Reseña
de la novela La muñeca de
Carmela Eulate Sanjurjo (1871-1961) |
La muñeca es una de las siete novelas de la puertorriqueña
Carmela Eulate Sanjurjo. Esta novela fue publicada por primera vez en el año
1895 en Ponce; cuando ella tenía veinticuatro años. Con este lanzamiento
se dio a conocer en la escena literaria de la isla. Recientemente, La
muñeca fue re-editada por las editoriales del Instituto de Cultura y
la Universidad de Puerto Rico. La edición reseñada es la de 1987, que
forma parte de una colección de “obras fundamentales” de la tradición
escrita puertorriqueña[1].
Los
directores de esta edición de La muñeca,
aseguran que la misma está enfocada para que “quede enmarcada críticamente
en nuestra época por especialistas, con un mínimo de anotaciones que
aclaren su sentido en lo fundamental.” [2]
Dicha edición, cuenta con la participación del Dr. Ángel M. Aguirre,
quien anotó el texto y redactó una introducción crítica. Contiene un
boceto biográfico preparado por la Dra. Loreina Santos Silva, ya que se
entiende que es importante dar a conocer un poco más sobre esta escritora
sanjuanera. Además, incluye el prólogo que escribió Manuel Zeno Gandía[3]
para la primera edición. Este último, hace un interesante análisis
comparativo entre la obra de ella con la de Hoffmann; destacando que la
obra de la puertorriqueña parte de un “mecanismo psicológico para el
convencimiento de un hombre” y el cuento de Hoffmann va detrás de un
“mecanismo físico para engañar al pueblo.” [4] Asimismo, elogia la labor
de Eulate Sanjurjo como novelista.
En
relación directa al texto, la protagonista, Rosario se casa por interés
y es ella la que destruye el matrimonio rompiendo con todos los paradigmas
sociales estipulados. Se caracteriza por ser una mujer superficial,
materialista y por derrochar sin límites el dinero que tantas horas de
trabajo le costaba a Julián, su marido; convirtiéndose éste en su víctima.
Es él quien sufre la aguda enfermedad moral que lo lleva a la desesperación
y posteriormente como personaje pulverizado llega al suicidio. Eulate
Sanjurjo, en este sentido, usó hábilmente la técnica de causa y efecto.
La autora logró escapar de la tradicional forma de ver al hombre como el
macho fuerte; el hombre que comanda el hogar, el casi déspota; no
obstante, sí es Julián quien continúa llevando el sustento, aunque no
la voz fuerte.
En
el personaje de Rosario también se trae a colación las consecuencias de
una mala imposición de valores educacionales y los patrones enfermizos
que deterioran y asechan hoy día la sociedad puertorriqueña. Sin
embargo, el carácter insaciable y la voracidad económica de Rosario se
mantiene uniforme a lo largo de la novela. La protagonista tampoco es
castigada por ser una niña mimada, una muñeca engreída, un juguete de
ella misma, sino que pasa todo lo contrario: ella resulta triunfante.
Finalmente, Rosario queda en una mejor posición social que al principio
de la historia y sin ningún signo de arrepentimiento por lo sucedido.
Esto en mi opinión representa un signo de una crítica social por parte
de Eulate Sanjurjo, una queja frente a los que intentan escalar
socialmente y a las devoradoras de fortuna. La
autora también logra apartarse totalmente de la posibilidad inicial que
ofrece el primer capítulo de convertir el texto en una “novela rosa”
quitándole al personaje protagónico masculino la posibilidad de una
muerte en compañía.
Eulate
Sanjurjo plasma temas histórico-sociales, político-culturales y hasta
personales. Basta con leer La
muñeca, para percatarse cómo la mujer de esa época estaba inmersa en un
destino del cual fácilmente no se podía escapar: el matrimonio, y como
éste al mismo tiempo, estaba establecido como un contrato que trascendía
en beneficios socio-económicos para los involucrados. Véase, por ejemplo
en el texto cuando se dice que Rosario ambicionaba un viaje a París, con
el fin de obtener una buena posición social que sólo se lograba en
aquella época a través del matrimonio.[5]
Por
otro lado, la novela plantea la desintegración del matrimonio donde los
intereses del marido están fundamentados en actitudes tradicionales con
respecto a las normas aceptadas por la sociedad decimonónica puertorriqueña,
aunque sí bien se perfila en el protagonista masculino las ideas
liberales. Inclusive, en un momento se alegra de no tener hijos con
Rosario porque considera que ella es una irresponsable. [6] Con esta acción, se rompe
con la visión de la mujer como dadora de vida y el fin acostumbrado del
matrimonio: procrear.
Intrínsecamente
a esa prosa delicada, sabia y continúa; de ademanes irónicos y paródicos
y rica en comas,
está inmerso el sello distintivo del estilo narrativo de Eulate Sanjurjo.
De la misma forma, ésta se caracteriza por su agilidad, así pues,
introduce la metáfora de la “femme
fatale”, pero una versión criolla que sin duda está íntimamente
relacionada con los temas de modernidad. El
personaje protagónico de Rosario reta la metáfora de la mujer decimonona
sumisa y hogareña, ya que las tareas del hogar para ella eran una maldición.
A Rosario sí se le retrata como una mujer sencillamente hermosa[7],
sin embargo, siempre se caracteriza por un “egocentrismo narcisista”,
nótese en el texto cuando el personaje se encuentra obsesionado por estar
rodeada de espejos.[8]
No se observa en Rosario un modelo pasivo de la representación de la
mujer, sino un perfil literario de la mujer como sujeto-activo que
experimenta. La muñeca es la
primera novela que representa un sujeto femenino moderno desde una
perspectiva política y cultural realista. El
trabajo literario de Eulate Sanjurjo en La
muñeca es pertinente, ya que retrata
los conflictos de la sociedad, y por supuesto, también se atañen los
impuestos por los preceptos de la Iglesia y los de los mismos grupos
sociales en que están insertos los personajes. Toda esta problemática se
entremezcla creando una ola de restricciones que crean tensiones entre los
personajes. Y si nos ubicamos históricamente, recordaremos que las
mujeres en esa época se tenían que conformar con huir imaginariamente de
estas normas, no obstante, la protagonista al estar emocional y físicamente
estéril logra derrumbar todo este nubarrón, sin impórtale nada más que
sus gustos y ambiciones, escapando de todas estas condiciones pre-establecidas.
La
portada de esta edición de La muñeca,
muestra un original de Marta Pérez titulado: La
reina. Consideramos relevante el hecho que la pintora, acostumbra
trabajar con los arquetipos y que toda su colección está
elaborada en un juego de texturas, manipulando las telas y los encajes sin
dejar atrás la evidente intención de revisión historiográfica respecto
a los papeles de la mujer puertorriqueña. Tanto es así, que desde hace
un tiempo se ha visto un intento por rescatar la obra femenina que había
sido postergada por el canon. En
una visión panorámica, La
reina en portada, dentro de su
composición ubica el punto focal en la parte superior, justo sobre la línea
que se traza entre los dos puntos áureos superiores, es decir, la
horizontal superior del cuadro áureo pasa encima del rostro de la reina,
lo cual produce un efecto aún más dramático[9].
A nivel de color, también hay una intención fuerte por afirmar el carácter
de la reina y como notaremos guarda relación con los retratos de la Reina
de Inglaterra, Elizabeth I. El
concepto que se tiene de una reina, y que se tenía aún más en el
Medioevo y en épocas posteriores, es la idealización de los reyes
llevados a un estatus cuasi-divino.[10]
En cambio, otro elemento que parece no ser más que un agasajo estético:
el abanico. No obstante, hay una tendencia a la apertura de un
"abanico de posibilidades"[11]
En este caso, el abanico se
abre ante la cara de la reina para comodidad de ella, que es de nuevo, una
especie de reafirmación de la persona per
se: de la reina. Y claro, el abanico le da un aire de romanticismo, lo
mismo que las flores en su cuello y el “rapport”
de flores que ornamenta los lados de éste. El color de la piel de la
reina representada por Pérez, responde a una cuestión histórica;
durante el Romanticismo esta característica simbolizaba delicadeza y en
el Renacimiento, ese color blanco representaba una pureza divina y sacra
que era sinónimo de realeza. La
composición de La reina de
Marta Pérez, a nivel de líneas especulares, podría decirse que está
influenciada por la pintura de Frida Kahlo, Autorretrato
con vestido de tehuana,[12]
aunque vale la pena aclarar que el contexto histórico es diferente, sin
embargo, en ambas piezas hay una especie de aura, las líneas se dirigen
hacia la cara y eso hace que el punto focal de la obra sea la cara
directamente. Además, notemos, que las reinas europeas suelen estar
ornamentadas con oro, joyas y ese tipo de accesorios; esta reina lo está,
pero con flores, lo cual creo que de alguna manera responde al contexto
latino. Lo que aparece en la portada es una reina criolla. En
general creo que es importante re-evaluar este asunto de percibir a la
reina como una divinidad trascendental. En contraste con el resto de la
paleta, este factor contribuye en la acentuación del ego de la reina.
En un paralelismo entre texto y obra, es plantearse esa cuestión
egotista que también se manifiesta en el “maniquí estático”:
Rosario. También es una
reflexión crítica hacia esa adoración por parte del marido que es la
que lo lleva a esa ruina posterior. Sin duda hay una simbiosis a través
de lo pictórico y de literario. Finalmente,
vemos cómo Eulate Sanjurjo marca una transición de la escuela romántica
al realismo de mediados del siglo XIX. Estoy de acuerdo con el Dr. Ángel
M. Aguirre, cuando alega que sí se pueden apreciar intertextualidades
entre Los cuitas del joven Werther (1774) y La muñeca. El personaje de Julián es la versión criolla de
Werther. Inclusive, es curioso que como parte de las pertenencias del
matrimonio figuraba una edición de lujo del Quijote
y de La divina comedia[13],
marcando entonces aun más fuerte la influencia con otros escritores que
destaca el Dr. Aguirre. La
muñeca nos transporta a una zona homogénea y universal. La novela en
sí misma establece una forma nueva de auto-explorarse como puertorriqueño.
Eso es signo de esperanza de nuevos rumbos literarios.
Notas: [1]
La edición del 1987 tuvo re-impresiones en
1994, 2000 y 2005. [2]
Juan Martínez Capó es el Director de la Editorial de la Universidad
de Puerto Rico y Marta Aponte Alsina es la Directora de la División
de Publicaciones y Grabaciones del Instituto de Cultura Puertorriqueña.
[3]
Manuel Zeno Gandía es considerado como el máximo exponente del
naturalismo en Puerto Rico. [4]
Eulate
Sanjurjo, Carmela. La muñeca. San Juan, Puerto Rico: Editorial
del Instituto de Cultura Puertorriqueña y Editorial de la Universidad
de Puerto Rico, 1987: 115. [5]
Eulate
Sanjurjo, Carmela. La muñeca. San Juan, Puerto Rico: Editorial
del Instituto de Cultura Puertorriqueña y Editorial de la Universidad
de Puerto Rico, 1987: 39. [6]
Ibid:
65. [7]
Eulate
Sanjurjo, Carmela. La muñeca. San Juan, Puerto Rico: Editorial
del Instituto de Cultura Puertorriqueña y Editorial de la Universidad
de Puerto Rico, 1987: 37. [8]
“Espejos con marcos caprichosos.” Ibid: 41. [9]
Esta característica logra que el punto focal sea
mucho más fuerte. [10]
La reina,
está plasmada como deidad, casi como diosa. [11]
Conceptualmente un abanico es un despliegue, mucho más
por ser una representación de una reina. [12]
Ver Anejo 1. [13] Ibid: 43. |
por
Ivette Marie Serrano
Gentileza de www.revistapurpurapr.com
y de http://www.oscurosalvaje.blogspot.com/
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