Talvez 1600 asas |
A Maruca y Martín |
I |
La Avenida Universitaria, desde la Universidad Nacional de Ingeniería hasta la Universidad Centroamericana, es particularmente transitada. Prescinde de fuentes y jardines imposibles, tiene en común con avenidas extranjeras personas divagando con mochilas y libros decorativos. La agobiante circulación vehicular. Grupos detrás de la Escuela de Danza rinden culto a Baco, el Dios más adorado. Taxistas llenando barrigas de grasa y plástico. Vendedores de sal y azúcar. Vendedores de vanidades en collares, chaquiras y talismanes falsos. Internet C$ 10 la hora. Fotocopias, ampliaciones, levantado de texto, fotos tamaño carné. El Parnaso con precios dolarizados. Una pregunta a Delfos son 30. Ella siempre quiso comprar una antología bilingüe de Rimbaud; para navidad talvez. En la puerta, un patético póster de Gabo en bikini: “vendo historia”. Todos compran pasado y revenden futuro. El resto es Radio Ya, seguida de mano de obra barata: capitalismo chino y sus bonitas camisetas de 25 pesos para ir al cine. Opuestos, los tapices de la UCA. Graffitis, sino contestatarios, ocurrentes en sus mensajes de neón, dirigiéndonos hacia la estatua de un jesuita desconocido. El tránsito escandaloso, gases tóxicos y Fiorella rumbo a El Parnaso. Profesores cruzando la calle, portafolios negros deteniendo al sol. Sol y humo. Cenizas urbanas le enturbian la vista. Suspendida, escucha el mantel de murmullos que teje la ciudad. El celaje es velo en su rostro. El perfume de la avenida universitaria mezclado. Managua está en brumas. Actividad forzada para la función respiratoria y el pito de la 111 cuando la calle deja escapar sus lamentos. Aliento de multitud. El trayecto produce el instante casual en que Martín encuentra a Fiorella. –¿Te
gusta Arthur? – pregunta él. –¿A
mí? –Sí,
a vos. ¿Te gusta Arthur? Mira el libro rápidamente, lo cierra y devuelve al estante. Recuerda la noche del Amatl. Sentado frente a la barra del Amatl Café, con los dedos rodeando la cerveza, más el semblante atristado, es blanco de la mirada de Fiorella Cassirer. Martín, un poeta de ideologías resignadas. Sus textos, papeles vistiendo dudas. Saliva negriseca desfilando en la pasarela blanca. Su cerveza, profesora de ligeras construcciones, la mayoría, resucitadas por la hierba. Levantó la cabeza y ordenó “otra más por favor”. En
cuestión de segundos el bar-tender golpeó la mesa con la botella ¡Plaj!
Unas gotitas salpicaron las manos de Martín. –Gracias–
dijo. Un trago de centenario descansaba en la mesa estratégica de Fiorella. Le imaginó de tantas formas. Ambos en sus respectivas órbitas no escuchaban la música. Solos en el Amatl Café. El resto eran imágenes sin parlamento moviéndose de un lado a otro, saltando en la pista o simplemente estatuas en las mesas esperando la cerveza o el cigarro de turno. Tomó una servilleta de la barra, sacó un lapicero. Una metáfora gastada, talvez proveniente del Amatl. |
Ásperas al lienzo del ojo son las quimeras de tu mirada... |
Su codo izquierdo apoyado en la barra y el brazo deteniendo la frente. Estiró la servilleta con la derecha, leyó insatisfecho y bruscamente la rompió. La
música a todo volumen. Sudor en la frente de Fiorella. Sudor flotante en
el Amatl. Sus escudos se habían debilitado. Martín pagó dos cervezas y
la noche había concluido. –Pues
no sé – encoge los hombros– Lo he leído poco. –Si continuás, te aseguro que no te vas a arrepentir: “Puis tu te sentiras la joue égratignée... |
Un
petit baiser comme une folle araignée, Te
courra dans le cou... Et
tu me diras: “Cherche”! en inclinant la tête, Et
nous prendrons du temps à trouver cette bête Qui voyage beaucoup.. |
¡Maldito Rimbaud! Ahora una lección de francés ¡Lo que faltaba! Ella, irritada cambió la postura de su espalda y con las manos se peinó la melena hacia atrás. -Me llamo Martín Mulligan, mi papá es norteamericano y se enamoró de una nica hace 33 años. ¿Tenés pena? – … Prefiere el anonimato, estancar la vista en una montaña de libros en oferta. Invento un nombre no invento un nombre un nombre no invento un nombre inven -Fiorella, hija de madre soltera, nieta de abuela soltera emigrante de la Italia fascista. Cuando el hielo se rompe, en cuestión de segundos se bajan las cabezas, se mira a los lados, se sonríe, hasta que nuevamente las caras enfocan el origen de la escena. - Fiorella… –dijo–, casi como quien dice Fellini –agregó, mientras ella lo miraba confundida. -Me voy –avisa con alivio Fiorella Cassirer–. Ya es tarde. ¿Tarde para qué? y antes de que Martín insistiera, ella, como pez, deslizó su cuerpo alejándolo de la librería. La sensación de quién roza a quién, qué imagina él o quién la imagina a ella irrumpe las dos cabezas. ¿Quién es Fiorella? Se pregunta. Sacó a Rimbaud del estante. Detiene su curiosidad en los imperceptibles puntos que unen el libro –Es irreal, murmura. |
II |
Mitos Humanos de Josefina Kiesler Fotógrafa nicaragüense de origen alemán. Capta y extrae arte de la atmósfera social que trabaja. De acuerdo con Kiesler, Eugene Smith le ayudó a encontrar sensibilidad en el lente. Considerada por algunos “Arqueóloga de la Técnica Fotográfica”: Película 400 ASA trabajada a 1600, en su célebre Leica M3, casualmente el modelo preferido por H. Cartier Bresson. Son memorables sus trabajos: “El Manicomio Nacional”, “Los Orfanatorios Clandestinos”, “La Muralla China de la Vieja Managua” y “El Fashion File de los Poetas Nicaragüenses de Fin de siglo”. En esta ocasión presenta una colección de fotos carentes de espontaneidad. Sobresale la fabricación, re-creación y distorsión del sujeto-objeto. La exposición se titula “Mitos Humanos-Vol. I” y podrá ser apreciada hoy a las 8: 00 PM en Galería Añil. Martín apachurró el periódico, acto seguido lo tiró a la basura mientras ella lo dejaba en la silla del comedor. Fiorella se dirigió a su cuarto. Encontró la edición 8-9 de Artefacto en su mesa de noche y se dispuso a releer ese poema que tanto le gustaba. “Y la transfusión de sangre de los museos”... Martín optó por una taza de té verde en la sombra de su terraza. Ella leía en voz alta una y otra vez, tanto, que el sonido de sus cuerdas vocales grababa con nostalgia la cerámica boliviana y las esculturas mexicanas que la acompañaban, al mismo tiempo que él recordaba una vieja Nikon F3 que no usaba desde la universidad. “Es una buena cámara”, aunque todavía no comprendía por qué los fotógrafos importantes preferían los modelos alemanes. Cuando terminó de leer, pensó en congelar poesía con un lente. “Nunca he tenido una cámara en mis manos… pero admiro las buenas fotos”, e improvisaba tomas en su cabeza. Alejados en sus respectivas cuevas coincidieron: Asistirían a la exposición de Josefina Kiesler. El día transcurrió corriente: algunas bombas en Madrid, juicios internacionales, secuestros, robos, asesinatos, Irak, Estados Unidos jodiendo forever. Aún así, lo único interesante para Martín, a parte de su reciente curiosidad fotográfica, es la India, sus viejas creencias, lasupuestamuertedelsánscrito y las aventuras de Rama. Fiorella prefería los documentales de Leni Riefenstahl, en particular “Triumph of the Will” y “Olympia”. Una foto del Ganges o del atardecer en el Himalaya. Los vedas: sus residuos historiando la nada. Tengo un viaje pendiente. Ella se dirigió al jardín. Alimentación hídrica de la naturaleza costumbrista . Tapó una parte del orificio de la manguera con el dedo gordo para arreciar el chorro y alcanzar distancia. ¡Já! ¡Como si no supiera quién es Rimbaud! Las plantas reverdecían de agua. El combate entre Devas y Asuras. La derrota de Ravana. La humillación de Sita. Ajá. Fue humillada y todavía después del repudio y la duda terminó aceptándolo. No. Algunas mujeres han cambiado. No son las mismas de los poemas épicos. Terminó con el jardín. Entró a la cocina y preparó café. Sentada en el comedor apretó power en el control remoto, dios dijo: “hágase la televisión y la televisión se hizo”. Un breve recorrido por los canales. Estaba harta de los reality shows. Prefirió su grabación en (DVD) en inglés: “The wonderful, horrible life of Leni Riefenstahl” by Ray Mueller. Una mujer en los años 30 había cambiado el cine para siempre; su técnica novedosa e inteligente es hoy usufructuada por miles en la industria fílmica. Fue vilmente boicoteada por su “estética nazi” ¿Y los Nubas? Ezra Pound Fascista y El Arte de la Poesía. ¡Y qué importa!, pensó Fiorella. El arte no es nazi o fascista. Independientes o hollywoodenses, son imitadores de Leni Riefenstahl. Sin duda su parte preferida es el final: “What do you mean by that? Where is my guilt? I can regret. I can regret that I made the party film, “Triumph of the will” in 1934. But I cannot regret that I lived in that time. No anti-semitic word has ever crossed my lips. I was never anti-semitic. I did not join the party. So where then is my guilt? You tell me. I have trown no atomic bombs. I have never betrayed anyone. What am I guilty of?” |
III |
La noche cíclope inauguró la vigilia. Martín y Fiorella estarían abstraídos en sus pensamientos. Dos personas serían dos universos. Las calles de Añil empezaron a llenarse de carros, todos lustrosos y apretados. Desfiló raquítico el cuerpo letrado de Managua. La fotógrafa rubia estrechó manos periodistas, poéticas, pintoras, musicales. Algunos olían bien. Bañaditos y heladitos por el aire acondicionado. Según ellos los herederos de la nobleza criolla ¡Joder!. Otros se encubrían de ropajes post- hippies- punk- rock- stars. Según ellos los herederos Joplin-Ginsberg-Cobain-etc-. Tampoco faltaron los y las fans de Silvio Rodríguez, los dijes del Ché, las camisas de Víctor Jara... la cultura fetichista managüense. Al evento asistieron los dueños de la razón, los actores y actrices de la indiferencia, los interesadísimos en las fotos, las últimas chocolitas de la pulpería, los genios, los payasos, las eminencias, los sospechosamente callados, los todólogos, los diferentes y los cualquier cosa. –El problema con Josefina Kiesler es que no trabaja digital –dijo Tamara Montenegro en tono displicente. Famosa por sus documentales sobre indígenas. –En estos tiempos –prosigue moviendo la cabeza de un lado a otro– no podés obviar la tecnología, es inútil. –Pero su trabajo tiene calidad –agregó la esteta Natalia Orange mientras sacaba un paquete de cigarrillos de su cartera. –Es un trabajo artesanal pero no significa que sea malo. –Para mí tiene que probar una cámara digital, si es que puede, si no lo hace no es artista –insiste Tamara. –¡Ya vas!, definitivamente vos no cambias –le replicó Natalia en tono resignado mientras abría la caja de cigarrillos. Ofreció a Tamara quien rechazó la propuesta. Metió nuevamente la mano en la cartera y sacó su encendedor. Se colocó un cigarrillo en la boca y raspó dos veces la ruedilla rugosa del chispero. “Tamara, Tamara, Tamara, hay que tener cuidado con vos”, pensó, luego que una tormenta de humo saliera de sus labios. Martín estaba sofocado. El tiempo llegaría a su tope y pronto empezaría oficialmente la exposición. Apurado salió de su casa. Encendió un volkswagen rojo año 68. Prendió la radio y después de cinco minutos “al aire” se hastió de locutores babosos y sus fiestas “crazy weekend”. Cambió a los 99.9 FM. Billie Holiday, alivio al instante. Fiorella eligió una sabrosa caminata de veinte minutos para llegar a Galería Añil. ♫My blue
horizon is turning gray And
my dreams are drifting away Your
eyes don't shine like they used to shine And
the thrill is gone when your lips meet mine… I'm affraid the masquerade
is over♫ El escarabajo rojo llegó a la esquina donde está el estudio de Artes Visuales, giró a la derecha y se orilló a unos 100 metros. Se bajó y cerró la puerta, bip BIP sonó la alarma del carro. Caminó hacia el jardín de Añil y saludó al literato German Pomares Herrera, que estaba junto a la Fuente de Venus con el pintor Mariano Castillo. –Pomares ¡Tanto tiempo! – exclamó Martín moderado en su alegría. –Poeta Mulligan ¡Qué milagro! – expresó German exagerando la entonación. Estrecharon sus manos y sonrieron cordialmente. –Pensé que seguías estudiando en Francia. ¿Cuándo regresaste? –preguntó Pomares. –Hace unos días, quiero descansar y dedicarme a completar el libro y… – ¡Ah! ¡Que mal educado! ¡Por Dios! Él es Mariano Castillo, hijastro de John Constable –interrumpió Pomares riéndose maliciosamente y viendo directo a los ojos de Martín. Luego volvió la mirada al pintor. –Mariano ¡Querido! Él es otro poeta proscrito y anónimo – dijo en el mismo tono ridículo. –Su madrastra es parisina– agregó. No tardó Martín en reconocer el estilo mordaz de Pomares. El mismo de la universidad, pero ahora, con saco y corbata, un dandi sátiro en sus comentarios, eventualmente certeros y por eso, más grotescos. –Señores, me parece que la exposición va a empezar– avisó Mariano Castillo. –Let it be! – dijo German señalando la entrada al interior de la galería. Fiorella recién llegaba a Añil. Justó entró cuando Natalia Orange encendía el micrófono. La galería estaba considerablemente concurrida. Fiorella se arrimó a una de las esquinas y se quedó de pie observando a la esteta. –Buenas noches tengan todos y todas. He escrito un estudio acerca de la fotografía de Josefina Kiesler, pero ahora sólo leeré una pequeña, pequeña e informal introducción acerca de las características habituales de su trabajo. Como saben, ella es la única fotógrafa en el país que continúa trabajando seriamente en blanco y negro, sobre todo al momento de hacer el revelado–. Hizo una pausa y sacó la pieza preliminar para empezar la lectura. – El cuarto oscuro le ha proporcionado un acabado sombrío-luminoso original en cada una de sus fotos. El fotógrafo Raoul Shade en su “Estética de la Fotografía” afirma que: “La fotografía blanco y negro (luz y sombra) posee una esencia representativa de la naturaleza... que no es realismo técnico sino realismo interpretativo... A diferencia de la fotografía a color, el blanco y negro no imita la realidad objetiva en su afán de precisión, sino que la desentraña, porque es secundario su papel de reproducción fidedigna... Todas las sombras no tienen el mismo rostro... La imagen fotográfica puede detener la breve luz entre eternas sombras”. Es precisamente ese desenmarañamiento de realidades, entre luces y sombras, el que Josefina Kiesler nos presenta esta noche, acompañado de otro torrente de atributos artísticos, una combinación de luz, de composición, de descomposición y contenido capaces de sensibilizar al corazón de una roca. Nos presenta una secuencia descarnada y concientizadora de nuestra humanidad. Hemos sido testigos de su notable trayectoria y estamos aquí nuevamente para felicitarla y apoyarla. –Detuvo la lectura y tras otra pausa concluyó– ... y como no deseo aburrirlos con tecnicismos sobre el tema, le cedo la palabra a Josefina Kiesler. –Bueno, muchas gracias Natalia, y muchas gracias a todos ustedes por estar aquí. Creo que Natalia ha dicho lo que se tenía que decir, sin embargo, nunca está de más subrayar ciertas cosas. En esta presentación quiero destacar tres elementos: contrastes entre luces y sombras, la creación de espacios u objetos y en algunos casos la alteración técnica del contenido en la foto. Otra cosa que no me gustaría obviar es mi trabajo en el cuarto oscuro, arte casi perdido, y digo esto porque el cuarto oscuro me ha permitido experimentar a profundidad ese contraste de luces y sombras. Para mí la luz tiene dos momentos: el primero cuando la congelo con la cámara y el segundo cuando amplío o reduzco sus posibilidades en el laboratorio, es por eso, que es fundamental que ustedes conozcan mi modus operandi, porque les va a permitir comprender mejor mi trabajo. Les agradezco por haber venido y bueno, si no tienen preguntas... las fotos están ahí para que ustedes las aprecien. Muchas gracias. Se escuchó el golpeteo masivo de las palmas. Nadie se atrevía a preguntar. Tamara Montenegro estuvo a punto, pero la mirada incisiva de Natalia la intimidó, así que prefirió reservarse el comentario. También un periodista farandulero llamado Nacho Oveja murió en el intento. La agitación sonó en las bocas asistentes. Murmullos. También voces de sillas. Todos se acercaban a las fotos y suspendidos admiraban, criticaban o no decían nada. Algunos eligieron la mesa de vino, queso y jamón serrano. Ahí estaban los supuestos letrados del tercer mundo disfrutando delicados y finos bocadillos. Fiorella se aproximó a la foto de una mujer con la mirada anclada en el Támesis. Una foto borrosa donde cada punto era un grano reventado, una imagen definidamente borrosa, talvez tomada a 1600 Asas. Una escala de grises; el blanco movimiento del negro en cámara lenta endureciendo las arrugas grises. Aislada recorría cada punto, cada tramo de luz y oscuridad incrustado en la atmósfera que envolvía al cuerpo femenino. Martín a su espalda. Ambos veían la foto, cada quien con sus lentes, cada quien con su cada quien. Aislada, para ella todo estaba detrás de un puente londinense. -Sos vos… Ella se volteó y le dijo que le gustaba ese tono fotográfico más que un poema de Rimbaud. Cómplices del momento sonrieron y tomaron su destino en copas y copas de tinto. Se empezaron a formar grupillos en la galería. Afinidades o intereses los unían. German saludó a la Kiesler. - ¡Preciosura! ¿Cómo está mi vedette favorita?- Josefina no muy convencida de aceptar el saludo, respondió defensiva. - ¿Cómo podría estar después de ser saludada por el payaso abominable del gremio?-. Pomares complacido con la reacción y la boca empurrada para besar prosiguió. - Amorcito, no es para que te alterés, vos sabés lo mucho que aprecio tu buena figura… los alemanes deben sentirse orgullosos de tus curvas tropicales. Ya acostumbrada a la pesadez del literato optó por presentarle al periodista farandulero Nacho Oveja. - Vení German, quiero presentarte a alguien con quien te vas a divertir-. Lo jaló de la mano y lo condujo a la puerta principal de Añil. Histriónico, Pomares simulaba ansiedad, actuaba grandilocuente y escuchaba la vocecilla de Josefina Kiesler. - Trabaja en el Diario Nacional. Te conviene conocerlo, talvez podrías enseñarle tu trabajo. El podría publicarte-. German cerró los ojos y fingiendo suspiró de la emoción. - ¡Vamos, vamos que me muero por conocerlo! - El es German Pomares-. Nacho Oveja sonrió cortés. Levantó la copa de vino con su mano derecha y como todo periodista actualizado comentó el último libro de Pomares. - “La Obsesión Colonial de la Vieja Guardia” me pareció una crítica fascinante a los poetas granadinos. Seguramente muchos están en contra de su planteamiento; en lo personal creo que es desafiante. German lo observaba pensativo mientras sonreía como guasón, este señor se quedó con la solapa, pensó. - Es que me parece magistral que rompa con el pasado, ya era hora que alguien les dijera sus cositas...Si usted me lo permite me gustaría publicar fragmentos de su libro en el periódico… esos son los textos que este país necesita- decía Oveja convencido. Risas de hiena y muecas de Moliere adentro de German. -Usted se da un aire al primo de Beatriz Viterbo…- irrumpió Pomares. -¿Beatriz Viterbo? Es un elogio para mí que encuentre similitudes entre tan alta pluma y este humilde redactor. Nada sorprendido, el literato llamó a uno de los meseros de Añil. De la bandeja tomó la botella, le rellenó la copa de tinto a Nacho Oveja y en tono comprensivo, como el del papá que aconseja al niño, le susurró al oído: “El periodismo no es bueno, ni malo. Es incorregible”. Un signo de interrogación apareció en medio de las cejas del periodista. - Usted debería conocer a Martin Mulligan. Su trabajo podría interesarle más que el mío-. Doblemente sorprendido Oveja se plegó a las sugerencias del escritor. - Mire, él está por allá-. Señaló una de las esquinas de la galería. – Josefina, decile que venga. Titubeante, el poeta Mulligan tomó la mano de Fiorella y acudió al llamado de la fotógrafa. -Esa foto de esa mujer frente al Tamesis… ¿Cómo obtengo una copia de esa foto?- Preguntó Martín-. -No sabía que realmente le interesara mi trabajo ¿Primera vez que lo ve? -Sí… leí el anuncio de la exposición y vine. No pensé que encontraría una foto así. -¿Así como?- frunció el ceño Josefina -¡No, No, No! – objetó Pomares – Si el poeta habla no se detendrá nunca, el propósito de invitarlo a este peculiar círculo de celebridades no es la fotografía de Josefina. Le decía a Don Nacho Oveja que tu trabajo es más interesante que el mío. Le gustará saber que Martín habla y escribe en francés. Ha traducido a Rimbaud, usted sabe que no cualquiera navega en esos barcos ebrios. Nacho
Oveja pensaba que Pomares era un genio, y como tal, su carácter era
justificable. Josefina al contrario disgustaba de sus groserías y Martín
ya conocía las actitudes “cómico perversas” del literato. Fiorella
optó por ser todo oídos. – Rimbaud representa mucho. Mi tesis doctoral será sobre él, pero ahora estoy tomando un descanso. La vida en Francia es muy intensa y requiere múltiples focos de atención. Creo que me desvié, por eso detuve mis estudios y estoy aquí. Es probable que viaje a Nueva Delhi en unas semanas, talvez a Goa. Usaré una vieja cámara que tengo por ahí, a lo mejor saco algo interesante, aunque no soy fotógrafo como usted (señaló a la fotógrafa), pero creo que podría experimentarlo. – Por supuesto, todo es que de verdad lo sienta en su corazón –añadió Josefina, mientras Pomares se disponía a dictar nuevamente el tema de conversación. –¿Ovejita? – Nacho asintió con la cabeza– ¡Perfecto! Deberías leer la literatura de Martín Mulligan. Goza de la excentricidad faltante en el resto de escritores nicas. El muchacho es muy disciplinado. –No creo ser tan disciplinado… pero te agradezco que pensés así. Yo sólo soy un viajero. Regresé de paso a revitalizarme, me encontré con una cámara y quiero irme de nuevo… necesito, talvez, entender a Rimbaud de otra forma, quiero encontrármelo en otro escenario. El objeto de mi estudio ya no está en los libros… al menos no por ahora. Oveja dudaba de Martín. Pensaba que sin libros y su respectiva lectura no llegaría muy largo. Atrasar su tesis doctoral para encontrar a Rimbaud quién sabe donde… en los putales seguramente y en cantinas de mala muerte, ¡Qué Dios le ayude! Esta gente no entiende. ¡Cómo se le ocurre que el alma de un gran poeta va estar esperándolo en semejante centros de corrupción! –Maravilloso Martín que te guste la fotografía, si te vas a la India y sacás buenas fotos, mandámelas, no me dejés intrigada sin saber de tu trabajo, le dijo Josefina. –Pero...¿me harás llegar una copia de la foto de la mujer en el Tamesis? –Dejame hacerla y en cuanto la tenga te la envío. –Genial, entonces mi visita no ha sido en balde. Pomares que lucía aburrido notó la presencia de la extraña Fiorella que al parecer era muda. –Muchachita de agua dulce, sería tan amable de decirme de dónde ha salido usted–. Fiorella algo apenada por el tono cantadito de Pomares centró los ojos en los de Martín pidiendo un rescate del demonio. –Es amiga mía. Fiorella es lectora y le gustan las artes, pero antes de averiguar su biografía propongo que vayamos a otro lugar más tranquilo donde podamos conversar y pasarla bien – sugirió Martín. –¡Excelente idea! – repuso Pomares. –Propongo El Panalushky, detrás de la Escuela de Danza, hay ambiente al aire libre, nunca existió la perestroika y... todo es permitido–, sonrió sensualón y viendo descaradamente los senos de Fiorella. –Me apunto, voy a invitar a Natalia y a Mariano para que seamos un grupo interesante–, añadió Josefina. Natalia Orange trajo consigo a Tamara Montenegro y se fueron en el carro de Mariano Castillo. Martín llevó a Fiorella y a Josefina le tocó soportar en el trayecto a Pomares y a Nacho Oveja. |
IV |
El Panalushky lucía particularmente desolado. Sonaba, que casualidad, Billie Holiday en el aire y las mesas lucían ansiosas de aventura. Se parquearon, se bajaron ya con unas copitas de tinto en la sangre, echaron un vistazo y decidieron instalarse. Entre todos juntaron dos mesas y ordenaron una botella del whisky chileno de los hermanos Watson para cambiar el sabor del vino. Martín se sentó al lado de Fiorella y ella junto a Pomares y este junto a Josefina y Josefina junto a Tamara y esta junto a Natalia y Natalia junto a Mariano quien estaba próximo a Nacho Oveja que cerraba el círculo con Martín. La conversación inició en el Paris tecnológico de hoy en día de Martín comparado con aquel bohemio y tradicional Paris de la adolescencia de Pomares. Fiorella masculló dos tres preguntas referentes a la tradición poética francesa e hizo hincapié en Rimbaud, a lo que Martín y Pomares respondieron explayando sus teorías personales sobre la vida del poeta precoz. –Era un homosexual frustrado, lo que necesitaba era una buena culiada, pero ¿Que podía esperarse de un cursi como Verlaine? – Dijo Pomares para luego sorber un profundo trago de whisky. –No me lo parece German, no creo que Verlaine fuera un cursi y segundo no creo que Rimbaud estuviera frustrado. Gay o no, Rimbaud estaba decepcionado, pero con el tiempo lo superó y entendió que había algo más allá de la poesía. –Vos y el más allá, ya venís con esos cuentos cristianos de aparecidos y sensaciones espirituales elevadas. Rimbaud era un prosaico, un niño despierto sexualmente al que le encantaba que se le mamaran – A lo que siguió una estruendosa carcajada de Pomares y una sonrisa resignada de Martín. –¿Ves Fiorella?, con este hombre es imposible–, ella le asintió y vació la botella de whisky. –¡Mesero! ¡Mesero! Otra botella del mismo por favor, y le voy a pedir que se esté pendiente para que cuando se acabe esta, nos traiga la otra– ordenó Pomares. Tamara cuestionó el modus operandi de Josefina. Natalia trató de persuadirla ante la mirada irritada de Josefina y guió la conversación hasta Ara Guler, Brassai y Koudelka, como paradigmas de la influencia de Josefina. –Le voy a ser franca, me parece que usted es misoneísta–, dijo Tamara dirigiéndose a Josefina. –¿Misoneísta?, ¿Acaso se trata de una secta? No entiendo, pero le puedo asegurar que no me gustan las sectas, más bien todo lo contrario. Los fanáticos me dan alergia–, aclaró Josefina. –A ver. Déjenme pensar. Lo que Tamara quiere decirte es que considera que sos algo anticuada porque no trabajás con artefactos digitales. Yo intenté explicarle pero ella está cerrada. No entiende la herencia de tu escuela, Brassai, Ara Guler, no comprende porque no los conoce–, agregó Natalia. –¿Anticuada yo? Nunca nadie me había dicho eso, la verdad es que hoy me siento tan relajada y complacida con mi exposición que se lo voy a dejar pasar – dijo en tono indiferente Josefina y viendo a los ojos a Natalia, quien se apresuró a encender un cigarrillo y a comentar la reciente antología fotográfica que iniciaba con una impresionante imagen de Joseph Koudelka. Por su parte, Nacho Oveja le explicaba a Mariano Castillo que las “artes contemporáneas” no tenían futuro en Nicaragua, “son el fraude del siglo”. –Toda esa pandilla de jovencitos con esas ideas locas... se van fuera del país y regresan con ideas contaminantes, dígame usted, una servilleta arrugada junto a un cenicero y una botella de cerveza vacía, eso se llama “oscuridad interna”. Luego viene esa mujercita con turbante en la cabeza, la tal Patricia Belli y su mesa con pelo de caballo, ¡Por favor!, y lo peor de todo es que son una pacotilla de arrogantes y ella su líder, ella está detrás de todo ese movimiento de degenerados ¡Válgame Dios! –. Mariano en silencio asentía con la cabeza y bebía y bebía tanto o más que Nacho Oveja. Ya con la quinta botella de whisky en la mesa, el pintor Castillo se atrevió a sacar un paquete de sustancias sicotrópicas y alucinógenas. En esta ocasión se trataba de un porro de hierba lleno de cogollos y bañado de polvo de ángel, una combinación perfecta para la noche. Las mujeres, quien sabe por qué se mostraron ligeramente en desacuerdo con la idea, pero Pomares soliviantó la mesa aduciendo que sería una experiencia fenomenal, “¡Inolvidable!, digna de un grupo de celebridades como nosotros, recuerden a Huxley, a Morrison, al mismo Carlos Rigby, no sean ignorantes”. A Martín le daba igual. Nacho Oveja pensó en despotricar contra la propuesta indecorosa de Mariano, pero al escuchar el comentario de Pomares se acobardó y aprobó la moción interpuesta por el literato. De manera que la “hierbabuena” pasó de boca en boca y como German no se dio por abasto ordenó a Mariano que preparara dos más y los distribuyera de manera justa. Mariano muy solícito preparó no dos, sino cuatro y además ordenó dos botellas más de whisky para prevenir la sed que les provocaría tanta fumadera. La atmósfera empezó a sentirse sino jamaiquina más ligera, la música electrizante, el viento suave con sensualidad flotante y aromática. Los enrolados de hierba iban y venían, las bocas aspiraban y exhalaban como si se tratase de un cigarrillo cualquiera. Las botellas de los hermanos Watson cada vez lucían más transparentes. La música de Billie Holiday continuaba en el toca discos. Fiorella le sonreía a Martín y ya sin miedo le contaba de la genialidad de Leni Riefenstahl, así como su admiración por los poemas de Carlos Martínez Rivas. Pomares la escuchaba y la recorría de punta a punta saboreando imaginariamente cada una de sus curvas. Martín se iba y venía mentalmente del Ramayana mientras acariciaba la mano de Fiorella que no paraba de parlotear. Josefina sacó una cámara de su cartera, era una leica de lujo, y le explicaba a Tamara al mismo tiempo que le restregaba el modelito en la cara, que jamás renunciaría a su técnica por una propuesta vulgar como la de la Kodak. Natalia con las manos en la cabeza mediaba entre ambas cuando ameritaba la situación. Y Nacho Oveja ya tocado por la magia de la hierba le hablaba en tono suave a Mariano, quien sobresalía por ser el calladito de la mesa. –La verdad es que creo que sos una ignorante, nada te enseñaron los indígenas niña, – dijo Josefina a Tamara en tono despectivo. Esta última sacó chispas por los ojos. Intentó anclarse en la silla pero el instinto pudo más, se abalanzó sobre Josefina. Le arrebató la cámara y la arrojó al piso con una fuerza descomunal, a lo que Josefina respondió furiosa, apartando bruscamente la silla, tomándola por el cuello y enterrándole las uñas. Ambas, como buenas gatas callejeras dieron inicio a un combate ante los ojos atónitos del resto. Se cayeron algunas botellas, afortunadamente vacías. Pelos de punta, arañazos, gritos, mejillas sonrojadas y sudor. “Sos una estúpida”, “Idiota, ignorante, inculta”, “Envidiosa”, Estúpida”, “Estúpida tu madre fracasada”, “Anticuada frustrada”, “Maldita perra”, “Zorra”, “Puta”, “La tuya mierda”... ¡Silencio! ¡Silencio! Se escuchó la voz indignada de Natalia. “Es demasiado hasta donde llegan sus infantiladas. Esta fiesta se acabó. Tamara levantate que te voy a dejar a tu casa de ipso facto”, les gritaba la esteta, quien minutos después sujetó a Tamara del brazo. “Vamos, vamos, que no estoy jugando. Lo siento Josefina, después te llamo y platicamos. Lo siento amigos, pero es mejor que nos retiremos. En otra ocasión será diferente”, y se despidió. Tamara lucía molesta, ya no se diga Natalia. Ambas caminaron tambaleantes algunos metros hasta montarse en el primer taxi y desaparecer de El Panalushky. Mariano Castillo recogió la cámara del suelo y se la entregó a la sonrojada Josefina quien suspiró: “ojalá todavía tenga salvación”. – Bueno, ya pasó, no debemos arruinar la noche por una tontería. Yo brindo a tu salud mi querida y excelente fotógrafa, vos sos mi vedette favorita, eso no se te debe olvidar nunca– dijo Pomares, quien luego rellenó y levantó el vaso con whisky – ¡Salud amor mío! –. Y como en el fondo todos preferían el relax optaron por acatar la sugerencia de German, y aunque a Josefina todavía le resonaran en la cabeza las incómodas palabras de Tamara, se decidió por un considerable trago de licor que le borró la finas arrugas del rubio entrecejo. –No vaya usted a preocuparse Josefina. Yo en lo particular comprendo, es engorroso que venga otra persona a burlarse del trabajo de uno. Usted tenía todo el derecho de exaltarse. Fue de muy mala educación, una perfecta grosería el comportamiento de la tal Tamara– comentó Nacho Oveja a la fotógrafa. –¡Ay bueno ya! Acabemos con esto que no fue nada– repuso ella. –¡Esa es la actitud amor mío! ¡A tu salud cariño! – exclamó Pomares quien se levantó de su sitio con su vaso de whisky para instalarse junto a Josefina. –Tiene usted razón, German. ¿No lo cree así Mariano? – El pintor asintió con la cabeza–.Una vez me tocó presenciar una disputa, que digo disputa, un pleito de mercaderas entre dos poetisas nicaragüenses. La una le reclamaba a la otra que el premio que había recibido por su poemario fue un fraude porque se acostó con dos de los miembros del jurado. ¡Es que se me ponen los pelos de punta sólo de recordarlo! También me acuerdo de un historiador granadino y un poeta de Masaya, fue otro escándalo antológico, el historiador granadino olvidó el decoro y se abalanzó sobre el bardo como buitre hambriento ¡En la sala de la honorable Embajada de España! ¡Frente a una distinguida concurrencia! Entre ellos, este humilde servidor, quien por cierto fue reconocido en esa ocasión por los españoles como el periodista del año... pero la otra vez fue a un escultor que... Josefina, German y Mariano se destornillaban de la risa al escuchar los chismes de Nacho Oveja. Sobre todo Josefina quien pensaba en las caras de otros artistas cuando el periodista les refiriera la escena que recién había ejecutado con Tamara. “Bueno, al menos no me van a echar presa”, se consoló internamente la fotógrafa. A pesar de que Fiorella y Martín se sobresaltaron con el berrinche entre Tamara y Josefina, la atracción entre ellos fue una cortina que los apartó del resto, a quienes tampoco, y ya al calor de los tragos, parecía importarles mucho. De Leni Riefenstahl, las aventuras de Rama y la fotografía pasaron al cuerpo y sus sensaciones. –Sos una mujer interesante. Me gustaría que hubiera un acercamiento más íntimo entre nosotros– le dijo un Martín desinhibido por el vino, el whisky y los sorbos de hierbabuena. –Me encantaría que estuviéramos solos– se atrevió a responderle Fiorella, quien ya sentía en sus venas el calorcito del alcohol mezclado con la hierba provocando una deliciosa humedad entre sus piernas. Y fue como por arte de magia, de esa magia inusual que brilla en una noche de tragos, que Martín y Fiorella desaparecieron y se encontraban a medias ropas dentro del escarabajo rojo tambaleándolo de un lado a otro, con las ventanas empañadas de amor súbito y la voz de Billie Holiday a lo lejos. –¡Basta de chismes por el momento! Un trago más y la naturaleza me llama! – exclamó ceremonioso Nacho Oveja. Se puso de pie y caminó en dirección al toilette de El Panalushky. Comenzó desabrochándose la faja, se bajó los pantalones y el calzoncillo hasta las rodillas dejando escapar a su ser por el orificio de su pene, cuando fue brutalmente sorprendido por la retaguardia con los dones eróticos de Mariano Castillo. – Ahora sí vamos a dejar los chismes Don Nacho. Vamos a acomodarnos al placer, vamos a dejar el bla, bla y vamos a gozar– le dijo el pintor con los ojos achinados y rojos, en posición de ataque, sosteniendo por detrás y de la cintura a Nacho. – ¡vamos, vamos, vamos! – arremetió sin piedad . Y en el espejo del baño se podía ver a media luz el perfil de Nacho Oveja como ido, como hipnotizado, como poseído por alguna extraña fuerza que le proporcionaba felicidad eterna. –¡La noche ha sido un éxito! – sentenció Pomares a Josefina – Nuestros amigos están disfrutando... y vos y yo, ¡Querida! ¿Qué pasa entre vos y yo?, ¿Por qué soy víctima de tu frialdad? – preguntó Pomares a la fotógrafa. –Lo nuestro se acabó y no empecemos, que esa pequeña temporada en el infierno la vivimos hace mucho tiempo. ¡Ay ya German por favor! Mejor busquemos como pagar la cuenta. –¡La cuenta! ¡La guillotina! Esperemos a los demás o mi bolsillo desfallecerá– explicó Pomares, con lo que Josefina estuvo de acuerdo. La física es una ciencia maravillosa. Velocidad es igual a distancia sobre tiempo. Y en otro tiempo, a otra distancia y a otra velocidad estaban Martín y Fiorella, ahora recostados en la trompa del volkswagen rojo, con los rostros al cielo arrancando estrellas, repartiéndose planetas lejanos. –¿Te voy a volver a ver? – preguntó ella. –Es posible– respondió él– debo viajar a Nueva Delhi. Prefirió no continuar la conversación y besarlo hasta que se agotara el último minuto de la noche. Mariano Castillo regresó triunfante a la mesa. Pomares le dirigió una mirada maliciosa y Mariano sonrió con la misma perversidad. –Después de todo el arte contemporáneo tiene su estilo– dijo el pintor. German y Josefina soltaron una estruendosa carcajada. –Bueno, es tiempo de irme– avisó Mariano– aquí les dejo mi aporte a la mesa– sacó tres billetes que inmediatamente Josefina agarró. –¿Entonces vos llevás a Don Nacho? – interrogó la fotógrafa. –Ja, ja, ja... bueno veamos que dice él– repuso Mariano. –Que lo lleve, ahora es su putilla– añadió German. –¡Callate!, ¡sos un imprudente! – le reprendió Josefina. –Hablando del rey de Roma...Nacho, ¡Querido! Hablábamos de tu parte para pagar la cuenta. –¡Claro, claro!, aquí está– y le entregó el dinero algo nervioso y sudoroso a Josefina– ¿Quién me lleva a mi casa? – dijo el periodista. –¡Mariano, por supuesto! – agregó con sarcasmo German. –Bueno, Mariano, o yo si lo prefieres– repuso Josefina. –Si Mariano está de acuerdo... pues me voy con él. Ya es tarde y parece que ya te vas ¿no? – preguntó viendo al pintor. –Efectivamente, me marcho, estoy cansado. La jornada fue intensa... entonces vamonos, que ya es tarde– contestó Mariano. –Pero antes, llamen a Martín y a Fiorella, que quiero sacar una foto, quiero ver si mi cámara todavía sirve– indicó Josefina. –¡Par de tórtolos! ¡Martín, Fiorella! – gritó Pomares a todo pulmón. –¿Escuchaste? Nos llaman– le dijo ella a Martín. –Seguro que ya se marchan. Vamos a despedirnos– y el poeta tomó de la mano a Fiorella y aparecieron con rostros tiernos e inocentes en la mesa. –Una foto muchachos, quiero sacar una foto y hay que pagar la cuenta. Martín le dijo a Fiorella que él pagaría por los dos. Ella no se opuso. Sacó dinero de su billetera y se lo entregó a Josefina. –¿Pero usted no va a salir en la foto? – le dijo preocupada Fiorella a Josefina. –Es cierto Josefina, sería una lastima si no aparecés– agregó Martín. La fotógrafa se quedó pensativa. – ¡Está bien! ¡El mesero tomará la foto! ¡Mesero! ¡Mesero! La cuenta y una foto, por favor. El mesero algo adormecido por la hora se apresuró hacia Josefina, le entregó la cuenta. –German, tu contribución al éxito de la noche... – le dijo Josefina mientras él sacaba de su cartera un par de billetes y se los daba en el acto. El mesero se guardó la plata en uno de los bolsillos de su pantalón, incluida su jugosa propina, ¡Benditos sean los hermanos Watson!, y sonrió quedando a la espera de las indicaciones de Josefina. Ella programó las asas, la velocidad de la captura y ubicó al joven a unos cuantos pasos de distancia. Le explicó que debía sostener la cámara a determinada altura y en determinada posición y únicamente apretaría el botón derecho conteniendo la respiración en ese preciso instante. Después le indicó que descansara unos segundos y repitiera la misma operación. Minutos antes de la toma, Martín, Fiorella, German, Mariano y Nacho se ubicaron como Josefina les ordenó. La fotógrafa buscó la espalda de German y se instaló detrás de ella, de manera que entre uno de los hombros del literato y del pintor, sobresalían sus enormes ojos verdes, su cabellera rubia y su rostro de Walkiria. Martín y Fiorella parecían en otra sintonía, sus siluetas y las inclinaciones de sus cuerpos hablaban más que sus ojos. Mariano, German y Nacho lucían como tres soberbias sombras en el centro. Martín y Fiorella a la izquierda, en la esquina del papel, en un segundo plano y en otra órbita. Y todos, al estilo de Robert Cappa, ligeramente fuera de foco, como si se desintegraran, aunque los bordes de sus figuras estuvieran delineados con precisión por el color negro que parecía fijar sus espíritus en el tiempo o en el papel fotográfico que ella revelaría en su cuarto oscuro días después. Mariano se marchó en su automóvil con Nacho Oveja. Martín en su escarabajo rojo con Fiorella. Y Josefina le dio un aventón a German Pomares. El mesero recogió las botellas vacías y limpió los vestigios de los artistas. Entregó la plata a su jefe que se encontraba apunto de cerrar el bar. Ambos caminaron en la oscuridad hasta la avenida universitaria dejando atrás el solitario y silencioso Panalushky. Se montaron en un taxi. La noche lucía cansada y estaba punto de cerrar su único ojo. |
V |
Es probable, en un pueblo tan pequeño como Managua, que todos se volvieran a encontrar. Aunque sea de paso y para intercambiar pocas palabras. Aquella tarde de octubre cada uno recibió un sobre amarillo con la fotografía, titulada por su autora: Talvez 1600 asas de emociones, y una nota que decía: “Hay momentos que nunca deben olvidarse”. Pero en uno de los sobres iba algo más. La foto de la mujer en el Tamesis con una dedicatoria en la parte de atrás: “Martín, una mirada perdida con cariño para vos”. Josefina. German Pomares continuó en sus andadas perversas y sarcásticas. Dicen que actualmente se encuentra escribiendo su propia versión de El Nicaragüense porque la de Pablo Antonio Cuadra le parece una herejía. Mariano Castillo se encerró en su estudio a pintar una serie de cuadros sobre la dualidad. Hace unas semanas fue entrevistado al respecto por El New York Times. Nunca más volvió a tener algo con Nacho Oveja, a pesar de la insistencia del periodista. Josefina Kiesler sigue enamorada del blanco y negro, y por supuesto, del cuarto oscuro. Nacho Oveja siempre al día con la farándula artística y su “desdoblamiento espiritual” cuando se pasa de copas. De Natalia Orange se supo que recién público un libro de crítica fotográfica: Las cien mejores fotos de Centroamérica. Josefina le escribió el prólogo. Tamara Montenegro se fue a vivir con los Miskitos para realizar un documental de corte histórico con Discovery Channel, y al igual que Josefina, ya no recuerda el pleito entre ambas. Y Martín está en la India, sentado frente a su computadora, reescribiendo una y otra vez esta historia porque todavía no encuentra la forma de concluir su destino y el de Fiorella. |
Eunice Shade
Ir a índice de América |
Ir a índice de Shade, Eunice |
Ir a página inicio |
Ir a mapa del sitio |