El erotismo en Canto de mí mismo de Walt Whitman
ensayo de Marjorie Smith Ferrer
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Whitman: el poeta del Yo Lawrence definió a Walt Whitman como el más grande de los poetas modernos, y fomentó el redescubrimiento permanente, en la crítica norteamericana, del verdadero Whitman: "el gran artista de la delicadeza, el matiz, la sutil evasiva, la dificultad hermética, y, por encima de todo, de la originalidad canónica"[1]. Harold Bloom lo considera como el poeta que centra el canon norteamericano[2], incluso llegando a plantear que es el poeta de Estados Unidos que nunca será reemplazado ni superado. Ciertamente, el poeta Walt Whitman, quien nace el 31 de mayo de 1819 en Long Island y muere el 26 de marzo de 1892, se configura como una base fundamental sobre la cual se afirma el desarrollo de la poesía en Estados Unidos. Whitman presenta un tono expansionista y afirmativo en su poesía, su voz poética celebra al nuevo hombre y a la nueva mujer en un mundo democrático. Su obra poética Canto de mí mismo (1855) está conformado por cincuenta y dos poemas con mil trescientos cuarenta y seis versos, los cuales se centran en un mismo objetivo: la alabanza y el canto del yo. En esta celebración del yo que realiza el poeta, el lector percibe que lo central es el individuo, un yo que se convierte -por comunión- en los otros, y Whitman se erige como la voz de éstos. A través del individuo, los ecos y las voces múltiples se resolverán. En consecuencia, en el yo se filtrará el mundo, en el yo se busca la posesión de éste y a través del individuo se podrán conocer las cosas pertenecientes al mundo. Por lo tanto, el sujeto se configura como un engranaje esencial dentro de la composición del mundo y la naturaleza. La poesía de Canto de mí mismo manifiesta un tono optimista, el poeta canta la confianza que el hombre debe tener en sí mismo, saludando al nuevo hombre de la democracia. Whitman -the good gray poet- emprende un viaje a través de la escritura poética, donde se establece la posición del yo en el Cosmos, su gestación y bienvenida al mundo, su relación con los otros, con su Alma, con la Naturaleza y la Historia. Las cincuenta y dos secciones expresan una musicalidad exquisita y un manejo sobresaliente del lenguaje, y una elevación del yo que levanta la dignidad del ser humano. Este canto de fe impregna al espíritu humano de una confianza luminosa, para que aprenda a vivir con propiedad en este mundo que es suyo. Esta confianza y esta afirmación de la esencia del ser humano confirman los anhelos de Ralph Waldo Emerson (1803-1882)[3]. El optimismo emersoniano, basado en la confianza individual, fue un llamado y una importante invitación para la nueva psicología del hombre estadounidense. Cuando Emerson recibió el libro de Whitman por correo, lo leyó y envió una carta al poeta donde confirmaba que "había publicado la más importante obra de inteligencia y saber jamás escrita por un norteamericano"[4]. Whitman era el poeta que Ralph Waldo Emerson había profetizado, aquel era el hombre representativo que había soñado, ya que el canto al yo manifiesta aquella confianza, aquel murmullo de dignidad contenido en las palabras de Emerson: "Trust thyself"[5]. Emerson sintió una profunda admiración por Whitman, no obstante, este sentimiento no fue impedimento para la realización de ciertas restricciones. Emerson aconsejó a Whitman la extracción de las imágenes eróticas y sexuales de sus versos. Efectivamente, los versos de Walt Whitman manifiestan una sensualidad profunda, su poesía presenta imágenes intensamente eróticas, que podemos encontrar en varios poemas de Hojas de Hierba, obra donde está contenido el Canto de mí mismo. Whitman saluda al Alma a través de su escritura y con el erotismo presente en su poesía, también saluda al cuerpo a través de imágenes impetuosas, delicadas y maravillosamente sugerentes para el lector. El presente estudio tiene por objetivo ahondar en las imágenes eróticas presentes en Canto de mí mismo, viajando a través de la sensualidad ofrecida por la voz poética. Para efectuar este análisis del erotismo en el Canto de mí mismo, he elegido cinco secciones de la obra poética, para estudiar la manifestación del erotismo a través de la poesía. Estas secciones son las siguientes: la Sección 5, la Sección 11, la Sección 28, la Sección 29 y la Sección 45. El erotismo en los versos de Canto de mí mismo: la exaltación del amor sensual en el viaje poético
"Walt Whitman, un cosmos, el hijo de
Manhattan,
Walt Whitman En primera instancia es fundamental explicar qué noción y definición de erotismo utilizaremos para comenzar este estudio. Comprenderemos el erotismo como el amor sensual, como la búsqueda diversa de la excitación sexual que no necesariamente se orienta hacia el sexo como procreación, sino que como goce y placer para el sujeto[7]. Como un impulso básico humano, el erotismo abarca múltiples sensaciones, desde la sensación que produce el contacto físico -tanto con el otro como con uno mismo- hasta la excitación de la imaginación y de los sentimientos. El erotismo, considera la expresión del placer sexual y sensual, y como sensualidad entendemos el placer, deleite y satisfacción de los sentidos. El erotismo es un tema que permite su tratamiento tanto en la literatura, como en el cine, la pintura, la escultura, la danza, el teatro y en general, en las manifestaciones artísticas. Es importante considerar, que la expresión del erotismo juega con la insinuación, con la sugerencia y este aspecto acerca el erotismo a la poesía. El artista siempre está consciente del poder de insinuación de las palabras, es decir, de todo lo que éstas pueden sugerir y de la fuerza que radica en estas mismas insinuaciones. Para Whitman, el poeta debe hacer que las palabras transmitan fuerza, haciendo que las palabras canten, dancen, sangren, naveguen barcos, ejecuten lo masculino y lo femenino, besen y hagan todo lo que la mujer, el hombre o los poderes naturales pueden hacer. Desde este enfoque, observamos cómo la palabra adquiere una fuerza sorprendente y cómo a través de ésta, Whitman logra transmitir la fuerza del erotismo a través de sus versos, y es la misma sensualidad y sexualidad lo que le otorga fuerza a sus poemas.
En la Sección 5, estructurada en tres
estrofas y 17 versos, el poeta entra en un estado de trance,
interrumpiendo el torrente poético para establecer paz consigo mismo a
través de una sexualidad autoerótica, que puede ser comprendida como
onanista. El hablante lírico establece contacto con su Alma.[8]
"Recuerdo cómo una vez estábamos
acostados una Los versos insinúan una sensibilidad autoerótica y la relación con el Alma se manifiesta de manera física. Es interesante observar que este es un recuerdo, ya que el hablante está rememorando esta relación autoerótica con el Alma. En este sentido, se puede comprender que la experiencia sensual con el Alma ha quedado estampada en la memoria del hablante, seguramente debido a la intensidad de la experiencia, ya que la propia recreación efectuada a través de la poesía es increíblemente apasionada, como si no fuese la evocación de un recuerdo, sino como la descripción de un momento que se está viviendo en el aquí y el ahora. El recuerdo se suscita en una mañana, igual a aquella mañana estival evocada en la rememoración. En aquella mañana, el Alma recostó su cabeza sobre las caderas del hablante -observamos cómo el Alma adquiere connotaciones corporales- y con delicadeza el Alma se vuelve hacia el hablante, para desvestirlo removiendo la camisa y hundiendo la lengua hasta el corazón del hablante, imagen que sugiere el beso apasionado del amante que busca compenetrarse con el amado. El último verso de esta estrofa alude a una imagen sensual: el Alma estirándose, recorriendo el cuerpo del hablante, toca su barba y luego se estira hasta sus pies, viajando eróticamente por el cuerpo, despertando el placer de los sentidos. En los versos de esta sección, el hablante se ha escindido, y la relación se establece entre el yo escindido -el Alma- y el hablante. Por ende, observamos a través de la Sección la rememoración de una relación autoerótica que porta fuerza e intensidad. Este autoerotismo despierta los sentidos del receptor, la sensualidad de la imagen del Alma, que pareciera que estuviera haciendo el amor con el hablante, manifiestan el poder de la palabra que logra empapar la poesía de una exuberancia sensual y sexual sorprendente. Ahora bien, la última estrofa está destinada a alejar los pensamientos eróticos del lector, las imágenes intensamente eróticas cesan y el hablante manifiesta haber encontrado la paz y el saber. El hablante retorna al tema de la hermandad, en cuanto plantea que hombres y mujeres son sus hermanos, no obstante estas últimas también son sus amantes. La sección finaliza con imágenes de la naturaleza y ya en la Sección 6, se retorna a la imagen de la hierba. En la Sección 11, que se estructura en 8 estrofas y 18 versos, se manifiestan versos amorosos de insinuación y sugerencia erótica. El hablante lírico, en esta sección se configura como un observador que va describiendo la siguiente escena: una hermosa mujer soltera que vive en una bella casa al pie de la barranca, observa oculta a través de una ventana a veintiocho jóvenes (como la edad de la mujer, quien tiene veintiocho años) que están bañándose en la orilla. En la tercera estrofa el hablante se pregunta: "¿A cuál de los jóvenes prefiere? / Ah, el más zafio de ellos es hermoso a sus ojos". La mirada de la bella mujer no es tan inocente, la pregunta efectuada por el hablante sugiere que la mujer los contempla con atención, incluso el más rudo o tosco le parece bello. Al contemplarlos, la mujer se apodera de ellos, acercándose y chapoteando con los jóvenes en el agua a través de la mirada y la imaginación: "¿A dónde va, señora? Porque la he visto,/chapotea allí en el agua aunque todavía esté clavada en su cuarto". La imagen de la mujer observando atentamente a los jóvenes e interactuando físicamente con ellos en su imaginación, sugiere un cierto erotismo que se confirma en los versos siguientes:
"Danzando y riendo por la playa llegó el
bañista veintinueve.
Las barbas de los muchachos centelleaban
del agua,
Una mano invisible pasó también por
sus cuerpos,
Los muchachos flotan de espaldas, sus
vientres blancos se comban al sol, no preguntan quién se La mujer los observa sin ser vista por ellos, los contempla y los ama. En el sexto y séptimo verso, se describen los cuerpos de los jóvenes, y se describe cómo el agua cae por sus cuerpos, sus barbas y cabellos, imagen bastante erótica y sensual. En la estrofa siguiente, aquella mano invisible pasa por sus cuerpos, acariciando sus sienes y torsos. Esta mano invisible, desde mi lectura, es la de la mujer, que con su imaginación ingresa en el placer del tacto de los cuerpos de los bañistas, apoderándose de éstos y disfrutando del acto de contemplación tan solo con una imaginación erótica y sensual. Los jóvenes flotan en el agua, en actitud de descanso y relajación. Los dos últimos versos de la sección son fundamentales, puesto que son sugerentes. Los jóvenes no saben quién jadea, pero el lector infiere que es la mujer, y este jadeo se relaciona con la excitación sexual que ella experimenta ante la visión y exploración de los cuerpos de los jóvenes. Más aún, en el último verso, el hablante lírico finaliza expresando que los jóvenes "no saben a quién inundan de espuma". Desde mi interpretación, esta espuma representa la eyaculación, y ellos no saben a quién llenan de espuma, porque los bañistas no han visto a la mujer que los observa, pero ella ha vivido una experiencia erótica y sensual que la ha llevado a la excitación, manifestada en el verso diecisiete. Esta experiencia erótica culmina con la imagen de la espuma representando el semen que llena a la mujer. La sección recién analizada me parece interesante, en cuanto presenta un alto contenido de imágenes eróticas y sensuales; sin embargo, éstas se producen en la imaginación de la mujer que observa a los jóvenes bañistas. Los versos expresan un erotismo delicado, ya que todo se sugiere, no hay tactos ni contactos físicos reales, sino que es la experiencia visual de la mujer lo que la conduce a vivir un momento de elevada sensualidad, que produce la excitación de la oculta observadora. La exploración erótica se da a través de la mirada, la mujer observa a los bañistas, como nosotros -los lectores- la observamos a ella contemplando a los bañistas, convirtiéndonos en cierta medida, en voyeuristas de la experiencia erótica de la mujer. Me parece que esta es una de las secciones más eróticamente bellas de Canto de mí mismo, puesto que se logra la experiencia sensual sin existir contacto físico real, sino que todo es evocación, imaginación, sugerencia. A partir de este enfoque, erotismo y poesía comulgan en un mismo sentido: sugieren e impulsan la imaginación a través de la insinuación. La Sección 28 se compone de cuatro estrofas y veintitrés versos. El hablante lírico inicia la sección con una pregunta: "¿Es éste entonces un contacto?". Es fundamental comprender que al final de la sección anterior (Sección 27), el hablante ya había planteado que "tocar con mi persona el/cuerpo de algún otro es algo que apenas puedo/ resistir"; por tanto se percibe que la experiencia del contacto físico con el otro es casi irresistible, y el hablante expresa que es un contacto en el cual está implicada su persona, por ende, en el contacto y en la cercanía física con el otro, todo el sujeto está involucrado. En la Sección 28, en el contacto, en el toque de otro ser -que aparentemente puede ser hombre o mujer, pues el hablante no especifica este aspecto- radica el goce de la existencia, un placer y sentido supremo, un erotismo que estremece al hablante "para una nueva identidad". En el contacto con el otro "llamas y éter se precipitan por mis venas". En el encuentro físico, por ende, el hablante siente que un fuego recorre sus venas, existe una pasión, un fluido que llena los conductos por los cuales fluye la sangre al corazón; en consecuencia, el contacto otorga fuerza, a través de la experiencia del goce. El contacto excita al hablante, y es quizás este hecho el que impulsa la inspiración poética. No obstante, observamos que el tacto domina al cuerpo, sojuzgándolo y sometiéndolo hasta que esclaviza al hablante lírico con su potencia: "Aleves extremidades de mí mismo se extienden y reúnen para ayudarles, /Mi carne y mi sangre despiden rayos para fulminar lo/que apenas es diferente de mí mismo,/por todas partes lúbricos provocadores paralizan mis miembros,/estrujando la ubre de mi corazón para extraer las gotas que retiene/comportándose licenciosamente conmigo, sin aceptar negativas,/privándome de lo mejor que tengo, como adrede,/desabrochando mi ropa, agarrándome por la desnuda cintura,/burlándose de mi turbación con la calma de la luz solar y de los pastizales,/descartando sin pudor los demás sentidos…". Los versos proferidos por el hablante dan cuenta de la fuerza y el poder del contacto físico, que logra someter al sujeto, puesto que su cuerpo entero se ve implicado en este sometimiento: las extremidades, la carne y la sangre, los miembros, el corazón, los sentidos y las emociones, lo que se observa en la declamación del mismo poema, ya que el temple de ánimo se ve afectado por la experiencia del contacto. El contacto sensual (y sexual) esclavizan al hablante, quien intenta fulminar, a través de los rayos -que simbolizan la fuerza- que despiden su carne y su sangre, aquello que es apenas distinto de sí mismo, que desde mi lectura puede ser el otro, pero también puede ser el propio sujeto, que estaría implicado en un contacto autoerótico. El hablante se ve acechado por lúbricos provocadores, es decir, por provocaciones lascivas, libidinosas, que logran paralizar sus miembros, sometiendo al sujeto. Al utilizar el vocablo lúbrico, el erotismo se relaciona cada vez más con la lujuria. Estos provocadores lascivos estrujan la ubre del corazón del hablante, extrayendo las gotas que retiene, afectando entonces el motor del cuerpo, pues es el corazón el impulsor de la sangre. En otro sentido, la provocación afecta el ánimo del hablante, lo que se denota en los mismos versos y en el temple de ánimo, pues el hablante manifiesta cómo el contacto ha turbado su persona. El hablante se refiere a su propia experiencia sexual, en cuanto se reconoce excitado y exaltado por aquellos provocadores libidinosos, que se comportan de manera licenciosa sin aceptar negativas; por ende, el sujeto no puede detener la excitación, sino que se somete a la experiencia sensual, sintiendo cómo la potencia del contacto lo va privando de la calma, que se observa en la naturaleza, cuando se evoca la calma del sol y de los pastizales. La excitación descarta sin pudor a los sentidos, y el sujeto se ha entregado a la experiencia erótica, que lo ha subyugado. Desnudo, agitado y provocado, el hablante confiesa en los versos siguientes que se siente debilitado. La experiencia del contacto ha sido indudablemente agotadora, ya que la fuerza del erotismo y la sexualidad es avasalladora, el sujeto no puede controlar el cuerpo, ni la excitación que lo debilita: "Los centinelas desertan de todas mis partes /me han dejado inerme ante un rojo merodeador, /todos van al promontorio para ser testigos y ayudar contra mí". El hablante se halla desnudo y sin protección, por lo que el promontorio, una altura considerable de tierra que avanza dentro del mar, representa un peligro, pues supone la amenaza de una caída abrupta. Bloom establece que en la Sección 28 "Whitman convierte el cabo en una metáfora de la relación antitética con su propia sexualidad"[9], Según Bloom, Whitman celebra la sexualidad masculina, pero concibe y visualiza el falo como un lugar peligroso, "con una abrupta caída hacia la muerte, la madre, el océano, la noche primigenia"[10]. Ahora bien, la sección no manifiesta explícitamente si el contacto se establece en términos autoeróticos, pero habíamos observado que en el cuarto verso el hablante habla sobre aquello que apenas es diferente de mí mismo. Más allá de esto, considero que lo importante radica en cómo la sección trata sobre una personal vivencia de la sexualidad, el hablante describe su propia situación y cómo la sensualidad y la sexualidad logran portar una fuerza dominante que esclavizan al hablante lírico. El contacto físico, ya sea como un contacto con otro ser o como un contacto onanista, posee una energía y una potencia que logran afectar al hablante, por lo tanto se comprende que la sexualidad y el erotismo se convierten en fuerzas que dominan al sujeto poético. No obstante, el hablante reconoce finalmente que no es el tacto el traidor que lo entrega a los demás, a esa experiencia donde pierde su energía: "Soy entregado por traidores,/hablo de modo insensato, he perdido el seso, yo y sólo yo soy el traidor,/ yo mismo fui el primero al promontorio, mis propias manos a él me llevaron". Ahora bien, el hablante reconoce que él mismo es el traidor, pues él se acercó al promontorio, el lugar de la posible caída, exponiéndose a ese peligro. Sus propias manos lo llevaron al peligro, a esa pérdida de energía. Considero fundamental recalcar que lo realmente importante es el efecto del contacto, es decir, la reacción que produce el erotismo en el hablante, quien reconoce que el vil contacto es demasiado para él. El sujeto se ve sobrepasado por la intensidad de la sensualidad implicada en el contacto físico, ya sea con otro, que puede ser hombre o mujer, o consigo mismo, puesto que lo exaltado en la sección es el estrago que causa la excitación y la vivencia de la propia sexualidad por parte del hablante. En la Sección 29, el hablante continúa con el tema del contacto. Esta sección es bastante exigua, se compone de tres estrofas y seis versos, y pese a ser una sección breve contiene fuerza poética. El contacto se describe como "ciego, amoroso, luchador, envainado, un encapuchado tacto de agudos dientes". El contacto erótico posee todas estas cualidades, es un contacto impetuoso, es amoroso y luchador, pero también peligroso, por su fuerza y potencia, por eso muestra agudos dientes. El hablante apela al contacto y en el segundo verso le pregunta: "¿Tanto dolor te dio dejarme?". Se establece una relación entre el contacto y el sujeto, la relación se da entre la sensualidad y el hablante. Cuando el contacto abandona al sujeto, aparece otro nuevo: "Separación perseguida por la llegada,/perpetuo pago de un perpetuo préstamo,/rica lluvia de aguacero, y recompensa más rica luego". La llegada del nuevo contacto se percibe como una experiencia múltiple en riquezas, vital en su expresión, copiosa como la lluvia, que representa el agente que fecunda la tierra, por ende simboliza fertilidad, y se constituye en un elemento fundamental para la prosperidad de la vida por su calidad de fertilización material y espiritual. Esta rica lluvia de aguacero podría representar el semen, fluido corporal que manifiesta concretamente el resultado de una relación sexual, pero el hablante plantea que luego hay una recompensa más rica, que desde mi lectura representa el placer o el goce, que se relaciona con la lluvia que representa el semen, como expresión concreta del deleite. En la última estrofa, se observa la fecundidad: "Brotes prenden y se acumulan, se sostienen en el sarmiento prolífico y vital". Se observa la fecundidad del contacto, que puede ser interpretado como una fecundidad en cuanto al goce, a la experiencia erótica que produce "paisajes proyectados, masculinos, grandeza natural y dorados". Desde mi análisis, estos brotes que se acumulan en el sarmiento fecundo y vital, donde crecen las hojas y los racimos, guardan relación con la exuberancia que produce el contacto, con la vida que surge a partir de la experiencia sensual, trascendiendo el nivel de la reproducción humana, observando la vivencia del contacto como una experiencia que fecunda al sujeto en cuanto vive la grandeza del placer. El contacto físico había superado al hablante lírico en la Sección 28, por su fuerza y su potencia; sin embargo, no es posible evadirlo, existe un placer que fecunda al sujeto que lo experimenta, la sensualidad se proyecta como una vivencia magnífica e intensa en sus sensaciones y efectos. La Sección 45 consta de once estrofas y treinta y un versos. El hablante lírico describe la juventud, que se expande elástica y vigorosa, siempre avanzando, y el hablante siente el equilibrio, la madurez florida y plena. La utilización de signos exclamativos en los versos de la primera estrofa manifiesta la afirmación positiva del hablante, iniciando la sección con una fuerza impresionante, la misma energía de aquella juventud que se expande. Lo que me interesa fundamentalmente en esta sección, se encuentra en la segunda estrofa. El hablante lírico expresa:
"Mis amantes me sofocan, Esta estrofa presenta al hablante rodeado de jóvenes amantes que lo sofocan. Es interesante observar que no se especifica si los amantes son hombres o mujeres, y en la versión en inglés el hablante se refiere a my lovers por lo que tampoco se aclara si éstos son de sexo masculino o femenino, simplemente se utiliza el vocablo amantes. Sin embargo, sabemos que Whitman escribió, en otros poemas de Hojas de Hierbas sobre el homoerotismo, por lo que esos amantes también podrían ser hombres. Estos amantes sofocan al hablante llenando sus labios, los poros de su piel, estableciendo un contacto físico bastante intenso. Este sofocar no posee una connotación negativa, por el contrario, desde mi interpretación, es un ahogo erótico, la imagen del hablante sofocado por los amantes expresa una fuerza sensual que introduce un vigor apasionado en la estrofa, donde se exhibe el ímpetu del placer erótico. Los amantes están al acecho del hablante, y este es un acecho apasionado, pues llegan a él desnudos por las noches, y esta imagen sugiere una carga sensual intensa, pues la visita nocturna supone -en nuestra imaginación- una experiencia sexual y erótica, y este hecho confirma la fuerza de la poesía, que como el erotismo logra excitar la imaginación en este caso del lector. Los amantes lo llaman durante el día, desde el paisaje de la naturaleza, que también presenta connotaciones eróticas: las plantas trepadoras y los enmarañados sotobosques, vegetación compuesta por matas y arbustos que crecen bajo los árboles de un bosque, insinúan un comportamiento erótico en cuanto están compenetradas, liadas y enmarañadas unas con otras. Las plantas trepan, como los amantes, que sofocan al hablante cayendo sobre todos los momentos de su vida, abarcando todos los espacios. Como las plantas trepadoras, los amantes devoran el cuerpo del hablante con delicados besos balsámicos, y esta imagen insinúa una escena profundamente sensual, en la cual percibimos la proximidad de los cuerpos y el placer del apego. En el último verso, los amantes entregan al hablante lírico sus corazones, para que éste los haga suyos, manifestándose una entrega absoluta, un sentido de posesión del otro y una proximidad que excita la imaginación del receptor. Esta estrofa expresa un erotismo exaltado de manera delicada, se presentan imágenes que estimulan y despiertan la imaginación del lector, sugiriendo la presencia de una sensualidad que excita al hablante, quien manifiesta esta sensación a través de los versos. El resto de la sección, presenta al hablante que contempla las constelaciones en sus circuitos y revoluciones, y el sujeto observa cómo todo gira y es movimiento. No comentaré lo que prosigue en la Sección 45, ya que la seleccioné porque mi objetivo solo era analizar la segunda estrofa, pues manifiesta un contenido erótico que me pareció pertinente para el desarrollo de este estudio. En la estrofa analizada, observamos una percepción apasionada sobre el erotismo. El hablante se entrega a sus amantes, participa de la expresión de la sensualidad a través del lenguaje, en la medida en que describe la interacción con aquellos que lo sofocan en un sentido amatorio. El propio hablante recibe puñados de corazones de sus amantes, para que el sujeto los haga suyos, compenetrándose así con aquellos que lo visitan desnudos por la noche. Apreciaciones finales: erotismo y poesía El erotismo, presente en los versos de Whitman, potencia una poesía intensa y sugerente a través de imágenes construidas sobre un lenguaje apasionado y delicado a la vez. El erotismo se manifiesta en una relación con el otro, que puede ser hombre o mujer, pero también en la experiencia de una relación autoerótica, que explora la propia sexualidad, recorriendo el cuerpo y las sensaciones sensuales sin pudor. En las secciones analizadas se develan los misterios del erotismo, de la proximidad que produce el contacto, ya sea homoerótico, autoerótico o en la relación entre hombre y mujer. La secciones escogidas ingresan en ámbitos que en la época de Whitman aparecían como vedados en su expresión explícita, en la medida en que aún se sentía, en la sociedad, la presencia de un puritanismo que observaba al cuerpo como la fuente de una tentación que se enfoca desde un prisma negativo. Por esto creo que Whitman fue bastante osado al ingresar en la esfera de lo erótico. Considero que el erotismo presente en la poesía de Walt Whitman es un tema fundamental, en cuanto descubre y explora un espacio cotidiano en la vida del ser humano, puesto que la sensualidad y la sexualidad son temas siempre presentes en nuestras vidas, pues no solo nos relacionamos eróticamente con otros, sino que también con nuestro propio cuerpo e incluso con el mundo, en la medida en que experimentamos la sensualidad de la naturaleza, por ejemplo. En este sentido, la poesía surge como una herramienta perfecta para la búsqueda y la indagación eróticas, ya que activa nuestra imaginación a través de las imágenes, así como el erotismo también impulsa la imaginación de quien experimenta el amor sensual. Whitman dota de fuerza a sus palabras, para que éstas logren manifestar la fuerza de lo erótico, manifestando ante el lector un mundo de imágenes intensamente sensuales, consiguiendo que el receptor se conecte con su propio erotismo, a través del acto de recepción, pues sus versos despiertan el goce de la lectura. En la Sección 5 observamos una apasionada relación autoerótica, en la cual el hablante lírico logra establecer paz consigo mismo. El hablante describe sensualmente la conexión física que se establece entre el Alma y el hablante, a través de imágenes sexuales, ya que pareciera como si el Alma estuviera haciendo el amor con el hablante lírico. En este autoerotismo se manifiesta la exploración del cuerpo y de la propia sexualidad. La Sección 11 expresa un contenido erótico sugerente y maravillosamente sensual, pues la mujer se conecta con los bañistas solo a través de la imaginación, lo que plasma que la sensualidad no solo puede ser experimentada a través del contacto físico concreto, sino que también por medio de la mente y la imaginación, que es precisamente lo que hace el lector cuando se enfrenta a los poemas: vive el erotismo a través de las imágenes evocadas por la poesía. En el análisis de la Sección 28 percibimos que el hablante lírico ha sido sometido por la experiencia erótica del contacto. Las palabras utilizadas en esta sección me parecen interesantes, pues ya se expresa un vocabulario sexual: los lúbricos provocadores se apoderan de la totalidad del hablante, para someterlo a la experiencia erótica, turbando su calma y descartando sus sentidos. Las imágenes son más fuertes, pues descubren un erotismo más potente y enérgico. En comparación con las Secciones 5 y 11, las imágenes eróticas de la Sección 28 son menos delicadas, más osadas en cuanto al poder presente en el erotismo. El hablante se ve superado por la vivencia sensual que afecta sus sentidos. En la Sección 29 el hablante reconoce en el contacto una expresión de vitalidad, expresión que también radica en la poesía que descubre la experiencia erótica. Aun cuando un contacto acabe, luego de éste viene otro, y en cada contacto se manifiesta la expresión del placer y el despertar de la sensualidad. La Sección 45 es intensa en cuanto se presenta la imagen de los amantes que sofocan al hablante lírico; no obstante, este agobio representa la experiencia de un erotismo pleno, que insinúa el deleite y el goce de un impulso que produce el éxtasis. En esta sección la relación con los amantes podría darse en términos homoeróticos, ya que no se aclara el sexo de los amantes. Esta sugerencia podría ser posible ya que Whitman escribió versos donde se percibe la relación homoerótica. Whitman en Canto de mí mismo celebra al yo, y a través del individuo se conoce el mundo y las cosas pertenecientes a éste. El poeta inicia un viaje a través de la escritura poética, estableciendo la posición del individuo en el Cosmos e indagando en su relación con los otros, con su Alma, con la Naturaleza y con la Historia. La obra de Whitman respondía a uno de los anhelos más íntimos del ser humano: relacionarse amistosamente, amorosamente, eróticamente con todo, vale decir, con uno mismo, con los otros, con el cuerpo, con la naturaleza y el mundo. El erotismo en este viaje poético implica una exploración de la relación que el individuo establece con su propia sensualidad, y ahonda en la relación erótica que se establece con el otro. El erotismo es un viaje, un acto de exploración sensual y sensorial que se equipara con el arte, en este caso con la poesía, pues la poesía de Whitman también es un acto de búsqueda y una expedición efectuada a través de la sublime palabra poética. El erotismo insinúa, provoca y produce múltiples sensaciones, tal como sucede en la experiencia poética, pues al enfrentarnos a los versos cargados de erotismo del buen poeta gris, ingresamos en un mundo lleno de imágenes que despiertan nuestra imaginación, establecemos contacto con el erotismo presentado de manera poética y somos invitados a experimentar el deleite y el goce producido por la lectura. Notas: [1] Bloom, Harold, El canon occidental. 2ª ed. Barcelona, España: Anagrama, 2002; p. 302.
[2] "Whitman centra el canon norteamericano porque cambia el yo y la religión norteamericanos al cambiar la representación de nuestros yoes no oficiales y nuestra persuasiva aunque oculta religión poscristiana", Bloom, Harold, op. cit., p. 296.
[3] Ralph Waldo Emerson nació en Boston el 25 de mayo de 1803 y murió en Concord (Massachussets) el 27 de abril de 1882.
[4] Bloom, Harold, op. cit., p. 286. [5] Emerson, Ralph Waldo, Self-Reliance and Other Essays. Nueva York, Estados Unidos: Dover Publications, 1993, 117 páginas.
[6] Whitman, Walt, Canto de mí mismo. Tr. Mauro Armiño. Madrid, España: Biblioteca Edaf, 1984, 184 páginas.
[7] "La actividad sexual reproductiva la tienen en común los animales sexuados y los hombres, pero al parecer sólo los hombres han hecho de su actividad sexual una actividad erótica, donde la diferencia que separa al erotismo de la actividad sexual simple es una búsqueda psicológica independiente del fin natural dado en la reproducción y del cuidado que dar a los hijos", Bataille, Georges, El erotismo. 3ª ed. Barcelona, España: Tusquets Editores, 2002, p. 15.
[8] Se utilizará Alma -con mayúscula- para enfatizar la relación del hablante lírico con su yo escindido, pues el Alma cobra características de sujeto en la relación autoerótica.
[9] Bloom, Harold, op. cit., p. 292-293.
[10] Ibídem. |
ensayo de Marjorie Smith Ferrer
Universidad de Chile
Publicado, originalmente, en
Revista Chilena de Literatura - Abril 2005, Número 66, 85-96
La
Revista Chilena de Literatura, fundada en 1970, depende de la Facultad de
Filosofía y Humanidades,
Departamento de Literatura, de la Universidad de Chile
Link del texto: https://revistaliteratura.uchile.cl/index.php/RCL/article/view/1532
Walt Whitman en Letras Uruguay
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