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"La existencia aparentemente más simple, es siempre secreta y elusiva, no entrega su misterio". María Rosa Lojo
 
 

Reportaje de Horacio Semeraro
especial para Pregón

horacio.semeraro@hotmail.com
 

 
 

María Rosa Lojo nació en Buenos Aires, en 1954. Se doctoró en Filosofía y Letras. Colabora con los suplementos literarios de La Nación, y de otros acreditados diarios, así como en revistas culturales de Argentina y del exterior. Escritora e investigadora de la literatura, en 1984 publicó Visiones, su primer libro de poesía. Desde entonces ha escrito numerosas novelas, libros de cuentos y poemas. Obtuvo entre otros, los siguientes premios: Primer Premio de Poesía de la Feria del libro de Buenos Aires, Premio Fondo Nacional de las Artes en novela y cuento; Segundo Premio Municipal de Poesía de Buenos Aires. Primer Premio Municipal de Novela y Cuento de Buenos Aires "Eduardo Mallea". Fue finalista por dos veces consecutivas del Premio Planeta de Argentina, años 1993 y 1994. Actualmente trabaja en la elaboración de una novela basada en la fundación de la Revista Sur de Victoria Ocampo.

¿Cuándo comenzó a escribir, María Rosa y qué la Impulsó a dedicarse a la literatura?

Desde muy chica, antes de ir a la escuela, me fascinaron las letras: esos animalitos mágicos, que podían invocar otro mundo virtual y paralelo, siempre que se supiera colocarlos en la adecuada relación. Mi abuela no sólo me contaba cuentos sino que me enseñó a leer a los cuatro o cinco años. A partir de entonces no he dejado de hacerlo, y la lectura me llevó insensiblemente a escribir, a ser yo misma la creadora de un sueño propio.

¿Qué le diría a alguien que esté en similares condiciones a las que usted tenía cuando comenzó a publicar, pero en esta época, en este país, en estas condiciones? Porque si bien la vocación es un llamado muy serlo y muy profundo, no siempre conviene alentar expectativas a quien comienza, sin hablarle también de las dificultades ¿no?

Siempre fueron malos los tiempos en qué vivir, y siempre fue muy difícil publicar en la Argentina. Recuerdo que cuando gané mis primeros premios en narrativa (los del Fondo Nacional de las Artes, en los años 86 y 87), había un proceso inflacionario tan pronunciado que ningún editor se comprometía a tomar los libros. Cobraban tan tarde el subsidio editorial en el cual consistía el premio, y en moneda tan desvalorizada, que no querían saber nada con semejantes galardones. De modo que para nosotros, los beneficiarios, eso resultaba algo así como un "premio-castigo". Si esto ocurría con libros que habían recibido distinciones, imagínese lo que pasaría con autores que ni siquiera tenían la suerte de haber sido premiados.... Ahora también estamos en una época muy mala, con empresas que cierran o se achican, con la amenaza de la hiperinflación. Pero hay dos alicientes: el libro importado se ha vuelto tan caro, que convendrá imprimir en el país, y las editoriales también publicarán preferentemente autores argentinos. Y otro, muy importante: el entusiasmo de la gente por la vida cultural sigue activo, tal vez más ahora que antes, porque nos quedan muy pocas gratificaciones accesibles. De todas formas, conviene saber que lo que se llama "carrera literaria" es, en la mayoría de los casos, un largo camino de postergaciones y mortificaciones: más bien una "carrera de resistencia". Si la vocación es lo suficientemente fuerte, sobrevive a todo.

En su novela La Princesa Federal, sobre la vida de Manuellta Rosas, Gabriel Victorica, médico argentino, entrevista a "la princesa federal" en Belsize Park, Londres, impulsado por la lectura de un cuaderno escrito por Pedro de Angells el maestro y asesor enamorado de "la Niña". Lo escrito por el erudito, refleja la vida de Manuela "para Justificarme y condenarme" según ella lo expresa. Esa frase ¿Es solo un recurso dialéctico o Intenta perfilar una personalidad que realiza su autocrítica Incluyendo esa frase en su descargo?

Manuela realiza su autocrítica, en efecto. Y lo hace gracias a Victorica, que le permite una recuperación catártica de su pasado. A él puede contarle sus sueños, sus miedos y sus remordimientos. Y el diario le presenta, por otra parte, en una especie de reflejo duplicado, la mirada de otro, íntimo y a la vez distante, conocido y ajeno, que llega desde ese pasado dramático, y cuenta de qué manera la ha visto vivir. Manuela acepta mirarse en el espejo de esa conciencia que le da a su vida otra interpretación.

Casi al fin de La Princesa Federal, dice Manuela: "más pensamos en indagar en las almas humanas... más lejos se nos escapan" Además de ser una aseveración filosófica expresada poéticamente, quizá una forma de afirmar, dado el contexto de la obra, que es imposible conocer la verdad histórica absoluta de los hechos. ¿Es así?

Eso desde luego. Y también es imposible decir la última palabra sobre la "verdad existencial", sobre el significado de cualquier vida humana. La existencia aparentemente más simple, es siempre secreta y elusiva, no entrega su misterio. Y se experimenta, desde adentro, como inconclusa e imperfecta, precaria, expuesta a la incertidumbre error.

Alguien dijo hace poco que la novela histórica se llamó a un paréntesis porque ya no quedan prácticamente próceres sobre quienes escribir. ¿Usted que opina?

Quien haya dicho eso debe suponer que la novela histórica se reduce a una colección de anécdotas sobre personajes célebres. Pero la novela histórica no sólo y no necesariamente se ocupa de próceres, sino de complejos procesos: los que hacen justamente a la Historia como transformación de las sociedades y las culturas. Ese juicio implica una idea muy pobre de la psicología humana, de la perspectiva histórica, y de las posibilidades creativas del arte de novelar.

¿Qué la Inspiró a escribir "Canción perdida en Buenos Aires al Oeste" ¿Qué partes de una novela debe tener pensadas antes de comenzar a escribirla? ¿El argumento, los personajes principales, los secundarlos, el final?

Mujica Láinez dijo alguna vez que toda primera novela es autobiográfica total o parcialmente. No es así en todos los casos, pero esa suerte de regla se cumple con respecto a "Canción perdida....", que es fiel a lo autobiográfico, no en lo estrictamente literal, aunque sí en la experiencia dramática y dolorosa del desarraigo y del desmembramiento de una familia. Por cierto las vidas de estos personajes que vienen de un pasado más o menos cercano, son profundamente atravesadas y modificadas por una historia violenta: la Guerra Civil española, la última dictadura militar en la Argentina. La segunda parte de su pregunta se refiere a la "cocina" de las novelas. Normalmente, tengo los personajes y una suerte de esbozo estructural. Pero esto no significa que los personajes se comporten de acuerdo con esos planes previos. Todo se va modificando a medida que se avanza.
 

Su libro de poesía "Forma oculta del mundo" aparte de su unidad, homogeneidad, coherencia, deja trasuntar un subconsciente rico en vivencias que ofrece compartir con el lector. Hay una necesidad de mensaje, acaso?

No sé si de "mensaje" y menos aún, de un mensaje claro y unívoco. Pero sí de comunicar, en la reverberación de ese "espejo oscuro" que son los símbolos poéticos, experiencias de lo extremo, que desbordan los límites de lo inteligible por la razón.

La sacralización de la palabra se da generalmente mucho más en poesía que en narrativa. Para algunos, con expresiones cercanas a lo religioso, filosófico, e incluso místico o ritual. Cuánto de "laboratorio de la palabra", de taller, de oficio hay a la hora de escribir poesía, para usted, y cuanto de llamado interior, de vocación (vocare, llamar) o de "Invocación"? No existiría poesía sin algo que decir: algo que llega, que adviene desde lo profundo, más allá de la voluntad y que hay que saber escuchar. Pero tampoco habría poesía sin la articulación laboriosa de un lenguaje sobre el que la voluntad trabaja, labrando y transformando.

A pesar de ser usted joven, qué anécdotas recuerda o rescata de su vida literaria y de los escritores que conoció?. Recuerdo haber leído hace un año, por ejemplo, una semblanza suya muy emotiva sobre Enrique Anderson Imbert.

Tuve la suerte de tratar bastante a Enrique Anderson, una de las personas más inteligentes y cultas que he conocido, y el autor, entre tantos libros excelentes, de un libro extraordinario: El gato de Cheshire. Nunca perdió la curiosidad intelectual, y hasta el último momento (murió con noventa años cumplidos) estuvo investigando y estudiando cosas nuevas, además de escribir. También admiré y traté a Olga Orozco, una enorme poeta, con algunos otros dones fuera de lo común, como su arte para escribir dedicatorias exactas y originalísimas.

¿Cómo ve a la literatura argentina contemporánea?

Goza de buena salud. Varias generaciones coexisten y siguen produciendo, y hay figuras muy interesantes.

¿Cree en los límites rigurosos del postmodernismo -en lo literario, por supuesto- o las fechas y actos son aproximaciones, generalidades que muestran tendencias?

Lo segundo, por supuesto. En todo cambio hay continuidades y discontinuidades, reafirmaciones y rupturas. Por otra parte, en Latinoamérica, lo que llamamos "postmodernidad" tiene sus inflexiones muy peculiares, que responden también a un mapa social complicado y asimétrico, con grandes desfasajes, donde conviven e interactúan lo arcaico y tradicional, lo moderno y lo postmoderno. Las "culturas híbridas" de que habla García Canclini.

¿Cuál es su "asignatura pendiente" con la literatura? ¿Qué está escribiendo, que piensa publicar a corto, mediano y/o largo plazo?

Tengo tres o cuatro proyectos in mente y en los papeles. Lo más inmediato es una novela que se ocupa de un momento fundamental para la cultura argentina, rico en aperturas y en contradicciones: la creación de la revista Sur.
 


especial para Pregón

Horacio Semeraro
horacio.semeraro@hotmail.com
 

 

Publicado, originalmente, en el diario "Pregón" (Jujuy) - Suplemento Cultural, el domingo 13 de octubre de 2002

Texto recibido en papel diario, digitalizado y editado por el editor de Letras-Uruguay, el 14 junio de 2013, con el agregado de imágenes, tomadas de internet.

 

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