón y ella
halle otra respuesta que no sean los médicos ni las clínicas. Julián le llamó en la
noche para tranquilizarlo, pero su padre le dijo que estaba seguro que
ella estaba bien y que volvería. Mientras tanto, Miriam y yo cenábamos y por primera vez en muchos años no estaba bebiendo alcohol, distraída con la conversación amena y simpática de mi compañera de viaje, no había reparado que en mi copa había sólo agua mineral. |
- 20 - |
Mi conversación con
Miriam siguió extendiéndose al paso de las horas. Palabras simples que
me hacían mucho bien , acostumbrada a sentir el parloteo de mis
amigas hablando de vestidos y cenas, de joyas y teatro. Miriam era simple por
naturaleza. Venida de un hogar muy pobre, su casamiento con Felipe fue una
suerte para sus padres. El tenía el puesto en la feria de la plaza, vendía
verduras y ganaba su sustento, que no era tanto pero los tiempos eran difíciles
para todos y alguien que tenía un pequeño comercio era rico. El padre de Miriam era
zapatero remendón y su madre lavaba ropa para las familias adineradas.
Miriam aprendió de su madre el trabajo casero, cocinar con pocas cosas y
arreglar las ropas que les daban. Pero aprendió bien. Y cuando se casó
siguió trabajando en su nueva casa, tejiendo para los niños que llegaron
pronto y cosiendo sus ropas. Yo la escuchaba absorta.
Nunca hubiera creído que una mujer puede hacer tantas cosas en un día.
Pero Miriam las había hecho y mucho más. Miriam me siguió
hablando de su propia vida y aún cuando terminamos la cena seguimos
hablando. -Pues verá usted, señora,
mi marido trabaja todas las mañanas en la feria de la plaza y tiene muy
buena clientela, señoras de los alrededores que siempre le compran sus
verduras y frutas. El es muy simpático y a veces les hace bromas a sus
clientas y ellas se ríen . Con mi marido hemos hecho
algunos viajes, a visitar a nuestros hijos y a conocer nuestros nietos.
Vamos una vez al año a Portugal y constatamos que nuestros nietos crecen
bien, que son educados y atentos. Mi hijo adelanta en su pequeño negocio
vendiendo ropa hindú, le va bastante bien y su esposa le ayuda en las
tareas del negocio. No podemos quejarnos, a Dios gracias mi hija encontró
un buen hombre para casarse. Cuando una es pobre es muy difícil casar
bien a las hijas, pero Iris se casó muy bien y sus hijos son
maravillosos. Por supuesto, esta es mi opinión de abuela, pero todos
quienes los conocen dicen lo mismo. El niño que tiene mi
hija, que como usted sabe, vive en Tours, adonde yo voy, es también muy
buen niño, muy adelantado en su crecimiento. Las palabras de Miriam
habían sosegado mi ansiedad por
el whisky. Escuchaba a Miriam asombrándome de que una mujer simple
pudiera tanto en mí. Más aún que los médicos, que las internaciones en
clínicas, más que las palabras de Jorge y las de Julián. Entonces tuve otro
pensamiento que aclararía algo más mis dudas. - Sería posible que mi
alcoholismo se debiera a mi falta de amor por mí misma? Estuve tentada de
preguntar a Miriam sobre esto pero me contuve, la conversación de mi
compañera de viaje era tan interesante, tan amena, tan plena de cosas
sencillas. A esto no estaba
acostumbrada. Con mis amistades y con mi hermana hablábamos de obras de
teatro a las que habíamos asistido, de libros de autores famosos que
estaban en boga en el momento, de las últimas colecciones de ropa que se
habían realizado en España y de las joyas que sus maridos les habían
regalado. Con ellas las
conversaciones eran triviales, materiales y sin tono espiritual. Yo no
estaba acostumbrada a hablar con alguien como Miriam. Ella era simple,
como son las margaritas en los campos, que crecen solamente con agua de
lluvia que les regala el cielo. Miriam era diferente a todas mis amigas.-
Tal vez - pensé - será su nivel económico la que la hace así o su poca
instrucción, vaya una a saber, pero me hace mucho bien escuchar hablar a
esta señora. Miriam seguía hablando
de su propia vida, de sus sacrificios para educar a sus hijos, enviarlos a
la escuela y darles la mínima instrucción. -Pues verá, señora -
siguió diciendo Miriam - cuando mi esposo supo que estaba embarazada de
mi primera hija, me tomó por la cintura y me levantó en vilo, tanta era
su alegría por la noticia. Me besó tantas veces, ya ni recuerdo cuántas,
me tuvo abrazada horas sin soltarme y por último las lágrimas llenaron
sus ojos y lloró de felicidad un momento largo. La verdad, lloramos los
dos por el milagro de esa vida en mi vientre, un milagro que nos regalaba
Dios sin merecerlo, sin haber hecho nada en la vida para ganarlo. Y fue igual cuando el
siguiente embarazo, del cual tuve un varón. Dios nos regaló dos hijos,
que hemos cuidado con tanto amor como nos hemos cuidado mi marido a mí y
yo a él. A pesar de esto, de mi
amor por mi familia, los problemas vienen igual, y hemos tenido graves
cosas en la familia que si usted busca dejar el alcohol, quizás sea yo la
encargada de que lo deje. Ante estas palabras abrí
mis ojos desmesuradamente y sólo atiné a decir - Por Dios, señora,
hable usted lo que crea que debo saber que yo la escucharé. -Pues bien, le contaré
la historia de mi familia, para que usted no crea que solamente hay ebrios
entre los pudientes, que también entre los pobres los hay, y que como nos
falta el dinero, tal vez sea peor, pues un alcohólico pobre debe
abandonar su familia a su suerte para pagar sus botellas de vino o de
aguardiente. Esto es lo que hace que
el alcohol sea peor para el pobre que para el rico, pero por lo demás,
todos somos humanos, tenemos el mismo cuerpo y la misma mente, el mismo
cerebro y el mismo corazón. De modo que si usted sufre del problema de su
hígado igual puede sufrirla
un pobre, como usted sufre su alcoholismo, igual lo sufren los pobres de
cualquier pueblo. Y no hablo solamente de España, hablo de cualquier país
del mundo. Los síntomas son los mismos e iguales son sus consecuencias. Y Miriam siguió
hablando. -Verá usted, cuando mi
hijo tenía tres años estuvo de paso por mi casa un amigo de la infancia
de mi marido. Este hombre no tenía
trabajo ni casa, de modo que mi esposo tuvo pena de él y le consiguió la
pintura de una casa del pueblo para que se ganara unas pesetas y una
habitación en la pensión de nuestro pueblito. Por las noches, su amigo
lo invitaba al bar de la plaza a tomar unos tragos, a lo cual mi Felipe no
estaba acostumbrado; pero quizás por cambiar su vida lo fue acompañando
y si al principio era sólo una copa, a la semana volvió ebrio a la casa
y discutió conmigo. Esa fue la primera discusión desde que nos habíamos
casado. Después de varias semanas de acompañar a su amigo, Felipe volvía
ebrio todas las noches, con apenas fuerzas para levantarse a las seis de
la mañana para recoger las verduras e ir a la plaza. De ese modo comenzó
una época terrible para mí. Con mis niños pequeños y nuestra pobreza a
cuestas, no me quedó otra cosa que ponerme a trabajar. Yo había
aprendido de mi madre, cuando todavía era soltera, a coser ropa, y había
seguido haciéndolo después de casada, de modo que coloqué un cartelito
en la puerta de nuestra casa que decía: "Se cose ropa, se zurce y se
remienda", y conseguí una buena clientela. Era una época difícil,
había poco trabajo pero aún así Dios me ayudó. Toda la gente del
pueblo que necesitaba que le arreglaran unas ropas o le zurcieran me las
traía a mí para hacerlo. Con el paso del tiempo también conseguí coser
vestidos nuevos y de este modo pude paliar la situación que había
provocado mi marido . Cuántas veces me quitaba el dinero
cobrado para ir al bar a beber! A pesar que él sabía que yo
trabajaba para la comida de los niños, que todo el día estaba ocupada
limpiando la casa, preparando nuestro almuerzo o cosiendo o zurciendo para
alguna cliente, no le importaba. Esas pesetas que nos hacían falta para
subsistir eran usadas por él para tomar vino. Así fue mi vida, señora,
de esta forma viví quince años, siempre al lado de mi marido. Cuántas
veces volviendo ebrio en la noche discutía conmigo a los gritos y si yo
quería calmarlo con palabras dulces, producto de mi amor por él, que
siempre lo he tenido, él me abofeteaba y me decía que yo no sabía del
infierno que él vivía, que yo no conocía del sabor del aguardiente que
le quemaba la sangre y lo hacía feliz y desgraciado al mismo tiempo. Oh!
cuántas noches en vela esperando a mi esposo que ni siquiera sabía si
volvería casa...cuántos sufrimientos por el aguardiente que ingería...
cuánta miseria en mi pobre casita donde mis niños crecían sin el beso
del padre al acostarse. Pero no puedo quejarme, señora, amaba a mi marido
y lo sigo amando aún hoy. Sólo por eso he soportado tantos años de
pobreza inútil ya que si nunca hubiera comenzado a beber nuestra situación
hubiera sido otra. De a poco la feria del pueblo se fue agrandando y la
población también aumentó, de modo tal que las ventas habían mejorado
ya cuando mi marido era alcohólico. Pero en esa época no nos
servía de nada tener mejor clientela en la feria de la plaza, mi marido
llegaba tarde por las mañanas, cuando los otros feriantes ya habían
vendido sus verduras, entonces a él le quedaban muchas
y decía que los otros tenían la culpa de lo que le pasaba, que
ellos se habían quedado con sus clientes, que se los habían robado. Por
supuesto que no era verdad. Era sólo su mente cegada lo que le hacía
hablar así. Cada día que pasaba me preguntaba hasta cuándo iba a
tolerar esta situación y siempre encontraba una excusa para perdonarlo.
Debe haber sido mi gran amor por él lo que me llevó a vivir a su lado
todo su alcoholismo. -Pero, cómo,-entonces
intervine por primera vez- usted me quiere decir que su esposo ya no bebe?
Cómo hizo? Sí, señora, mi esposo dejó de beber hacen ya quince años. -Dejó el alcohol? De qué forma? - me atreví a preguntar - |
- 21 - |
Jorge pasó la noche en
vela, pensando en mí, su mujer, que me había ido, en la nota que le
dejara y en las consecuencias de mi alcoholismo. A Jorge le dolía aún la
discusión que habíamos tenido la
noche anterior. Había sido terrible. Las palabras fuera de tono, los
gritos, los insultos, el echarme en cara la falta de cuidados con nuestro
hijo, la poca o nula comunicación que había entre nosotros, todo esto a
causa de la bebida. Pero Jorge puso fin a la discusión cuando me dijo, en
forma terminante: -Julia, si quieres seguir
bebiendo no será en nuestra casa nunca más. Vete afuera a hacerlo, no en
la casa, no delante de nuestro hijo, no delante de los sirvientes. No
quiero verte más ebria, nunca más! Y Jorge se había ido a
un hotel a pasar la noche, del cual regresó a la mañana siguiente para
descubrir que yo me había ido. Esta discusión fue el detonante para dar
este paso, para iniciar mi "fuga geográfica" hacia cualquier
lugar. Esa tarde llamó por teléfono
al Doctor López para comunicarle mi decisión de irme, no sabía él a dónde,
y el médico lo tranquilizó con palabras suaves y comprensivas. Nos conocía
desde hacía muchos años, sabía de mi enfermedad que ya había dañado
mi hígado y sobre este tema se explayó más con Jorge. -Cuando su esposa vuelva,
inmediatamente debe usted llamarme por teléfono y yo iré a verla. Julia
debe ponerse en tratamiento cuanto antes de lo contrario el daño de su hígado
se agravará y no tendrá solución. Cuente conmigo para convencerla, la
internaremos en mi clínica para hacerle estudios especiales. -Sí, Doctor - había
contestado Jorge - si Julia vuelve lo haré, no le quepa a usted la menor
duda, pero, si no vuelve? Qué le pasará entonces? - Entonces, mi querido
amigo, su esposa se ha ido para no volver con vida. Estas últimas palabras
del médico lo trastornaron, sacudieron sus fibras hasta lo más hondo y
las lágrimas contenidas tanto tiempo salieron a la luz. Se culpaba de mi
alejamiento de la casa, pero
era de lo único que podía culparse. Me
amaba a pesar de todo,
de tantos sufrimientos soportados durante años, de tantas mentiras
acumuladas en nuestras vidas a causa de la bebida. Yo mentía sistemáticamente,
al verme acorralada acudía inmediatamente a la mentira. Cuántas veces Jorge había
llegado a casa después de un viaje y yo no estaba. Entonces recurría a
la mentira. -Querido, estaba en casa
de Emilia tomando el té, ya sabes como es ella, se comienza a las cinco
pero después jugamos a las cartas y se me hizo tarde. La verdad era otra.
Había estado en un bar desde el mediodía, bebiendo sin parar, riéndome
con el camarero por cualquier cosa. Así era mi vida. Alcohol y mentiras.
Aunque sabía que a Jorge no
lo engañaba, que él sabía dónde y con quién había estado. Era fiel a mi marido. Jamás
un encuentro con algún amigo había cambiado esto. Los amigos los usaba
para que me acompañaran a beber, cuando estaban. De lo contrario bebía
sola, en mi casa o en algún bar. Para mí lo importante
era que no me faltara en casa la bebida, lo demás se arreglaba de alguna
manera. Yo misma no comprendía
este proceder, no entendía porqué bebía y ni tampoco porqué mentía.
Yo no sabía que ése es el comportamiento común de los que son alcohólicos,
seres convulsionados que no saben cuál es la realidad en sus vidas y
fingen una vida que no es suya. Tal vez no todos
sean así, pero muchos hay que tienen este comportamiento. Es un
patrón común con esta enfermedad. La mentira de mi vida
consistía en creer que siendo una dama mi alcoholismo no se vería, de
modo tal que me engañaba y creía haber engañado a los demás. Y mentía siempre cuando
llegaba tarde a su casa, oliendo a alcohol, con la mirada perdida y los
pasos titubeantes. Estas eran mis dos caras
, las que veía reflejadas en los relojes de las estaciones de trenes.
Una, la cara de dama de sociedad, bien vista por sus amigos porque su
marido poseía el cortijo y los caballos y su dinero; la otra, la
verdadera Julia, era la de una mujer que sólo buscaba la botella para
pasar sus horas. Pero buscaba la solución, que se me escapaba de las manos cada vez que probaba dejar la bebida. |
- 22 - |
El tren se había
detenido otra vez.
Otro reloj vieron mis
ojos. Otra estación.
Esta vez era Burdeos,
hermosa ciudad célebre por su producción de vinos famosos, cotizados muy
bien en todas partes del mundo.
Mis pensamientos se habían
ido otra vez hacia mi alma, buscando dentro
soluciones que no encontraba.
Y volví a mirar el
rostro de la mujer que estaba a mi lado.
Miriam había seguido
hablando de la vida que había llevado su esposo hasta su recuperación,
palabras que había oído pero no escuchado, pues eran mi misma vida, con
pocas variantes.
Y de golpe recordé que
el esposo de Miriam había dejado de beber hacía ya mucho tiempo, y la
luz se hizo en mi cerebro derrumbado, atinando a preguntar:
-Cómo dejó el alcohol
su esposo? Por favor, señora, dígame usted cómo hizo su marido para
dejar de beber...
Pues bien - me contestó
Miriam - le contaré ahora lo mejor que pudo pasarle a mi marido en su
vida. En nuestro pueblito, que es muy chico, llegó un día un señor y
rentó una casita. Al día siguiente, un vecino de mi casa llamado
Alberto, golpeó mi puerta y al salir yo a abrir me dijo: - Señora
Miriam, el nuevo vecino ha colocado un cartel en la casa que dice "ALCOHÓLICOS
ANÓNIMOS".
Como yo no sabía de qué
se trataba he llamado a su puerta y le he preguntado. El salió a
recibirme y me habló de que él es un alcohólico recuperado hace ya
muchos años y que se ha ofrecido a recuperar otros que quieran hacerlo.
El dice que habrá una reunión esta noche, a las 21 horas, en su casa, y
que dará a conocer como la Comunidad de Alcohólicos Anónimos recupera a
quien quiere dejar el alcohol. Como yo conozco a su marido y sé que lo es
, le aviso a usted por si él quiere ir a esa reunión.
Tan pocas palabras para
decir tanto. ALCOHÓLICOS ANÓNIMOS llegaba a nuestro pueblito, la fe que
yo no había perdido en tantos años me devolvería a mi marido sobrio.
Y así fue. Mi Felipe fue
esa noche a la reunión, con muchos más del pueblo que también bebían.
Y no ha dejado de ir ni una sola noche desde aquel día, y está sobrio
siempre.
No ha vuelto a beber
nunca más, es otra vez el hombre bueno y atento que yo conocí cuando
joven. El trabajo ha mejorado, ganamos bien, se han casado nuestros hijos,
como ya le he contado y ha vuelto la felicidad a nuestra casa.
- Pero, qué son esas
reuniones de ALCOHÓLICOS ANÓNIMOS de las que usted habla? Acaso les dan
algún medicamento o algo para dejar de beber? - pregunté -.
-A su pregunta debo
decirle lo siguiente: ALCOHÓLICOS ANÓNIMOS ES UNA COMUNIDAD DE HOMBRES Y
MUJERES QUE COMPARTEN SU MUTUA EXPERIENCIA, FORTALEZA Y ESPERANZA DE PODER
RESOLVER EL PROBLEMA COMÚN Y AYUDAR A OTROS A RECUPERARSE DEL
ALCOHOLISMO.
El tren, con su silbido,
seguía corriendo en la noche hacia la esperanza de una nueva vida. Las
estrellas titilaban en el firmamento. En el compartimiento,
Miriam y yo habíamos hablado durante horas.
Ya nos conocíamos, nos
sentíamos unidas por el mismo problema. Pero para mí sólo era un atisbo
de solución.
-....Alcohólicos Anónimos... qué singular nombre lleva esta comunidad que según usted ha recuperado a su esposo. Mi mente
daba vueltas sobre este tema desde que había oído el nombre. Inquieta, pensando que
tal vez ésa era la solución esperada desde el fondo de mi alma, me atreví
a preguntar:
- Cómo puedo hacer yo para
tener acceso a esa comunidad?
-Es muy simple, señora -
contestó Miriam - si usted lo desea, SI USTED QUIERE DEJAR DE BEBER, yo
le puedo conseguir una reunión con el Director de Alcohólicos Anónimos
de Tours, que es a donde yo voy. Allí llegaremos en casi una hora,
descenderemos del tren y yo la acompañaré hasta que llegue esta persona.
Lo demás, es cuestión suya...
-Oh! sí, por favor, hagamos
lo que usted dice, presénteme con ese hombre y yo dejaré de beber, se lo
aseguro. El resto del tiempo lo
pasamos hablando de la cantidad de alcohólicos que hay en el mundo, de
las mujeres como yo que comenzaron a beber siendo jóvenes y que se habían
recuperado gracias a las reuniones de A.A.- Una nueva parada del tren
nos distrajo. No miré el reloj de la estación. Estábamos en Limoges, conocida ciudad francesa por sus porcelanas y esmaltes, que siempre gozaron de la predilección de todas las personas. Entonces recordé que yo tenía en casa una vajilla completa de esta porcelana, que usábamos para ocasiones especiales. Cuando el tren arrancó
nuevamente, Miriam, con mucha solicitud me dijo:
- Señora, si usted me
permite tomar su mano, yo le enseñaré una oración que se reza al
comienzo de cada reunión de Alcohólicos Anónimos.
-Por supuesto, señora,
enséñeme usted esta oración- contesté yo, muy intrigada.
- Repita conmigo: DIOS, CONCÉDENOS LA SERENIDAD PARA ACEPTAR LAS COSAS QUE NO PODEMOS CAMBIAR - VALOR PARA CAMBIAR AQUELLAS QUE PODEMOS - Y SABIDURÍA PARA RECONOCER LA DIFERENCIA. Recité la oración desde
mi corazón, con toda mi alma, pues sabía que pronto me llegaría la
solución de mi problema. Cuando el tren llegó a
Tours, las dos mujeres descendimos y en mi mirada debe haberse notado ya
la lucecita de esperanza que anida en cada corazón. Miriam me llevó
hasta el bar de la estación y pidió el teléfono. Hizo una
llamada y luego volvió donde yo estaba.
-Enseguida estará aquí,
señora. Debe tranquilizarse, piense en su hijo y en su esposo, en una
nueva vida para ustedes, sobria, siempre sobria, recuerde ésto, la
sobriedad "SOLO POR HOY".
Estas palabras se
hundieron en mi cerebro, tan profundamente, que no pudieron jamás
borrarse. Mi mirada no salía de la
puerta de entrada del bar. Ni siquiera se me había ocurrido pedir un
whisky tal era mi excitación por conocer a la persona que solucionaría
mi problema.
Sólo diez minutos habían
pasado desde la llamada telefónica cuando un hombre algo mayor, de traje
azul, entró en el bar.
Al ver a Miriam sonrió y
le dijo:
- Ya puede dejarnos
solos, señora, ahora es tarea mía.
Miriam me saludó con un
-Buenas noches, señora.
Yo no sacaba los ojos del
hombre y apenas le pude contestar.
Sólo escuché las
palabras del Director de Alcohólicos Anónimos cuando se dirigió al
camarero .
-Servez-nous deux cafés
et deux croissants.(*)
Jorge Ferbel Madrera
recibió a la mañana siguiente un telegrama que decía: "Regreso a
casa primer avión. Estoy en vías de recuperación. Encontré lo que
buscaba. Te amo a tí y a Julián. Julia". FIN (*) Sírvanos dos cafés y dos sacramentos.
María Antonia Soave Las épocas de crisis ,
tanto económicas como sociales , son el arranque para varios cambios de
actitud entre los pobladores de una Nación .- El primer síntoma que un
país está en crisis es el gasto desmesurado que realiza la mujer en cosméticos
.- Luego está el otro síntoma: el alcohol .Las bebidas alcohólicas
comienzan a fascinarla y entra en una dependencia de ellas
de la cual luego no puede salir.- Este hecho es por demás
producto de que con el tiempo y el uso o ingesta de alcohol lleve a la
consabida persona a una cirrosis hepática .-Tanto el alcohol como la
droga a la larga matan a quienes abusan de estos tóxicos.- Me he dedicado a estudiar
el comportamiento de la mujer alcohólica , pues ella es el eje alrededor
del cual gira su familia y
por ende , las sociedad .- Esta sociedad vapuleada por las crisis de todo
tipo : la falta de trabajo , los robos y asesinatos , los secuestros , los
niños que deben trabajar limpiando autos y durmiendo en las calles o
plazas .Los barrios exageradamente pobres , por no decir miserables , que
no tienen derecho a sufrir un ciudadano argentino ni de ningún otro país
.- Esto y más hay hoy en nuestro país porque hemos perdido los valores
que nos enseñaron nuestros abuelos .- He querido dar, con este
libro , una semblanza aproximada de la mujer alcohólica .El alcoholismo
es una enfermedad y como tal, el que cayó en sus garras, debe tratarse,
ya sea con un médico psiquiatra o de lo contrario asistir a las reuniones
de Alcohólicos Anónimos .- Agradezco al Gobierno de
la Provincia de Mendoza , a su Gobernador Ingeniero Cobos , al
Subsecretario de Cultura de la Provincia,
Lic. Marcelo Lacerna, por darme esta oportunidad de hacer conocer este
pequeño libro que habla del comportamiento de la mujer alcohólica .-
Muchas gracias .- La autora a Dios, Única Fuente de toda Inspiración Entrego este libro que
habla el tema del alcoholismo en la mujer dando las gracias profundas y
sinceras al Gobierno de Mendoza, al Gobernador Julio Cobos y el
Subsecretario de Cultura de la Provincia Licenciado Marcelo Lacerna . Con mi profundo
agradecimiento al Dr. Antonio Gómez, al Dr. Alfredo Montero, Médico
Psiquiatra y a la Licenciada en Psicología Graciela Mónica Indovino,
Profesionales que manejan el
alcoholismo desde el punto de vista de la Ciencia, que es, sin duda, válido
y permanente. Mis gracias también a Inés S. Representación RELATORA: JULIA: ANA
MARÍA GÓMEZ JULIÁN - EL HIJO JORGE - EL ESPOSO DR. LÓPEZ MIRYAM- EL DIRECTOR DE “ ALCOHÓLICOS ANÓNIMOS “ DE TOURS JULIA: Llegué a la Estación
Chamartín con la prisa que dan las determinaciones tomadas a último
momento . Todos partían . Quien sabe hacia dónde - Era como fugarse a lo
desconocido . Tal vez el tren me llevara a mi salvación o hacia mi ruina
total .- Llevaba conmigo mi siempre compañera : una botella de whisky .- Esa soy yo : Julia , la
que ahora se va en tren.- El tren estaba detenido ,
como esperando a alguien .- De pronto entró en el compartimiento en el
cual yo estaba una señora , de mayor edad, revelando una sencillez que yo
estaba lejos de poseer .- Myriam: Buenas tardes , señora .
No había asientos en los otros vagones así es que tuve que aceptar éste.- -Adónde va Usted, Señora
? Yo me dirijo a Tours . Relatora: La mujer siguió hablando
pero Julia estaba con los pensamientos puestos en su problema y no supo
cuando le contestó que iba a Bélgica . La mujer siguió hablando
hasta que llegó el tema de los hijos . Pero Julia no dijo nada , se
preguntaba lo siguiente: Julia : Cómo estará Julián?
Hace tanto tiempo que no viene a casa... Relatora: El tren se detenía en
cada estación y Julia veía el reloj que pendía del techo de la estación
y se decía a si misma : Julia : Dos caras , igual que yo
.- Relatora: La mujer seguía hablando pero a Julia las palabras no le llegaban y su cerebro ya no podía registrarlas .- Relatora : Habían llamado por ser la hora del almuerzo - la mujer sacó sus viandas que había llevado para su viaje y Julia se aprestó a ir al salón comedor. Allí pidió las comidas más caras , langosta a la Termidor y una botella de vino Chateau D’Iquem. Bebió el vino con ansias reprimidas , había comido poco y el vino trastocaba sus funciones motrices .- Como pudo llegó otra vez al compartimiento y se desplomó en el sillón .- Pero su conciencia le repetía una vez más que debía dejar de tomar alcohol .- Julia: Jorge , pienso que es
mejor alejarnos . No puedo dejar el alcohol
y tú no me dejas partir . No me permites que busque ayuda en otra parte
. Tu protección me asfixia , Jorge ! Jorge: No es así , Julia . Muy
dentro de ti sabes que lo único que necesito es verte bien . Quiero que
vuelvas aser la mujer con quien me casé, la que bebía un sorbo y dejaba
la copa para saludar a los invitados. Recuerda esto , por favor, Julia ,
recuérdalo! Julia: El whisky no me deja
pensar más que no me falte la próxima botella , o el vino o
cualquier otra bebida, Jorge , no puedo dejar de tomar . Así es que mejor
me dejas partir para encontrar un lugar donde pueda solucionar este
problema. Jorge: No, Julia , el
alcoholismo es una enfermedad y como tal debe tratarse. Déjame llevarte a
nuestro médico , al Dr. López , para que él sepa lo que te pasa . Julia: Jamás , Jorge , nunca iré al Dr. López que es amigo nuestro a decirle lo que me pasa.- Relatora: Pero la anterior escena
se había consumado hacia ya mucho tiempo, cuatro o cinco años hacia de esto
.- Pero hubo que internarla en un Hospital , la Clínica San Isidro Labrador, pues su mal ya estaba afincado en su cerebro y pasaron varios días hasta que recuperó el conocimiento . Julia supo entonces que su mal era grave y debía hacer algo para solucionarlo.- Miryam: Me he quedado dormida .A
mi edad dormito unos momentos después del almuerzo .- Relatora: La Señora seguía
hablando y Julia hacia esfuerzos por saber lo que decía - Julia: Es extraño . Debo tomar
este tren para analizar lo que me pasa, para saber el origen del problema
que me aqueja . Si yo pudiera tener en mis manos el medicamento que me
ayudara, pero como saberlo si los mismos médicos no lo conocen . En
tantos años no me había planteado tener un problema sin solución, sin
respuesta de parte de los médicos. Relatora: Sí, respuestas le habían
dado : Usted debe dejar de beber, señora. Lo suyo es una enfermedad, lo único
que puedo recomendarle es dejar de beber.- Esto le había dicho el médico
que la sacó del coma en la Clínica cuando estuvo internada.- Julia pensaba en ese momento que quizás su médico tuviera razón.- Relatora: Julia miraba por el
vidrio de la ventanilla del tren viendo pasar la naturaleza . Su vida era
tan diferente , tan anómala y comenzó a llorar pensando lo que había
perdido . Secó sus lágrimas con movimientos lentos y siguió mirando el
paisaje . El camarero interrumpió
sus pensamientos diciendo que era la hora del té , que sería servido en
el salón comedor .- Y Julia pensó: Julia: Debo tomar algo, un
whisky, luego me sentiré mejor .- Relatora: Julia bebió dos whiskys
y dejó todo lo demás que había pedido. Caminó hasta su compartimiento,
con los ojos de todos los presentes fijos en ella. Julia: He visto a mi padre
ebrio, castigándome por haber faltado a mis deberes y también a mi
hermana. Esto lo traigo desde mi infancia. No son fáciles de olvidar los
pensamientos contradictorios porque nosotras a mi padre lo amábamos .-A
mi padre le molestaba que yo fuera tan independiente, tan libre, con una
fortaleza tan grande que lo asustaba.- El tren corre rápido ,
quizás demasiado , pero yo siento un frio dentro mío, el frío de estar
sola en este tren que me lleva lejos de mi hogar ,de mi marido y tal vez,
de mi hijo. Sólo el whisky es mi deseo profundo , el licor que tanto daño
hace a mi cuerpo , tan sólo el whisky.- Relatora: Julia antes de salir había
dejado una nota para su esposo, decía lo siguiente: No puedo más. Me voy
lejos de ti y de Julián. No me busques. Julia.- La reacción de Jorge fue
de sorpresa. Preguntó a su agencia de viajes si su esposa había sacado
pasaje hacia cualquier parte pero en la agencia le dijeron que no, que la Sra.
Julia no había llamado ni se había acercado a la agencia .- Esto
desconcertó a Jorge y entonces llamó a sus amistades para saber algo de
su esposa pero nadie la había visto .- Julia : Me había ido en tren ,
en un tren ilógico que no
sabia a donde me llevaba , pues no iba a la casa de mi hermana ni a los
campos de mi padre . Me llevaba a mi salvación , a dejar el whisky y a
tener mi recuperación.- Relatora: Jorge seguía buscando a
su esposa y había llamado a su hijo Julián a Suiza , donde estaba
estudiando arquitectura para decirle que su madre había desaparecido de
la casa y no sabia donde podía estar. El joven lo había tranquilizado no
dándole muchas explicaciones al padre . El la conocía bien y sabia que
contaría con las Clínicas que había en Madrid si le pasaba algo. En el tren , al lado de
Julia, estaba Miriam , esposa de un alcohólico recuperado , que cuando vio
el estado en que volvió Julia después del almuerzo y del té , supo con
seguridad que era una mujer alcohólica .- Julia seguía medio inconsciente
por el whisky .- Su cabeza cayó hacia un costado del asiento y Myriam la
tomó y muy cuidadosamente la enderezó.- Después de una hora Julia
recobro el conocimiento, salió del sopor y sus ojos medio apagados
vieron a Myriam que la estaba mirando. Julia: Oh! me he dormido un
rato, verdad ? Este tren no es tan cómodo como me parecía, tengo la
espalda dolorida por el asiento... Myriam: Tómese usted un café y
una aspirina , le harán bien , señora. Julia: Gracias , señora . El
café me vendrá bien y la aspirina quitará mi dolor de cabeza.- Miryam: Así es señora, el
whisky siempre deja dolor de cabeza y perdone usted por decirlo, pero ha
bebido usted demasiado el día de hoy y yo reconozco a una persona alcohólica
cuando la veo y usted lo es, verdad? Julia: Perdone usted, señora ,
cómo es que sabe usted tanto de mi . No me conoce, no sabe quien soy ni
como me llamo, pero sabe que estoy ebria y que estoy enferma. Usted sabe
que el malestar de esta tarde fue debido a los whisky que había bebido . No quiero que me internen
en una Clínica en Suiza pues sé que cuando salga volveré a beber. Esto
que me pasa es mi culpa , por no saber frenarme a tiempo
y dejar la bebida cuando aún podía dejarla . Pero ya han pasado
tantos años y ahora estoy
realmente enferma y sé que debo dejar el alcohol para siempre si quiero
recuperarme y tener otra vez la vida que he llevado al lado de mi marido y
de mi hijo .- Y perdone usted mis lágrimas , señora , pero es lo único
que me sostiene todavía ya que mi marido está desesperado con mi
enfermedad y al igual que mi hijo no saben ya que camino tomar .- Relatora: La señora la escuchaba
atentamente, co la dulzura en los ojos y la comprensión a flor de piel.- El camarero volvió otra
vez para informarles que era la hora de la cena entonces la señora tomó
la palabra y le dijo que le trajera la cena a Julia y de bebida sólo agua
mineral. Pero Julia insistió en que ella comería si la señora la acompañaba
. De modo tal que así hicieron .- Julia: El dolor nos hace más
humanos , nos acerca a otras personas. Nunca hubiera esperado hablar con
una desconocida . Quiero presentarme , soy Julia Ferbel Madrera. Myriam: Yo soy Myriam Pérez López
, para servirle .- Relatora: Las dos mujeres
estrecharon sus manos en señal de amistad .Cuando llegó la cena comieron
ambas mientras hablaban de los hijos y nietos de Myriam, de su situación económica
.- Myriam: Hemos sido muy pobres ,
señora , pero ahora estamos viendo el resultado de nuestro trabajo.- Relatora: Julia pensaba : Algo hay
en esta mujer que me quita la angustia, algo que debo descubrir por mi
misma o tal vez , ella me lo revele antes que descienda en Tours .- Entre la conversación
que llevaba Myriam , Julia no se había percatado que en su copa había
solamente agua mineral. Myriam: Pues verá usted , señora
. Dentro de nuestra pobreza somos felices ahora . pero no siempre fue asi
. Mi marido entró en el alcoholismo hacen ya muchos años . Dejó su
trabajo y se dedicó a beber. Yo tuve que sostener la casa y mis dos hijos
que eran pequeños. Pero salió de él cuando llegó a nuestro pueblo un
señor que puso en la puerta de su casa un cartel que decía : Alcohólicos
Anónimos.- De este modo mi marido supo que había reuniones todas las
noches y que las personas que iban a estas reuniones dejaban el alcohol.-
Fue asi que volvimos a la tener un poco de paz en la casa y que hasta el día
de hoy permanece pues él sigue asistiendo a las reuniones de Alcohólicos
Anónimos. Julia: De modo que usted supo
que yo era alcohólica porque ha tenido a su marido con el mismo problema
? Dígame usted , señora , donde puedo ir para encontrar estas reuniones
de Alcohólicos Anónimos y le estaré siempre agradecida.- Myriam: Cuando lleguemos a Tours
, si usted lo desea, yo puedo contactarla con el Director de Alcohólicos Anónimos
de esa ciudad. Julia: Oh! sí, presénteme a
esta persona , pero ... cómo puedo yo tener acceso a esta comunidad? Myriam: Es muy simple, señora .
Si usted lo desea, si usted quiere dejar de beber, yo le presentaré a
esta persona y estaré con usted hasta que ella llegue. Lo demás es
cuestión suya . Julia: Oh! si hagamos lo que
usted dice , yo sé que en Alcohólicos Anónimos dejaré de beber y
volveré a ser una persona normal. Myriam: Señora si usted me
permite tomar su mano, yo le enseñaré una oración que se reza al
comienzo de cada reunión . Julia: Por supuesto , señora ,
enséñeme la oración que dicen en Alcohólicos Anónimos , quiero
conocerla .- Relatora: Las dos manos unidas
daban la impresión de que se conocían desde hacia mucho tiempo, pero
algo estaba sucediendo en el alma de Julia.- Myriam: Repita conmigo: DIOS, CONCÉDENOS
LA SERENIDAD PARA ACEPTAR LAS COSAS QUE NO PODEMOS CAMBIAR - VALOR PARA
CAMBIAR AQUELLAS QUE PODEMOS Y SABIDURÍA PARA RECONOCER LA DIFERENCIA.- CONTRATAPA ¿Es A.A. para usted? Sólo usted puede tomar
la decisión de probar A.A.- si le parece que el programa le puede ayudar. Nosotros los miembros de
A.A. llegamos al programa porque reconocimos finalmente que no podíamos
controlar nuestra forma de beber. Al principio estábamos poco dispuestos
a admitir que nunca podríamos beber sin peligro. Pero los miembros
experimentados de A.A. nos explicaron que sufríamos de una enfermedad. Nos enteramos de que
mucha gente estaba afligida por los mismos sentimientos de culpabilidad,
soledad y desesperación que nosotros teníamos. Descubrimos que teníamos
esos sentimientos porque padecíamos de la enfermedad del alcoholismo. A.A. no promete resolver
los problemas de su vida. Pero podemos enseñarle cómo vamos aprendiendo
a vivir sin beber “un día a la vez”. Nos mantenemos alejados de aquel
primer trago. Si no nos tomamos el primer trago , no podremos tomarnos el
décimo. Al liberarnos de la bebida , encontramos la vida mucho más fácil
de manejar.-
de “ Es A.A. para Usted?- Alcohólicos Anónimos |
Maria Antonia Soave
Editada por la Subsecretaría de Turismo y Cultura con el apoyo de la Municipalidad de la Capital
(Mendza).
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