¿ Cuándo comenzó a escribir y qué le Impulsó a hacerlo, María
Angélica?
MA.B- A los veinte años, casi exigida por un gran amigo, el juez Horacio
Dohanich, que se preocupaba por darle un sentido a mi vida más allá de
mi señalado destino de niña bien. Tanto insistía (o tanto me aburría yo)
que decidí escribir unos apólogos que también por iniciativa de Dohanich
se publicaron en la Revista Sudamericana de Buenos Aires, una
publicación dirigida por Victoriano Lillo Cátala. La revista se difundía
por todo Sudamérica y así fue como obtuve el aplauso y el apoyo de un
escritor brasilero, Claudio de Souza, que me ofreció la corresponsalía
de una revista femenina de Porto Alegre proyecto que no se llevó a cabo
porque me casé, y en mi mundo de entonces la mujer casada no solía tener
vida propia.
No es frecuente que una mujer a los 92, tenga la lucidez y el empuje
con los que emprende sus actividades, entre ellas escribir. ¿A qué
factores lo atribuye, dejando de lado el talento natural?
MA.B- No creo en las fórmulas para una mejor calidad de vida que propone
la cultura "light" posmoderna y globalizante. Sí creo que me ha ayudado
el sentido del humor con el que me defiendo de los berrinches cotidianos
y el tratar de sonreír a la existencia sin exigirle perfecciones.
El amor entre el hombre y la mujer, la relación de pareja, aparecen
en casi toda su obra muy bien perfilados, tratados a fondo; es casi una
constante. ¿Es quizá el reflejo de la vida de una mujer que, por lo que
cuenta en su obra autobiográfica "Memoria de las casas" puede decir
parafraseando a Amado Nervo, "Amé , fui amado /el sol acarició mi faz/
vida nada me debes, vida estamos en Paz". ¿Es así?
M.A.B.- Puede ser. Nadie esta obligado a declarar contra si mismo, dice
la ley. Nadie está obligado a publicar su vida privada, digo yo.
Aparte de Ágatha Christie (posiblemente, porque es un cláslco) ¿qué
escritores le sirvieron de guía para escribir sus novelas policiales?
M.A.B.- Seré pedante: Graham Greene y Chesterton. A Ágatha Christie
nunca la tuve de modelo; es más, traté de no imitarla.
Su libro "Borges y los otros", publicado por primera vez en 1967 y
luego reeditada en 1999, intentó quizás desmitificar la imagen de "ogro"que
tenía J.L. Borges. Me tocó en suerte comentarlo y por ese motivo lo leí
concienzudamente. Descubrí un Borges menos odioso del que se conocía por
su bien ganada fama en polémicas declaraciones, más allá de su innegable
talento como escritor. Quizás porque está hecho desde la admiración y el
cariño, como quien defiende a un amigo. ¿Es así?.
MA.B- Cuando Fabril Editora me propuso escribir el ensayo sobre Borges,
como novelista pensé en el Borges hombre, en su imagen para el otro. El
Borges que yo conocí como persona, fue el que compartió conmigo una
entrevista por T.V. cuando otorgaron a La muerte baja en el ascensor el
segundo premio del concurso de Emecé Editores en 1954; un Borges
amistoso, cordial. Como autora del ensayo, indagué a los otros y de esa
indagatoria surgió el libro. Recojo la opinión del público y la comento,
aprobándola o no. No me constituyo en defensora de Borges; él no
necesita defensores; siempre será más grande que sus circunstanciales
críticos.
¿Existió alguna influencia del libro de Manuel Mujica Laínez "La
Casa" en su novela "Memoria de las casas"? Yo esperaba encontrarlo en
algún momento, pero no fue así.. Y respecto a la mención de su vida
privada en la misma, ¿no tuvo quejas familiares por hacerlo?.
M.A.B.- Es curioso: La casa, de M. Mujica Laínez me inspiró El comedor
de diario. Manucho había contado la historia de una familia en
decadencia. Yo me propuse contar la de una familia en ascenso desde la
burguesía media hasta la alta burguesía. Me llama la atención que usted
haya detectado ese hilo conductor, pocos lo advirtieron. Ahora sí, nunca
me propuse imitar el estilo de Manucho. Pero recuerdo una recomendación
de Jean Louis Barrault a los actores de teatro independiente durante su
visita a Buenos Aires en 1953 o 54: "Imiten, no tengan miedo de imitar,
si tienen personalidad saldrá una cosa diferente".
Con respecto a la segunda pregunta. No. Porque no he ocultado la verdad
de mi vida a mis hijos, educados en la sinceridad. Frente a ellos he
sido sincera sin alardes; esto hizo nuestra relación auténtica y
luminosa. Las mentiras, los disimulos, no sirven en una relación
familiar. Tampoco ayudan los narcisistas desplantes.
Durante el acto realizado por la Secretaría de Cultura de la Ciudad
de Buenos Aires en homenaje a su trayectoria y a sus primeros 90 años,
pudimos observar un vigor sorprendente y el deseo de vivir plenamente su
vida de mujer, según sus respuestas, de tal manera que provocó chanzaa y
aplausos al mismo tiempo. "Mucha mujer" diría alguien. ¿Es temperamental
y siempre fue así? Porque si la mujer toma la delantera demasiado,
algunos hombres se asustan...
M.A.B.- Soy como me presento. No sé que es peor, si asustar a un hombre
tomando la delantera, o fingir conformismo. En el primer caso el hombre
se va. En el segundo la mujer corre el riesgo de anularse. A mis 92 años
hace rato que esto ya no es mi problema. Es obvio que me salvé de la
anulación.
¿Qué la inspira a escribir? ¿ Necesita algo que obre de disparador?
M.A.B.: Necesito un tema que me interese. Siempre se necesita un motivo
para actuar. De lo contrario somos robots; nos movemos como si nos
diesen cuerda. Creo en el libre albedrío y en el poder de la mente sobre
el cuerpo.
¿Cómo imaginó los argumentos de sus novelas policiales? ¿Están
basados en hechos reales o son totalmente ficticios?
MA.B.- Solo partí de un hecho real en mi segunda novela Muerte en la
costa del río pero recreándolo porque carecía de información sobre el
caso: El feroz asesinato de una joven mujer en su departamento del
barrio de Flores. La saña de los asesinos hacía suponer que eran
allegados, allegados locos. En ese tiempo (hace mas de treinta años)
solía comer en casa de una amiga común en casa del comisario Watkins,
Inspector Jefe de la Policía Federal -Déme entrada al sumario, le pedia.
El se negaba: -Sólo falta que venga usted con su imaginación a
complicarnos más de lo que estamos, me decía. Invente entonces la
novela, y la situé en Colonia, porque me parecía un bonito marco el del
Puerto Viejo que hacía posible un doble acceso a la casa del crimen y un
interesante elenco, la gente de los yates anclados allá. Diez años
después el crimen se descubrió; como yo supuse, fue causado por la
locura agravada por el vínculo familiar. La instigadora resultó ser la
madre, una fanática de un culto esotérico que la hija repudiaba. Mataron
a la joven para sacarle el diablo del cuerpo (sic) La realidad gana por
vanos cuerpos a veces a la ficción.
¿Hay alguna anécdota que recuerde en especial, referida a su
trayectoria, a los escritores amigos, a su obra? A pesar de que este
medio es muy competitivo en Buenos Aires, y que llevó una intensa vida
de relación comprometida con la literatura ¿Logró hacerse de verdaderos
amigos escritores?
M.A.B.: Anécdotas mil. Amigos algunos, dos entrañables: Marco Denevi, ya
fallecido y Eduardo Gudino Kieffer. Conversar con ellos fue, es, como
encontrar una mina de oro. Lo peculiar es que ellos no se soportaron.
Alguna vez se agredieron de palabra. Pero mi versión de cada uno es
diferente. Bueno, Edgardo Morin -que ahora vive en Francia- dice que a
veces somos polifacéticos. Con respecto a las mujeres, quiero y admiro a
Magdalena Ruiz Guiñazú (la conocí cuando ella tenía 20 años.) Es una
mujer superior por su inteligencia y comprensión humana. Fui amiga de
Beatriz Guido, cálida y adorable persona, perpetua fabricante de
noveleras mentiras. Trate como amiga a Marta Lynch (fui jurado en el
concurso que otorgó un premio a su primer novela La Alfombra Roja) Marta
era inquietante. Me desconcertaba su conflictiva personalidad. A Silvina
Bullrich la consideré una mujer inteligente, vivaz, que buscaba la
polémica, muy ocurrente. Recuerdo y añoro ahora aquel tiempo de mi vida,
nuestros interesantes encuentros, nuestras charlas.
¿Quién es para usted María Angélica Bosco?¿Cómo se definiría?
M.A.B.- ¿Definirme yo? Ojalá pudiera...Que lo hagan otros. Será una
imposición lo de conocerse a sí mismo, pero ¿Lo habrá logrado
Sócrates...?
Buenos Aires, Marzo de 2002 - especial para Pregón
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