El choque de dos mundos |
Cuando
los navíos españoles, tocaron las costas continentales de América. Sus
tripulantes no imaginaron que estaban siendo actores de uno de los más
grandes acontecimientos históricos de toda la humanidad.
Al poner sus pies en tierra firme, cerraron con ello el círculo
planetario y en ese instante nació la historia realmente mundial.
Los europeos no solo habían descubierto un nuevo mundo, sino ¡La forma
real del mundo!
La magnitud de tan inesperado hallazgo, pulverizó en pocas décadas los
paradigmas científicos y filosóficos de los grandes sabios del viejo
continente, provocando irremediablemente una revolución cultural.
Los primeros en documentarse sobre la dimensión del evento, fueron
obviamente aquellos experimentados políticos, comerciantes y religiosos
del quehacer europeo, quienes vieron en ello la inigualable oportunidad de
ampliar sus imperios.
Paisaje amerindio
Por otro lado… A miles de millas náuticas de aquella convulsa Europa,
los ojos atónitos de los marinos y conquistadores españoles se topaban a
diario y de manera abrupta, con una naturaleza insospechada, una flora
saturada de colores alucinantes, una fauna que superaba hasta los más
quiméricos animales de sus mitologías. Un paisaje que jamás concibieron
sus más imaginativos pintores. Una arquitectura imposible.
Mega ciudades habitadas por ingentes grupos humanos que se desarrollaban
en modos de vida, consumo y producción radicalmente distintos.
Descubrieron en sus incontenibles avances por este nuevo mundo,
civilizaciones que poseían un “extraño” modo de relacionarse con la
naturaleza y los recursos que ella les brindaba.
Sin duda la próxima oportunidad que tendrá
nuestra humanidad de volver a encarar nuevas y diferentes culturas y
civilizaciones, será cuando nuestros navíos terrestres atraquen en las
biosferas de otros mundos habitados. Quizá para entonces la raza humana
haya superado su indiscriminado sentido de la depredación. Economía de Rapiña
Estos extranjeros llegaron a tierras americanas armados con su detonante
tecnología militar y un hambre profunda de acaparar riquezas, tierras y
recursos. Ya conocemos los resultados históricos cuando se mezclan y
agitan estos dos explosivos elementos.
Dado el condicionamiento cultural de los europeos en las épocas del
descubrimiento, un armonioso y por demás utópico “encuentro de
culturas” hubiese sido la excepción a todas las reglas. Por tanto el
encuentro siguió por la brecha hondamente forjada en siglos de guerras,
conquistas, y dominaciones. Dándose el lógico y consecuente resultado de
una aplastante dominación, avasallamiento y exterminio de todas las
naciones amerindias.
Una vez reducidas las poblaciones aborígenes la conquista se extendió
hacia el ambiente natural, explotándolo de manera exhaustiva.
Modelo que subsiste hasta nuestros días, y es bien conocido como “Economía de Rapiña” y de asalto permanente. Paradigma radical que borró del espacio amerindio la antigua relación sociedad-naturaleza. Un paisaje humanizado
Toda forma de organización humana, modifica y humaniza su entorno
natural.
El paisaje encontrado por los españoles, cuando avanzaron por los
territorios de la América central, no fue como algunos creen un panorama
virgen, agreste, salvaje y casi deshabitado. Por lo contrario los europeos
admiraron un entorno altamente humanizado.
Por todas partes vieron las huellas claras y persistentes de las
civilizaciones nativas. De tal manera, los aborígenes de la América
Central, no fueron en definitiva “transparentes” dentro de su contexto
natural. Pero la intrínseca relación sociedad-naturaleza era
radicalmente distinta a la que los usurpadores estaban habituados.
El cataclismo demográfico de la América prehispánica es a todas luces
el más grande sufrido por la historia de la humanidad. La magnitud del
exterminio fue tal que el paisaje continental de 1750 (conquista y
colonización) estuvo mucho menos humanizado que el paisaje
amerindio de 1492. Al ser eliminadas las poblaciones autóctonas, la
lujuriante selva tropical se tragó sus ciudades.
Sin embargo el saqueo indiscriminado de los recursos naturales y su
consecuente devastación ya muestra en el siglo 17 espantosas cicatrices
sobre las tierras centroamericanas.
Esto demuestra que la presión sobre los recursos naturales no depende sólo
de la variable demográfica sino también de las formas de producción,
consumo y sustentabilidad que tenga una sociedad determinada.
Hoy la gran mayoría de los estudiosos coinciden en que la América
Central, al momento del contacto español, se encontraba lejos, muy lejos
de estar proporcionalmente deshabitada.
Los hallazgos arqueológicos demuestran (hasta la fecha) que los asentamientos aborígenes no estaban distribuidos de manera uniforme en la región. Las grandes concentraciones humanas en la América Central se ubicaron principalmente en la vertiente del Pacifico y en los valles Intermontanos, donde encontraron climas favorables y una naturaleza pródiga en recursos. Allí se asentaron y paulatinamente desarrollaron sus portentosas culturas y civilizaciones, adaptadas con matemática sincronicidad al medio ambiente circundante. Código amerindio
El “Siwa” una especie de código de conducta de los aborígenes
Talamanqueños, mismos que sobreviven aun a ambos lados de las vertientes
del Pacífico y Caribe Sur de Costa Rica, puede orientarnos en la formas
de relación hombre- naturaleza que manejaron los antiguos pobladores del
istmo centroamericano.
Este código tropical, nos ilustra sobre la
cognición amerindia de la anímica interdependencia entre el individuo y
su medio ambiente. Orienta al aborigen en sus prácticas agrícolas, de
caza, pesca, recolección de materiales, comercio, sexo, gobierno. En fin
es una guía que abarca la conducta del indio desde su nacimiento hasta su
muerte…
Rutas amerindias
En tierras costarricenses, se ha redescubierto una intrincada red de
amplios senderos que abarcan miles y miles de kilómetros empedrados de
caminos, estas vetustas calzadas atraviesan el actual territorio nacional
de frontera a frontera. Tales redes terrestres complementaban las rutas
fluviales y marítimas por donde se movilizaron nuestros antiguos
pobladores. Hoy, tanto científicos de las ciencias sociales como de las
ciencias exactas, comparten un criterio: semejante infraestructura no pudo
ser establecida por unos cuantos miles de aborígenes, desparramados por
el territorio de la Costa Rica precolombina.
El conjunto de estas intrincadas rutas, sugieren de manera convincente un intenso intercambio comercial entre distintos y numerosos núcleos poblacionales, poseedores de lo que hoy conocemos como “economía política”. Esto a su vez evidencia, aparte de una desarrollada mentalidad de mercado, la generación de excedentes, mismos que van más allá de la mera producción de subsistencia. Sin embargo, hoy también sabemos que la política económica amerindia en Centroamérica y principalmente en la llamada “Zona Intermedia” nunca se rigió por la mera acumulación de riquezas, si no más bien, su imperativo categórico fue la distribución de las mismas.
Cosmovisión europea
Por otro lado, la cosmovisión española en el momento del encuentro,
obedecía al modelo mediterráneo, al mundo de los consumidores de trigo,
carne, aceite y vino; del cristianismo militante; de las conquistas,
saqueos y reconquistas; de los caballos, el ganado vacuno, las armas de
fuego, los instrumentos de hierro, la moneda, la vida urbana como ideal;
de la relación crecientemente utilitaria y mercantil con la tierra, cuya
propiedad se concibe cada vez más como privada y sin limitaciones. Fueron
épocas donde toda Europa buscaba la expansión del comercio y se trazaban
por tierra y mar las nuevas rutas comerciales. Fue la era donde se
consolidó el capitalismo mercantil.
Hoy conocemos las nefastas consecuencias que trajo esta mentalidad
europea, sobre las naciones amerindias y sobre la moderna Latinoamérica
en general.
Primer contacto
El primer contacto de los europeos con tierras costarricenses y sus
pobladores, se dio el 18 de setiembre de 1502, cuando en su cuarto viaje
al nuevo mundo Cristóbal Colón, atracó sus carabelas cerca de la Isla
Cariari, en las costas caribeñas de la hoy provincia de Limón, Costa
Rica.
Tenemos una imagen distorsionada de las incursiones españolas por el
territorio costarricense, y del paisaje de ese territorio en tiempos de
exploración y conquista. Creemos que estos bravos conquistadores se
abrieron paso a golpe de machete, sudor y penas, por entre una primitiva
maraña selvática, lidiando en su esforzada penetración con alimañas
tropicales, nubes de mosquitos y espantosas fieras del bosque.
Lo cierto es que los extranjeros se desplazaron por amplias calzadas en
medio de un paisaje bellamente humanizado por sus originales habitantes y
continuaron su avanzada siguiendo el patrón de poblamiento ya establecido
por los aborígenes. A lo largo de estas rutas y núcleos habitacionales,
los invasores establecieron los nuevos asentamientos, desde donde
controlaron las poblaciones nativas, garantizaron su subsistencia material
y dominaron la fuerza de trabajo.
Sin embargo la invasión española en tierras costarricenses no pudo
efectuarse desde las costas del Caribe, los aborígenes nunca los vieron
con buenos ojos y la región de Talamanca conformó una de las
resistencias más valerosas contra los invasores, registrada en toda América.
La conquista de Costa Rica
La conquista de Costa Rica inició en 1522 desde el Océano Pacifico y
penetrando por tierras nicaragüenses, primero se hacendaron en la península
de Nicoya, luego continuaron sembrando muerte, esclavitud y destrucción,
por los trayectos amerindios hasta la actual provincia de Cartago.
No fue hasta 1570, cuando, 68 años después
del primer contacto con la costa caribeña tica, el conquistador Perafán
de Rivera logró incursionar, desde el valle central hasta el litoral
Caribe. Sus ímpetus de conquista fueron frustrados por los nativos de la
región.
Pasaron 35 años más para que otro osado español se atreviera
conquistar aquel indómito territorio. Diego de Sojo, llegó en 1605 al
valle de Talamanca armado hasta los dientes. Donde instituyó la ciudad de
Santiago, pero esta fue destruida por los aguerridos indios 5 años después
de su fundación.
Los invasores se vieron obligados a retirarse muchos kilómetros hacia el
noreste y edificaron en la llamada, Fila Matama el fuerte de San Mateo. El
valor determinante de aquellos indios era tal que los extranjeros temían
una “invasión” de los “Talamancas” hacia el Valle Central. El
punto estratégico donde levantaron su fortaleza militar impediría tales
pretensiones, y allí montaron guardia por mas de 100 años.
Sus persistentes esfuerzos por doblegar a esos indios, continuó, hasta
que e
n 1821, con la independencia de Costa
Rica, el ejército español se ve obligado a retirarse de Talamanca, ¡sin
haber podido avasallarla! Talamanca fue el único territorio de Centro América,
Panamá y las Islas del Caribe, que no pudo ser conquistado por la invasión
europea.
Pese a que las bajas indígenas
fueron numerosas a lo largo de casi tres siglos de resistencia, su
aislamiento de los centros de poder españoles, evito que se contagiaran
de las enfermedades occidentales. La desigual lucha de esta valerosa etnia
aborigen continúa hasta nuestros días. (ver artículo "La indómita
Talamanca" )
Desastre demográfico
La mayoría de los investigadores, pese a los distintos y disímiles
enfoques del asunto amerindio, coinciden sobre la dimensión cuantitativa
de aquel desastre demográfico.
Durante el primer siglo de conquista y colonización, fue extinguida el
97% de la población aborigen de la América Central. El resto del
continente y la América insular no tuvieron mejores balances en el
porcentaje de exterminio.
El nuevo mundo (América entera) poseía
por lo menos el 25% de la total población humana del planeta, pasado un
siglo del mal llamado “encuentro de culturas” el 100% de la población
amerindia fue reducida a un escandaloso 3% en sus tierras continentales e
insulares.
Semejante destrucción de vidas humanas no tiene precedentes en la
historia de la humanidad.
Se pueden detectar tres causas fundamentales en tan masivo holocausto:
a)
La importación de enfermedades infecciosas
por parte de los
europeos, que generaron verdaderas pandemias entre los amerindios.
Los nativos no tenían protección inmunológica contra el concierto de
males virulentos que trajeron los invasores: Fiebre amarilla; malaria;
tifoidea; tifus; cólera; viruela; sarampión... Estos y algunos otros
demonios eran totalmente desconocidos por los habitantes del “Nuevo
Mundo”.
Confiamos en que la introducción de tan nocivos agentes patógenos, no
fue conciente ni deliberada. De cualquier manera que fuese, estas
enfermedades infecciosas, conformaron verdaderas e inigualables, fuerzas
militares de choque. Este poderío biológico, aliado a la inmunidad de
los extranjeros, logró debilitar y reducir la gallarda resistencia indígena.
Sin semejante arma orgánica, de absoluta eficiencia por demás, los
invasores europeos no hubiesen podido conquistar ni una sola de las
grandes civilizaciones amerindias y se hubiesen tenido que conformar con
un parejo “Encuentro de Culturas”
b)
La conquista militar y sus matanzas
.
Nuestros libros de historia están llenos de sangrientas páginas, donde
se relatan inconcebibles masacres. No es mi intención rescribirlas.
Para tener una idea de los móviles de esta segunda causa de exterminio,
recordemos que la primera generación de conquistadores, no sólo era
cruel y violenta, sino que además no tenía la intención de quedarse a
colonizar la región. Su mentalidad respondía al modelo de la economía
de rapiña, sus intereses se concentraban en obtener y apropiarse de la
mayor cantidad de riqueza en el menor tiempo posible, sin importar la
miseria, muerte y desolación, dejada tras tan mezquinos pasos.
Aquellos finos caballeros ponían nombres pomposos para definir sus
incursiones de rapiña: “Tributo de cabalgadas” por ejemplo, era el
eufemismo usado para describir sus incursiones brutales, a sangre y fuego,
en las cuales saqueaban tesoros en jade, perlas, oro y demás bienes
tangibles, eliminando cualquier resistencia a su paso. “Cabalgadas de
Ranchería” esta otra fina alusión, se refería a los saqueos de
alimentos, las técnicas de asalto eran idénticas.
c)
La sobre-explotación y esclavitud de la fuerza de trabajo indígena.
Para completar el macabro horizonte de mortandad vivida por nuestros
ancestros, tenemos la esclavitud, misma que llegó a los extremos de
aniquilar la unidad familiar amerindia, impidiendo con ello su reproducción
biológica. El canon esclavista, bien conocido por los extranjeros,
involucraba una absoluta pérdida de libertad, servidumbre incondicional y
cautiverio. Lo básico.
La vieja directriz de esclavitud fue indispensable para las variadas
actividades económicas que desarrollaron los invasores en estas tierras.
Y en donde ya no había recursos para explotar, los indígenas se tornaban
en el objeto mismo de la explotación, y se convirtieron en un importante
producto de exportación. En Centroamérica esta lucrativa operación,
comerció con más de medio millón de indígenas. También usaron
un eufemismo para la esclavitud, le llamaron “Sistema de Encomiendas”
La real densidad demográfica de la Costa Rica precolombina
Gracias a los invaluables aportes de don Luis Ferrero (2003) Eugenia
Ibarra (2001) Las modernas exploraciones arqueológicas (2003-2007) Así
como algunos empolvados estudios etno-demográficos: Lockhart (1968)
Mac.Leod (1973) Fowler (1981) entre otros. La real densidad demográfica
de la Costa Rica precolombina, ha venido en la última década, mostrándonos
otros números.
En su ensayo
“Cuantificación y aniquilamiento de la población
amerindígena en Costa Rica”
el doctor Guillermo Quirós nos
dice:
“Las fuentes de información sobre la población autóctona provenientes de los primeros españoles son poco confiables, pues su propósito era enriquecerse a cualquier costa; y en consecuencia privaba su interés personal sobre la realidad, la cual disfrazaba con el propósito de escamotear impuestos y obtener granjerías de la Corona.
Son varias las fuentes tradicionales que manejan
conceptos comprometidos con la hispanidad ancestral, las cuales condujeron
a desinformar a nuestra sociedad de la verdadera realidad indígena
precolombina. Por ejemplo la obra de Montero se utilizó como texto en
Historia en el sistema educativo costarricense a principios del Siglo XX y
establece que la población original ascendía a unos sesenta mil indios
de los cuales hoy quedan apenas unos dos mil. Información que impide
conocer el apartheid sufrido por nuestro potencial ancestro.
La
población fue reducida en un siglo de opresión en un 97.3%. Cuatro
siglos después solo sobrevivía un 0.2%.
Intencional
o no, se trató de una guerra biológica, un apartheid que acabó con una
espléndida cultura, cuyos valores y rostro humano solo empezamos a
conocer por escasas evidencias.
La
aniquilación tuvo tal rapidez, que la mezcla de sangre amerindio-español
no se llevó a cabo de manera significativa. Por tanto no hubo mestizaje y
como tal aquellas mujeres y aquellos hombres no son antepasados genéticos
de la población actual.
Otra
consecuencia nefasta de la destrucción indígena, fue haber perdido su
ciencia y tecnología, ignoradas en el tiempo y de las cuales solo
conocemos manifestaciones ocasionales. Por ello el esfuerzo por entender
sus esferas de piedra, sus complejas calzadas y acueductos, sus elaborados
tronos cacicales; rastros evidentes de un conocimiento que no tuvo la
oportunidad de transmitirse.
Dejo
ex-profeso una línea en blanco...
…que
represente el respeto de nuestra generación ante el asesinato innoble de
aquélla mujer que vio a su hijo morir de fiebre e infecciones en sus
brazos. De aquel padre que restregó la montaña en busca de la planta
milagrosa que salvaría a su mujer e hijos de un mal del que Sibú no le
previno.”
Hasta
aquí las reflexiones de Quirós.
La otra cara de la historia
El exterminio masivo de la población aborigen y su consecuente
vaciamiento espacial, trajo como consecuencia una toma de espacios por
parte del bosque tropical centroamericano. Ejemplo irrefutable de esto es
el llamado “Tapón de Darién” en Panamá. Allí la jungla inició una
franca regeneración a partir de la total supresión de los asentamientos
aborígenes en 1522. Casos de igual dramatismo los vimos en “El Delta
del Diquís” en Costa Rica. “Izalco” en El Salvador, o Iztapa en
Guatemala. Por nombrar tan solo tres, donde la destrucción de los
amerindios fue radical.
Por otro lado, la vertiginosa urgencia del aniquilamiento aborigen,
implicó la ingrata pérdida de sus ancestrales conocimientos científicos,
tecnológicos y culturales, los cuales habían sido transmitidos por miles
de años, de generación en generación, por vía oral directa. Esto es de
la boca del paciente maestro al oído de su ávido discípulo.
Los pocos amerindios sobrevivientes de aquel fulminante holocausto,
dispersos aquí, allá y acullá. Ocultos bajo el dosel protector la
jungla tropical, fueron obligados por los invasores a regresar en el
tiempo, a la época misma de sus primitivos ancestros: los nómadas,
cazadores y recolectores, donde sobrevivir era el único imperativo categórico.
En el lapso de una generación, quienes lograron escapar de las garras
del nuevo imperio, ya habían olvidado toda su herencia científica y
tecnológica, por tanto ya no sabían como construir calzadas, acueductos
o los gigantescos basamentos para reconstruir sus ciudades. La industria
de sus orfebres y demás especialistas fue borrada de su memoria. La
milenaria tradición escultórica se perdió, y no volvieron a fabricar
sus alucinantes esferas de piedra, ni sus intrincados metates, ni
esculturas de ningún tipo.
Son precisamente estos amerindios, desarraigados de su otrora gloriosa
civilización y cultura, de quienes nos hablan los libros de texto en
nuestras escuelas y colegios. La historia contada por los vencedores. Por
fortuna hoy, la antropología y arqueología costarricense, aliada a
varias disciplinas de las ciencias exactas, nos empieza a contar la otra
cara de la historia.
|
Alberto Sibaja Álvarez
San José, Costa Rica
12 de octubre de 2007
Publicación autorizada, para Letras-Uruguay, por parte del autor, el día 19 de enero 2008
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