Reseña
historiográfica sobre el auge y decadencia del azúcar Centro
de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe |
“Manos esclavas han revuelto esa
tierra han sembrado esa
tierra han exprimido esos
tallos han cuajado ese jugo para que el ilustre
extranjero, acorazado con el vocabulario y los
andariveles de su época, lance al fondo el
delicioso terrón, agite la esbelta cucharilla; y beba.” -Reinaldo Arenas, Manos Esclavas[1] Las relaciones comerciales entre europeos, las cruzadas y la invasión de los moros a España desembocaron en la introducción del azúcar en lugares donde nunca antes había sido cultivada. En Europa el azúcar se conocía comúnmente como “sal india”. Esta denominación concuerda con los planteamientos del Lcdo. José Julián Acosta Calbo (1825-1825), cuando éste expone que un caballero conocido como Mr. Liautaud aseguró que en las regiones intertropicales del Indostán fue donde se originó el cultivo de la caña de azúcar. [2] El apodo de “sal india” se ajusta al supuesto lugar de proveniencia. El proceso introductorio del azúcar a España fue gradual, pero muy vertiginoso. Sabemos que el cultivo del azúcar se implantó por primera vez en España en la zona de Islas Canarias. El Lcdo. Acosta explica que Oviedo (1478- 1557) en sus escritos de Historia natural de las Indias[3] habla sobre un señor llamado Pedro de Atienza que según él para el 1520 fue la primera persona que plantó las primeras cañas en Santo Domingo. De Atienza también promovió que se construyeran las primeras prensas movidas por ruedas hidráulicas en la región del Caribe.[4] Las primeras producciones de la zona caribeña manejaban un cultivo de menor calidad conocido como caña criolla. Sin embargo estas primeras producciones abarcaron un período de tres siglos. A la distribución de este tipo de cultivo se le llamó producción del azúcar criolla o de la tierra. Dicha caña, según revelan los expertos no era rica en guarapo razón por la cual no podía competir, ni compararse con otras variedades. Acosta explica en el mismo documento[5] que no fue hasta que un caballero llamado Mr. Boungaiville pudo viajar alrededor del mundo y en dicho viaje tuvo la oportunidad de adquirir un fruto de mejor calidad al que el teníamos en la isla. La fecha de adquisición de esa caña data del 1768, en Otaití, una isla de Polinesia. En Puerto Rico no gozamos del privilegio de saber quién fue la persona que introdujo la caña. No obstante, se sabe que este fruto llegó a Cuba gracias a Don Francisco de Arango y Parreno (1765- 1837). La caña de azúcar encontró en las tierras
caribeñas un suelo y clima propicio para su desarrollo ya que ésta se
desarrolla en zonas tropicales o subtropicales. El azúcar blanca, inglesa
o de Otaití tuvo un gran auge en Puerto Rico y en el resto de la región
caribeña. Esta nueva variedad tenía un cuarto más de jugo y un tallo más
leñoso. Estos aspectos se consideraban favorables ya que para ese
entonces existía un rival: la producción del azúcar de remolacha. El azúcar
cruda de remolacha era elaborada en fábricas totalmente mecanizadas, más
tenía mayor rendimiento de materia prima utilizada.
Como resultado un producto para el refino de más alta calidad que
la azúcar moscabada.
En Puerto Rico funcionaron cincuenta y ocho centrales azucareras alrededor de toda la isla, pero la producción y comercialización de su producto varió en cada caso.[6] Al comparar la producción de la isla con la de otras islas caribeñas podríamos concluir que en cada caso existirían variaciones a nivel geográfico y tecnológico lo que desemboca en una avalancha de variantes entre centrales a nivel de productores, comerciantes, consumidores, relaciones humanas y de trabajo. Desde comienzo del siglo diecinueve observaremos como mayormente en los llanos costeros y en algunas áreas del centro de Puerto Rico se convirtieron en puntos atractivos para los extranjeros capitalistas ya que obtienen tierra virgen roturable para la caña a muy bajo costo. En ocasiones hasta se obtenían la tierra de forma gratuita. El principal atractivo que motivaba a los extranjeros era la promesa de ganancias de forma rápida. Los inversioncitas tenían el incentivo extra de introducir mano de obra esclava a bajo costo y aprovechando las ventajas que presenta el panorama mundial: las guerras napoleónicas, las guerras de independencia en América, especialmente en Haití, la introducción mercantil de Estados Unidos en la región del Caribe, el estímulo dado a la trata africana por el absolutismo de Fernando VII, los gobernantes militares de la isla, la abolición de la esclavitud de las Antillas Inglesas y sin duda el alza en los precios a nivel mundial. El sector expansivo de la economía insular en el período entre la Ley Power (1811) y la abolición de la esclavitud (1873-76). Veamos a continuación, punto por punto, cuáles fueron los elementos que sirvieron de engranaje para que esta industria progresara. Asimismo poder identificar cuáles fueron los que no la favorecieron, provocaron su crisis y finalmente la extinción de la industria en la región del Caribe. El primer punto que debemos tener en consideración son las aportaciones que trajo consigo el nombramiento en el 1810 de Ramón Power y Giralt (1775-1813) cuando fue seleccionado por segunda vez como diputado por Puerto Rico a las Cortes de Cádiz.[7] Una de las medidas más importantes que se aprobaron en la sesión de las Cortes de Cádiz fue la promulgación de la Constitución Española en 1812. La misma fue de naturaleza liberal aunque su alcance reformista era limitado. Dicho documento eliminaba la Inquisición aunque el poder eclesiástico se mantuvo en el ámbito moral. Por lo que en España la Iglesia fue uno de los más recios opositores de esta Constitución. Esta Constitución estableció para Puerto Rico como provincia de ultramar los derechos ciudadanos en igualdad con los peninsulares. A excepción de los esclavos por medio de esta Constitución se convirtieron en ciudadanos españoles dejando entonces atrás el estatus de súbditos o vasallos. Con la Constitución también se crearon organismos para centralizar la administración del gobierno español absolutista. Esta
Constitución fue tan poderosa que incluso el Rey Fernando VII (1784
-1833) cuando volviese al poder tenía que acatarla.
El
28 de noviembre de 1811 aprobaron para Puerto Rico la Ley Power[8].
Dicha ley pretendía sacar a la isla del atraso económico en el que se
encontraba. Como estrategia proponía relajar los controles del sistema
comercial exclusivista y el poder absoluto de los gobernantes en asuntos
fiscales. De esta forma se establecieron las bases para el desarrollo
comercial, para inversiones y nuevos proyectos. La Ley Power fundó un departamento separado de la Gobernación llamado Régimen de Intendencia, aunque ya existía algo similar desde el 1784.[9] Este departamento tenía el propósito de atender de manera independiente los asuntos financieros de Puerto Rico.[10] Al tener control de los fondos de la isla se aseguraba que los fondos alcanzaran también para la fomentación del comercio. Anteriormente se priorizaba el presupuesto para la milicia y para la defensa de la isla. Con esta reestructuración del presupuesto se buscaba la manera de abaratar los costos de transporte de productos y que se arreglaran las carreteras. Alejandro Ramírez (1777-1821) fue el primero en ser nombrado para ocupar el puesto de Intendente de Puerto Rico. La
Ley Power permitió la libre exportación de harinas y ganado pagando por
los derechos correspondientes. La libertad de harinas durante mucho tiempo
estuvo insertada en el monopolio comercial de España. Este monopolio
estaba mayormente privilegiado por las instituciones eclesiásticas.
El
sistema de abasto forzoso de carne fue derrocado por la Ley Power.[11]
El mismo resultaba
beneficioso para San Juan pero no para el Partido de San Germán. Éstos
últimos exigían a San Juan que se le pagara lo correspondiente por lo de
la pesa. Esta ley también logró que se habilitaran puertos para facilitar el comercio. Los puertos que se habilitaron fueron los de: Aguadilla, Cabo Rojo, Fajardo, Mayagüez y Ponce, ya que el único que en el pasado estaba habilitado era el de San Juan [12] . Gracias
a la Ley Power se organizó la Sociedad Económica de Amigos del País.[13]
Este grupo se dedicó a fomentar el desarrollo económico. También trae
consigo técnicos y nuevos inventos para agilizar la producción agrícola.
Al Puerto Rico tener representación en las Cortes de Cádiz se logró organizar en la isla la primera Diputación Provincial que constaría de nueve miembros: el gobernador, siete ciudadanos electivos y el intendente [14]. La misma se creo a modo de parlamento para ocuparse de los asuntos internos de la isla. Esta medida repercutió en las parroquias o pueblos que aún no tenían cabildo propio ya que así podrían alcanzar cierta soberanía en cuanto a decisiones comerciales, presupuestos, obras públicas y en medidas de orden público en su zona. Esto resulta beneficioso ya que no se tienen que atener a las decisiones que tomen los tenientes de guerra que no necesariamente siempre iban dirigidas en pro de su desarrollo. Tras
el fallecimiento de Ramón Power en 1813 fue sustituido en las Cortes de Cádiz
por José María Quiñones. Sin embargo fue muy poco lo que éste puedo
resolver ya que el Rey regresó en 1814 y derogó la Constitución de
1812. Esto trajo consigo la eliminación del status provincial de la isla.
Mientras
tanto en España se mantenía tenso el panorama entre españoles y
franceses. Los españoles sublevados lograron derrotar a las tropas
francesas de Napoleón (1769 –1821) y le devuelven el poder al Rey
Fernando VII. Cuando el rey se percata de que la Constitución le restaba
poderes la anuló con el apoyo del ejército y la Iglesia. En
nuestro contexto también se anula la Constitución, pero no así la Ley
Power. El rey amplía la Ley Power con la Real Cédula de Gracia. Esta
llega en el momento indicado, para eliminar el exclusivismo comercial español.
Como consecuencia de que el Rey Fernando VII aboliera la Constitución,
Puerto Rico perdió la Diputación Provincial y los derechos de los
ayuntamientos constitucionales aunque la Intendencia logró mantenerse
separada del gobierno. La Diputación Provincial no se instaló nuevamente
hasta el 1870. Estas instancias fueron deteriorándose cada vez más, sin
embargo España deseaba obtener dinero de la isla para sufragar los gastos
de represión contra los rebeldes. Para
1812 el gobernador Salvador Meléndez decidió emitir un papel moneda como
promesa de pago en plata cuando hubiese fondos, ya que la isla estaba
hundida en la crisis financiera. La medida no fue popular entre los
habitantes ya que les causó desconfianza.
Como efecto de la crisis el comercio se paralizó por completo y la
agricultura también se vio afectada. Esto se debía a que desde el 1810
ya no éramos beneficiados con subsidio que brindaba el situado mexicano.
Esto era una especie de remesa que proporcionaban las cajas reales de México.
Gracias al situado se pudo hacer de San Juan la segunda plaza fortificada
de América. No es hasta el 1815 que llega el subsidio para todos y desde
ese punto se marca un nuevo comienzo hasta la invasión de Estados Unidos.
Al
implantarse la Real Cédula de Gracias se marca el inicio de una profunda
transformación en todos los órdenes de la vida colonial. Esto fue el
inicio de un sólido comercio agrícola que afectó mayormente las zonas
costeras en las que se incrementó la inmigración de extranjeros
capitalistas. Éstos son una pieza clave ya que fueron quiénes
promovieron el crecimiento de la industria azucarera en Puerto Rico.
Si
hacemos una mirada retrospectiva, observaremos que México ya buscaba su
independencia por lo que suspendió el envío de dinero a la isla impuesto
por la Corona. Tras el fin del situado mexicano para Puerto Rico, el
Intendente Ramírez y el gobernador Meléndez buscaron medidas para
mejorar la deplorable situación económica que atravesaba la isla.[15]
En la búsqueda de medidas de rescate económico para la isla le proponen
a la metrópoli un plan de reformas sugeridas por cada municipio. La
Real cédula de gracias del 10 de agosto de 1815 fue favorable para Puerto
Rico ya que proponía la apertura de puertas comerciales con cualquier
nación amiga por quince años. Por ello, se abrieron más puertos. Esta
medida desembocó en una gran fuente de recaudos ya que a las mercancías
que entraban y salían de la isla se le imponían altos aranceles. De la
misma forma la Real Cédula de Gracias permitió la entrada de extranjeros
siempre y cuando fueran católicos y tuviesen capital para invertir. A la
isla llegaron muchos extranjeros huyendo de las guerras. Mayormente
mallorquines, corsos, venezolanos, franceses, etc. Adolfo
De Hostos detalla el proceso de incentivo a extranjeros de esta forma: “(.
. .) los extranjeros debían ser católicos, blancos, negros libres o
esclavos, procedentes de naciones amigas. A cada inmigrante blanco y a
cada uno de sus allegados blancos ofrecía la posesión de una pedazo de
tierra equivalente a poco poco- más de 64 áreas, así como la mitad de
esta superficie a cada uno de sus esclavos y a los negros libres; concedíales
por diez años la exención de tributos personales, el de carimbo, diezmos
y alcabalas por quince años. Estas concesiones eran revocables, a petición del colono, a los cinco años,
pudiendo estos llevarse el capital que hubiere traído a condición de
pagar el diez porciento sobre el aumento en él realizado. Concedíales carta de naturalización y a sus
descendientes después de cinco años de residencia en el país.”
[16]
A
estos extranjeros se le concedieron terrenos baldíos para que los
cultivaran, también se les otorgó el derecho a adquirir la ciudadanía
española y el permiso de regresar a su tierra de procedencia en cinco años
con las ganancias aunque tenían que devolverle al gobierno los terrenos.
No obstante, el historiador, Luis Díaz Soler, amplía lo anterior
diciendo que: “(. . .) los negros y pardos libres que arribaran a la isla en calidad de
colonos acompañados de sus familias obtendrán la mitad del repartimiento
que va señalado a los blancos, y si llevasen esclavos propios se les aumentara a proporción
de ellos y con igualdad
de amos, dando a estos el mismo documento justificativo que a los colonos.
Los colonos blancos quedaban exentos del pago de capitación o tributo
personal, pero debían pagar un peso anual por cada uno de sus esclavos negros o
pardos.”[17]
La Real Cédula de Gracias fomentó la
importación libre de maquinaria y de utensilios destinados a la
agricultura. Consigo también trajo a todos los capacitadores de la
maquinaria. Mayormente maestros de azúcar provenientes de Cuba y a todos
aquellos técnicos que supieran manejar los nuevos utensilios de labranza.
Asimismo la Real Cédula de
Gracias concede un permiso especial para traer cualquier esclavo de otra
isla caribeña. La entrada de los esclavos a la isla, fue vital para la
economía agraria. Especialmente fue importante para la industria del azúcar
que requería abundante mano de obra. Pero
tengamos en consideración que los ingleses habían prohibido la trata de
esclavos. Con Real Cédula de Gracias se abolieron
muchos de los impuestos que se cobraban entre ellos: las alcabalas y el
almojarifazgo. El primero era un impuesto a la venta y el segundo era un
impuesto a las mercancías que entraban o salían del puerto. También
estaban impuestos tales como el quinto real. El mismo era un impuesto que
se pagaba por el oro y una quinta parte era exclusivamente para el rey. De
forma similar estaba el diezmo real, que es muy similar al actual que se
paga en algunas iglesias, pero era obligatorio y se pagaba en especias. En
reemplazo de todos estos impuestos se impuso una nueva contribución
conocida como el subsidio[18]. Esta última sumaba una
cantidad igual y a veces hasta mayor que las contribuciones anteriores.
Cuando Alejandro Ramírez tomó posesión en
1813 de su cargo en Intendencia General de Hacienda de Puerto Rico se
tomaron varias medidas para detener la crisis fiscal. Lo primero que se
propuso fue buscar estrategias para mejorar la situación económica de la
isla. Como primera solución contempló solucionar el problema que existía
con el papel moneda. Ramírez deseaba que no se desvalorara aún más el
papel moneda que habían intentado circular, pero los comerciantes se
negaban a aceptarlo por su bajo valor. Como solución Ramírez pretendió
introducir en la isla otra moneda mejor conocida como la plata macuquina o
macuquina. No obstante, ésta también fue vista con recelo entre los
naturales y algunos comerciantes que no se fiaban de su valor aunque era
manejada en prácticas de poca monta. Esta moneda había llegado a la isla
por medio de los inmigrantes venezolanos que llegaron a la isla buscando
refugio tras las primeras victorias de los rebeldes en su país.[19]
La reina Isabel II decretó en 1857 que fuese recogida la macuquina y que
se cambiara por la moneda peninsular con un descuento de doce y medio por
ciento.
Ramírez tomó medidas para liquidar todo el
papel moneda por medio de la lotería que fundó.[20]
Esta lotería fue conocida como la Real Lotería de Puerto Rico. Con esta
medida Ramírez acumulaba para el Estado fondos seguros. Esta lotería es
la lotería tradicional que conocemos hoy día en la isla. Cuando Ramírez
sale de la isla en 1816 ya había logrado amortizar todo el papel moneda
circulante. El Intendente logró habilitar los puertos de Aguadilla, Cabo
Rojo, Fajardo, Mayagüez y Ponce para fomentar el comercio nacional. Con
esta medida Ramírez buscaba afectar el contrabando en la isla y mejorar
la economía local. Las rentas de las adunadas de la isla alcanzaban los
242,842 pesos. Ramírez logró recaudar para el Estado 70, 000 pesos al año
con tan sólo reorganizar el sistema de aduanas y al establecer tarifas de
puerto.[21]
También el Intendente
Ramírez autorizó que un agente comercial norteamericano estuviese en la
isla. Su misión fue fomentar el comercio con casas comerciales de Estados
Unidos. Su presencia fue más bien de influencia política, más que económica.
Asimismo, fundó y apoyó la labor de la Sociedad Económica de Amigos del
País y favoreció la inmigración de familias extranjeras, en especial
las canarias. Esta medida tenía el propósito de impulsar la economía
agrícola en la isla. Del mismo modo logró instaurar el Consulado de
Comercio y Agricultura en la isla.[22]
Ramírez publicó muchos artículos en un periódico que fundó conocido
como el Diario Económico de Puerto
Rico.[23]
En dicha publicación se discutían asuntos agrícolas, comerciales y de
interés general. En el Diario Ramírez recomendaba a los puertorriqueños el comercio
interior de sus cosechas en los artículos de primera necesidad y en
segundo lugar el comercio exterior. Paralelamente
consideremos que a mediados del siglo XIX la población esclava no daba
abasto para las exigencias del trabajo agrícola en Puerto Rico.
Por tal razón los trabajadores libres también fueron reclutados
para satisfacer la demanda de mano de obra en la isla. Así el gobernador
Juan de la Pezuela promulgó el Reglamento de Jornaleros Libres conocido
como el Régimen de la Libreta en 1849. Según este nuevo reglamento toda
persona mayor de 16 años que no tuviera trabajo debía inscribirse en el
Registro de Jornaleros y colocarse al servicio de otra persona en las
labores del campo. Era un sistema que permitía el reclutamiento
obligatorio de trabajadores blancos y libres. Este reglamento no era más
que una estrategia extra-económica que tenía el propósito de limitar
las pequeñas propiedades de menos de dos cuerdas, impedirles el acceso a
la tierra a aquellos arrendatarios que no tuvieran contratos escritos y
eliminar totalmente a los agregados. Una vez inscrito el
jornalero recibía una libreta en donde el hacendado anotaba detalles
sobre el trabajo y la conducta. Los obligaban a cumplir con las más
terribles exigencias. Todo jornalero debía cargar con la libreta en todo
momento. Los jornaleros que fuesen sorprendidos sin el documento eran
enviados a presentarse en La Puntilla para que trabajaran en un mangle que
había ahí. Si a un jornalero se le había castigado ya y volvía ser
sorprendido era enviado a la cárcel. Si el jornalero perdía su libreta
estaba sujeto a multas o trabajo adicional sin recibir el pago
correspondiente. La libreta se convirtió en un terrible instrumento de
opresión en manos del hacendado inescrupuloso que abusaba de su poder. En
la mayoría de los casos las libretas las guardaban los hacendados para
evitar que estas se perdieran lo que permitía que algunos le anotaran
datos falsos. El trabajador, que no sabía ni leer, ni escribir aceptaba
por buena la palabra del hacendado cuando se le adjudicaban nuevas deudas.
Así el jornalero estaba obligado a pagar con su trabajo gratuito
comprometiéndose más y más con el hacendado por el tiempo que este lo
considerara necesario. Los jornaleros se emplearon en las haciendas junto
con los esclavos, pero la diferencia entre estos consistía en que el
jornalero era responsable de su vestimenta, alimento y vivienda mientras
que al esclavo su amo se lo proveía. Según explica Paul G.
Miller, el gobernador López Baños definió a los jornaleros como toda
persona de 16 a 60 años que no tenía propiedad, profesión u oficio y
que era obligada a trabajar con algún propietario.[24]
Inclusive, había unos jueces que determinaban a quién podía considerársele
jornalero o no. Todo dueño de estancia se veía en la obligación de
tener al menos cuatro cuerdas de terreno en producción o arrendadas para
evitar ser considerado jornalero.
Los jornaleros eran fiscalizados por los
Bandos de policía y buen gobierno[25],
como todos los ciudadanos, pero se enfatizaba está acción para poder
seguirle la pista. Estos bandos decretados por el gobierno absolutista tenían
el propósito de controlar a los vagos, las caminatas nocturnas, la
prensa, el ornato público, los bailes, las reuniones, etc. La realidad es que en la isla en aquel momento existía mucha gente desocupada. El crecimiento campesino responde a las abundantes quiebras de la época. Los jíbaros trabajaban un jornal solamente cuando necesitaban dinero en efectivo, mientras optaban por vivir de sus talas. Aunque los jornaleros con su trabajo pagaban las deudas incurridas. En el panorama tenemos que considerar que en aquel entonces los hacendados estaban acostumbrados a tener esclavos, por consiguiente pagaban muy mal los servicios del campesino. Mientras tanto el gobierno buscaba la manera de tener jornaleros empleados todo el tiempo. Éstos debían trabajar para un particular o para el gobierno. Incluso, obligaban a los campesinos a trasladar sus viviendas de campo adentro hasta sitios más accesibles para así ser mejor controlados por las autoridades. Estas medidas estrictas para controlar a los campesinos trajeron consigo la prohibición del agrego, ya que frecuentemente lo utilizaban para evadir la libreta. El
siglo XIX trajo consigo varias reformas sociales y económicas. De las más
importantes que debemos tener en consideración es la del año 1873, cuando
se abolió la esclavitud en Puerto Rico.
Posteriormente cuando el gobernador Rafael Primo Rivera, el 13 de
julio de 1873, se suspendió la libreta luego de casi veinticinco años de
vigencia de un sistema de servidumbre disfrazada.
Tengamos en cuenta que el esclavo decimonónico
es resultado directo de la expansión cañera. El esclavo que se empleaba
en la producción azucarera representaba una fuente de capital fijo.
Cuando el hacendado adquiría mano de obra esclava efectuaba una inversión
que tenía un período de vida útil, que se depreciaba anualmente y tenía
una tasa de rendimiento y por supuesto tenía ganancias y gastos. El
precio del azúcar definitivamente fue un factor que afectó la
rentabilidad de los esclavos. Sin
embargo, no podemos ver sólo en términos materiales la importancia del
esclavo en las haciendas ya que éstos les
brindaban regularidad y estabilidad a las labores. Eran un activo valioso
en la época de la zafra. Según explica el
historiador Luis M. Díaz Soler la introducción de negros esclavos se
debió a las quejas en los ayuntamientos de Puerto Rico que se planteaban
que se carecían de brazos que acarrearan a la agricultura. Por ejemplo,
el ayuntamiento de la villa de Coamo recomendó la adquisición de
“negros de Guinea” y que esta introducción estuviese libre de
derechos y que una tercera parte de la población de negros fuesen
mujeres. También se solicitó que ésta importación se extendiera
durante veinte años, ya que no querían que el número de esclavos
excediese veinticinco mil almas [26]
También expone que el gobierno insular pagaba por la mantención de
negros esclavos clandestinos en las cárceles. Alega que en el Diario Económico (miércoles,
29 de junio de 1814) la Tesorería Real de Puerto Rico había
pagado 16.500 papeletas para ello. Por lo que se autorizó al almonedero público
a vender dichos africanos, reteniendo el cinco por ciento para beneficio
de las arcas del gobierno. El periódico anunciaba la venta de los
esclavos confiscados y según manifiesta Soler los compradores podían
pagar con el papel moneda introducido por Salvador Meléndez. Mientras
tanto, otro anuncio en esa misma publicación estipulaba que “por cuenta
del fondo de amortización del papel moneda habían negociado traer un
cargamento de negros bozales procedente de la costa de África para el
beneficio de la agricultura de la isla.”
[27]
La introducción de africanos en los dominios
españoles fue abolida por una Real Cédula firmada por el Rey Fernando
VII en 1817, sin embargo estuvo en vigor tres años más tarde. Esta
medida se consideró valiosa ya que en España los portugueses traficaban
esclavos desde antes del descubrimiento de América. Esta disposición no
abolió la esclavitud, pero sirve de primer eslabón ya que prohibió la
compra y venta de esclavos. Mientras tanto en las Antillas aún se
introducían esclavos bozales de contrabando lo que demuestra que la trata
no se acabó. En España está práctica se perpetuó hasta el 1835 y en
Puerto Rico se firmó el 28 de abril de 1820 el Tratado anglo-español
para abolir la trata de esclavos. Tengamos presente que en 1820, ocurre un
motín en las Cortes de Cádiz, lo que desembocó en un nuevo período
constitucional. Entre 1815 a 1824 las importaciones de
bozales fueron respectivamente pocas. Se vieron afectadas por las
actitudes de los gobernadores de la isla, ya que a partir de que en 1820,
entrara en vigor el Tratado anglo-español la trata dependía de los
caprichos de los gobernadores. Asimismo, la importación de bozales se vio
afectada por el corso venezolano y demás piratería.
El proceso de la trata negrera comenzaba con
el viaje del tratante a las costas africanas portando dinero o frutos para
adquirir negros, según explica Soler. Ya estando en África entraba en
tratos con el jefe o soba que tenían allí desatacados para su servicio.
El negrero entregaba armas y municiones que les servían al soba para las
guerras entre las tribus. Cuando los sobas aumentaban sus exigencias los
negreros organizaban sus propias expediciones al interior de África y
cazaban los negros como si se tratase de animales.[28]
Muchas haciendas azucareras se abastecieron
con una cantidad considerable de obreros traídos de las costas de África.
También habían esclavos provenientes de Martinica, Guadalupe y Santo Tomás.
Estas colonias participaban del tráfico humano de esclavos favoreciendo
el régimen liberalizado del gobernador La Torre que burló el tratado que
evitaba la importación de bozales directamente de África. Los esclavos
traídos como mano de obra mayormente fueron financiados por los mismos
hacendados en forma de cooperativa. El gobernador Miguel de la Torre en 1826 dictó un documento que tenía el
fin de reglamentar las relaciones entre los dueños de haciendas y sus
esclavos. Esta medida permitía castigar corporalmente a sus esclavos
desobedientes. El documento determinaba lo siguiente sobre el trato a los
esclavos: “En cuanto a los esclavos dedicados al servicio doméstico en los campos
y ciudades, imponía el reglamento a los amos la obligación de
dominarlos, instruyéndolos
todas las noches después del toque de las oraciones, práctica que debía
terminar rezándole el Rosario de María Santísima; de hacerles
visitar los Sacramentos; de enseñarles la obediencia a las autoridades
constituidas, a reverenciar a los sacerdotes, a respetar los blancos, a comportarse
civilmente con las gentes de color y afablemente con sus iguales; alimentarse con una
dieta consistente
en seis u ocho plátanos, ocho onzas de carne o pescado y cuatro de
arroz; de proporcionarles para su vestuario, durante un año, tres camisas
y tres calzones de colete, un sombrero, un pañuelo, y una camisa bayeta;
de proporcionarles asistencia médica, en el caso de enfermedades agudas y de
auxiliarlos con medios y remedios
caseros en las leves; de fomentar matrimonios, sin impedir que se casasen
los que pertenecían a dueños distintos; de amparar los menores,
viejos y enfermos.”[29] Según indica el autor todo amo que se excediera en castigos
hacia sus esclavos sería encarcelado de inmediato. Supuestamente se le
consideraba infractor a todo amo que causara contusiones graves, efusión
de sangre o mutilación. Lo que no determina nadie es cómo fiscalizaban y
controlaba que no se propusieran excesos de autoridad monte adentro donde
nadie podía denunciar. El 19 de octubre de 1826 se estableció en toda la
isla el cargo de Síndicos de Esclavos. Es importante tener presente que
tras el cierre de la trata francesa en 1831, la abolición británica de
1834 y el segundo Tratado anglo-español, que era mucho más estricto,
desembocó en que el comercio ilícito de negros esclavos entrara en una
fase final.
La
situación política de Puerto Rico también era complicada, ya que el
gobernador Meléndez estuvo en el poder bajo facultades omnímodas durante
diez años. Éste entregó el mando en 1820. Por tres meses, [en el 1920]
lo sucedió Juan Vasco y Pascual. Gracias
a él se instaló el alumbrado público de la Capital con faroles de
aceite de oliva. Ese mismo año, en sustitución de Vasco y Pascual,
gobernaron Gonzalo de Aróstegui y el Coronel José Navarro.
Posteriormente las Cortes separaron el gobierno civil del mando militar,
pero solamente estuvo vigente durante 18 meses. En sustitución de
Navarro, en 1822 designaron a Francisco González de Linares.
La isla subsistió bajo un gobierno militar hasta que se implantó
la autonomía.
En 1823 el gobernador Miguel de la Torre
reprime a los liberales y a los reformistas. Dos años más tarde, el
gobernador de la Torre ya había alcanzado poderes dictatoriales.
[Paralelamente, está ocurriendo la Revolución Atlántica] Entonces,
consideremos que desde el 1825 hasta los sesenta Puerto Rico estuvo
dominado por un férreo orden político, caracterizado por el absolutismo
la represión y el despotismo. El gobierno
español otorgó poderes discrecionales con todas las facultades militares
a los gobernantes. Quedó implantado el absolutismo en toda su
extensión anulando todo lo obtenido por el diputado Ramón Power en 1812.
Para el 1824, el gobernador
Miguel de la Torre publicó un bando que restringía aún más las
libertades de todo tipo con prohibiciones y disposiciones. Basaba sus
actuaciones bajo el principio de que un pueblo divertido no conspira. Por
quince años el gobierno del General Miguel de la Torre trajo riqueza
territorial y un aumento en el movimiento mercantil. También se
incrementó considerablemente la población. Para el 1830 siendo gobernador Miguel López de Baños se fraguó una conspiración para un levantamiento y así poder proclamar de nuevo la Constitución de Cádiz de 1812. Estos eran brotes liberalistas contra el régimen absolutista de España. Luego vinieron muchos malos gobernantes tales como: Marchesi, Messina, Sanz y Palacios. Todos ellos atropelladores y perversos que no supieron gobernar bien la isla y que afectaron grandemente a la agricultura. Recordemos que paralelamente la isla enfrentaba los jornales del gobernador López de Baños. En 1849 el gobernador Juan de la Pezuela dictó las reglas para el sistema de libretas causando disgustos tanto entre patronos y como en los jornaleros. La centralización militar se acentúo en esa época y el país estaba sometido a los caprichos de gobernantes que hacían y deshacían a su antojo toda clase de arbitrariedades. El militarismo predominaba y muchas libertades estaban prohibidas. Esto produjo que surgieran nuevas voces de jóvenes que protestaban contra los abusos de los gobernadores para pedir reformas en el gobierno. Muchos castigos fueron impuestos a todo aquel que se opusiera al régimen. La sanción más utilizada fue la cárcel y el destierro. Este grupo de jóvenes luchadores fueron perseguidos y castigados por querer hacer patria donde otros pretendían hacer colonia. En 1865 se invitó a Cuba y Puerto Rico a enviar Comisionados a
España. Sus reformas políticas, sociales y económicas prometidas no
llegaron al pueblo. Posterior a esos años los generales Messina, Marchesi,
Sanz y Palacios cometieron los mayores abusos y atropellos que un pueblo
pueda recibir. Se desterraron hombres como Betances, Ruiz Belvis y otros
muchos más. Para esa época ocurrieron varias calamidades grandes que
causaron muchos daños y estragos en el país. Estas fueron un fuerte
terremoto y el ciclón San Narciso en 1867. Para esa época Cuba había
iniciado una guerra que duro de 1868 al 1878. En Puerto Rico ya existían asociaciones secretas que fomentaban el movimiento revolucionario. El 23 de septiembre de 1868 surge el Grito de Lares que fue un movimiento que buscaba dar la independencia a esa población y luego seguir a otros pueblos. Ese día un nutrido grupo compuesto por criollos, jornaleros y esclavos quemaron los símbolos monárquicos y proclamaron la república de Puerto Rico. La llamada Revolución de Lares no contó con el apoyo necesario y no pudo prosperar siendo derrotados en San Sebastián. Los rebeldes fueron arrestados y encarcelados, muchos de ellos murieron en las cárceles a causa de enfermedades y de los abusos de las autoridades. Para muchos el fracaso del Grito de Lares ha sido adjudicado a la falta de preparación y de armamentos. Otros sostienen que en la isla no existía un ambiente revolucionario capaz de derrocar al gobierno español. Para muchos otros el Grito de Lares es el momento de mayor esplendor entre las luchas de clases de nuestra historia. Los
puertorriqueños fundaron varios partidos políticos con el fin de
defender los derechos ciudadanos. Principalmente exigían el derecho a la
libertad, la libertad de cultos, la libertad de pensamiento y de expresión.
Asimismo favorecían la
inviolabilidad de domicilio, el voto universal y la creación de un
gobierno: democrático y republicano. Las expresiones de los líderes
actuales son muy similares a de las tendencias políticas del siglo XIX. Las tendencias eran: el asimilismo, el autonomismo, el separatismo. Todos tienen la misma base: el movimiento liberal. Los asimilistas, capitaneados por Manuel Corchado Juarbe querían que Puerto Rico fuese una provincia más de España y que mantuviéramos la ciudadanía española. Mientras que los autonomistas dirigidos por Román Baldorioty de Castro aspiraban a un gobierno propio para Puerto Rico, pero con lealtad a España. El separatismo buscó la independencia política del país, pero este grupo, se dedicó a la propaganda clandestina y la subversión armada no política. Asimilistas y autonomistas lucharon contra el conservadurismo, triunfando así la línea autonomista. Entonces aparece en escena Luis Muñoz Rivera que consigue
incorporar el Partido Autonomista al Liberal Fusionista de España, que
era un partido monárquico. Esto enfurece a José Celso Barbosa quién
despreciaba a la monarquía española y se va del partido y forma uno
propio. En las elecciones Muñoz Rivera triunfa, pero su victoria fue
corta ya que para el 1898 las tropas de Estados Unidos invaden la isla. Se produce un cambio de
soberanía, pero no así en los partidos de Muñoz y Barbosa. Este último
se organiza con el Partido Republicano Puertorriqueño y reclama la
estadidad para Puerto Rico. Mientras tanto, Muñoz Rivera retorna al
autonomismo con el Partido Unionista. Entre tanto surge un tercer líder
importante: Santiago Iglesias Pantín al mando del Partido Obrero
Socialista. Finalizado el
siglo XIX nació el Partido Unionista marcando el renacer formal del
autonomismo. Este partido aceptaba todas las posibles soluciones del
problema colonial: la autonomía, la anexión completa, o la
independencia. Ganan las elecciones en 1908 y Muñoz aprovecha para exigir
más gobierno propio. En 1817 Muñoz logró la aprobación de la Ley Jones
con la cual se le
proporcionaba un senado electivo al país. La Ley Jones nos otorga a los
puertorriqueños la ciudadanía norteamericana.
Por otro lado, debemos tener presente las
aportaciones de Segismundo Moret, quien colaboró en la redacción de una
ley de abolición parcial de la esclavitud, en julio de 1870. En
el 1868 la revolución liberal derrocó a la Reina Isabel II y en su lugar
subió al poder un gobierno provisional que nombró a Don Segismundo Moret,
como Ministro de Ultramar. La ley creada por Moret se conoce por su
apellido y ésta consiguió liberar a todos los hijos de madres esclavas
que nacieron después de la publicación de la ley. Además conmemoró la
fecha de la Revolución Gloriosa y liberó a aquellos esclavos nacidos a
partir del 17 de septiembre de 1868. Con la Ley Moret se liberaron a los
esclavos mayores de sesenta años y por ello sus amos recibieron una
indemnización. Esta ley fue muy favorable, ya que muchos esclavos se
beneficiaron con ella. Finalmente se logra la abolición de la esclavitud en Puerto Rico el 22 de
marzo de 1873. Con ella los
esclavos liberados podían disfrutar de todos los derechos de los hombres
libres después de cinco años. Los libertos debían emplearse con sus
antiguos amos o con otras personas obligatoriamente. Sobre este particular
Benjamín Nistal-Moret[30]
comenta que los esclavos repudiaban estas medidas. Según explica, la
abolición no satisfizo al esclavo porque las formas tradicionales tomadas
por el gobierno colonial, entre ellas, esa contratación forzosa
continuaron. Esto produjo que muchos esclavos se fugaran
hacia la espesa vegetación de Puerto Rico. Según
explica Nistal- Moret un censo de noviembre de 1873 refleja que 818
libertos no aparecen “por ignorarse su paradero”. También expone que
muchos optaron por casarse con personas libres con la esperanza de evadir
el tutelaje del contratante. Mientras que otro grupo prefería hacerse
contratar con un familiar libre. Como expliqué
anteriormente los amos de los libertos se les pagó una inmunización. Por
ejemplo un esclavo “bracero” se cotizaba en 200 pesos y si era
“industrial” en 300. En aquel momento existían esclavos que ya habían
comprado parte de su libertad, estos se llamaban “coartados” y por
ellos sólo se pagaba la cantidad que faltara para su total liberación.
Muchos amos acostumbraban otorgar la libertad a sus esclavos domésticos
en sus testamentos. El proceso
abolicionista en Puerto Rico fue acompañado por una transformación en la
composición de la mano de obra que utilizaban las haciendas azucareras.
Estas haciendas empleaban fuerza esclava y de jornales, desde mediados de
siglo hasta la abolición, los jornaleros tomaron precedencia sobre los
esclavos. Las
quejas de los hacendados por las prestaciones de los jornaleros a trabajos
de obras públicas que por ley debían haber y la de los jornaleros que
por los abusos que los hacendados cometían contra ellos al amparo de la
ley fue a mí parecer lo que inició los problemas del régimen de la
“libreta”. Para empezar “la libreta” fue una medida forzosa de
crear un mercado de trabajo rural, creando un espacio de transición entre
el trabajo del esclavo al trabajo asalariado. La libreta no tuvo el éxito
que se esperaba en el gobierno. Tengamos en consideración también que el
año 1867 fue uno pésimo para la economía de Puerto Rico y para el
bienestar de sus habitantes. El
29 de octubre el huracán San Narciso causó estragos y el 18 de noviembre
se registró el terremoto más fuerte en la historia de la isla.
Durante los tiempos de la libreta en Puerto
Rico se padecieron una serie de enfermedades endémicas, tan lamentables,
como la malaria o la uncinariasis. Esta última se produce por contacto
directo de la piel con el suelo contaminado por la defecación. También
nos vimos afectados por enfermedades epidémicas como el cólera y la
viruela. Todas estas enfermedades afectaron a la población de la isla, y
por ende, también a la mano de obra que participaba en la producción
azucarera. Paul G. Miller, asegura
que para el 1689, la viruela llegó a la isla como consecuencia de la
importación ilícita de negros bozales de Guinea.[31]
También explica que la cólera apareció en 1855 matando a más de 30,000
personas.[32]
Muchas de estas enfermedades reflejan que en la isla no existían
condiciones sanitarias eficientes y había hacinamiento. Esto influía
mucho en el estado físico de los trabajadores a los cuales se les
comparaba siempre con los esclavos y se alegaba que no contaban con la
fortaleza física para el trabajo duro. No obstante “la libreta”
estuvo vigente durante veinticuatro años, hasta el 1873, el mismo año en
que se abolió la esclavitud. Ya para mediados del siglo XIX el azúcar tenía posibilidades reducidas de recuperarse. La tierra virgen estaba acaparada perdiendo así su productividad. A esto se le suma que los capitales aportados por los inmigrantes de Louisiana estaban siendo utilizados para equipo y esclavos. Los dueños de haciendas tampoco tienen la facilidad de financiar la mecanización. Los hacendados sólo pueden maximizar el rendimiento de la mano de obra. En general, la crisis del azúcar va depender de muchos aspectos, tales como las malas cosechas, la saturación del mercado y hasta las tarifas y las guerras. Se debe considerar que la dependencia al trabajo esclavo marcó la
diferencia entre las plantaciones grandes y pequeñas, ya que una producción
menor empleaba pocos jornaleros y esclavos como fuerza de trabajo. Al esto
ocurrir en pleno cese de importaciones de esclavos, obviamente las
producciones grandes se van a ver afectadas
por la falta de mano de obra esclava. John Lindegren, asegura que en
Ponce, por ejemplo, contaban con 4,500 esclavos y 1,600 jornaleros por
producción.[33]
En la zona sur de la isla de Puerto Rico, por ejemplo las condiciones climáticas
fueron un factor a considerarse. La zona sur siempre se caracteriza por
ser mucho más seca que el resto de la isla, sin embargo, las constantes y
fuertes sequías, por ejemplo la de 1840 fueron acabando con los árboles
del sur. La poca vegetación que había, terminaba en los trapiches, lo
que contribuía a que por falta de vegetación no hubiese la humedad
necesaria para que lloviese. Este ecosistema árido propiciaba la
presencia de mosquitos causantes de malaria y el dengue. Como consecuencia
los trabajadores libres evitaban acercarse a las producciones del sur. El
gobierno no invertía en la reforestación y sistemas de riego, como
tampoco lo hacia en carreteras, ferrocarriles y puentes, que eran tan
necesarios para el comercio del azúcar y la comunicación entre pueblos. En la zona oeste de la
isla, las cañas comenzaron a enfermarse. Aún no se sabe por qué razón
se enfermaban los cultivos, sin embargo a partir de 1870 esta situación
provocó desastrosas consecuencias, ya que los cultivos se redujeron a
menos de la mitad y las exportaciones de azúcar por el puerto de Mayagüez
cayeron. En la isla los hacendados no contaban con el capital para modernizar sus producciones. Al bajar los precios, las malas cosechas y tener que pagar muy caros los esclavos el dinero comenzó a escasear. En la isla tampoco existían bancos, así que los sistemas de préstamos tenían que hacerse con los bancos peninsulares. Por lo que se observó en la isla un atraso tecnológico en las haciendas azucareras. No obstante cuando al fin se logró la mecanización, lejos de resolver los problemas de la producción de azucarera, lo que hizo fue complicarlos. Es indiscutible que la automatización es un medio eficaz para reducir costos y aumentar la producción, pero para la industria azucarera del siglo XIX fue todo lo contrario, la producción paradójicamente se redujo. Por ello la abolición de la esclavitud representó una pérdida de capital para los hacendados, pues como explico más arriba, los esclavos eran una inversión para los ellos. Las haciendas se devaluaron al tener menos esclavos en ellas, pues contaban entonces con menos mano de obra. Tampoco el gobierno pagaba rápido las indemnizaciones por lo que los hacendados les costó recuperarse. Como menciono más arriba la Real Cédula de Gracias proporcionó
el surgimiento de grandes fincas de tipo plantación, pero para los dueños
de haciendas entre 1860 y 1870 vieron sus planes de éxito frustrados en
los intentos de recuperar la inversión y obtener ganancias de la producción
del azúcar. Concluyeron que maximizando el rendimiento de la mano de obra
podía ser una opción, sin embargo en lugares como en Ponce en los
sesenta se manifestó una gran ola de fuga de esclavos en repudio a la
medida. Mientras tanto, en respuesta se incrementaba la represión hacia
esclavos. El panorama se
tornaba cada día más violento por lo que este intento terminó siendo
infructuoso. Muchos hacendados
monopolizaron una gran parte de las tierras útiles en los valles sureños
de Puerto Rico. Usaron varias estrategias para la obtención de tierras.
Primero, optaron por la compra legal, pero a precios demasiado altos.
Luego por la ocupación ilícita de propiedades campesinas. Los hacendados intentaron subsanar sus problemas económicos
por medio del gobierno. Se utilizó el autonomismo político y el
anexionismo norteamericano como tabla de salvación, ya que la precaria
situación de la producción azucarera y la falta de crédito los había
dejado desprotegidos. Muchos hacendados optaron por ser accionistas en
sociedades o compañías azucareras grandes, así entre muchos, al menos
podían recibir una tajada de ganancias. En un estudio científico,
que se redactara sobre los costos de mercadeo de azúcar crudo en Puerto
Rico, se confirma que en Puerto Rico muchos hacendados optaron por ser
accionistas dentro de grandes manufactureras: “Este estudio revela que la organización comercial predominante entre empresas manufactureras de azúcar es la corporación. Veintiuna centrales estaban organizadas en forma de corporaciones, siete en sociedades, tres en asociaciones y dos en cooperativas.” [34] La baja en los precios del azúcar fue un
factor poco favorable para la expansión de la industria azucarera. La
sobreproducción mundial causó esto, sin embargo, La producción de
Louisiana creció de forma sorprendente. La saturación del mercado de las
azucares producidas en Estados Unidos y en Cuba responden a la reducción
en los precios. En 1845 se logra la
apertura del mercado inglés a todos los productores extranjeros. Los británicos
llegaron a importar el azúcar de Puerto Rico. El azúcar puertorriqueña
que se situaba en menos del un porciento, ascendió hasta un diez
porciento en el 1846-50.[35]
La adopción de nuevas técnicas
británicas sobre la producción criolla implica un progreso. Tengamos presente, que
en el siglo XIX cesó la importación masiva de negros esclavos como
resultado de las presiones diplomáticas y navales de Gran Bretaña y el
hecho de que se deterioraron las condiciones ecológicas por la tala
excesiva y la reducción de los abastos de agua; más las condiciones
precarias de salubridad en la isla, todo esto desembocó en que muchos
de los intentos por fomentar el crecimiento del azúcar fracasarán. Después
del 1880 la industria azucarera colapsó y jamás se volvió a recuperar.
Aunque el azúcar de Puerto Rico llegó a
constituir el siete por ciento del azúcar que se vendía en los mercados
internacionales. El azúcar de aquí competía con el de Jamaica por el
segundo puesto entre los productores caribeños. Pero se logró superar
cuando en la gran antilla británica se hicieran sentir los efectos de la
abolición de la esclavitud en 1834-38. Las producciones azucareras de
Guayama, Mayagüez y Ponce llegaron a acaparar más de la mitad del azúcar
puertorriqueña destinada a la exportación.
Sin embargo, el reinado de la isla fue breve, ya que después de
1850 el azúcar moscabada de Puerto Rico se vio destronada por el azúcar
de remolacha europea y norteamericana. También por las nuevas
plantaciones en la región del Golfo de México y de otras regiones del
Caribe que abarataron el precio final y provocaron la crisis de nuestros
hacendados. Tras el estancamiento de los mercados puertorriqueños, para el 1886 se nota una estabilización en los precios del azúcar, sin embargo la crisis internacional evita la recuperación de la industria azucarera en Puerto Rico. Como mencioné anteriormente, en la isla había cierta resistencia hacia el trabajo forzado. Mientras que en los foros internacionales se contemplaban con más sensibilidad el escenario violento de la industria del azúcar moscabada. Ante los atropellos cometidos contra los esclavos, los foros internacionales asumieron una actitud protectora que le cerró el paso a la solución a la crisis del azúcar. De ese intento surge también la idea de financiar la transformación tecnológica del proceso de cristalización del azúcar con los créditos pagaderos a los hacendados por la abolición de la esclavitud. Esto quiere decir que pretendían que la abolición de la esclavitud financiara la transformación tecnológica. Esta medida también se ve frustrada, ya que la crisis financiera y los problemas fiscales de España, les impedían tener crédito por lo que terminaban pagando con tarifa de exportación sus propios vales por los esclavos liberados. La producción de azúcar moscabada de Puerto Rico permaneció en
muy mal estado y su proceso de tecnologización dependía del crédito de
los dueños de hacienda, en adición, estaba sujeto a las arbitrariedades
locales. A falta de apoyo los hacendados dirigieron sus esperanzas en el
anexionismo norteamericano visto como su única solución. Para el 1898,
después de la invasión quedaban doce centrales en la isla.
Luego de la abolición de la esclavitud y el comienzo de la innovación técnica se produjo un surgimiento y la subsiguiente formación de una fuerza trabajadora libre para la industria azucarera en Puerto Rico. El proceso de desarrollo de esta fuerza trabajadora libre comenzó a partir de 1873 y culmino después de la ocupación norteamericana en el 1898. La
isla ya para finales de siglo XIX Puerto Rico dependía de una economía
agrícola de exportación basada en el azúcar, café y tabaco. Por lo
tanto debe tenerse en mente que esta la fuerza trabajadora corresponde a
los trabajadores agrícolas en las zonas rurales. Después de 1873, la
industria azucarera pasó por un proceso de cambios que desembocó en un
sistema de centrales azucareras. La central con un proceso mecanizado de
la elaboración del azúcar
sustituyó el sistema tradicional de las haciendas. En algunas haciendas
el cambio fue parcial dependiendo así de la mano de obra. La clase trabajadora se
caracterizaba en primer lugar, porque sus trabajadores no tenían tierras
y dependían de su trabajo para ganar un ingreso con el cual subsistir. Las
plantaciones de azúcar proveían viviendas a los trabajadores en lotes de
viviendas cercanas a estas, por una baja mensualidad o gratis. También
proveía alojamiento en barracas divididas en cuartos sencillos para los
trabajadores que vivían lejos. Fue común Apreciar
que los nombres de los sectores cerca de las centrales tenían nombres
como “Salsipuedes”, “Hoyofrío”, “Tablaestilla” y “El
fanguito”, entre otros similares. Los trabajadores recibían un salario a base de una semana de seis días. No se le pagaba en efectivo sino con unas fichas acuñadas por cada unidad azucarera. Estas fichas circulaban en varias denominaciones hasta llegar a un peso. Llevaban el nombre de la central, el propietario y la fecha de misión. Curiosamente sólo podían gastarse en las tiendas de la central. Los sueldos eran tan bajos como 50 centavos diarios. Se puede hacer una distinción importante entre los trabajadores agrícolas y los de la central. El hecho de que estos últimos trabajaran en la central los ubicaba en una posición más alta dentro de la jerarquía de los trabajadores del azúcar. Los trabajadores de la central recibían salarios más altos debido a las destrezas requeridas para hacer funcionar la maquinaria. Tenían opción a mejores viviendas cercanas a la central. Esto se convirtió en un símbolo de estatus para los trabajadores. Hay que tener en cuenta que esta nueva sociedad de trabajadores agrícolas entro en una serie de huelgas en la última década del siglo XI. Puerto Rico sufrió una severa crisis socio-económica que puede verse desde diferentes perspectivas a consecuencia de la caída de la industria azucarera por la ausencia de capital para pagarles a los trabajadores. También los trabajadores agrícolas protestaban porque en las tiendas de la central los precios eran excesivos y sus sueldos miserables. Los hacendados se casaban entre sí para perpetuar como clase. Casándose
con extranjeros los hacendados garantizaban “la pureza de la sangre”
de sus descendientes y de su propia clase social. Sobretodo lo hacían en
el caso de algunos criollos para incorporarse a las clases privilegiadas
de hacendados.
Luego de la ocupación estadounidense del 1898, Puerto Rico se enfrentó a
un nuevo modo de pensar y de actuar.
El estilo de vida estadounidense, que giraba en torno a una economía
capitalista se abrió paso en la nueva sociedad. Sin embargo no todo fue
tan sencillo, ya que la sociedad trabajadora se enfrentó a un
empeoramiento de la situación económica tras la ocupación militar de la
isla. Primero la guerra y el régimen militar paralizaron la economía y
luego la isla perdió sus mercados tradicionales en Cuba y España. Y para
empeorar aún más la situación para el 1901 el azúcar no tuvo acceso
libre de impuestos al mercado de Estados Unidos. Durante este período de ocupación militar se comenzó a circular la moneda americana. La tasa de cambio equivalía a un peso por sesenta centavos americanos. Al final, la moneda americana debía reemplazar a la existente. El problema de la moneda tuvo efectos desastrosos en la clase trabajadora ya que la economía se estancó. Los hacendados también querían resolver el problema causado por la nueva moneda ya que con ello terminarían con el monopolio que practicaban los comerciantes sobre la poca moneda circulante. La naturaleza agravó las adversidades el panorama para esta
sociedad con la pérdida de cosechas, huracanes y otros desastres antes
mencionados. Por lo que muchos trabajadores de la nueva sociedad
puertorriqueña se marcharon a Estados Unidos a trabajar en búsqueda de
nuevas oportunidades, visto que el panorama agrícola de Puerto Rico iba
en decadencia. Incluso para el 1890 miles de agricultores puertorriqueños
fueron contratados para trabajar en los cañaverales de las islas de
Hawai. Esta nueva sociedad basada en el azúcar se desarrollo en las últimas
tres décadas del siglo XIX. La ocupación norteamericana lo que logró
fue acelerar su proceso de formación. Hoy día de las grandes
centrales azucareras solamente nos quedan estas historias, los cuentos de
los abuelos y las imágenes de la infancia. Con nostalgia infinita
recordamos los enormes camiones repletos de caña en ruta hacia la
central, el olor particular del guarapo de caña y las guajanas bailando
en el campo. Pero cómo tantos recuerdos que son parte de nosotros mismos,
cómo olvidar el silbato de la central que parecía llorar cuando se
acababa la zafra. Bibliografía Acosta,
José J. Informe
dado a la Excma. diputación provincial sobre la enfermedad de la caña de azúcar
en el cuarto departamento de la isla de Puerto Rico.
Imprenta Cabrera
Salcedo, Lizette. Inventos
para el azúcar: historia tecnológica puertorriqueña, siglo XIX. San
Juan, Puerto Rico: Instituto
de Cultura Puertorriqueña, 2007. Cepero Bonilla, Raúl. Azúcar y abolición. Editorial Crítica, 1976. Palmer,
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W Knight. Londres: UNESCO Publishing y Mcmillan Education Ltd.,
1997: 9-44. Curet,
José. De
la esclavitud a la abolición: transiciones económicas en las haciendas azucareras de Ponce, 1845-1873.
Centro de Estudios de la
Realidad Puertorriqueña, 1979.
Díaz
Soler, Luis M. Historia de
la esclavitud negra en Puerto Rico.
Río Piedras, Puerto De Hostos, Adolfo. Diccionario Histórico Bibliográfico Comentado de Puerto
Rico. Hernández, Leslie y Ramón Vélez Olmeda. El mercadeo de azúcar crudo en Puerto Rico. Editorial de la Universidad de Puerto Rico, Estación Experimental Agrícola, 1959. Moreno Fragnials, Manuel.
“Plantaciones en el Caribe: El caso de Cuba- Puerto Rico-Santo Domingo
(1860- 1940) La historia
como arma y otros estudios sobre esclavos, ingenios
y plantaciones. Prologo
de Josep Fontana. Barcelona, España: Nistal-Moret,
Benjamin. Esclavos, prófugos
y cimarrones: Puerto Rico 1770- 1870.
Río Piedras, Puerto Rico:
Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 1984.
Picó, Fernando. Historia general de Puerto Rico. Río Piedras, Puerto Rico: Ediciones Huracán, 1986. Picó, Fernando. Libertad y servidumbre en Puerto Rico del siglo XIX. Río Piedras, Puerto Rico: Ediciones Huracán. Tercera edición, 1983. Pérez Vidal, José. La
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Instituto "Miguel de Cervantes," Ramos
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Editorial de la Universidad de Puerto Rico en conjunto con la Estación
Experimental Agrícola,
1987. Vázquez Medina, Ángel L. La hacienda Monserrate de Manatí: 131 años de historia del azúcar de cañas en la región norte central de Puerto Rico. Ediciones Puerto, 2009. Referencias: [1]
Arenas, Reinaldo. “Manos Esclavas”, El central, Leprosorio: trilogía
poética. Madrid, España: Editorial Betania. 1990: 11. [2]
Lo citado es comentado por Acosta en el informe dado a la Excma. Diputación
Provincial sobre la enfermedad de la caña
de azúcar en el cuarto departamento de la isla de Puerto Rico. [3]
Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés, Historia
Natural de las Indias, 1535. [4]
Informe sobre la enfermedad de la caña de azúcar en el cuarto
departamento de la isla de Puerto Rico. [5]
Lo citado es comentado por Acosta en el informe dado a la Excma. Diputación
Provincial sobre la [6]
Central Aguirre, Central Alianza, Central Amistad, Central Arcadia,
Central Boca Chica, Central Cambalache, Central
Canóvanas, Central Caribe, Central Carmen, Central Cayey, Central
Coloso, Central Columbia,
Central Constancia (Toa),
Central Constancia (Ponce), Central Cortada, Central Córcega, Central Defensa,
Central El ejemplo, Central Eureka, Central Fajardo, Central Fortuna
(Río Grande), Central
Fortuna (Ponce), Central Guamaní, Guánica Centrale, Central
Herminia, Central Igualdad, Central Juanita,
Central Juncos, Central Los Caños, Central Luisa, Central Machete,
Central María, Central Monserrate,
Central Monte Grande, Central Pagán, Central Pasto Viejo, Central Pellejas, Central
Plata, Central Playa Grande, Central Plazuela, Central Providencia,
Central Reparada, Central
Restaurada, Ingenio Río Llano, Central Rochelaise, Central Roig,
Central Rufina, Central San
Francisco, Central San José, Central San Vicente, Central Santa Bárbara,
Central Juana, [7]
Ramón Power y Giralt, puertorriqueño y oficial de la Real Armada
Española. [8]
Ley promulgada en la isla en 1812. [9]
Intendencia es sinónimo de Secretaria de Hacienda. Es una institución de
cuna francesa adoptada por España. [10]
Ya había existido una en el 1784, pero no era separada. [11]
Este sistema de impuesto obligaba a las haciendas a entregar a San
Juan ganado vacuno para consumo de carne. [12]
Habilitado se interpreta como un puerto con aduana en condiciones óptimas. [13]
Organismo que tenía la misión de divulgar ideas útiles para el
desarrollo económico y por la educación de algunos jóvenes
que sirviesen para progreso de la isla. [14]
Especie de parlamente que se ocupaba de asuntos administrativos
internos, revisar presupuestos de los ayuntamientos,
supervisar obras publicas, promover la educación y fomentar la economía.
[15]
En 1814, Menéndez se caracterizó por gobernar con facultades omnímodas.
[16]
De Hostos, Adolfo. Diccionario Histórico Bibliográfico Comentado de Puerto
Rico. Página: 253. [17]
Díaz Soler, Luis M.
Historia de la esclavitud negra en Puerto Rico.
Río Piedras, Puerto Rico: Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 2005:
107. [18]
El subsidio convertía a todos los habitantes en contribuyentes, por medio
de un registro de los que se beneficiaban de
todos los ramos de la riqueza, registro que se llamó
‘encabezamiento’ fijando una cuota correspondiente a
cada persona. Esta explicación es de Hostos, Adolfo. Diccionario
Histórico Bibliográfico
Comentado de Puerto Rico. Página: 772. [19]
La macuquina era una moneda de bajo contenido de plata y de corte irregular
que circulaba en Venezuela. [20]
Recordemos que para junio de 1814, circulaba medio millón de pesos en papel
moneda. [21]
La cifra es de Miller, Paul G. Historia
de Puerto Rico. Chicago: Rand McNally y Compañía. 1946: 244. [22]
El Consulado de Comercio y Agricultura era un tribunal que intervenía
en asuntos concernientes a esas dos ramas. [23]
El Diario Económico fue fundado en el 9 de marzo de 1814. [24] Miller, Paul G. Historia de Puerto Rico. Chicago: Rand McNally y Compañía. 1946: 266-67. [25]
Los Bandos eran utilizados por lo gobernantes para reglamentar la vida del
pueblo, corregir costumbres, garantizar el orden
público y proteger vidas. En 1814, el gobernador Miguel de la Torre
publicó un bando de 65 artículos
en el que dicta una especie de orden público que restringía
severamente las libertades de los
ciudadanos. Se considera como el primer intento para regular el
trabajo de los campesinos sin
tierra. El grueso de los jornaleros eran hombres, aunque el reglamento
incluía a las féminas. [26]
Díaz Soler, Luis M. Historia
de la esclavitud negra en Puerto Rico.
Río Piedras, Puerto Rico: Editorial de
la Universidad de Puerto Rico, 2005:103-04.
[27]
Ibid: 105-06. [28]
Díaz Soler, Luis M. Historia de la esclavitud negra en Puerto Rico.
Río Piedras, Puerto Rico: Editorial de
la Universidad de Puerto Rico, 2005: 112. [29]
Esta cita es propiedad intelectual de: De Hostos, Adolfo. Diccionario
Histórico Bibliográfico Comentado de Puerto Rico.
Página: 370. [30]
Nistal-Moret, Benjamin.
Esclavos, prófugos y cimarrones: Puerto Rico 1770- 1870.
Río Piedras, Puerto
Rico: Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 1984:24. [31]
Miller, Paul G. Historia de
Puerto Rico. Chicago: Rand McNally y Compañía. 1946: 266-67. [32]
Ibid: 291. [33]
La cifra es de Great Britain, Parlamentary Papers, Vol. 23. ,
1848-49: 370. [34]
La cifra es de: Hernández, Leslie y Ramón Vélez Olmeda. Boletín
147: El mercado de azúcar crudo en
Puerto Rico. Universidad de Puerto Rico, Estación
Experimental Agrícola, Río Piedras, Puerto Rico. Enero 1959. [35] La cifra es de los Parlamentary Papers of Gran Britain, Vol. 51: 636-37. |
por
Ivette Marie Serrano
Gentileza de www.revistapurpurapr.com
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